Guatemala, un limbo migratorio hacia la frontera norte
- En las calles de Ciudad de Guatemala aumentan las personas migrantes a la espera de poder llegar a EE.UU.
- En 2024, el 60% de los 73.000 movimientos registrados salen desde Venezuela
Guatemala ha registrado 1.863 peticiones de asilo en 2023, según ACNUR. La Organización Internacional para las Migraciones en el país centroamericano comenzó a registrar un incremento significativo de movimientos migratorios el año pasado, la mayoría en tránsito con destino a la frontera norte hacia el paso de México a Estados Unidos. Solo en 2023 se llegaron a contabilizar 200.000 personas en ruta y en el primer cuatrimestre de 2024 se han registrado otros 73.000 movimientos, de los cuales cerca de un 60% salen desde Venezuela.
La Sexta Avenida de Ciudad de Guatemala es peatonal, tiene baldosas grises, varios comercios y conocidas cadenas de comida rápida. Desde hace unos meses, el número de personas migrantes que pasan el día sentadas en el suelo de la avenida ha aumentado. Están esperando poder seguir su ruta hacia Estados Unidos. De los 73.000 movimientos registrados hacia la frontera norte, un 30% salen desde Honduras y un 60% desde Venezuela. Algunos sostienen carteles en los que cuentan su historia, uno de ellos viene con sus seis hijos: "Es difícil. Acá y en México la policía te extorsiona, te roba todo lo que tienes", asegura a RNE.
Al menos mil peticiones de asilo se acumulan en las oficinas del Ministerio de Migraciones, una lentitud que eclipsa la urgencia de las solicitudes. Entre las organizaciones que acompañan en el proceso burocrático está la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, Luisa Fernanda Nicolau es su responsable: "Es un proceso lento, tarda mucho y hay gente que es rechazada". Otra dinámica extremadamente sensible es la de los retornados guatemaltecos deportados desde Estados Unidos y México, que regresan a su país. La OIM está registrando una media de 250 retornos al día.
La oficina de DD.HH. del Arzobispado también gestiona el Centro Metropolitano de Acogida, que tiene capacidad para 32 personas. Nicolau explica que es un centro de ingreso voluntario y que no está registrado por la policía: "Recibimos casos que nos envía el Ministerio, pero no es un centro institucionalizado, un juez no puede venir a decirnos qué hacer y aquí no puede ingresar la policía". Para las denuncias internas ACNUR facilita un correo que garantiza el anonimato de quien reporta.
El hogar tiene varias salas de terapia, una cocina que da al patio y un salón con dibujos, algunos muebles y un par de cunas. Es el punto de encuentro de todas las familias, donde se organizan y charlan. Un lugar seguro en el que contar lo que preocupa. Quien abre la puerta es la veterana, lleva tres meses en la casa, el máximo permitido. Da la sensación de que no es la primera visita que acompaña, es dicharachera y ayuda a reunir a todo el mundo en el salón: "No se queden calladas ante la violencia", dice al micrófono de RNE. La veterana anima a hablar, con un temblor valiente en la voz. "Siempre hay alguien que está dispuesto a escuchar", puntualiza y pasa el micrófono. Otro hombre toma la palabra: "Quiero dar las gracias a quienes nos acogen, que se entere todo el mundo, que hacen algo esencial", termina y todos aplauden. Después hay silencio, miradas y más silencio.
La terraza es donde da el aire fresco y se comparte todo lo que a uno le invade el alma. Hay varias mujeres y niñas sentadas a la sombra: "Aquí decimos nuestros sueños", dice una de ellas. Se ríen al pasarse el micrófono: "Mi sueño es volver con mi papá y mi mamá, porque estábamos muy felices", dice otra niña. Cuidar los deseos en un estado de supervivencia, también es migrar. Otra mujer, con la mente lejos de las coordenadas que ocupa el cuerpo, toma aire y empuña decidida el micrófono: "El único sueño es salir del país", relata.