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Miles de pulseras, un pañal y un universo descubierto con Taylor Swift: crónica de un 'no-swiftie' en el Bernabéu

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Taylor Swift, en el primer concierto del Bernabéu
La cantante Taylor Swift durante la primera de sus dos actuaciones en el Estadio Santiago Bernabéu

Madrid y el Bernabéu han vivido y respirado desde hace días por una cita. Y por extraño que parezca para alguien futbolero, no, no es la Champions. En el barrio de Chamartín se vive el presente, se vive una "era". Un antes y un después. La era Taylor Swift con su "Eras Tour".

El ensordecedor grito de los días de partido ha dejado paso a otro bien distinto. No se escucha el famoso "como no te voy a querer" o el "hala Madrid y nada más". No se aprecia al típico aficionado enfadado con la vida culpando al delantero de que nunca la enchufa. Se escuchan las letras de Love Story, Lover o Miss Americana, todas ellas canciones de la artista de Pensilvania. Una situación algo descolocante para la mirada de un extraño 'no-swiftie' que este miércoles pasea por la zona antes de ir al concierto de la cantante estadounidense. La calle Concha Espina está cambiada, no es la habitual para el que solo ha conocido esto los días de partido, piensa en su mente. Solo un mensaje se lee y escucha en el horizonte. Y tiene nombre y apellidos. Taylor Swift.  

Como del barrio Spagnolo de Nápoles y su idolatría a Maradona, como las calles de Liverpool con sus Beatles, o cómo París y su Torre Eiffel. Nadie se los imagina sin sus características habituales. Y uno espera llegar al Bernabéu y encontrarse con lo que es un santuario deportivo para muchos, una pesadilla para según quienes, o un armatoste de metal para otros. Pero sobre todo ver al Real Madrid y nada más.

Pero no, algo ha cambiado estos días, los puestos de pipas con banderas madridistas en Marceliano Santamaría venden merchandising de Taylor Swift. Incluso la tienda del club ha pasado a vender camisetas y sudaderas del concierto con el lema "The Eras Tour". A 45 euros y 80 respectivamente cada una por cierto. No hay nadie que no quiera estar aquí, no hay aficiones rivales, solo una ilusión: estar aquí y ahora, en los dos conciertos que Taylor Swift da en España después de once años. Eso sí, hay algunos, como el cronista que aquí escribe que es su primera vez ante el universo Swiftie. Esta es la crónica de la mirada de un extraño en el concierto de, para casi todos los asistentes, una de las artistas del momento y la número uno a nivel musical.

Sombreros de cowboy, botas country y vestidos de lentejuelas

El gran día ha amanecido soleado, y el calor de estas últimas semanas primaverales no se deja sentir solo en el termómetro, también en el ambiente que hay alrededor del estadio. La calle es un ir y venir de gente continuo, un hervidero de fans. Algunas con vestidos de lentejuelas, otras con botas de tacón cowboy, otros con la camiseta del equipo de fútbol americano de su pareja. Todo el mundo lleva un guiño para Taylor.

Pero en un lateral, medio a la sombra medio al sol, la gente se empieza a amontonar desde bien temprano. Entre paraguas para protegerse del calor, sillas para hacer más amena la espera y nervios e ilusión infinita, cientos de personas ya hacen cola para pasar a lo que dicen es "el evento del año". Algunos desde las nueve de la mañana, otros desde las once, otros incluso han pasado la noche ahí... La cola es interminable. Tanto como la paciencia y los nervios que tienen los 'swifties' por ver a su "reina".

La procedencia de los asistentes: infinita. Wisconsin, San Diego, Lepe, Valladolid, Ibiza, México. El Bernabéu es un cruce de caminos de todo el mundo pero con un destino común: Taylor Swift. 

La espera se hace más o menos amena, cuentan. Mientras cantan las canciones de la estadounidense, Julia se come un bocata de chorizo, mientras habla con RTVE.es. Entre bocado y bocado, ofrece una pulsera hecha a mano. "¿Queréis una? Son las pulseras de la amistad", explica. Hechas a mano por sus fans, es tradicional que se intercambie entre los seguidores de Swift como gesto de amistad. Algunas llevan alguna letra de una de sus canciones escrita, otras el año de nacimiento de la artista o el título de alguna canción.

"Lo que se nos ha olvidado es el pañal", dice una amiga de Julia. ¿Un pañal?, le preguntan extrañado. "Sí, claro, para cuando estemos en primera fila no perder el sitio si tenemos que ir al baño", dice riendo. La espera se hará larga y falta todavía mucho tiempo para ver a "su reina", y son conscientes.   

Lentamente, pero las horas pasan y el gran momento se acerca. Los nervios crecen, la ansiedad se dispara. Pero al mismo tiempo, la emoción es directamente proporcional. Las puertas se han abierto pasadas las cuatro de la tarde, y la gente poco a poco va pasando bajo un sol de justicia que hace que la espera sea aún más dura. "Pero todo esto merece la pena", cuenta Dylan, un fan estadounidense que ha venido desde Polonia. Aunque el concierto no comenzará hasta pasadas las ocho de la tarde, muchos corren ya para colocarse en las primeras filas. 

