Claves de la destitución del ministro de Defensa ruso Serguéi Shoigú: el amigo más fiel de Vladímir Putin
- Ambos mandatarios comparten visiones nacionales y años como aliados políticos
- Su cese busca asegurar los planes futuros de Putin en Ucrania y contra Occidente
Viste con frecuencia uniforme militar, a pesar de ni siquiera haber hecho el servicio obligatorio. Su imagen seria contrasta con sus escapadas veraniegas a Siberia para pescar junto al presidente ruso, Vladímir Putin. Disfruta de la historia de su país y lo refleja en su visión nacionalista. Ante los medios, Serguéi Shoigú proyecta la figura de un hombre orientado a la eficiencia y los resultados.
Nacido en 1955 en Tuvá, región limítrofe con Mongolia, Shoigú llevaba 12 años ostentando el cargo de ministro de Defensa hasta su cese el pasado domingo. Nombrado por el mismo Putin, ambos dirigentes guardan una amistad que ha sido forjada mucho antes de que alcanzasen la cima política.
Su marcha señala el fin de una era de liderazgo militar en el país euroasiático, una retirada que, más que un giro en la política del Kremlin, solo busca asegurar los planes en Ucrania y contra Occidente. "El destino de Shoigú no es un castigo, porque él y Putin son muy amigos, sino una respuesta ante la incapacidad del primero para responder a la corrupción que asolaba su ministerio", comenta la investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano, Mira Milosevich.
La era Shoigú-Putin
El 9 de agosto de 1999, el entonces presidente ruso, Borís Yeltsin, relevó al primer ministro, Serguéi Stepashin, ante su ineptitud a la hora de detener la invasión de Daguestán por los chechenos, y proclamaba a Vladímir Putin como su sustituto. Casi de manera providencial, un mes después, el Kremlin designaba a Sergei Shoigú ministro de Defensa Civil, Situaciones de Emergencia y Desastres Naturales.
Ambos nombramientos sucedían en un momento convulso en Rusia, con la Primera Guerra de Chechenia en auge y ante la urgente necesidad de reafirmar el papel de un Estado decadente.
El apoyo de Shoigú a las tropas rusas desplegadas en Chechenia, así como emular la retórica de Putin para unir a la población contra los rebeldes, le valió las simpatías del Ejecutivo, llegando a ser nombrado viceprimer ministro. Esta sería su primera recompensa por la lealtad demostrada, y que no se detendría hasta alcanzar en 2012 el Ministerio de Defensa. En una entrevista llevada a cabo en 2019 por el periódico Moskovski Komsomolets, Shoigú admitió la "sorpresa" que le causó su nombramiento: "No ocultaré que sentí una enorme carga de responsabilidad y confianza por parte del presidente, lo que me ha hecho tratar de justificarla".
Las visiones nacionalistas de Shoigú y Putin han estado siempre en sintonía, en parte por ser hijos de un mismo tiempo (apenas tres años los separan en edad). Ya en su manifiesto en diciembre de 1999, Rusia en el umbral del nuevo milenio, el entonces primer ministro defendía la creación de un Estado paternalista en torno a un Gobierno fuerte y tradicional, percepción que era compartida por Shoigú.
Como apoyo a esta iniciativa, el entonces ministro de Defensa Civil explotó la insatisfacción de la ciudadanía con la economía y la inestabilidad de la burocracia rusa para enfatizar un mayor intervencionismo a través de una figura presidencial recia. Estos movimientos ahondaron en la amistad entre ambos mandatarios. "Rusia funciona así: los méritos, los castigos... todo es muy personalista", refleja Milosevich.
Sin embargo, donde su compatibilidad brilló indudablemente fue en el Ministerio de Defensa, con estrechas colaboraciones en Crimea (2014) y Siria (2015). En la entrevista para el Moskovski Komsomolets, Shoigú ofrecía explicaciones detalladas sobre cómo su institución y la presidencia coordinaban las políticas de seguridad rusas.
En esencia, las medidas importantes eran adoptadas por Putin, sin incluir otros intermediarios, como el Consejo de Seguridad. "Las cuestiones de construir y entrenar las Fuerzas Armadas, equiparlas con armas modernas y desarrollar el complejo industrial-defensivo están bajo el control constante de nuestro presidente", aludía en las declaraciones.
Bajo la perspectiva del propio Shoigú, este solo se encargaba de poner a disposición los medios para cumplir las órdenes. “No importa dónde trabajé: siempre me esforcé por alcanzar la máxima eficiencia y lograr resultados; me importa más lo eficaz y útil que soy", señalaba.
Esta relación de “mente maestra” y “ejecutor” resulta esclarecedora en cuanto a cómo ambos gestionaron las decisiones durante la invasión de Ucrania. En cuestiones de planificación militar, Shoigú se ha mostrado conservador, como lo evidenció con su oposición a invertir recursos para fomentar una ocupación rusa de Ucrania en los primeros meses de guerra, ciñéndose a los designios de la “operación militar especial” de Putin.
