Miles de personas viven diariamente rodeadas de tóxicos sin saberlo
- El gas radón del subsuelo, las dioxinas en el aire o el arsénico en el agua de boca, ejemplos de carcinógenos cotidianos
- Las administraciones alertan y controlan, pero muchas actuaciones concretas recaen en los afectados
- El domingo, a las 22:30 horas, en el Canal 24 horas y en RTVE Play
"Tuvimos que hacer una obra importante. Levantar el suelo, hacer una arqueta, colocar un tubo y un extractor de aire que funciona 24 horas para extraer el gas radón y enviarlo al exterior… Casi 6.000 euros la broma". Es el relato de Emilio, un gallego afincado en una aldea y que vive en una preciosa casa de granito, y que descubrió, de forma casual, que su casa estaba afectada por el gas radón: “Es un gas que procede del subsuelo, se cuela en las casas y cuando se concentra y lo respiras puedes contraer cáncer de pulmón. De hecho, es la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco”.
“⚠️Miles de personas conviven a diario con agentes contaminantes invisibles. El gas radón o el arsénico en el agua son ejemplo de carcinógenos cotidianos.@airenet2 @rtvenoticias @LaMareaVerdeSAB @albertoruano8 pic.twitter.com/Z8KNTVRw0n“
— Repor TVE (canal 24h) (@reportve) May 22, 2024
Este año se ha puesto en marcha el Plan Nacional contra el radón, una normativa que pretende explicar y alertar a la población sobre la peligrosidad de este elemento: "El gas radón procede de suelos graníticos que contienen uranio, y que al descomponerse de forma natural cada día, van emitiendo este gas a la superficie y se cuela en las casas de planta baja, concentrándose y siendo un factor de riesgo importante de cáncer de pulmón. Es incoloro e inodoro, por lo que es imposible detectarlo de primeras", explica Miguel Barros, técnico del Laboratorio Radón de Galicia.
"Saber si tienes radón en casa es relativamente sencillo; hay que medirlo con unos detectores que nosotros facilitamos. Los colocas en el dormitorio y el comedor durante 3 meses, nos los envías y te damos los resultados. Si sale más de 300 bequerelios, hay que tomar medidas", nos explica.
Y es lo que hicieron en la escuela de arte Mestre Mateo de Santiago de Compostela: "Aquí daba tres veces lo permitido y el claustro de profesores quería ponerse en huelga indefinida si la Conselleria de Educación no actuaba de inmediato. De momento han instalado tres extractores de radón y estamos a la espera de las nuevas mediciones", nos explica Marcos Vilariño, jefe de estudios del centro.
El arsénico en el agua
El arsénico en el agua de boca también ha sido un quebradero de cabeza durante los últimos 10 años para los vecinos de Castrelo de Miño, en Ourense. Capital de la DO Ribeiro, estos gallegos han visto cómo los manantiales de su pueblo recogían arsénico natural depositado en las rocas de la zona y convertían su agua en NO APTA para el consumo.
“Hemos tenido que contratar garrafas de 50 litros para que funcionara la cafetera, la cocina, el restaurante… En fin, un trastorno grave y caro, por un problema estructural que no se ha solucionado a tiempo”, se queja Dositeo, restaurador del pueblo.
El alcalde, Avelino Pazos, nos muestra orgulloso la obra realizada en la acometida de aguas, donde dos enormes filtros evitan ahora la presencia del contaminante: "Esto se ha hecho con una partida extraordinaria de la Diputación al declararnos en alerta sanitaria. Estábamos cada día cortando el agua y dando garrafas a los vecinos y así no podíamos seguir. De esto no tiene la culpa nadie, pero alguien tenía que resolverlo y ha sido este consistorio el que lo ha hecho. Estos dos filtros se quedan con el arsénico y el agua que se envía ahora a los vecinos está dentro de los parámetros permitidos".
Y, sin embargo, son muchos los que siguen sin fiarse… En el Bar Novo un grupo de parroquianos echa la partida de dominó mientras se prestan a charlar con nosotros: "Yo no la bebo, y de aquí no encontrarás a nadie que lo haga… Yo prefiero comprarla y beberla a gusto", dice uno de ellos ante el asentimiento generalizado del resto de compadres.
Dioxinas en el aire
“La sensación que tienes al respirar cerca de aquí es que te estás enfermando“
En Barcelona están a vueltas con el aire. Una plataforma llamada AireNet (aire limpio), denuncia los malos olores y las dioxinas que desprende la incineradora de basuras del río Besós cuando está quemando los desechos. Lo han denunciado ante la justicia, pero la jueza ha archivado el asunto por falta de pruebas. Aun así, piensan recurrir la decisión porque creen que algo está fallando: “La sensación que tienes al respirar cerca de aquí es que te estás enfermando”, sentencia Silvina Frucella, presidenta de la plataforma.
“Esta es una zona privilegiada, cerca de Barcelona, delante del mar y del río… Compramos sobre plano y no pensamos en los olores de la incineradora…”, explica Patxi, un vecino del recién construido barrio de La Catalana, un residencial de viviendas de gama alta que se ha erigido justo delante de la planta térmica y de la incineradora. Acompañado de Rose, otra vecina del inmueble, nos lleva a la azotea del edificio para que veamos por nosotros mismos de lo que hablan. “Me da miedo abrir la ventana por la mañana, porque no sé de qué color voy a ver el humo de las chimeneas. Es una ansiedad continua”, relata Rose.
A Laura González no le viene de nuevo. Ella es vecina de toda la vida de Sant Adriá de Besòs, una ciudad colindante a la capital catalana, que ella llama “zona de sacrificio”: “Aquí traen todas las mierdas que no se atreven a construir en los barrios más pudientes de Barcelona. Una incineradora para acá, un crematorio de cadáveres, para acá también, una térmica, venga…”.
Una situación que le llevó a publicar un libro llamado “La memoria del silencio naranja” en el que recoge centenares de estudios y publicaciones que muestran la contaminación histórica de Sant Adrià de Besòs.
“ Quien debe irse son las industrias que están contaminando“
“Aquí se fabricó en su día el gas naranja que se usaba en la guerra de Vietnam, imagínate…Y hay estudios que demuestran que el riesgo de sufrir cáncer aquí es cinco veces superior a otras ciudades que también tienen incineradoras”, reflexiona mientras ojea el libro.
“Muchos me preguntan por qué no me voy de aquí, y yo les digo que quien debe irse son las industrias que están contaminando y que condenan nuestro futuro”, concluye.