Austria, un cordón sanitario inexistente a la ultraderecha
- Los gobiernos del país centroeuropeo llevan décadas pactando con la extrema derecha
- Actualmente, el FPÖ es el favorito en las encuestas con hasta el 30% en intención de voto
Con poco más de nueve millones de habitantes y ocupando la quinta posición dentro de la Unión Europea en cuanto a su PIB per cápita, Austria no es uno de los países de Centroeuropa hacia donde, desde el sur del continente, solemos poner el foco o dirigir la mirada. Y una muestra de ello podemos encontrarla, precisamente, en el peso que allí, y desde hace décadas, tiene la extrema derecha y lo poco que trasciende.
Las alertas que —hasta ahora— se activan cuando este tipo de formaciones acceden a los gobiernos de nuestros socios comunitarios: Italia, Finlandia, Suecia… no lo hacen en el caso de Austria. ¿Estamos ante un ejemplo de normalización del extremismo de derecha? Austria no es Alemania, claro, pero también arrastra la marca del nacionalsocialismo. El Brandmauer, el cortafuegos (equivalente al término cordón sanitario) que por el momento impera en un lado, hace tiempo que ha dejado de hacerlo en este otro.
Hablamos sobre estas diferencias con el politólogo y doctor en Historia Bernhard Weidinger, investigador del extremismo de derecha en el Centro de Documentación de la Resistencia Austríaca. "Una razón importante es la forma específica en la que Austria procesó su pasado nacionalsocialista después de 1945. Mientras que Alemania occidental se reinventaba como la antítesis del nacionalsocialismo, Austria se presentó como la primera víctima de los nazis y esa prolongada negación inicial de la corresponsabilidad de los crímenes ha tenido repercusiones que, sin duda, todavía se pueden sentir hoy en día", explica.
Breve historia del FPÖ
El Partido de la Libertad de Austria, FPÖ por sus siglas en alemán (Freiheitliche Partei Österreichs), se fundó en 1956 como sucesor de la efímera Federación de Independientes (VdU). Su primer líder fue Anton Reinthaller, exministro de Agricultura nazi y oficial de las SS, sin embargo, entonces, la formación se presentaba como un partido moderado y el canal de muchos exoficiales nazis para integrarse en la Segunda República, cuando el país recién acababa de recuperar su soberanía. El giro hacia el populismo de derecha del FPÖ se iniciaría a mediados de la década de los 80, con el liderazgo de Jörg Haider, que derivó en un mayor apoyo en las urnas.
A lo largo de su historia, el partido ha formado parte del gobierno austriaco hasta en cuatro ocasiones. En 1970, antes de ese cambio ideológico, también tuvo un papel importante, cuando dio su apoyo al legendario canciller del SPÖ (el Partido Socialdemócrata) Bruno Kreisky, que en las elecciones de marzo de ese año había obtenido una mayoría relativa (en octubre de 1971, Kreisky renovó su mandato ya con mayoría absoluta).
La primera vez que el FPÖ llegó al poder nacional fue en 1983, precisamente, con el sucesor de Kreisky en el SPÖ. Con Fred Sinowatz como canciller, se formó el Gabinete Sinowatz, la primera coalición rojo-azul del país. Y última, porque a partir de entonces, el resto de uniones que permitieron al partido extremista entrar en el Gobierno se hicieron con el ÖVP (Österreichische Volkspartei), el Partido Popular Austriaco. Para ello, damos un salto hasta el año 2000, el líder de los populares, Wolfgang Schüssel, había conseguido únicamente el tercer puesto en las elecciones parlamentarias, el pacto con el FPÖ de Haider lo convirtió en canciller y la coalición negro-azul duró hasta 2007 (repitiendo alianza en los comicios de febrero de 2003). La siguiente y última coalición bajo este formato llegaría en 2017, con la joven estrella política Sebastian Kurz. Apenas un año y medio duró el matrimonio; el 'caso Ibiza', un escándalo de corrupción que salpicó a la formación extremista, provocó su disolución, también el cese del canciller Kurz, que volvería a formar un nuevo Gobierno seis meses más tarde, ya sin el FPÖ como socio del Ejecutivo.
