Jaime Martín: "Las trementinaires eran mujeres independientes que manejaban su propio dinero"
- El dibujante publica Un oscuro manto, protagonizado por una de estas curanderas del Pirineo catalán
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Tras la trilogía sobre su familia (Las guerras silenciosas, Jamás tendré 20 años y Siempre tendremos 20 años), Jaime Martín (Barcelona, 1966), cambia completamente de registro con Un oscuro manto (Norma Editorial) en el que recupera la historia de las "trementinaires", las curanderas que vendían remedios caseros, de pueblo en pueblo, en el Pirineo catalán. Un cómic sorprendente sobre mujeres que buscan vivir la vida a su manera, en un mundo machista y rural que no las quiere pero que las necesita.
“Conocía a las trementinaires sobre todo a través de mi mujer –nos confiesa Jaime-, que había leído mucho sobre ellas y me comentaba que eran unan mujeres muy interesantes. Y después de la trilogía, quería alejarme del hormigón de las ciudades y dibujar la naturaleza, como ya hice en Lo que el viento trae, o en aquella historia ambientada en la crisis americana de los años 30, Todo el polvo del camino, con otro tipo de paisajes y situaciones”.
“Estas mujeres –continúa el dibujante-, vivían en un lugar muy concreto, en el pirineo catalán, en el Vall de La Vansa y Tuixent, en Lleida. Se movían en poblaciones muy aisladas y, además, eran las personas más pobres del valle, porque no tenían tierras y vivían básicamente de lo que les daba el bosque: recolectaban setas que secaban para vender y con la resina del pino elaboraban la esencia de trementina, que les servía para hacer distintos preparados para curar a animales y personas. Básicamente su economía era de subsistencia”.
“Eran mujeres que controlaban su propio dinero”
Además, las trementinaires también eran cuidadoras y tenían una relación muy especial con la vida y la muerte, como nos explica Jaime: “Digamos que hacían el círculo completo porque ayudaban en los partos, suministraban remedios medicinales y, cuando ya no había ninguna esperanza, te ayudaban a dejar esta vida y a adentrarte en lo desconocido. En la isla de Cerdeña tenían la figura de la "Acabadora", que eran mujeres que ayudaban a morir a gente que se estaba muriendo, una especie de eutanasia de compasión”.
Preguntamos a Jaime si alguna vez se las acusó de brujería: “No, porque la figura de la trementinaire surgió en el Siglo XIX y terminó bien entrado el Siglo XX. Creo que la última se retiró en 1982. Y las últimas acusaciones de brujería creo que fueron en el Siglo XVII. Lo que no quita que a veces se las llamase brujas de forma despectiva”.
“Yo creo que lo más especial que tenían las trementinaires –continúa Jaime-, es que eran mujeres muy independientes que hacían lo que querían en una época en la que la mujer estaba totalmente controlada por los hombres. Cuando los maridos terminaban las labores del campo, en verano, ellas ya habían recogido sus plantas. Y cuando en otoño los maridos salían del valle a buscar otros trabajos, ellas se dedicaban a recorrer el valle vendiendo esas medicinas que habían estado preparando. En rutas que podían ir desde esa zona del Pirineo de Lérida hasta Tarragona. Leí sobre una que llegó a adentrarse en Valencia”.
“Lo importante –concluye- es que ellas iban vendiendo sus preparados y tenían su propio dinero, lo que era completamente inusual para una época en la que a la mujer no se la dejaba trabajar fuera de casa. En un libro leí que una trementinaire contaba cómo llegaba a una casa a vender y la mujer no podía comprarle nada porque no estaba su marido, que era el que manejaba el dinero. Y esa es la principal diferencia, que, aunque ella fuera pobre, podía disponer del poco dinero que ganase. Eso marcaba la diferencia con las mujeres de la época, incluso con las que estaban en una posición económica mucho mejor”.
Dos mujeres que sobreviven en el bosque
La protagonista del cómic es Mara, una trementinarie que vende sus remedios por los pueblos y vive sola en el monte. Pero la edad empieza a pesarle y cada vez le cuesta más sobrevivir. Hasta que un día encuentra en el bosque a una extraña mujer que parece muda y decide acogerla en su cabaña, a pesar de que sabe que le va a traer problemas con la cerrada gente del pueblo.
“Hay una cita de Nietzsche –nos explica Jaime-, que creo que define muy bien al personaje de Mara y nos ayuda a comprender su relación con sus vecinos: "El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo".
Una historia en la que se mezclan muchas cosas, como el feminismo, la masculinidad tóxica, las epidemias, la eutanasia, la vida rural, la religión, la educación, la muerte... e incluso algún toque oscuro y sobrenatural.
“Básicamente quería hacer una historia oscura -confiesa Jaime-. Si alguien piensa que esto va a ser una historia documental sobre las trementinaires se equivoca. Es una historia oscura con muchos temas que ayudan a crear una ambientación opresiva. Como la inclusión de la enfermedad, la rabia, y lo que ello acarrea. O el miedo atroz a lo que generaba esa rabia, que saca lo peor de algunos personajes”.
“E incluso la eutanasia infantil para evitar el sufrimiento a esos niños que contraían la rabia –continúa-. Un sufrimiento que podía alargarse durante dos o tres semanas y que era una agonía para las familias. Hay casos documentados en Murcia sobre gente enferma a la que la familia quería evitar sufrimientos y lo que hacían era que alguien entraba en sus cuartos a oscuras y disparaba hacia la cama con una escopeta de caza. Lo hacían a oscuras porque el que disparaba tampoco quería pasar por ese trance. En esa época se daban situaciones muy dramáticas”.
