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Análisis | Elecciones europeas

La Hungría de Viktor Orbán: de las aspiraciones democráticas al coqueteo con el autoritarismo

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Orbán, el ultraderechista húngaro más crítico con la Unión Europea

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, lleva en el poder 14 años de forma ininterrumpida. Es su quinto mandato, el cuarto consecutivo. Con prácticamente el 50% de los votos, se hizo con una mayoría de dos tercios del parlamento en abril de 2022. No hay otro líder de los Veintisiete en activo que haya estado al frente de su país tanto tiempo como él.

Su partido Fidesz ha logrado transformar Hungría a golpe de cambios en la Constitución y en el sistema electoral. A diferencia de otras formaciones políticas de ultraderecha en Europa, que nacen ya con esa ideología extrema, Orbán se ha ido radicalizando con el paso del tiempo.

¿Pero quién lo vota y por qué siguen haciéndolo? “Al principio tenía los votantes más jóvenes y educados que vivían, sobre todo, en Budapest. Pero el perfil ha cambiado completamente. Ahora lo apoya gente de 50 años en adelante, no tienen estudios superiores y viven en pueblos o ciudades pequeñas de zonas rurales. El factor personal sigue siendo muy importante, es carismático y algunos no se imaginan el gobierno sin él. Lleva 36 años en la política”, asegura Stefano Bottoni, profesor ítalo-húngaro en la Universidad de Florencia y autor del libro llamado ‘Orbán. Un déspota en Europa’.

Una decisión estratégica

En 1988, Viktor Orbán tenía 25 años. Más allá de su afición al fútbol, decidió crear su propio partido político: Fidesz, la Alianza de los Jóvenes Democráticos – Unión Cívica Húngara. Orbán estaba a favor de la democracia y en contra de los comunistas, de hecho, en uno de sus primeros discursos, en los últimos coletazos de la Hungría soviética, pidió la salida del Ejército Rojo. Sin embargo, y a pesar de la entrada de Hungría en la OTAN (1999) y en la Unión Europea (2004) o de estar en contra de la guerra de Rusia contra Georgia, el país ahora mira más al Este que a Occidente.

“El punto de inflexión tiene lugar en 2009. A pocos meses de las elecciones en Hungría —momento en el que todos los sondeos apuntaban a que iba a ganar Orbán—, fue invitado por Pekín, paradójicamente, al congreso del Partido Comunista y, a su vuelta, hizo parada en San Petersburgo”, aclara Bottoni. El autor del libro ‘Orbán. Un déspota en Europa’ cuenta a Radio Nacional que aún a día de hoy no saben qué pasó en ese encuentro pero, desde entonces, el Fidesz empezó a tener una relación más estrecha con Rusia que la que mantenían otros países europeos en aquel momento.

“Contra el imperio”

Mientras el primer ministro de Hungría se acercaba a gobiernos como el de Rusia, China o Turquía, se ha ido distanciando, a su vez, de la Unión Europea. No es extraño ver a Viktor Orbán aislado en las cumbres comunitarias, por su carácter desafiante, con tendencia a la amenaza (a cambio de fondos) en las decisiones que requieren del consenso de los 27, es decir, en temas como la migración o la guerra en Ucrania.

Los partidos de derecha radical no niegan la existencia de la UE, sino que quieren cambiarla”, explica Zsuzsanna Szlenyi, quien antes formaba parte del Fidesz y ahora es analista política del Instituto de la Democracia de la Universidad Centroeuropea, en el centro de la capital de Hungría.

Szlenyi añade que Orbán empezó a soñar con esta idea de “conquistar las instituciones europeas” en las elecciones comunitarias de 2019 junto a Agrupación Nacional (el partido de la francesa Marine Le Pen), Alternativa por Alemania o Vox. Ahora, en el año en el que se cumplen 20 años de la entrada de Hungría en la Unión Europea y a pocos meses de que Budapest asuma la Presidencia del Consejo de la UE, Orbán arremete abiertamente en sus discursos contra el club comunitario. Lo compara con los ocupantes imperiales que han dominado el territorio húngaro a lo largo de su historia. Se jacta de ser “el palo en las ruedas de los 27”.

Sin embargo, en estas dos décadas, el sentimiento europeísta de los húngaros no ha cambiado tanto: ha bajado tan solo seis puntos, del 83% obtenido en el referéndum de adhesión al 77%, según datos del último Eurobarómetro. “Aunque no lo parezca debido al comportamiento que lleva a cabo nuestro primer ministro, la gran mayoría de los húngaros estamos de acuerdo con las políticas de la Unión Europea. Queremos romper ese estereotipo”, declara a RNE una estudiante de español en el Instituto Cervantes de Budapest.

Consignas xenófobas

Ante el miedo de perder la identidad nacional, los mensajes antiinmigración son la columna vertebral de los partidos de ultraderecha. Durante la llamada crisis migratoria de 2014-2015, Viktor Orbán desarrolló su pensamiento de “defender a Europa de los migrantes”. Al igual que otros países, el primer ministro húngaro optó por reforzar cada vez más sus fronteras.