Nuevo líder, más radicalización
El 'caso Ibiza' no solo provocó una crisis de Gobierno, también una crisis de partido. El líder del FPÖ entonces era Heinz-Christian Strache, que ocupaba el cargo de vicecanciller en esa breve coalición negro-azul. Y Strache era también uno de los dos máximos involucrados en el grave asunto de corrupción. El Partido de la Libertad de Austria, por tanto, perdía su cabeza, a eso le siguieron un par de años convulsos, de malos resultados electorales y fugas de nombres importantes. Durante la pandemia, muchos altos representantes del FPÖ se opusieron a las medidas sanitarias impuestas por el Gobierno y su grupo parlamentario fue el único que, de manera unánime, votó en contra de la obligación de vacunarse. El COVID-19 se convirtió en un buen caldo de cultivo para seguir incubando el populismo, pero la mayor radicalización llegaría con un nuevo presidente: Herbert Kickl, antiguo secretario general del partido, que fue elegido en junio de 2021.
Kickl también había ocupado la cartera de Interior durante la coalición negro-azul del Gobierno de Kurz y se convirtió en el primer ministro en perder su cargo durante un mandato en toda la historia de la Segunda República austriaca. El propio Kurz propuso al presidente del país, Alexander van der Bellen, que lo destituyese nada más hacerse público el 'caso Ibiza' que, entre otras cosas, tiene que ver con las grandes donaciones económicas irregulares que habría recibido la formación extremista. Como principal responsable de la gestión financiera del partido, aludió entonces Kurz, era merecedor de ese cese.
Nombrado presidente del FPÖ, en el verano de 2021, Kickl tomó una vía todavía más extremista: se refirió al presidente Van der Bellen como "la mayor amenaza para la democracia y el Estado"; recomendó un antiparasitario para caballos como método para combatir el COVID; ha acusado a Los Verdes de "comunismo climático" y "enfermos mentales"; pide una "migración 0" y considera a su partido como una "alianza contra los locos".
Con Kickl "la formación se radicaliza tanto en contenido como en retórica, alineándose abiertamente con fuerzas extraparlamentarias; apoya a los medios de comunicación de extrema derecha y estigmatiza a etnias y religiones, sobre todo, la musulmana", explica Weidinger.
El resurgir en las urnas de la extrema derecha
Desde que se rompiese la coalición de gobierno en 2019, el FPÖ fue encadenando una serie de fracasos electorales. La pérdida de votos ha llegado a superar el 20% en algunos comicios regionales. Y no volvió a recuperar terreno hasta cuatro años después, en septiembre de 2022, en las elecciones estatales del Tirol, donde fue el segundo partido más votado. Eso se repitió al año siguiente en Carintia, Baja Austria (el mayor estado en número de habitantes después de Viena) y Salzburgo, en estos dos últimos, obteniendo el mejor resultado de su historia.
De esas citas electorales han salido nuevas coaliciones negro-azules (Partido Popular-Partido de la Libertad), tanto en Baja Austria como en Salzburgo. Cordón sanitario diluido una vez más que deriva en consecuencias sociales, como la intención de eliminar en Baja Austria las políticas que tienen que ver con la identidad de género; prohibir en patios de colegios que se hablen lenguas diferentes al alemán o apoyar mediante bonificaciones a restaurantes que sirvan comida "tradicional y nacional", conocida coloquialmente como 'prima Schnitzel'’. El supremacismo se abre paso y con ciertas puertas abiertas la pregunta es: ¿tendrá acceso también a la puerta del gobierno federal?
Súper año electoral en Austria
Desde diciembre de 2021, el popular Karl Nehammer está al frente del gobierno de Austria, en coalición con Los Verdes. Un Ejecutivo al que le quedan meses antes de volver a enfrentarse a las urnas. Porque, además de las elecciones europeas de junio, Austria celebra este próximo otoño (la fecha está por concretar) elecciones parlamentarias. El Partido Socialdemócrata, liderado por Andreas Babler desde junio de 2023, rechaza cualquier cooperación con el FPÖ, es algo "prohibido", según el propio Babler. La posición del Partido Popular, como hemos visto recientemente a nivel estatal, está más difuminada y, de haber reticencias hacia una coalición con la extrema derecha, esta vendría impulsada no por el partido o la ideología en sí (a lo largo de las últimas décadas no han sido un problema), sino por su presidente. Porque nunca ha habido cordón sanitario contra el FPÖ, pero sí podría haberlo contra Herbert Kickl.
