George Lucas: "Cuando vendí Star Wars se perdieron muchas ideas nuevas mías"
- El director y productor recibe en el festival de Cannes la Palma de Honor
- “La industria no entiende el negocio del cine”, ha dicho mientras repasaba su carrera
Siempre pendiente de cineastas emergentes, el Festival de Cannes invitó a George Lucas en 1971 para presentar THX-1138, su aséptico debut en la ciencia ficción. “Quería hacer mi segunda película, American Graffiti , y no encontraba financiación, pero United Artist estaba en al apogeo de probar cosas así que vinieron a Cannes a verla conmigo. Caía un chaparrón, se proyectaba en un pequeño cine y tuve que colarme en mi propia película”, recuerda. Pero logró el trato.
Esta noche recibe la Palma de Honor por su cine y por cambiar para siempre la industria. Con camisa de cuadros, vaqueros y deportivas, ajeno a cualquier etiqueta de Cannes, ha impartido una clase magistral ante un auditorio más que rendido a su imaginería en un acto excepcional: Lucas es un observador privilegiado de la industria del cine, pero hace 10 años que no dirige, escribe o produce, y sus apariciones públicas, especialmente en Europa, son únicas.
“He vuelto a Cannes muchas veces, con Indiana Jones o Star Wars, pero me gustan los reconocimientos: no hago el tipo de películas que ganan premios”, ha dicho para comenzar antes de repasar su carrera en los años 70 y, sobre todo, defender la independencia como único camino para un artista.
“Estoy retirado desde hace 10 años, pero la industria no entiende el negocio. La gente que trabaja sobre el terreno, el director o el guionista, es la que tiene que decidir si algo se puede hacer o no”. Dice que cuando empezó quería hacer películas incluso pagando. Y no recomienda, de hecho, invertir en el sector. “Nunca inviertas en las películas: el hecho de que la gente haga dinero con el cine es un mito, especialmente en Hollywood”.
No es, desde luego, su caso. Hace un mes, la revista Forbes publicaba que Lucas era, por sexta vez, el famoso con más dinero del mundo, estimando su fortuna con 5.500 millones de dólares. Solo la primera entrega de La Guerra de las Galaxias costó, en 1977, 11 millones de dólares y recaudó 775. Sobre la saga, Lucas edificó un imperio de efectos especiales. Finalmente, vendió la marca a Disney en 2015 por 3.125 millones de euros. Y desde entonces contempla la 'marvelización' de su universo desde la barrera.
“Cuando vendí la compañía fue también una decepción. Pero acababa de tener un hijo y sabía que me llevaría otros diez años hacer una nueva película. Pensé que ya tenía 69 años, no podría hacerlo, y era el momento de que otros lo hicieran. Incluso aunque me quedé como consultor y consejero, nadie entiende la fuerza: muchas ideas se perdieron”, lamenta en un velado reproche.
"El secreto es que no queríamos hacer dinero, queríamos hacer películas"
Recuerda cómo se gestó el histórico acuerdo con la Fox antes de rodar Star Wars, en el que ató dos cláusulas que entonces parecían irrelevantes: el derecho sobre el merchandasing y las secuelas. “Entonces no se hacían juguetes, yo solo quería los derechos para hacer posters y camisetas para promocionar la película, antes incluso de rodarla”.
En el festival de este año coincidían dos de sus amigos del nuevo cine americano de los años 70. Su amigo y mentor Francis Ford Coppola, que le acogió como un discípulo y produjo sus primeras películas; y Paul Schrader, al que el propio Lucas produjo Mishima. Otros como Spielberg o Scorsese siguen en primera línea.
“El primer día de trabajo en el estudio tenía 16 años y ese mismo día Jack Warner lo dejaba. Era un tiempo mágico en el que la gente que fundó Hollywood se retiraba y las nuevas compañías empezaban a contratar a niños. Veníamos de las escuelas de cine, entonces no había más que una docena. El secreto es que no queríamos hacer dinero, queríamos hacer películas”.
"El sonido es la salsa secreta del cine"
No fue Star Wars, sino American Graffiti, la película que cambió su vida. Coppola le recomendó dejar la ciencia ficción y filmar una historia de gente de su edad. “Hicimos un preestreno y el público se volvió loco, como en un concierto de rock. Un jefe del estudio me dijo que era ‘una vergüenza’, que no tenía la calidad suficiente, y no iría a los cines, sino a la televisión. Lo que hicimos fue llenar más pases con toda la gente del estudio y siempre pasaba lo mismo. Finalmente hizo 100 millones. Nadie lo esperaba, yo tampoco”.
Fue entonces cuando le dieron carta blanca para “una locura de ciencia-ficción fantástica”. Dice que la idea básica era hacer una película para niños de doce años que acabó gustando a la gente de todas las edades. Y defiende la segunda trilogía que dirigió a comienzos de siglo. “Los niños que habían visto la primera, y ya tenían 30 años. Los críticos dijeron: ‘no nos gusta, queremos algo más adulto’. Yo digo que son películas para niños de doce años".
Recuerda que le dijo a Steven Spielberg que necesitaba para Star Wars una banda sonora de música clásica, como en el cine de los años 30. “Oh, entonces quieres a John Williams”, le dijo Spielberg. Lucas dudó porque relacionaba a Williams con el jazz. “No, es un compositor clásico, solo que no lo sabe”, dijo Spielberg. Cuando Lucas asistió a la primera grabación, en el estudio londinense de Abbey Road, solo pudo decir: “Oh, dios mío”.
Más allá de la música, defiende que el éxito de su cine se debe básicamente al sonido. “Soy un firme creyente de que es la mitad de la película. Y la parte menos cara: tienes el 50% del resultado por el 25% del coste. Pero no se emplea tiempo suficiente. El sonido es la salsa secreta del cine”.
Su único consejo es la “persistencia”. Y, volviendo al origen, la libertad. “Defiendo que el director o guionista haga la película que quiera. Es como Miguel Ángel, que tardaba seis meses en pintar una sección de la Capilla Sixtina y luego decía: hay que rehacerla. Las películas no se acaban nunca, se abandonan”.