Por si os lo estáis preguntando, esta historia se gestó en medio de la pandemia de coronavirus. ”Si –asegura Jaime-. La pandemia cambió mi historia porque, lo que en un principio iba a ser más bucólico, acabó convirtiéndose en algo más dramático”.
En el cómic también se habla de ciencia y religión y de las primeras escuelas laicas que se instalaron en la zona. “En esa época la iglesia marcaba lo que había que pensar –asegura Jaime-. Instauraba sus dogmas que la gente tenía que seguir sin planteárselos. Por ejemplo, estas mujeres ejercían una actividad similar a la de los médicos, se basaban en el método de prueba y error, consiguiendo que sus remedios cada vez funcionasen mejor para para curar ciertas enfermedades”.
“Y ese razonamiento, ese observar las leyes de la naturaleza y pensar por uno mismo, es lo que a la Iglesia le molestaba en cierta forma –continúa el autor-. Y a eso añado en el cómic el tema de los colegios laicos. En la segunda mitad del XIX, cuando se empiezan a industrializar las ciudades más importantes de España, proliferan este tipo de escuelas, que la Iglesia ve como un peligro que puede menoscabar su autoridad. Por eso en el cómic aparece el cura del pueblo, que dice que llevar a los hijos a una escuela laica es pecado y que es tan malo como despeñar a tu hijo por un barranco o prostituir a tu hija. Esto lo decían algunos curas para que la gente no llevase a sus hijos a la escuela laica. ¡Es terrible!”
La vida, la muerte y los fantasmas del pasado
Como decimos, la vida y la muerta también son temas que están muy presentes en todo el libro. “Hay una serie de personajes muy ligados con la muerte –afirma Jaime-. Pero no puedo contar mucho sin desvelar ciertas cosas. En el cómic se refleja que hay o puede haber una buena muerte y una mala muerte. Hay personajes que están muy ligados a esta buena muerte y a esta mala muerte. Algunos la reciben y otros la administran”.
“Y para mí –añade-, esa diferencia es fundamental, porque todos deseamos que, cuando llegue el momento, tengamos una buena muerte”.
Además, en el cómic hay algunos elementos fantásticos. “Trato de darle un punto casi de fábula –asegura el autor-, pero siempre desde una perspectiva más realista para la gente a la que, como a mí, no le guste el exceso de fantasía. Así que hay situaciones que pueden ser fantásticas a priori, pero que, si las vemos en detalle, pueden producirse porque el personaje que las vive está bajo los efectos de la fiebre. Esas apariciones suelen estar justificadas desde un punto de vista realista”.
Algunos de los protagonistas también se sienten perseguidos por fantasmas del pasado. “En esos momentos que parecen de un cuento de miedo, de una historia de fantasía, también hay un carácter social importante –asegura Jaime-. Porque para mí, la historia no deja de ser un drama rural muy oscuro y con un importante trasfondo histórico-social. A pesar de que la historia tenga ese punto de terror y misterio que siempre me ha gustado”.
Unos paisajes espectaculares
Los Pirineos Catalanes son el espectacular (e intrigante) escenario donde transcurre la historia. “Estuve cuatro días caminando por los bosques y visitando los pueblos donde vivieron las trementinaires. En algunas de las casas donde vivieron han puesto unas plaquitas con sus nombres. Y en el museo pude hacer fotos de todos los enseres que llevaban colgados y que usaban para su labor. Por ejemplo, los fardos que hacían, los aceites que usaban, la ropa que llevaba…”
“También –añade-, estuve hablando con la gente de Ossera, una población muy pequeña donde vivieron varias trementinaires. Es curioso, porque ese pueblo aparecía en un documental que vi en la televisión y en el que se contaba que en los años 70 del Siglo XX fueron a vivir allí artesanos, gente joven que se instalaron y recuperaron casas que estaban derruidas. Y muchos han perdurado hasta el día de hoy dedicándose a la cerámica, a la venta de plantas... Pude hablar con ellos sobre lo duros que son los inviernos en la zona y qué se puede plantar en los huertos en invierno para subsistir, como coles, patatas... Porque quería que Mara fuera una persona autosuficiente. De ahí también saqué la idea de esa construcción de piedra que aparece en el cómic y que Mara usa para que las patatas se conserven durante mucho tiempo y pueda comérselas o venderlas”.
Otra de las cosas que más nos llama la atención del cómic es el uso del color. “He trastocado los colores a mi voluntad –confiesa Jaime-. Me he documentado mucho sobre las tonalidades del bosque en cada estación, pero luego las he trabajado a mi manera. Por eso hay muchas sombras, muchas penumbras. Eso es lo que más dolores de cabeza me ha supuesto, porque pensaba que, si no quedaba bien en la imprenta, esos bosques podían convertirse en amasijos de masas oscuras”
“Hasta un día antes de entrar en máquinas hice cambios en los colores –continúa Jaime-. Pero al final han hecho una impresión increíble. Estoy muy contento con el color”.
¿Qué queda de las trementinaires?
La última trementinarie se retiró en los años 80 del pasado Siglo. Preguntamos a Jaime si queda algo de ellas. “La profesión ya no se ejerce, pero hay descendientes de ellas que siguen trabajando el tema de las plantas. Hace poco mi mujer me descubrió a una mujer que se gana la vida en Instagram recuperando esas plantas y esos remedios que utilizaban”.
“Creo –añade-, que es una cultura, una tradición, que no deberíamos olvidar, porque nunca se sabe cuando vamos a necesitar esos remedios naturales. O, simplemente, deberíamos saber qué plantas podemos comer y cuáles no. Cuando era un niño iba con mis abuelos al bosque y cogían plantas para hacer la sopa. Pero ahora mismo, me sueltas por el campo y no sabría distinguir lo que es comestible de lo que no. Eso lo hemos perdido, porque nuestros abuelos lo sabían perfectamente”.