Metamórfosi: el pueblo griego que votó cambiar de lugar por culpa del cambio climático
- Los habitantes de Metamórfosi negocian con el Gobierno de Grecia su traslado a un lugar seguro
- "Dos vecinos fallecieron, pero todos estuvimos en peligro. Fue como un tsunami", recuerdan los vecinos
A la siete de la mañana, como cada día, Faní Dadou abre el único bar que funciona en Metamórfosi, un pequeño pueblo en el interior de Grecia, en la llanura de Tesalia. Enciende la estufa, sintoniza la televisión y recoloca las mesas a la espera de que lleguen los clientes. “Antes teníamos nuestra cocina, nuestros fogones, nuestro negocio, nuestra vida… teníamos de todo y ahora estamos un peldaño por encima de las personas sin hogar”, cuenta con emoción una mujer que regenta este local junto a su marido Váios desde hace 26 años.
"Hemos vuelto a abrir después de limpiar y limpiar el barro, primero por nosotros, pero también por la comunidad", explica la dueña del bar mientras pone sobre el fuego una tetera que le permitirá tener agua caliente para lavar los vasos.
Aunque han pasado muchos meses, nadie ha olvidado en este pueblo dedicado al cultivo del algodón la fecha del 7 de septiembre del 2023. Las previsiones meteorológicas habían advertido de la llegada de una DANA (depresión aislada en niveles altos), un fenómeno excepcional al que llaman “bloqueo en omega” griega (una masa de aire excepcionalmente cálida entre dos masas de aire frías) que iba a dejar mucha agua, "demasiada agua", dice Panagiotis Giannópoulos, meteorólogo de la Televisión Pública Griega (ERT)
Los pronósticos se cumplieron con creces. La tormenta Daniel descargó más de 500 litros de agua por metro cuadrado en la región de Tesalia. En dos días llovió lo mismo que cae en Inglaterra en un año.
Seis metros de agua
En Metamórfosi están acostumbrados a pelear contra el agua. Situado a tan solo 90 metros de altitud y rodeado de ríos, sus gentes han sufrido inundaciones en 1953, en 1994, en 2000 y ahora en 2023. “Ninguna tan devastadora como esta de Daniel”, nos cuenta Petros Kontagiánnis, presidente de la comunidad.
“Perdimos a dos de nuestros vecinos, y podríamos haber perdido a muchos más“
“Perdimos a dos de nuestros vecinos, y podríamos haber perdido a muchos más. El pueblo ha quedado devastado, se ha destruido todo” Este joven, bombero de profesión, reconoce tener lagunas mentales de aquellos días.
Recuerda la orden de evacuación, el sonido de la alarma del 112, la frenética actividad para poner a salvo a los vecinos en el centro cultural -una de las pocas edificaciones con dos pisos-, la lucha para evitar que el agua entrara en el pueblo, la rotura de los terraplenes, el pueblo convertido en un lago, los animales flotando en el agua.
El héroe de la barca
A sus 81 años, Kostas Tasiópoulos ha conocido las grandes inundaciones que ha sufrido el pueblo donde nació. Bajo un modesto cobertizo aún conserva la barca con la que rescató a varios de sus vecinos de las aguas que anegaban sus casas.
“Hice esta barca para pescar en los ríos porque soy un pescador aficionado“
“Hice esta barca para pescar en los ríos porque soy un pescador aficionado, siempre he visto el agua como un pasatiempo”, confiesa este agricultor jubilado mientras relata como fue trasladando a los vecinos que se habían refugiado en los techos de las casas o sobre los tractores. “El agua lo cubría todo, el pueblo era un lago, solo se veían algunas tejas”, recuerda.
“Hice varios viajes y los fui llevando hasta el centro cultural”. Un edificio multiusos de dos plantas, donde pasaba consulta el médico y donde se realizaban actividades comunes. Un lugar donde se refugiaron unas 70 personas y de donde fueron evacuadas por el ejército en helicóptero.
“Sólo hice lo que tenía que hacer. Podía hacerlo y lo hice, no creo en el heroísmo“
Todos los vecinos reconocen que el esfuerzo de Kostas salvó a sus vecinos, aunque él niega que sea un héroe: "Sólo hice lo que tenía que hacer. Podía hacerlo y lo hice, no creo en el heroísmo. Si acaso mi presencia les infundió valor”, sentencia quitándose importancia.
