Meloni busca el giro a la derecha de la Unión Europea tras año y medio de gobierno en Italia
- La primera ministra se presenta como cabeza de lista a las europeas y plantea la cita como un plebiscito a su gestión
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En Italia ya sabemos lo que es que mande la ultraderecha: llegó al poder a finales de 2022, con Hermanos de Italia arrasando en las elecciones generales gracias a su carismática líder, Giorgia Meloni, llevando además del brazo a la Liga de Matteo Salvini.
En Europa se extendió el temor de que Italia volviera a caer al abismo del fascismo. En Italia, en cambio, encogían los hombros: no dejaba de ser la misma película que llevaban viendo 30 años, desde que en 1994 Silvio Berlusconi abrió definitivamente la puerta de las instituciones a sus socios de extrema derecha, haciendo aceptable a ojos de los italianos una ideología que la Historia parecía haber archivado.
El primero en entender el potencial electoral de las ideas de ultraderecha fue Matteo Salvini. Convirtió la Liga en un partido ultraconservador, en 2018 no dudó en romper con sus socios de derecha para formar un Ejecutivo contra natura con el Movimiento 5 Estrellas, y alcanzó su cénit en las elecciones europeas de 2019 con el 34 por ciento de los votos. Desde entonces ha caído en barrena, castigado por su errática política de pactos, rompiendo con el 5 Estrellas y, más adelante, apoyando a un tecnócrata como Mario Draghi.
Entretanto Giorgia Meloni mantuvo a Hermanos de Italia siempre en la oposición, sin desgaste. Una estrategia que llevó a Hermanos de Italia a barrer en las elecciones de 2022, y a Meloni a convertirse en primera ministra, con la Liga de Salvini y Forza Italia, entonces aún comandada por Silvio Berlusconi, reducidas al papel de comparsa.
Un gobierno ultraconservador de puertas adentro
El gobierno de Meloni ha seguido el guion esperado por los analistas. En lo económico se ha vestido la piel de cordero, admitiendo que las maltrechas arcas públicas no están para aventuras, y metiendo en un cajón sus grandes y costosas promesas electorales para no levantar suspicacias en Bruselas. Y en política exterior, Italia no se ha movido un milímetro de la senda trazada por Mario Draghi: atlantismo, alineamiento con Washington y apoyo indiscutible a Ucrania, y eso que Meloni tiene como socio a un declarado admirador de la Rusia de Putin como Matteo Salvini.
Con prudencia en lo económico y continuidad en su acción exterior, Meloni ha sabido proyectar hacia el exterior una imagen de líder moderada y fiable. En cambio, de puertas adentro, la primera ministra ha desplegado todo un abanico de políticas ultraconservadoras.
En inmigración, el gobierno ha tratado de asfixiar a las oenegés de rescate en el Mediterráneo con su política de puertos lejanos y, más recientemente, vetando a los aviones privados de reconocimiento que rastrean el mar en busca de embarcaciones en peligro. Meloni firmó el polémico acuerdo con Albania para crear centros de primera acogida de bandera italiana en territorio albanés, aunque no se abrirán antes de las elecciones europeas, como pretendía el gobierno. Y han sido frecuentes los viajes de la primera ministra a Libia y Túnez para intentar frenar las salidas a golpe de talonario, aunque sea a costa de tratar con gobiernos criticados internacionalmente por violar los derechos humanos.
Además, el gobierno está apretando las tuercas a las parejas homosexuales. Aunque en Italia no son legales ni el matrimonio homosexual ni la fecundación in vitro para parejas del mismo sexo, el Ejecutivo ha dado un paso más allá poniendo trabas a la inscripción en el registro a los bebés de parejas lesbianas concebidos en el extranjero. También ha emprendido una cruzada contra la gestación subrogada, con un proyecto de ley en trámite que la convertiría en delito universal y podría llevar a la cárcel a las parejas que hayan recurrido a esta práctica en el extranjero.
A esto se suman las acusaciones contra la coalición de ultraderecha de extender sus tentáculos sobre la radiotelevisión pública. Los periodistas de la RAI han ido a la huelga para denunciar, dicen, el control político creciente del gobierno sobre los informativos, convirtiéndolos, aseguran, en su megáfono.
Ha sido muy polémica la cancelación de un monólogo crítico con los vínculos de Giorgia Meloni y su gobierno con el fascismo que el escritor Antonio Scurati debía leer en directo en la RAI. Y se temen las consecuencias de la posible venta de AGI, la segunda agencia de noticias del país y actualmente propiedad de la energética ENI, con el Estado como accionista mayoritario. Podría comprar AGI el empresario Antonio Angelucci, propietario de un polo de medios ideológicamente de derechas y diputado de la Liga.
Finalmente, tras el saludo fascista multitudinario de Acca Laurenzia, el gobierno miró a otro lado, y sus integrantes han evitado declararse antifascista en jornadas simbólicas como el Día de la Liberación. Hermanos de Italia en particular mantiene en su símbolo el conocido símbolo fascista de la “llama tricolor”.
Las europeas, un plebiscito a Meloni
Este primer año y medio de gobierno parece no haber pasado factura al gobierno Meloni, que se mantiene como primer partido en las encuestas. Se mueve alrededor del 27 por ciento, en la línea de su histórico triunfo en las elecciones generales, y por eso se espera que Hermanos de Italia revalide su hegemonía en las elecciones europeas.
Para amarrar la victoria, la propia Giorgia Meloni se presentará como cabeza de lista, planteando los comicios como un plebiscito sobre su gestión y su propia figura. Sabe Meloni que arrastra más votos que la marca Hermanos de Italia.
Pretende también Meloni hacer girar a Europa hacia la derecha. Un buen resultado ayudaría a su familia política europea, los Conservadores y Reformistas Europeos, con socios como Vox en España o Ley y Justicia, ahora en la oposición en Polonia. Incluso podría dar a Meloni la llave de la Comisión Europea, visto que Ursula von der Leyen no ha descartado pactar con ellos.
En cambio, para la Liga y para Matteo Salvini en particular hay nubes negras en el horizonte. En los sondeos está estancado alrededor del 8 por ciento, muy lejos de su triunfo arrollador en las europeas de 2019. Y lo que es peor, le supera incluso Forza Italia, un partido al que los analistas daban prácticamente por desaparecido tras la muerte de Silvio Berlusconi.
La vieja guardia de la Liga ha comenzado a lanzar dardos contra Salvini y a pedir el retorno a un partido regional que mire por los intereses del norte de Italia. Un descalabro electoral podría acabar de apagar la estrella política de Salvini.
En un movimiento desesperado, el líder de la Liga ha dejado el protagonismo en campaña a su fichaje estrella, el general Roberto Vannacci, autor de un polémico libro con contenidos homófobos y racistas que le ha llevado a liderar las listas de ventas y a convertirse en todo un personaje mediático.
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