Geert Wilders y el salto de la extrema derecha holandesa en las elecciones europeas
- El líder ultraderechista de Países Bajos aspira a entrar con fuerza en la Eurocámara tras su victoria electoral
- Cinco meses después de ganar las legislativas sigue sin poder formar gobierno
Casi uno de cada cuatro votantes apostó por Geert Wilders, que dio la campanada en las elecciones de noviembre en Países Bajos. El político neerlandés de extrema derecha consiguió entonces lo nunca visto en su país: un primer puesto en las legislativas para su Partido por la Libertad. Pero el camino hasta La Haya, ciudad donde se encuentra la sede del Gobierno, se le ha complicado quizá un poco más de lo que esperaba.
Aunque son muchos, los 37 escaños conseguidos por Wilders quedan lejos de los 76 necesarios para formar Gobierno. Nada más conocerse el resultado electoral comenzaron las conversaciones para formar una coalición con los liberales de centroderecha, con un partido de orientación centrista y democristiana de nueva creación y con los integrantes del Movimiento Campesino Ciudadano, una formación de corte populista agrario nacida al calor de las protestas contra las exigencias medioambientales para el campo. Casi seis meses después han llegado a un primer acuerdo entre las cuatro fuerzas políticas, que suman una mayoría más que suficiente: 88 de los 150 asientos en la Cámara Baja.
Cinco meses de bloqueo para gobernar
El programa que le llevó a la victoria electoral (y que le ha valido el apodo de “Trump holandés”) incluía duros mensajes contra la migración, especialmente de población islámica, y un fuerte componente nacionalista (“Los holandeses son lo primero”, asegura Wilders). Con el fin de vencer las reticencias, intentó primero suavizar sus propuestas y rebajar los mensajes más extremistas. Pero basta con un vistazo al texto del acuerdo de gobierno para comprobar que no ha abandonado sus ideas fuerza: pedirán a Bruselas una "cláusula de exclusión" para no participar en la política de asilo y migración comunitaria, exigirán más vigilancia en las fronteras de la UE e impondrán más requisitos a los trabajadores de terceros países y a los estudiantes no neerlandeses.
Durante todo el proceso de conversaciones, los partidos han buscado "formar un gobierno con Wilders pero que no parezca un Gobierno de Wilders", resume Ron Fresen, durante casi dos décadas cronista parlamentario en la televisión pública neerlandesa. De hecho, para avanzar en las negociaciones, a mediados de marzo el propio Wilders se echó a un lado: anunció que se quedaría como jefe de su grupo parlamentario pero que no optaría a presidir el Gobierno. El nombre de quien sustituirá al todavía primer ministro en funciones, Mark Rutte, sigue sin conocerse seis meses después de las elecciones, aunque con el acuerdo reciente se aleja el fantasma de la repetición electoral, algo inédito en el país y que se consideraría "una gran derrota para todos", añade Fresen.
"La sociedad neerlandesa está muy polarizada", asegura Fresen. La migración es el asunto más sensible, seguido de la vivienda pública. La idea de que los migrantes recién llegados les quitan las casas a los holandeses de pura cepa es una de las que más fuerza cobra entre cierto sector de los votantes. ¿Y quiénes son esos votantes? Suele decirse que el candidato ultraderechista cuenta con el apoyo de quienes se consideran “perdedores de la globalización”. Y los analistas creen que Wilders se ha ganado también a los que solían abstenerse y a aquellos que dicen no confiar en los políticos, además de a quienes en anteriores ocasiones optaron por la derecha tradicional.
El reciente origen de la extrema derecha en Países Bajos
Geert Wilders no es un recién llegado. Ocupa escaño desde hace más de 25 años, aunque no siempre bajo las mismas siglas. Comenzó militando en el Partido por la Libertad y la Democracia, la formación liberal de centro derecha del todavía primer ministro en funciones, Mark Rutte. Pero lo abandonó en 2004 en protesta ante la posibilidad de que Turquía entrase a formar parte de la Unión Europea. En 2006 fundó el Partido por la Libertad y en su primera cita electoral se hizo ya con nueve escaños, que subieron a 24 (tercera fuerza) en 2010. Y siempre con la islamofobia como una de sus principales ideas fuerza (en 2016, con miles de refugiados sirios huyendo de la guerra en su país, llegó a recomendar a las mujeres neerlandesas que se protegieran de las “bombas de testosterona islámicas”).
Las raíces del triunfo de la extrema derecha en Países Bajos se remontan a principios de siglo. Hasta ese momento, este tipo de formaciones populistas parecía ajeno al paisaje político del país. Es entonces cuando aparece en escena el controvertido Pim Fortuyn. A Fortuyn ya lo habían expulsado de su anterior partido, Por una Holanda habitable, tras afirmar, entre otras cosas, que “el islam es una cultura atrasada”. Así que decidió presentarse a las elecciones de 2002 en una lista que llevaba su nombre.
Pocos días antes de la cita con las urnas fue asesinado a tiros por un activista ambientalista después de una entrevista radiofónica en plena campaña electoral. Tras el escrutinio, la Lista Pim Fortuyn se convirtió en segunda fuerza política con un 17% de los votos. El Gobierno del que formó parte duró apenas tres meses y la formación se diluyó poco después casi en la insignificancia. Pero la semilla estaba ya sembrada y pronto el testigo terminó pasando de alguna manera a Geert Wilders.
Uno de cada tres votantes apoya al partido, según los sondeos
El Partido por la Libertad no ocupa ahora ningún escaño en la Eurocámara. Pero las encuestas le son muy favorables de cara a junio: cosecharía el apoyo de uno de cada tres votantes de su país, cuando solo unos pocos meses antes, en noviembre, lo votó en las legislativas uno de cada cuatro. Sus eurodiputados se integrarían en el grupo Identidad y Democracia, al que también pertenecen, entre otros, Alternativa para Alemania y el francés Reagrupamiento Nacional.
Con vistas a las europeas, Wilders ha eliminado de su programa la posibilidad de un Nexit (la salida de Países Bajos de la Unión Europea), algo que sí contemplaba para las neerlandesas. Pero las críticas al “auténtico tsunami” de reglamentación medioambiental, los llamamientos a poner fin a la “expansión de eurócratas no elegidos”, la prioridad dada a “preservar nuestra soberanía e identidad nacional” y su afirmación de que “trabajaremos duro para cambiar la UE desde el interior”, no ocultan su raíces euroescépticas.