Como un tsunami
“Fue como un tsunami”, recuerda Thimios Platiás, un mecánico de coches y propietario de una de las pocas casas con dos alturas. En apenas diez minutos el agua llegó hasta la cerradura de su puerta.
“Nunca, en 46 años que tengo -dice el cura de la localidad- he visto tal cantidad de agua". "La inundación llegó hasta el techo del templo y destrozó buena parte del cementerio", confirma entre sillones destrozados por el paso de la inundación.
Cuando llegó la inundación, Athanasios Kostís estaba a punto de recoger el algodón. Cultiva junto a su socio unas 263 hectáreas, sobre todo algodón y algo de maíz. El agua se llevó toda su cosecha, además de inutilizar buena parte de la maquinaria.
“Toca empezar otra vez desde cero y no tenemos fuerzas“
Grecia es el principal productor de algodón de la UE, el 40% de él se produce en la meseta de Tesalia. “Toca empezar otra vez desde cero y no tenemos fuerzas” confiesa mientras ara una tierra anegada meses después del paso de la tormenta Daniel y de la de Elías, que llegó 15 días después. Según sus cálculos, los daños ascienden a más de 250.000 euros.
Refugiados climáticos
Elías Dados y su mujer Vana Akrivoú lloran de impotencia. "Se acabó, tras muchos años de esfuerzo nos hemos quedado sin nada". “Sobrevivimos, pero ¿de dónde vamos a sacar las fuerzas para empezar de nuevo?”, pregunta este agricultor.
“Llevo meses sacando barro de nuestra casa. Todo ha quedado inservible. Nos han ayudado. Ha habido mucha solidaridad. La ropa que llevamos puesta nos la han dado”, apunta Vana, su mujer. “Claro que nos consideramos refugiados climáticos”, afirman sin dudarlo.
“Algunos no se acaban de creer eso del cambio climático cuando ya está aquí“
"Algunos no se acaban de creer eso del cambio climático cuando ya está aquí", reflexionan. “No me voy a ir de mi casa por gusto, sino porque la emergencia climática nos empuja a dejar nuestro pueblo“, ratifica Petros, el alcalde.
Después de la última inundación, una de las más devastadoras sufridas por esta pequeña localidad, la mayoría de los vecinos pidió y ratificó en referéndum dejar el pueblo y mudarse a otro espacio más seguro.
El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, de visita tras el paso de la borrasca Daniel, aceptó la petición de los vecinos y les prometió, además de las ayudas, que el pueblo no sería destruido.
Referéndum para mudarse a otro lugar
El bar de Faní y su esposo Váios se ha convertido en el punto de encuentro. Allí llegan las cartas de las compañías de luz, agua y teléfono. Por allí pasan los vecinos que se acercan al pueblo a limpiar sus casas o a sus tareas agrícolas.
En torno a la estufa y entre vasos de café o de "tsipuro" -el licor tradicional-, los vecinos discuten y deciden cómo va a ser su traslado a ese lugar elegido por los técnicos para levantar las nuevas casas.
Está cerca, a unos seis kilómetros, en el municipio de Palamás. Es más seguro, sin peligro de inundaciones ni de terremotos. Lo corrobora Eftimios Lekkas, profesor de gestión de Desastres en la Universidad de Atenas: "es obligatorio trasladar esos asentamientos, y hay que hacerlo a lugares más seguros no sólo frente a la inundación, sino ante posibles movimientos sísmicos".
En opinión de este experto, "hay que dar más resiliencia a Metamórfosi y a Vlojós para que puedan hacer frente a los múltiples riesgos que se ven venir con la crisis climática".
“Lo que no podremos recuperar nunca serán las fotos de la infancia de mis hijos, las de nuestra boda“
Sobre una planicie se construirán las nuevas casas. Los vecinos esperan poder mudarse en dos años mientras seguirán desperdigados por toda Grecia. Algunos volverán, tal vez en verano, para limpiar unas casas cubiertas de barro y recuperar sus tareas. “Volveremos a comprar la nevera, el sofá, será mejor o peor“, dice Faní entre lágrimas. “Pero lo que no podremos recuperar nunca serán las fotos de la infancia de mis hijos, las de nuestra boda. Eso es lo que más nos duele todo eso que se llevó el agua y que no podremos reponer".