Enlaces accesibilidad

Mujeres jóvenes en oficios tradicionales: "No hay relevo generacional"

  • Mujeres jóvenes encuentran una salida laboral en oficios de toda la vida
  • Así es la experiencia tres mujeres en oficios artesanos: redera, ceramista y mariscadora

Por
Una redera, Ana Lista y una ceramista, Judith Palos
Mujeres jóvenes en oficios tradicionales: "No hay relevo generacional". RTVE

Ana Lista es una redera de 34 años que trabaja en Corme (Galicia). Lleva dada de alta en la Seguridad Social desde hace seis meses. "Empecé porque tengo pareja que es marinero. Llevo toda la vida con él. Veo el trabajo muy de cerca. El mar y los trabajos manuales me han gustado siempre. Las compañeras me animaron a hacer el curso de formación", dice Lista mientras cose la red a los cabos y a las trallas y orilla la volanta —red para pescar la merluza—.

Marta Borrageiros es mariscadora en Cambados. Tiene 42 años y está entre las más jóvenes del marisqueo a pie en el que las mujeres representan el 63% de la fuerza laboral. "Me quedé sin trabajo, tengo a tres hijos. Mi suegra me animó a presentarme a las listas y la formación de las mariscadoras. No gano una nómina alta, pero es lo que hay", cuenta.

Las mujeres representan más del 63% de la fuerza laboral en el marisqueo.

Las mujeres representan más del 63% de la fuerza laboral en el marisqueo.

Judith Palos ha montado su propio taller de cerámica en Madrid, pese a que muchos la desanimaron con la cantinela de que "no había futuro en ello". "Siempre me ha gustado la creatividad y la artesanía. Por eso me dediqué a la cerámica", dice Judith Pablos. "No fue mi primera opción. Estudié Bellas Artes y primero probé con la pintura", explica la ceramista.

La tradición como salida laboral para unas pocas

Las rederas reinventan una profesión en peligro y buscan salidas laborales a través de diversas actividades: charlas, talleres de confección con redes, como el proyecto Enredadas, con cursos divididos en cuatro módulos basados en las principales artes de pesca: arrastre, cerco, palangre y artes menores. Las mariscadoras de Cambados también buscan diversificar el oficio con tours turísticos y clases de formación.

Galicia concentra al 80% de las rederas.

Galicia concentra al 80% de las rederas. RTVE

Para Palos, la cerámica ha vivido un boom tras la pandemia porque la gente quería huir de las pantallas. "No llevo ni un año con el taller abierto, pero estoy loca de ilusión. Sobre todo, en mi oficio, noté un impulso después de la COVID-19. La gente quería hacer recuerdos con sus propias manos, crear experiencias, realizar objetos, desconectar de tanta pantalla y estrés. Las personas querían crear pequeños oasis y contar con un tiempo de calidad", dice.

Judith Palos trabajando la cerámica en su taller.

Judith Palos se dedica a la cerámica por vocación.

Falta relevo generacional

Las rederas son profesionales dedicadas a la confección, reparación y mantenimiento de artes y aparejos de pesca cuya visibilidad es mayor por el asociacionismo de mujeres como, por ejemplo, O'Peirao, comunidad a la que pertenece Ana Lista. El hacer fuerza juntas también es crucial para las mariscadoras de Galicia. Sin embargo, nuestras entrevistadas echan de menos que se apunten más jóvenes.

El futuro lo veo crudo porque no veo relevo en los jóvenes

"Falta relevo generacional. Las jóvenes prefieren estudiar oposiciones y tener un techo y calefacción. Pero tiene que haber obreros para pagar a los funcionarios", se ríe Borregeiro. Lista no cree que se pase el testigo en su oficio. "El futuro lo veo crudo porque no hay remplazo de los jóvenes. Es un trabajo duro con el que no te haces rica. La gente joven quiere trabajar poco y ganar mucho. Pasa igual con el trabajo de marinero. A mí me da mucha satisfacción porque hago una red con las manos que va al mar y tiene una utilidad. Lo miro y digo: 'Vaya, lo que he hecho sirve para pescar' pero soy una entre mil", dice esta redera.

