J.A. Bayona, el día a día de un jurado en Cannes: "Un premio aquí puede cambiar la vida a alguien para siempre"
- El cineasta, miembro del jurado que concede la Palma de Oro, atiende a RTVE durante el festival
- "Tenemos que valorar las películas y no dejarnos llevar por lo coyuntural", dice el director
Es un cinéfilo de festivales. J.A. Bayona logró colarse en el Festival de Sitges con 16 años y al año siguiente inventó que trabajaba en una radio para lograr una acreditación. Con su cuadrilla de futuros directores, Jaume Balagueró, Paco Plaza o Kike Maíllo dormían a veces en el coche porque no podían pagarse los hoteles. Por eso, cuando el Festival de Cannes le llamó para formar parte del jurado de su sección oficial, no sintió más que “una gran ilusión”.
Bayona charla con RTVE en uno de los primeros días del festival, frente a las cúpulas gemelas del Hotel Carlton que dominan la Croisette. Conoce con soltura cada rincón de las calles atestadas de gente que rodean el Palacio de Festivales de Cannes. Desde que en 2007 presentó en el certamen El orfanato, ha regresado en numerosas ocasiones a la Costa Azul por el mero placer de ver películas. "Con Thierry Frèmaux (delegado general de Cannes) siempre he tenido buena relación desde entonces. Él sabe lo que me gusta venir aquí. E incluso peleó por traer aquí Jurassic World: el reino caído hasta el último momento.
Las dos semanas de un miembro del jurado de la sección oficial está sometida a rutinas y compromisos y es normal verle acompañado de personal del festival como si de escoltas de un mandatario se tratase. Pero tampoco es un secuestro: fuera de las dos o tres películas diarias que tienen que ver, las reuniones preliminares con los otros miembros, y compromisos varios, hay tiempo para reunirse con amigos en cenas en las que, por supuesto, no suelta prenda. El secretismo es parte de la magia de la Palma de Oro.
“Se siente la presión”, dice Bayona. “El festival es muy respetuoso, confía en el sentido común de los miembros del jurado y nos da libertad de visitar a quién queremos y dónde queramos, o ir las fiestas que queramos. Confían en que seamos prudentes y que no hablemos con nadie”.
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El guionista William Goldman (Dos hombre sy un destino, La princesa prometida) escribió un su experiencia como parte del jurado de Cannes en 1988 en un libro, Hype and glory, donde reconocía el extraño privilegio de entregar un premio capaz de transformar una trayectoria.
“Fíjate, la primera frase que nos dijeron al jurado es que fuéramos conscientes de que un premio en Cannes le puede cambiar la vida a alguien para siempre”, dice. “O la vida comercial de una película. Nos puso en el lugar inmediatamente. La responsabilidad que implica cada uno de los siete premios que entregamos”.
"No tengo problema con leer y escuchar lo que se publica de las películas"
Gilles Simon, delegado general y luego presidente del festival durante 40 años, decía que el problema con los jurados es que guardan con tanto celo su prerrogativa que les distrae de valorar intrínsecamente las películas y que muchas veces actúan contra el rumor general de la prensa, como si quisieran su espacio de sorpresa. “No tengo problema con leer y escuchar lo que se publica de las películas durante el festival, no creo que eso influya”, opina Bayona.
La independencia del jurado se blindó tras el festival de 1979, cuando el jurado se dividía entre Apocaypse Now y El tambor de hojalata y los dirigentes del festival, Favre Le Bret y Maurice Bessy, presionaron a la presidenta, Françoise Sagan, para que eligiese la película de Coppola (al final se concedieron dos Palmas ex aequo) y la escritora denunció tras el festival “una conspiración”.
Eran otros tiempos, unos en los que los escritores eran habituales para “suavizar a los sombríos jurados” en palabras de Le Bret. En las primeras ediciones, incluso, los jurados eran presididos por miembros destacados de la Academia francesa. Ahora son mayoritariamente la élite audiovisual. Greta Gerwig, directora de Barbie, preside un jurado que cuenta con los directores Hirokazu Kore-eda, Nadile Labaki, los intérpretes Lily Gladstone, Eva Green, Omar Sy y Pierfrancesco Favino, y la guionista Ebru Ceylan.
“La primera reunión fue el día de la llegada a Cannes. Estábamos todos un poco nerviosos, pero poco a poco se fue rompiendo el hielo”. El director tenía ya una amiga dentro: la actiz Eva Green, a la que dirigió en la serie Penny Dreadful. “El tono lo marca la presidenta, Greta Gerwig, que es una persona muy relajada y aporta un ambiente muy amistoso”.
"Tenemos que valorar las películas y no dejarnos llevar por lo coyuntural"
Pese a su larga ya experiencia como primera espada del cine, y la reciente y maratoniana promoción de La sociedad de la nieve, dice que todavía es un pez fuera del agua de las alfombras rojas. “El día la inauguración estaba preocupado por si me veía el cuello, por la manga de la camisa. No estoy acostumbrado a llevar trajes”. Además de la gala de inauguración, asistió a la premiere nocturna de Megalópolis y Emilia Pérez, y entregó la Palma de Honor al Studio Ghibli.
En Cannes se habla mucho de la convergencia que en los últimos años tiene el festival con la temporada de premios en general y los Oscar en particular con Palmas como Parásitos, El triángulo de la tristeza o Anatomía de una caída. ¿Está el festival volviéndose más mainstream o los Oscar más alternativos? “No reduciría la trascendencia de los premios de Cannes al cine de autor, sino al cine internacional”, expone. “La Academia de los Oscar se ha abierto a votantes extranjeros, que ya son el 25%. Cannes es el evento internacional más importante y todo lo que pasa aquí tiene mucha trascendencia en los nuevos miembros de la Academia”.
En la rueda de prensa del jurado, el día que comenzaba el festival, la atención estaba centrada en las noticias de abusos dentro del cine francés. “Tiene que ver con algo que afecta a la sociedad en general y a veces parece que el mundo del cine es el único responsable. El cine, en un reflejo de ello, también se refleja en las películas y nosotros, como artistas, también nos influenciamos”, opina.
De hecho, a la hora de enjuiciar las películas, busca cierta pureza cinematográfica. “Tenemos que valorar las películas y no dejarnos llevar por lo coyuntural y el contexto. Como artistas es muy difícil separar nuestro criterio de nuestros valores y nuestro compromiso con el mundo porque una cosa influye en la otra. Pero aquí estamos para juzgar cine y luego, como personas, nuestros valores se verán reflejados en nuestro veredicto".
¿Tiene una Palma de Oro histórica favorita? “Unas cuantas. Recuerdo con mucha impresión El árbol de la vida (Palma de Oro en 2011) porque la vi aquí. Terrence Malick, que es alguien muy misterioso, estaba escondido viéndola y no tuvo más remedio que aparecer al final y saludar. Nos provocó un gran impacto y finalmente ganó”.
¿Preferiría el director una Palma de Oro o un Oscar? “Es complicado. Te voy a decir la Palma de Oro porque estamos en Cannes, pero si me lo preguntas en los Oscar te voy a decir el Oscar”. Y se despide para volver a su agenda de jurado. Quedan todavía unos días para que su voto y opinión formen parte de la pequeña gran historia de cine.