Política de externalización migratoria, o 'yo te pago y tú me paras a los migrantes'
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- Europa está fortificada con miles de kilómetros de vallas, pero no son inexpugnables
- El cierre de las fronteras europeas precisaría de 200.000 hombres y Frontex tan solo dispone de 1.500
Europa se atrinchera detrás de las vallas que cierran sus fronteras ante la fuerte presión migratoria que llama a sus puertas. Para frenar los flujos migratorios, la Unión intenta alejar las fronteras más allá de las suyas propias, confiando su custodia a terceros países que le hacen el trabajo sucio a cambio de millones de euros o de favores diplomáticos y geoestratégicos. Aceptar este elevado coste expone a Europa al chantaje de sus socios y al ataque de sus adversarios.
Europa y su arma migratoria
En verano de 2021, Bielorrusia autorizó a 40.000 migrantes procedentes de Oriente Medio a entrar en su territorio sin visado. El objetivo era concentrar a las familias en dirección a Polonia para que cruzaran la frontera europea.
La reacción polaca fue implacable y la represión de los migrantes se saldó con una treintena de personas muertas. "El régimen bielorruso orquestó los acontecimientos", aseguraba el ministro de Interior polaco, Mariusz Kaminski. Como las vallas no son infranqueables, la Unión ha barajado otras opciones. "La única manera de controlar la migración es hacerlo con terceros países", responde la comisaria europea de Asuntos de Interior, Ylva Johansson.
Se trata de la denominada externalización de la política migratoria o, dicho en otras palabras, poner el control de la frontera europea en manos de países vecinos, para que gestionen la presión migratoria que llama a la puerta de la Unión y alejarla de ella. A cambio, los Estados miembros financian a estos nuevos socios con contratos como el de Turquía y con el que Europa consiguió desplazar su frontera oriental.
“La UE, al fin, nos concedía todo lo que llevábamos años reclamando para mejorar nuestras relaciones“
En 2015, después de que decenas de miles de sirios llegaran a las costas griegas, la Unión negoció con Ankara. "La Unión Europea, al fin, nos concedía todo lo que llevábamos años reclamando para mejorar nuestras relaciones" admite el embajador turco en Bruselas, Selim Yenel. En pocos meses, la UE liberó 3.500 millones para que las autoridades turcas impidieran el paso a los migrantes y se comprometió a acoger a un millón de refugiados. “En 2016, era la mejor opción que había encima de la mesa”, afirma Gerald Knaus, especialista en migraciones de la Iniciativa para la Estabilidad Europea (ESI).
El problema fue que Europa incumplió su promesa y los sirios nunca llegaron a los diferentes países europeos, desafiando, incluso, el derecho fundamental de asilo establecido en la Convención de Ginebra. "Europa intenta mostrar humanismo, pero, en realidad, su comportamiento dista mucho de esa imagen", denuncia el activista sirio de derechos humanos Taha El Gazi.
Un cheque en blanco
Europa basa los acuerdos con terceros países en la confianza y la buena voluntad de las partes. Sin embargo, esta nueva arma, con la que la Unión se defiende de los migrantes, tiene un doble filo. "Quienes la utilizan han comprendido que los europeos son extremadamente vulnerables en materia migratoria", advierte el analista Pascal Aussier de la Fundación Mediterránea de Estudios Estratégicos.
“Los europeos son extremadamente vulnerables en materia migratoria“
Y así fue. En 2020, tras la ofensiva turca en Siria contra los kurdos, aliados de Europa, la Unión amenazó a Turquía con sanciones. Erdogan respondió sin vacilar enviando a 80.000 refugiados sirios a la frontera griega. Europa entonces destinó a Turquía más dinero.
“Ya ha pagado más de 6.000 millones de euros”, asegura Chris Jones, director de la ONG Statewatch y experto en Derecho de Asilo. El miedo a una invasión migratoria se ha convertido en un recurso para obtener favores de Bruselas.
Marruecos vio la misma oportunidad. En mayo de 2021, Rabat dejó que varios miles de migrantes accedieran a Ceuta a través de la playa. Desde Statewatch, Jones afirma que Marruecos dijo al Gobierno español: "Tendréis que darnos más dinero y otras ventajas diplomáticas".
Es el alto precio que la Unión está pagando por su política de externalización migratoria, con la que, además de exponerse a chantajes económicos y diplomáticos, obliga a retorcer leyes en otros países como Níger para retener a la migración subsahariana o a forzar políticas de retorno como a Turquía, que, en 2022, devolvió a 45.000 afganos a Kabul, mientras Europa se lavaba las manos. "Es una hipocresía total", señala Catherine Wihtol, politóloga y experta en Migraciones Internacionales.
Europa está aceptando, por encima de todo, un coste moral y humano inasumible desde el punto de vista ético. “La impresión de que, en un momento dado, podríamos contener completamente los flujos migratorios es una ilusión”, subraya Asseur. Cuesta trabajo creer que Europa haya pecado de ingenuidad.
Wihtol lo confirma manifestando que “no me atrevo a imaginar a ningún responsable serio creyendo en la eficacia de estas medidas”. Y la triste realidad se ha impuesto. Europa construye muros, aleja fronteras, permite el maltrato a los migrantes a través de terceros países y aumenta presupuestos de seguridad como el de Frontex, que lo ha cuadruplicado desde 2016.
Todo es en vano. Cuando Europa cierra una ruta, otras vías mucho más peligrosas se abren para las personas que se dejan la vida por llegar a la Unión huyendo de las guerras para conseguir un futuro mejor.
Europa tiene miedo y Rusia también lo sabe
Se está comprobando que la externalización de las políticas migratorias está siendo poco eficaz y costosa. Pero, además, lo más inquietante es que debilita a Europa. Los constantes flujos migratorios se han convertido en un arma de desestabilización política. En la crisis bielorrusa del verano de 2021, los europeos vieron la mano de Vladímir Putin. El analista Aussier cree que "es una forma de enviar un mensaje muy claro a la UE sobre la capacidad de Rusia de causar daño".
La invasión de Ucrania, en febrero de 2022, originó que cuatro millones de refugiados fueran acogidos por Europa ante la sorpresa de Rusia. En esta ocasión, Moscú fracasó, pero la Unión no debe olvidar que Putin tiene en esta arma migratoria una palanca muy peligrosa y desestabilizadora.