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Sudáfrica, 30 años después: ¿han conseguido los sudafricanos liberarse del apartheid?

  • Sudáfrica ante el espejo de las expectativas generadas con la llegada de la democracia hace 30 años
  • Los jóvenes nacidos libres siguen padeciendo una desigualdad conectada al pasado del apartheid
  • Ya puedes ver 'Sudáfrica: generación Tintswalo', en RTVE Play

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Comuna de Ekhenana, en KwaZulu Natal, donde tres activistas de Abahlali BaseMjondolo fueron asesinados en 2022.
Comuna de Ekhenana, en KwaZulu Natal, donde tres activistas de Abahlali BaseMjondolo fueron asesinados en 2022. RAFA LOBO

“Nunca imaginamos que un gobierno del Congreso Nacional Africano que luchó contra el apartheid junto a nuestros padres nos trataría a los ciudadanos negros pobres de esta manera”, afirma Thapelo Mohapi, secretario general de Abahlali BaseMjondolo.

La frase es tan contundente como la realidad en la que viven millones de sudafricanos negros 30 años después de la llegada de Nelson Mandela al poder. Entre cuatro y cinco millones de sudafricanos viven oficialmente en asentamientos informales, en chabolas improvisadas sin acceso a agua corriente, electricidad o saneamiento.

Thapelo Mohapi, de espaldas, durante una asamblea en Shaka's Head con una camiseta en la que puede leerse “Tierra, Vivienda y Dignidad”

Thapelo Mohapi, de espaldas, durante una asamblea en Shaka's Head con una camiseta en la que puede leerse “Tierra, Vivienda y Dignidad”. RAFA LOBO

“Es gente que viene de distintas zonas rurales de todo el país en busca de oportunidades laborales. No tienen un lugar donde quedarse. Buscan un sitio e improvisan estos asentamientos. Por eso llegan aquí y ocupan la tierra. Y es por eso que quieren echarles”, nos explica Thapelo Mohapi desde Shaka’s Head, un asentamiento con 3.000 habitantes a 50 kilómetros de Durban, la ciudad con más asentamientos informales de todo el país.

Es gente que viene de distintas zonas rurales de todo el país en busca de oportunidades laborales

En Shaka’s Head llevan ya varios intentos de desalojo. “Es la tierra más cara y productiva de KwaZulu Natal. Una zona solo para millonarios”, nos cuenta Mohapi.

Activistas y vecinos portan el féretro de un miembro de Abahlali BaseMjondolo asesinado en 2022.

Activistas y vecinos portan el féretro de un miembro de Abahlali BaseMjondolo asesinado en 2022. ABAHLALI BASEMJONDOLO

Movilizaciones contra los desalojos

Para plantar cara a los desalojos, se organizan como comunidad bajo el paraguas de Abahlali BaseMjondolo, el mayor movimiento social de la Sudáfrica post-apartheid. Una organización que lleva 18 años luchando en la calle y en los tribunales por defender los derechos de los ciudadanos que viven en estos asentamientos chabolistas.

Dos concejales del CNA cumplen cadena perpetua por el asesinato de una de nuestras líderes, Thuli Ndlovu

Una lucha que han pagado con su propia vida. 25 activistas muertos: 14 asesinados y el resto fallecidos a manos de la policía en movilizaciones contra los desalojos. “He enterrado a muchos camaradas. Algunos han muerto por desvelar la corrupción que nos rodea”, nos confiesa Thapelo Mohapi que no duda en señalar al gobierno del CNA, el partido de Mandela.

“Cuando afirmamos que estamos siendo asesinados por el partido gobernante lo decimos en serio. Dos concejales del CNA cumplen cadena perpetua por el asesinato de una de nuestras líderes, Thuli Ndlovu”, afirma Mohapi.

Un paraíso de desigualdad

La falta de acceso a un lugar digno para vivir es una de las cicatrices más visibles de la desigualdad en la Sudáfrica de hoy. En tres décadas, el gobierno sudafricano ha construido y entregado más de 3,4 millones de viviendas para los más pobres.

La creciente clase media negra ha podido comprar casas en este tiempo, pero la inmensa mayoría de ciudadanos negros que el apartheid expulsó lejos de las ciudades a los townships sigue viviendo en esos emplazamientos alejados de todo.