Si algo no ha ocultado Shoigú, eso es su indudable respeto por el presidente ruso. A su juicio, lo considera la fuente última de autoridad, el impulsor de todas las decisiones principales, rindiéndose a sus órdenes directas para hacer realidad su visión; una que también comparte. De ahí la incógnita que despierta su destitución.
¿El fin de una amistad?
Puede parecer que, de primeras, el relevo de Shoigú obedece a un vicio en las relaciones entre ambas figuras. La realidad resulta algo más compleja.
El quinto mandato de Vladímir Putin como presidente de la Federación de Rusia ha ido acompañado de cambios sustanciales en su Ejecutivo. El primero de ellos, con el nombramiento de Mijail Mishustin como primer ministro, un burócrata de carrera cuyo mérito consiste en haber mantenido a flote las finanzas del país a pesar de las sanciones internacionales por la invasión de Ucrania.
La gestión económica se ha convertido en el caballo de batalla de Putin para apaciguar a las élites rusas desde que comenzó la guerra. Esta se ha vendido como el gran logro de su presidencia, además de actuar como un revulsivo para paliar las críticas contra el mando militar ante sus fracasos en el campo de batalla y las corruptelas presentes en el Ministerio de Defensa. Ni siquiera Shoigú se ha librado de los escándalos, especialmente tras la detención de uno de sus viceministros hace apenas dos semanas.
"Si de verdad Putin no estuviera contento con el curso de la guerra en Ucrania, habría sustituido a Shoigú mucho antes y a todos los servicios de inteligencia que se equivocaron con las estimaciones al principio del conflicto", observa Milosevich. "No veo un enfado, sino que la clave está en el hecho de una alta corrupción en el ejército que no le hace sentirse cómodo", explica.
De hecho, comenta, "si esta sustitución hubiera estado acompañada con el cambio de Valery Gerasimov [jefe del Estado Mayo], entonces sí podríamos hablar de una revolución en la cúpula, pero no ha ocurrido".
Tras más de una década al frente del Ministerio de Defensa de la Federación Rusa, Shoigú ha sido sustituido por un economista, Andrei Beloúsov, cuya fama de "incorruptible", como indica la experta, refuerza este cambio de tónica. El nuevo ministro enfrenta el reto de transformar la industria militar de Rusia mientras lucha contra la corrupción y evita que Ucrania se convierta en un nuevo Afganistán que lleve al país a la ruina.
El nombramiento de Beloúsov puede levantar dudas ante su nula vinculación con lo castrense. Pero no es una novedad. Cabe destacar que Shoigú nunca ha sido militar de formación y, en su defecto, su experiencia profesional proviene del sector de la ingeniería.
"El cambio de ministro no altera la estrategia militar de Rusia, porque Soighú no es un soldado, sino un gestor; y Putin ha encontrado a uno mejor, sobre todo a la hora de manejar la corrupción", argumenta Milosevich.
Shoigú no desaparecerá de la escena política; todo lo contrario. Es precisamente su amistad y fidelidad demostradas a Putin lo que lo han llevado a ser nombrado secretario del Consejo de Seguridad, una posición que lo mantienen en la élite del Kremlin.
Retirada pacífica
La destitución de Shoigú no es una purga, sino una reestructuración política. De hecho, y más allá de su cese, cabe preguntarse el destino del ahora exsecretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Pátrushev, un siloviko (hombre fuerte) de Putin que ostentaba el cargo desde 2008 y que ayudó a organizar y encubrir la invasión de Ucrania.
"Al igual que con Shoigú, Putin nunca destituye a la gente que le ha servido bien sin darle algún premio, y uno de ellos es Nikolái Pátrushev, a cuyo hijo le ha asegurado un puesto muy importante en el Consejo de Seguridad Nacional", establece Milosevich.
Por su parte, y cumpliendo con su labor de planificador, Shoigú seguirá coordinando las exportaciones de armas y la comisión militar-industrial a través del Servicio Federal de Cooperación Técnica Militar. Un organismo que, además, es independiente del Ministerio de Defensa.
La elección de Beloúsov, un inexperto en cuestiones bélicas, libera a Vladímir Putin de las inercias propias de un militar que podrían crear tensiones con la presidencia y, al mismo tiempo, redime al Ministerio de la larga sombra de corrupción que lo perseguía. El mandatario ruso salvaguarda así el orden en su entorno político y mantiene el mensaje de que "nadie es intocable” bajo su Gobierno.
"El presidente ruso se prepara para una guerra larga y por ello pone una persona que va a controlar mucho mejor los recursos; un gran experto en macroeconomía, y un hombre posiblemente con muy buenas conexiones con sus colegas en China, en países del Golfo Pérsico; en India; en todos estos países que ayudan a Rusia a evadir las sanciones económicas", concluye Milosevich.
Resulta en una incógnita si el nuevo puesto le permitirá a Shoigú dejarse ver ante los medios con la misma frecuencia que en el pasado. Sea este o no el caso, conviene destacar su “retirada pacífica” como honra a su impoluta lealtad, alejada de los dramáticos finales de sus oponentes, y con unos tintes que recuerdan a lo ocurrido meses atrás con el jefe del Ejército ucraniano, Valeri Zaluzhni y su presidente, Volodímir Zelenski.