Meryl Streep y sus lecciones maestras en Cannes: "Las estrellas más grandes ahora son mujeres"
- El festival honra a la actriz estadounidense con la Palma de Honor y un repaso a su carrera
El Festival de Cannes lleva dos días enamorado de Meryl Streep, todavía con la resaca de la ceremonia de inauguración y las hermosas palabras que le dedicó Juliette Binoche al entregarle la Palma de honor: “Has cambiado nuestra forma de ver el cine y a las mujeres”.
Han pasado solo unas horas desde ese llanto, compartido también por la presidenta del jurado, Greta Gerwig, y la actriz estadounidense acude a la sala Debussy para revisar su carrera ante más de 1.000 personas. ¿Cómo es una clase magistral con Meryl Streep?
“Me gustaría tener las preguntas por adelantado”, bromea la actriz antes de empezar, algo cansada tras la emoción del día anterior. “Me he despertado inestable, también porque me acosté a las tres de la mañana. Sentí oleadas de sentimientos que venían del público. Había muchas lágrimas, muchas. He tenido una vida muy tranquila, en casa no me quieren tanto, y fue increíble recibir esa marea”.
Su “vida tranquila” ha atravesado la charla. “Me avergüenza decir que no he visto suficientes películas en mi vida. He tenido cuatro hijos y cinco nietos: es una vida multitudinaria. Pero como soy vieja, y he trabajado con tanta gente, he visto las películas de los directores con los que he trabajado al menos y las de las actrices de las que estoy enamorada, pero el día no tiene horas suficientes”.
No pisaba Cannes desde que ganó el premio a mejor actriz por Un grito en la oscuridad hace 35 años. “Ni recuerdo el momento, lo siento”, se disculpa. “Nunca he tenido guardaespaldas y recuerdo que me dijeron que iba a necesitar nueve. Al final necesité doce. Eran otros tiempos: no había seguridad ni barreras, la gente te encimaba. Era salvaje. El mundo ha cambiado”.
Y lo que más ha mutado en la industria del cine es la posición de las mujeres. “Las estrellas más grandes ahora son mujeres. Tom Cruise, tal vez…”, concede con ironía. “Cuando empecé estaban todas esas estrellas masculinas y nosotras nos vendíamos a un precio muy bajo en las negociaciones. Las películas son una proyección de los sueños de la gente. Y los ejecutivos tienen los suyos. Lo difícil ha sido que haya mujeres ejecutivas. Porque lo más difícil para un hombre es vivir el papel de un personaje femenino. La primera vez que los hombres me dijeron que entendían a mi personaje fue con El diablo viste de Prada. Me decían: ‘Oh, sé cómo es tomar decisiones y que nadie te entienda’. Yo puedo ver El Cazador e identificarme con el personaje de Robert de Niro. Para un hombre es difícil”.
"Cuando comencé solo había una mujer en las películas"
Si Streep surgió fue por puro talento. Un ejemplo: el papel que le dio su primer Oscar, Kramer contra Kramer, por un testimonio judicial que escribió la propia actriz. “Se basaba en una novela que era una venganza de un hombre, escrita con ira, vitriólica hacia las mujeres que se salían de papel prescrito para ellas y dejaban a un pobre hombre criar a sus hijos. Mi personaje dejaba a su marido y su hijo y volvía año y medio después a reclamar la custodia”. La actriz pidió un monólogo explicativo y Dustin Hoffman dijo que él también podía escribirlo. También escribió su versión el director Robert Benton. Votaron y ganó el de Streep.
Explica convincentemente por qué sus papeles en los 70 (Kramer contra Kramer o El cazador) son tan recordados con lo que podríamos bautizar ‘teoría Pitufina’: “En esos tiempos solo había una mujer en la película y todos recordamos su pelo”, dice entre aplausos.
Recordar una de las grandes escenas de su carrera, la decisión de La decisión de Sophie, se le atraganta. “No me gusta pensar mucho en ello. Se hizo en dos tomas porque en la primera la niña actriz no sabía qué iba a pasar y no reaccionó pensando en que se la llevaban. Es la reacción de la niña la que rompe el corazón”, dice con modestia alejándose cualquier mérito.
"Cantar es una línea directa a tu corazón: tu cerebro no está implicado".
Dice que sin su proverbial facilidad para los acentos sencillamente no estaría hoy en Cannes. “Solo habría interpretado a mujeres del centro de Nueva Jersey. Estoy interesada en mujeres que no son como yo, aunque al final son como yo porque nos parecemos más de lo que creemos”. Streep recibió en su infancia lecciones de ópera, pero fumar en el instituto le alejó del canto. “Y menos mal, porque a mí lo que me gusta es el rock and roll y Joni Mitchell”. Pero adora cantar en las películas: “Cantar es una línea directa a tu corazón: tu cerebro no está implicado”.
¿Cómo es un buen director? "Alguien que transmite confianza. Los mejores directores hacen un rodaje divertido y feliz, pero eso no es lo principal, lo más necesario es tener la sensación de que esa persona realmente quiere contar esa historia". Califica a Spielberg de genio y a Eastwood le dibuja como un autor que jamás levanta la voz en el rodaje. "Se levantaba a las cinco de la mañana para que le diese tiempo a jugar al golf. Cuando ensayábamos, rodaba y decía que había valido. Los puentes de Madison se rodó en solo cinco semanas".
De Memorias de África destaca la secuencia en la que Robert Redford lava su melena. “El animal que más humanos mata es el hipopótamo. Rodábamos cerca de un río y de pronto vimos uno nadando. Redford empezó a masajearme y a la quinta toma ya estaba enamorada. Es una escena muy sexual. Porque hay muchas escenas de personajes follando, pero rara vez se ve algo tan tierno e íntimo. No quería que acabase nunca, pese al hipopótamo”.
¿El éxito de Memorias de África la convirtió en una actriz con cartel de taquillera? “Probablemente, pero no era consciente. Mi agente era consciente. Solo me enamoro de las historias. ¡No he hecho blockbusters hasta Mamma mia! Ya tenía 58 años y no sabía que iba a ser taquillera”. Un último consejo para cualquier principiante: "Mantén la esperanza. Cuando una cosa te funcione, te llevará a la siguiente". Y se despide como si los aplausos no le perteneciesen: “No soy una estrella de rock”, dice mientras la platea se pregunta cuál es la diferencia.