Nhlanhla Msimang captado en un momento de la entrevista en su viaje en taxi colectivo desde Soweto hacia Johannesburgo

Nhlanhla Msimang captado en un momento de la entrevista en su viaje en taxi colectivo desde Soweto hacia Johannesburgo. RAFA LOBO

Nhlanhla Msimang invierte cada día cinco horas en su viaje de ida y vuelta al trabajo. Tiene 22 años, trabaja en una empresa de seguridad, y vive en Soweto con su familia. “Es demasiado tiempo viajando, pero acabas aceptándolo. El 20% de mis ingresos se va en transporte ”, nos explica mientras viajamos con él en un taxi colectivo, el único transporte público entre los apartados townships y Johannesburgo.

en el centro la criminalidad es alta y vivir más cerca de mi trabajo no me compensa

“Todo está super lejos de aquí. Todo está retirado”, asegura Msimang, que prefiere vivir alejado de la ciudad porque “en el centro la criminalidad es alta y vivir más cerca de mi trabajo no me compensa porque tendría más gastos”.

Una generación libre, ¿con más oportunidades?

Nhlanhla Msimang podría encajar en lo que el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, define como un tintswalo. Un discutido y controvertido término que englobaría a todos los nacidos en democracia y que han podido disfrutar de educación básica gratuita, alimentación asegurada y que, en definitiva, habría tenido más oportunidades que sus padres durante el apartheid.

Es “la historia de millones de personas que han nacido desde el amanecer de nuestra democracia”, según Ramaphosa explicó durante su Discurso sobre el Estado de la Nación el pasado mes de febrero.

Varios jóvenes posan en la calle en el céntrico barrio de Maboneng, en Johannesburgo.

Varios jóvenes posan en la calle en el céntrico barrio de Maboneng, en Johannesburgo. RAFA LOBO

“Si esa palabra se refiere a las oportunidades que se te han dado, no me consideraría un tintswalo. He llegado donde he llegado porque he trabajado duro para conseguirlo”, afirma James Malope, director de LEAP 4, una escuela de Diepsloot, a las afueras de Johannesburgo.

Su historia sigue siendo la de miles de jóvenes sudafricanos que tienen que surfear vivir en el país más desigual del mundo, según el Banco Mundial, y donde el 60% de la población es pobre y 24 millones de personas dependen de las ayudas económicas estatales para sobrevivir.

Desde que iba al instituto he necesitado que alguien me apoyara económicamente

“Por desgracia, desde que iba al instituto he necesitado que alguien me apoyara económicamente. Vendo patatas fritas para pagar mis estudios”, nos cuenta Nosipho Ngidi en el campus de la Universidad de Tecnología de Mangosuthu, en Durban.

Ahora estudia un posgrado, tras licenciarse en 2023. Tuvo beca durante los tres años del grado y con ella pudo pagar las tasas universitarias, aunque no le llegaban para pagar la vivienda y mantenerse como madre soltera.

@nosiphoewngidi

Ngidi Nosipho 🥹👩‍🎓 intandane enhle enonina

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Los vídeos de su licenciatura se volvieron virales en Sudáfrica. En ellos se la veía recogiendo su diploma cargada con las bolsas de patatas fritas. “No quería olvidar lo que me había llevado hasta allí”, nos cuenta Nosipho Ngidi, que ahora sigue vendiendo chucherías en el campus porque como estudiante de posgrado no tiene beca.

Su viralidad no le ha valido para encontrar un trabajo. “Las cosas no salieron como pensaba”, nos cuenta. Su madre sigue apoyándola económicamente y “no entiende cómo he terminado la carrera y no tengo trabajo. No me paso el día sentada sin enviar curriculums, pero no me aceptan en ninguna parte”, nos cuenta Noshipo Ngidi.

Un grupo de estudiantes de la Universidad de Johannesburgo bailan amapiano en el Zouk Melville, en Johannesburgo.

Un grupo de estudiantes de la Universidad de Johannesburgo bailan amapiano en el Zouk Melville, en Johannesburgo. RAFA LOBO

Su historia es la de más de cuatro millones de jóvenes sudafricanos. El 44% está en paro y provoca en ellos una sensación de desesperanza y desamparo. Muchos hablan de bajar sus expectativas, pero ni siquiera eso les garantiza un empleo.