Ásotthalom es un pueblo de apenas unos 4.000 habitantes que limita con Serbia. Allí nos encontramos a un hombre cerca del supermercado que nos relata cómo la gente empezó a cruzar la frontera en 2014: “Estaba trabajando y me encontré con un grupo de migrantes. Me preguntaban si esto era la Unión Europea”. Recuerda que, de repente, vio una cola en la que había 20 o 30 personas. “Se fueron con sus hijos a esperar para coger un autobús. Llevo viviendo aquí desde que nací y nunca había visto algo así. Desde entonces no paraba de venir gente y las paradas estaban abarrotadas”, añade.

Zsolt Szekeres, coordinador del programa de refugiados del Comité Húngaro de Helsinki, subraya que la situación ha cambiado en estos años. “Si fuera 2014 y alguien llega de cualquier forma a Hungría para pedir asilo, esa persona tendría la posibilidad de decir por qué necesita la protección de Hungría o de ir a un centro de solicitantes independientemente de si es menor o adulto o de si ha sufrido torturas”, apunta Szekeres. Ahora no existe el derecho a la protección.

En otro de los pueblos fronterizos, Bácsalmás, hablamos con Ágnes, una mujer mayor que cuida a su nieto mientras admite que “al principio, cuando construyeron la valla, tenía sentimientos encontrados. Ha sido una medida eficaz porque ya no viene gente por aquí. Pero ha sido muy duro…los guardias han maltratado a la gente para impedirles cruzar”.

Szekeres, también asesor jurídico en el Comité Húngaro de Helsinki, cuenta que han investigado sobre la conducta policial en la zona. Después de recabar testimonios de gente que ha sido expulsada del país y tras ver imágenes en las que salen agentes, esta organización confirma que la policía húngara ha hecho uso de la violencia de forma ilegítima a la hora de devolver migrantes a Serbia.

Desinformación y poder

Otro de los factores del éxito de Viktor Orbán es tener una maquinaria mediática bien engrasada hecha a su medida. Según denuncia Reporteros Sin Fronteras, Fidesz controla ya el 80% de los medios de comunicación, que han sido comprados por oligarcas afines, intervenidos o, directamente, han tenido que ser cerrados.

Lejos de ser leal y favorable, el 20% restante se enfrenta a presiones y acusaciones. Después de enseñar a RNE su pequeña redacción, Lukács Csaba, director del periódico independiente ‘Magyar Hang’ (La voz húngara), explica que han sido señalados por ser “agentes de Bruselas” o por estar supuestamente financiados por el enemigo público número 1 de Orbán, el multimillonario de origen húngaro George Soros.

“Creemos en la responsabilidad de la gente, en la tradición, en la Iglesia, pero no somos populistas como Orbán lo es desde los últimos 10 años. Por eso somos considerados enemigos”, asegura Csaba desde la pequeña cocina del piso que tienen alquilado. 

Sala principal de la redacción del periódico semanal Magyar Hang

Sala principal de la redacción del periódico semanal Magyar Hang Isabel Dólera

Después de que más de 100 periodistas fuesen despedidos del medio ‘Hungarian Nation’, un pequeño grupo decidió crear ‘Magyar Hang’. Empezaron hace seis años desde cero y durante más de tres meses no ganaron nada de dinero. Ahora son un total de 24 reporteros. “Estamos aislados: no conseguimos entrevistas con miembros del Ejecutivo y no podemos ir a las ruedas de prensa oficiales porque no nos invitan”, lamenta Csaba. Incluso el primer ministro los ha demandado pero, a pesar de haber gastado mucho dinero en abogados, han ganado los juicios.

El director de este periódico semanal, que se tiene que imprimir en Eslovaquia, reitera que su función es intentar controlar al poder e insiste en que quieren hacer periodismo de investigación, aunque sea incómodo para el gobierno. “Nuestros salarios todavía no son muy competitivos, pero entendimos que esta es nuestra última oportunidad de ser periodistas”, zanja Lukács Csaba.

Un actor emergente

A pesar de que el líder húngaro no ha tenido en todo este tiempo un rival firme en la oposición, en los últimos meses ha irrumpido con fuerza en el tablero un hombre que antes era de su confianza: Peter Magyar. En el pasado, el exmarido de la exministra de Justicia formó parte del Fidesz pero ahora es crítico con la formación política de Orbán, incluso con la oposición.

Magyar ha sido el instigador de una manifestación ciudadana sin precedentes en la segunda ciudad más importante de Hungría. “Entre 15.000 y 20.000 personas salieron a las calles en la parte este del país, la más pobre y la que más votantes que da el actual mandatario”, detalla Stefano Botton.

El perfil de los votantes de esta nueva formación, llamada Tisza, es joven: desde los que votan por primera vez hasta los que tienen 30 años aproximadamente. También aglutina a los antiguos electores del Fidesz que están decepcionados con el gobierno actual.

Con experiencia en Bruselas y casi 20 años menor que el actual primer ministro, “Magyar es lo que era Orbán en su época dorada, en los 90, y quiere que Hungría vuelva a girar a Occidente aun siendo una parte crítica del bloque”, añade Bottoni. Su ideología está en el centro, entre un liberalismo moderado y una posición conservadora euroatlántica.

El 9 de junio, Hungría se enfrenta a unas dobles elecciones: europeas y locales. Peter Magyar tiene como objetivo poner fin al gobierno del actual primer ministro en las elecciones legislativas de 2026. La imagen invencible de Viktor Orbán está en riesgo.