Mujeres: un 63% de la fuerza laboral del marisqueo

Luces y sombras del trabajo

Los estereotipos negativos, explica Judith Palos, relacionados con su profesión, es el principal obstáculo que sufre, además de la falta de financiación y asesoramiento: "Me molestan las etiquetas peyorativas y las etiquetas que nos aplican a las ceramistas. Que todo el mundo se imagine a Demi Moore en Ghost."

Judith Palos, ceramista

Judith Palos, ceramista

"Lo más duro del trabajo es el peso que coges. Hace temporal y trabajas fuera. Hay que estar fuera bajo el frío y la lluvia. Cuando orillas, la red tiene que estar estirada, con lo cual debes ir al aire libre porque en la chabola (lugar donde cosen las redes) no cabes", explica Lista.

Por su parte, Borregeiro lo tiene claro: "Lo más sufrido es el clima. Me tocan días de trabajar en la ría, con lluvia, tormenta, a la intemperie, con frío". Aunque Palos explica que lo que más le cuesta es el estereotipo social que rodea su profesión. "Cuando digo que soy ceramista, la gente se imagina que solo hago jarrones. También que me digan: 'Búscate una trabajo de verdad'. Me resulta difícil que la gente piense que hacer cerámica no es un trabajo", añade.

¿Y la parte luminosa? Nuestras tres entrevistadas se muestran contentas con su profesión por diferentes razones. "Lo mejor es que no estoy bajo el mando de un jefe. Estoy al aire libre. No tengo la presión de lograr objetivos forzosos. Puedo mariscar hasta cuatro kilos de almeja japonesa como máximo. Si consigo un kilo, pues eso es lo que gano", cuenta Borregeiro.

"Tengo flexibilidad horaria. Estoy trabajando, el niño se me pone malo y me cubren las compañeras", añade.

Así mismo, Judith Palos valora la parte creativa de su oficio. "Me encanta crear con las manos". Reconoce que tiene el sueño de crear su propio taller de cerámica desde su infancia: "Iba a un colegio de monjas de Zaragoza. La profesora de Dibujo habló con mis padres para decirles que yo tenía dotes artísticas. Ahora yo también doy clases y soy profesora de mi especialidad".

¿Discriminación por ser mujer?

Las tres niegan sufrir marginación de género en su día a día laboral. "No, para nada estoy discriminada", afirma Marta Borregeiros. "Somos duras con el rastrillo y el raño. Estamos cuatro horas sin parar trabajando la playa. Es demoledor. Te quema el sol", dice esta mariscadora, aunque insiste en que hay igualdad y que ser mujer no ha jugado en su contra.

Ser redera también es un trabajo feminizado. "Viene de tradición. Las rederas tienen madres, abuelas que se han dedicado a coser redes o tenían barco en casa. Antiguamente, los hombres se iban al mar y las mujeres nos dedicábamos al oficio. Las niñas empezaban a manejar las agujas desde que eran nenas", asegura Ana Lista, redera. "Aquí no hay discriminación porque somos mujeres y compañeras. Cuando hice el curso de formación, había más hombres marineros que mujeres y te enseñaban a hacer algo si tú no sabías", añade.

Cuando hice el curso de formación de redera había más hombres, marineros, que mujeres

"Noto compañerismo. En el muelle, siempre hay buen ambiente. Si un marinero te ve llevando un palé de volantas (redes para pescar la merluza), te dice: 'Espera que te ayudo'. Puede pesar 60 kilos", concluye Lista, quien afirma que hay solidaridad entre las rederas.

Por otra parte, Judith asegura tener a más mujeres alumnas que a hombres en sus clases, entre 500, solo 10 hombres. Reconoce que tampoco ha sufrido discriminación de género. "La mayoría de las alumnas ronda la treintena. En los centros culturales, la media de edad de mis alumnas es de 60 años. Tengo hasta a una bisabuela. Lo que importa es la edad espiritual, no la física. Hay buen ambiente. Con los compañeros también", narra.

"Culturalmente, la alfarería, la cerámica, están asociadas a las chicas. Por desgracia, es un trabajo que se está perdiendo, se está abandonando esa tradición, esa belleza", concluye esta ceramista.