Ryan, un "extraño" venido desde San Diego

En el interior, especialmente en la pista, la temperatura es algo más agradable. Además, regalan agua a todo aquel que se acerque con un vaso a pedirlo a la barra. Todas las botellas de agua son gratis, corren a cuenta de la organización del concierto. Un gesto que muchos fans agradecen después de gran parte del día al sol. 

Mientras la hora de inicio se acerca, una familia al completo se prepara. Ryan, pelirrojo, alto y fuerte, con gorra, tres bolsas de merchandising de "The Eras Tour". A su lado, su mujer. Y al otro, sus dos hijas, de 16 y 18 años, que no paran de cantar y moverse, mientras pegan lentejuelas con forma de corazón a en el moflete de su padre. "Venimos desde San Diego, California", cuenta. "Ellas son muy fans. A mí, no me gusta y me resulta extraño, pero si a ellas les gusta... No venimos solo al concierto, pero ya aprovechamos", cuenta en inglés mientras sonríe y guiña un ojo y se toca la perilla pelirroja que tiene.

De repente, un ruido ensordecedor y una ovación en el público hacen presagiar que todo está a punto de comenzar. Ryan se pone unos tapones morados, las niñas se van varias filas más hacia delante guiadas por la emoción y el nerviosismo. El padre y la madre vigilan desde atrás. Y de repente, como si de una erupción y de un brote de alegría se tratase, ahí está. Taylor Swift sale del suelo del alargado escenario que recorre de punta a punta el largo del Bernabéu. Al ritmo de Miss Americana, la estadounidense pone en pie a todo el estadio. Las lágrimas de emoción se ven en las caras de algunas fans, los saltos de alegría y el griterío no deja escuchar más allá. Retumban los tímpanos y Madrid.

"¡Gracias Madrid! Me hacéis sentir realmente poderosa", agradece la cantante al terminar su primera canción ante los 65.000 espectadores que este miércoles se han dado cita en el primero de los dos conciertos que dará en España.

Tras ello, todo un himno de canciones continuadas para sus fans. A ritmo eléctrico y vivo. Sin casi pausa para asimilar la majestuosidad del show que ha montado con decenas de bailarines y bailarinas sobre el escenario, pianos de cola que salen del suelo, un despacho de una oficina que se levanta o una casa de madera repleta de musgo. A Miss Americana le siguen The Man, Lover, Fearless, Love Story... Y así, más de cuarenta canciones en las cerca de tres horas y media de concierto que ofrece la artista.

Roque, 13 años y un guiño con Taylor Swift que no olvidará jamás

Entre la multitud, un niño, Roque, de 13 años, no para de cantar y gritar emocionado todas y cada una de las canciones. El niño, con tacones cowboy, pantalón corto con pegatinas de lentejuelas, polo blanco y gorra rosa de cowboy va acompañado de su madre, Luz, que también lleva un gorro a juego con su hijo.

Están muy cerca del escenario, pero aun así, Roque tiene que ponerse de puntillas para ver todo. No quiere perder detalle. "Es muy difícil explicarte lo que es Taylor Swift. No sé. La he seguido desde que era muy pequeño y es muy emocionante", cuenta el niño entre canción y canción. Mientras habla, observa con mirada ansiosa lo siguiente que va a salir en el escenario. Quién sabe si el enésimo cambio de vestuario de los artistas o coreógrafos. O el extremo por el que aparecerá ahora Taylor Swift. Los ojos se le van de lado a lado. "Nunca había pensado que iba a estar hoy aquí porque las entradas nos las dieron ayer", cuenta. Pero de repente, la conversación se para. La música aparece y un grito de emoción le apodera. Empieza a sonar Reputation. Roque saca el móvil dispuesto a grabar, y como él, todo el Bernabéu se viene abajo gritando a pleno pulmón con Taylor.

"Os quiero mucho Madrid. Muchas gracias", asegura la artista al terminar. Acto seguido, una ovación de más de tres minutos pone la piel de gallina a los asistentes.

Mientras tanto, el final se acerca. Han pasado más de tres horas desde el inicio del concierto. La noche se ha cerrado en Madrid, pero Taylor no deja de dar luz en este caluroso día. Roque vuelve a intentar ponerse de puntillas para ver a Taylor de cerca, se ha acercado a la zona del escenario que está él, pero no llega. Al lado, Dani, un hombre de casi dos metros de alto, y que ha pasado gran parte del concierto a su lado, le levanta para que no pierda detalle. Y como si de un elegido se tratase, ahí está, Roque, dos metros por encima de la multitud y Taylor se percata de ello. Le saluda. Roque se vuelve loco. Clímax, final feliz.

En ese carrusel de emociones, a cada cual mejor que la anterior, Taylor cierra el concierto con la canción de Karma, asegurando que Madrid es su karma positivo. Con dos minutos finales de ovación, Taylor se va como llegó, entrando bajo el escenario. Roque se va con el día más feliz de su vida. Y los extraños que no seguían a Taylor como Ryan o el cronista se van con la sensación de haber descubierto un mundo nuevo. Un mundo en el que caben todo tipo de personas diferentes y que probablemente solo tengan en común su música, o no, y aun así nadie se siente juzgado, vaya como vaya y con quién esté. En definitiva, un espacio libre, seguro y emocionante.