Sin embargo, socialdemócratas y populares no tienen enfrente a un rival débil, precisamente. Más bien todo lo contrario. Desde el impulso que tomó el partido de Kickl tras haber superado el escándalo de corrupción, su popularidad ha vuelto a tocar niveles que no alcanzaba en años y las últimas encuestas lo sitúan en primera posición, tanto en las elecciones europeas como en las nacionales (con una intención de voto de entre el 26% y el 30%). Y eso pone a Austria en una situación comprometida.
Weidinger describe varias razones que han podido propiciar este nuevo auge: “Han sido capaces de construir un electorado de base estable; también ha ayudado el [bajo] rendimiento de sus competidores políticos, que han estado muy ocupados recientemente con sus propios asuntos, y la pandemia, en la que el FPÖ se presentó como el aliado de los que protestaban contra las restricciones, los cierres, las mascarillas o las vacunas”. En definitiva, lugares comunes que aúpan a las formaciones populistas a lo más alto de la pirámide de poder. Con las consecuencias que ello conlleva.
Tomando como referencia las encuestas electorales mencionadas, por primera vez en la historia del país, la formación de extrema derecha estaría en posición de nombrar al canciller y asumir la tarea de constituir el gobierno. De la unión del resto de partidos depende que triunfe un escenario alternativo. También aquí estaríamos ante un acontecimiento resaltable: la activación del cordón sanitario.
El FPÖ en Europa
Pero antes de la cita nacional, Austria tiene una cita con Europa. Aquí, el FPÖ es miembro fundador del Partido Identidad y Democracia (ID), la familia a la que pertenecen Alternativa para Alemania (AfD), la Liga de Matteo Salvini o la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. Actualmente, la formación extremista austriaca cuenta con tres eurodiputados en la Eurocámara y sus planes para la política comunitaria pasan por una Europa "subsidiaria".
Su principal candidato, el eurodiputado Harald Vilimsky (ya había sido el candidato del FPÖ en 2019), pide "un modelo de adelgazamiento radical" de la UE, esto es, reducir a la mitad el tamaño de la Comisión y el Parlamento. Y las competencias deberían devolverse a los parlamentos nacionales. "No al Öxit", dice Vilimsky (refiriéndose al término que define —imitando al británico Brexit— la salida de Austria de la Unión Europea, en este caso, utilizando la primera letra de su nombre en alemán, Österreich), "a lo sumo, pedimos una salida de la locura".
Defienden una política europea común de defensa y seguridad que esté en consonancia con la "neutralidad austriaca". Además, el FPÖ no está de acuerdo con una futura adhesión de Turquía a la UE por considerar que no forma parte de Europa, ni cultural ni geográficamente; también está en contra de alianzas como la OTAN. Y con respecto a Rusia, desaprueba tanto las sanciones que Bruselas aplica a Moscú a raíz de la invasión, como la ayuda financiara a Kiev. Sus lazos con el Kremlin no se alejan mucho de los de AfD en Alemania.
Relevo generacional garantizado
Más allá de las urnas, de las políticas y de los discursos, en las calles el número de delitos relacionados con la extrema derecha sigue aumentando. En 2023 se registró un nuevo récord con 1.208 casos, según datos del Ministerio de Interior. Esto es un 30% más que el año anterior. Pero Austria sigue sin contar con medidas concretas para contener la situación, a pesar de que en mayo de 2021 el Parlamento aprobase un plan de acción nacional contra el extremismo de derecha (con los únicos votos en contra del FPÖ). La llamada Ley de Prohibición (introducida dos años después del final de la Segunda Guerra Mundial con el fin de ilegalizar en el país todas las organizaciones del nacionalsocialismo) también se ha revisado varias veces en los últimos años para endurecer los castigos por apología del nazismo y el antisemitismo.
Como ocurre en Alemania con las de AfD, en Austria las juventudes del FPÖ (Freiheitliche Jugend) sirven de capa permeable a las ideas radicales de los llamados identitarios. Este movimiento, presente sobre todo en Europa y Norteamérica, basa su argumentario en el nacionalismo étnico y promueve conceptos como el 'etnopluralismo', el 'gran reemplazo' o la 'remigración', la idea de que los inmigrantes y nacionales con raíces extranjeras deben ser expulsados del país.
Generalmente, se oponen a la globalización, el multiculturalismo, la 'islamización' y la inmigración extraeuropea. Y el sector joven del FPÖ —a modo de movimiento vanguardista— se hace cargo de sus demandas y de su lenguaje para incorporarlos al partido. El Partido de la Libertad de Austria se asegura el relevo generacional. Los partidos democráticos deben decidir hasta dónde lo van a dejar avanzar.