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Japón, entrar en prisión para sobrevivir: cada año 5.000 jubilados roban para tener comida, techo y atención médica

  • Los centros penitenciarios nipones se están llenando de ancianos; la mitad de los robos los cometen mayores de 65 años

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Mujer sentada frente a ventanal en contraluz
Una anciana condenada por hurto oculta su identidad durante sus últimos meses de prisión en una Casa de Transición en la ciudad japonesa de Hiroshima. LUIS A. LACORZANA

En Japón, cinco de cada diez robos cometidos en tiendas son perpetrados por ancianos, el doble que hace una década. La mayoría nunca había cometido un delito.

Acudir al robo de manera reiterada ha sido la solución que han encontrado estos ancianos japoneses a la precariedad en la que viven. Cometen pequeños robos en tiendas para conseguir ir a la cárcel y así asegurarse, al menos durante el tiempo que dura la condena, un techo, comida, atención médica... y no estar solos.

En Japón, por robar un poco de kimchi (col fermentada) cuyo valor no llega a dos euros (algo más de 300 yenes) se puede condenar a una persona hasta con dos años de prisión, o cinco si se es reincidente.

Edificios iluminados en el centro de Tokio.

Japón es el país más envejecido del mundo. LUIS A. LACORZANA

Entrar en la cárcel para evitar la soledad

En la cárcel de Kasamatsu ―prefectura de Gifu― una presa de 71 años canta una de las nanas con las que dormía a sus hijos pequeños: “Libélulas rojas al atardecer, rojas en la penumbra, podría ser esta la última vez que las vi en los brazos de mi niñera". Luego guarda silencio, baja la cabeza y llora.

La desesperación la llevó a pensar que, al menos en la cárcel, estaría acompañada

Sus dos hijos varones ya han cumplido más de cincuenta años y están llenos de obligaciones laborales y familiares propias, apenas pueden ver a su madre. Ella, cuando se quedó viuda, se sintió perdida. Solo le rondaba la idea del suicidio. La desesperación la llevó a pensar que, al menos en la cárcel, estaría acompañada. Entonces robó en varias tiendas hasta que consiguió que la metieran en prisión. La cárcel ahora le salva la vida día a día.

Ser viejo en Japón no es fácil

Japón es el país más envejecido del mundo. Una de cada diez personas tiene 80 o más años, y cada vez nacen menos niños. La esperanza de vida durante los últimos años es de 87 años para las mujeres y 81 para los hombres.

Junto a Japón, la pirámide poblacional se invierte también en Corea del Sur y China. Se prevé que el Extremo Oriente afronte una crisis demográfica y socioeconómica importante. Y Europa observa esta dinámica con preocupación porque también el número de nacimientos disminuye y la esperanza de vida de sus ciudadanos se alarga. España ocupa en Europa uno de los primeros puestos en esperanza de vida.

Un anciano japonés sentado en el suelo en el salon de su casa

Tadayoshi Shibamiya, 81 años, portavoz del sindicato de pensionistas de Japón. LUIS A. LACORZANA

Ahora en el país nipón no hay suficiente dinero para pagar pensiones dignas a los jubilados. Para sobrevivir necesitan un ingreso complementario, por eso muchos mayores optan por seguir trabajando hasta los 75, 80 o incluso hasta los 90 años.

Acuden a la Municipalidad donde hay un Banco de trabajo al que se apuntan y los van llamando. Otros buscan puestos en la empresa privada.

El sentido del trabajo que tienen los japoneses es su motor de vida. Pero no hay trabajo para tantos mayores y una parte de la población, que ha superado los 65 años, sufre pobreza.

Vida en prisión

La cárcel de Fuchu, en Tokio, es una de las más estrictas del mundo

A la cárcel de hombres de Fuchu, en Tokio se la conoce como una de las más estrictas del mundo. Fuera de las celdas, los presos se mueven en silencio y al compás, uno detrás de otro, con paso militar y mirada al frente. Hay que cumplir las normas de la prisión sin excepción. Y solo se oyen las voces de los guardias. Todo se supervisa con orden y disciplina.

La hora de la comida también es en silencio y las raciones son exactamente igual unas de otras. El día está marcado por un horario común del que nadie puede escapar.

Un anciano japonés sentado en el suelo.

Kan Ichi Yamada, 90 años, director general de la Casa de Transición de Hiroshima. LUIS A. LACORZANA

Ocho horas de trabajo obligatorio. Los presos aprenden algunos oficios como carpintería mecánica y pueden estudiar japonés u otros idiomas… Los más mayores tienen trabajos más livianos como ordenar y doblar pañales o toallas de lavandería, o colocar piezas en perchas… y nadie puede hablar.

La cárcel de mujeres de Kasamatsu es parecida a la de Fuchu, aunque se respira menos tensión. En las fábricas de la institución penitenciaria las presas elaboran artículos de artesanía y decoración.

A media mañana se interrumpe el trabajo para hacer los ejercicios de Radio Taiso que practica gran parte del país desde hace décadas. Se basa en hacer círculos con los brazos, agacharse, hacer sentadillas, tocarse los dedos de los pies... Incluso participan las más ancianas con dificultades para moverse. Después, unas volverán al trabajo para que otras, por turnos, tengan su momento para asearse y hacer el baño japonés en una piscina con agua muy caliente.

Una sociedad que te señala

Tras cumplir condena, las familias y los conocidos suelen darles la espalda. Japón es una sociedad en la que los lazos familiares son extremadamente fuertes, pero que no perdona los fallos. Así que tras salir de la cárcel, recuperar vínculos es complicado, los ancianos quedan marcados para siempre y quedan aislados de la sociedad. De alguna manera, se verán “obligados” otra vez, a robar para volver a prisión.

Las cárceles se han convertido en geriátricos

El aumento de población mayor en las cárceles ha creado además el efecto de convertir las cárceles en geriátricos, con las consecuencias económicas y organizativas que esto supone.

Un equipo de televisión graba de noche a dos obreros en la calle

El equipo de En Portada graba a un anciano japonés de 78 años trabajando en la señalización de una obra de noche. JULIÁN MERINO

Según el jurista Tatsuya Ota, "el problema de qué hacer con las personas mayores que han cometido delitos es ahora bastante grave, y la sociedad japonesa no los acepta". Por eso, explica, actualmente se están promoviendo medidas destinadas a crear un lugar para esos delincuentes de edad avanzada en Japón.