'El reino del planeta de los simios', un regreso a la película original de 1968
- Wes Ball dirige una película correcta pero inferior a la exitosa trilogía anterior
- El reino del planeta de los simios llega a los cines este viernes, 10 de mayo
La trilogía del Planeta de los simios de estos últimos años (El origen del planeta de los simios, El amanecer del planeta de los simios y La guerra del planeta de los simios) figura ya entre las mejores del género fantástico. Por eso, el nuevo reinicio de la franquicia, El reino del planeta de los simios, a cargo del director Wes Ball (responsable de la trilogía de El corredor del laberinto), ha levantado tanta expectación. Y por eso estamos un poco decepcionados con esta película que, sin ser mala, ha bajado el listón de las mencionadas. Una película que llega a los cines este viernes, 10 de mayo.
Una historia que regresa a los orígenes del mito cinematográfico, a la película El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968), a la que rinde homenaje en no pocas secuencias y detalles. Eso está muy bien, pero lo que no nos gusta tanto es la excesiva duración de la película y la falta de ritmo que, por desgracia, eso conlleva. Unido a unos protagonistas que, aunque prometen, de momento tienen mucho menos carisma que el César de la última trilogía. Además, han desaparecido casi por completo los protagonistas humanos (y, por lo tanto, el conflicto entre especies) y lo que vemos en pantalla nos suena a ya visto, y no solo por esos homenajes mencionados.
Pero, aun así, disfrutamos con el imaginario de este mundo, en el que los simios reinan donde antes lo hacía el hombre.
Además, la película también logra hacernos reflexionar sobre nuestra propia humanidad, ya que, aunque los protagonistas sean monos, está hablando de temas como la clase, la raza, el poder, la convivencia, el deseo de perdurar de los seres humanos... Por lo que esos monos no dejan de ser un espejo de nosotros mismos.
Y la ambientación, los decorados, los paisajes naturales y esos simios creados por el sistema de captura de movimiento, consiguen que las imágenes que aparecen sean espectaculares en todo momento.
En fin, un inicio de franquicia a medio gas, que es entretenido, pero baja el listón respecto a las películas anteriores. Aunque muestra potencial para volver a la grandeza en próximos episodios, si se cuida un poco más el guion y el ritmo.
Un retorno a los orígenes
La película está ambientada varios cientos de años después de la anterior trilogía, que nos contaba la historia de César, el primer simio tan inteligente como para sustituir a los humanos como especie dominante (después de que estos casi desaparezcan a consecuencia de una plaga). Y el escenario es muy parecido al de la película de Charlton Heston de 1968, con los simios dominando (y usando como esclavos) a los pocos humanos que quedan y que han perdido gran parte de su inteligencia y la facultad de hablar.
En este escenario, un nuevo y tiránico líder simio (un gorila) construye su imperio pervirtiendo las enseñanzas de César, que se ha convertido en una especie de icono religioso para todos los monos. Mientras, un joven simio (un chimpancé) emprende un angustioso periplo que le llevará a cuestionarse todo lo que sabe sobre el pasado y a tomar decisiones que definirán el futuro de simios y humanos por igual. Todo cambiará cuando el gorila capture el poblado del chimpancé para usarlo de mano de obra en sus planes de crear un nuevo imperio. Entonces, el joven chimpancé emprenderá un viaje para rescatar a los suyos. Y en ese camino se encontrará con una joven humana, que parece más lista que el resto de su especie (y que guarda alguna que otra sorpresa).
Al final es la historia de un joven chimpancé inocente, que vive feliz y a salvo en su pequeño pueblo boscoso, y se verá obligado a madurar en ese viaje en busca de su familia, en un mundo inhóspito y desconocido.
Con esos ingredientes, el director vuelve prácticamente a la época en la que estaba ambientada la película del 68, e incluso usa un escenario parecido: esa playa en la que a veces nos da la impresión de que vamos a descubrir la estatua de la Libertad semienterrada en la arena (si no habéis visto la original ya estáis tardando). También aparece una gran instalación militar que nos recuerda al silo de misiles que aparecía en la secuela de la película original: Regreso al planeta de los simios (Ted Post, 1970). No en vano, el director confiesa su fascinación por la película original y por ese final que sigue siendo uno de los más sorprendentes de la historia del cine.
Los simios cada vez se parecen más a los humanos
En ese escenario comprobamos que los simios cada vez se parecen más a los humanos y ya están cometiendo nuestros mismos errores, retorciendo a su interés las enseñanzas de César (como nosotros hemos hecho con las religiones). De esa manera se han olvidado de su principal mandamiento: "Simio no mata a simio". Sobre todo los gorilas, porque aquí se da esa lucha de clases que comentábamos entre los débiles y los fuertes, los gorilas y el resto de los simios.
Esa lucha se produce en un escenario fascinante en el que destacan dos emplazamientos. El primero, esa playa donde hay una antigua instalación militar. Y el segundo, el pequeño poblado del protagonista que está en medio del bosque (y donde apenas hay restos de la civilización humana). Cuando el protagonista empiece su viaje descubrirá esas antiguas ciudades humanas con grandes edificios totalmente colonizados por la naturaleza. Destacar la campaña de publicidad de la película, con esos estupendos carteles en los que los simios se pasean junto a monumentos emblemáticos de todo el mundo, como la Cibeles o la Sagrada Familia.
En cuanto al trabajo de los actores, destacar que apenas hay dos que hagan de humanos, la joven Freya Allan y el veterano William H. Macy. Ambos están correctos en sus papeles, pero se ven eclipsados por sus compañeros creados por ordenador.
Y es que, como decimos, el despliegue de efectos especiales es alucinante. Las tres entregas anteriores ya fueron nominadas al Oscar en dicha categoría y esta también seguirá el mismo camino, porque los simios parecen auténticos desde el primer fotograma y a los pocos minutos ya somos capaces de distinguirlos a unos de los otros (lo que no debe ser nada fácil de conseguir).
En fin, un gran espectáculo, que nos hace pensar y reflexionar, pero que no está a la altura de sus ilustres precedentes. Pero estamos convencidos de que triunfará en taquilla y sus creadores tendrán tiempo de pulir esos fallos para devolver la grandeza a la saga. El final ya está pensado para que sea una nueva trilogía.