“Cuando somos pequeños nos dicen que estudiemos para poder tener un trabajo, pero al final no ocurre”, afirma Lungile Kubayi, estudiante de Contabilidad de la Universidad de Johannesburgo. “Y eso que nos vendieron el sueño de que si estudiamos tendríamos un trabajo, una casa, un coche y una familia” apostilla Mmile Mahlako, estudiante de Logística en la misma universidad.

Los blancos siguen teniendo más oportunidades que nosotros

Todos, jóvenes sudafricanos y no tan jóvenes, repiten un mantra: tenemos libertad política pero no libertad económica. Es la forma políticamente correcta de mencionar el elefante en la habitación: la persistente desigualdad de oportunidades que conecta con la estructura económica del apartheid. “No soy racista, pero debo contar lo que siento y ser honesto. Los blancos siguen teniendo más oportunidades que nosotros”, asegura Vhanhangwele Munyai, estudiante de Ciencias de Computación.

El trauma intergeneracional: un lastre invisible

El trauma intergeneracional en la Sudáfrica post apartheid es el trauma que las generaciones que lo sufrieron acaban pasando a sus descendientes. “Afecta a la vida de la gente, en la medida en que sigue atrapada en un ciclo continuo de pobreza. No hay reconocimiento de que ese trauma intergeneracional existe”, nos aclara el profesor de la Universidad de UniSA, Ciryl Adonis, que afirma “sé que suena pesimista, pero si no se reconoce no creo que vayamos a poder sentirnos libres”.

El profesor y psicólogo de la Universidad de UniSA, Cyril Adonis, durante la entrevista a En Portada.

El profesor y psicólogo de la Universidad de UniSA, Cyril Adonis, durante la entrevista a En Portada. TERESA MORA

Los descendientes de las víctimas y los descendientes de los perpetradores y beneficiarios del apartheid se ven obligados a convivir y llevarse bien, dejando atrás siglos de opresión y explotación de la población africana. “Pero no ha habido una rendición de cuentas o reconocimiento de lo que sucedió en el pasado ni cómo ese pasado sigue afectando hoy a la vida de la población negra” afirma el profesor Adonis.

Les resulta difícil entender cómo siguen beneficiándose del pasado

“Si ahora hablas con jóvenes blancos, muchos de ellos te dirán que ellos nacieron después de 1994 y que todo aquello nada tiene que ver con ellos. Les resulta difícil entender cómo siguen beneficiándose del pasado. Los negros no cuentan con esa herencia social y cultural. Y no encuentran trabajo. La riqueza acumulada antes de 1994 se ha transferido a las generaciones que nacieron después. Y lo mismo ha ocurrido con la pobreza”, sentencia Adonis.

Quizá tres décadas no sea tiempo insuficiente para resetear y corregir cientos de años de opresión. Pero muchos hacen balance de 30 años de gobierno del Congreso Nacional Africano y las promesas incumplidas desde la victoria de Nelson Mandela en 1994.

“Es hora de dejarnos a nosotros, los jóvenes. Necesitamos gente joven al frente porque los que lideran ahora tienen la mentalidad antigua”, asegura Lungile Kubayi. La llama de la esperanza de cambio hacia una sociedad más justa que se vivió en 1994 parece extinguida.

Un joven cruza el puente Nelson Mandela, en Johannesburgo, sobre decenas de trenes que no circulan por el colapso de la compañía ferroviaria

Un joven cruza el puente Nelson Mandela, en Johannesburgo, sobre decenas de trenes que no circulan por el colapso de la compañía ferroviaria. RAFA LOBO

Sudáfrica, el país más industrializado del continente, vive con una economía al borde del colapso, apagones continuos, infraestructuras envejecidas y continuos casos de corrupción política que han desfalcado al Estado, impidiendo que las inversiones lleguen a los que más lo necesitan.

La población parece desencantada y la participación electoral cae en picado cada vez que hay elecciones. “Para mucha gente probablemente es más fácil razonar lo que los blancos nos hicieron que comprender por qué su propia gente le sigue haciendo lo mismo”, afirma el profesor Adonis.

En una semana los sudafricanos vuelven a las urnas en unos comicios en los que el CNA, según las encuestas, se verá obligado a gobernar en coalición por primera vez en 30 años.