Cuando la cultura se mezcla con el narco: los corridos tumbados de México, la última generación de narcocorridos
- El cantante mexicano Peso Pluma ha dado un salto internacional con sus narcocorridos
- Este género musical narra las "gestas" de los narcos y se ha convertido en expresión de la cultura popular
- Sigue en directo la última hora de las elecciones en México
México, donde los cárteles de la droga proliferan en cada extremo del país, es un terreno fértil para el narcotráfico que se ha ido fusionando con las expresiones culturales como la música, el cine o el arte. Es la nueva cultura urbana, un reflejo de "todo lo que se está viviendo en México desde el siglo pasado", según asegura la doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Nayarit, América Becerra. "Se ha convertido en un modo de vida asentado en la violencia, en la muerte y en el poder y muy ligado a la riqueza, al narcotráfico y a la ostentación", añade.
Los corridos, el tradicional género musical mexicano, también ha mutado para convertirse en vehículo de expresión popular del crimen organizado que hace de esta variedad musical una de sus máximas herramientas de penetración: los narcocorridos. Uno de los máximos exponentes de estos narcocorridos es el cantante conocido como Peso Pluma. Este joven de 25 años, natural del estado de Jalisco, ha sido uno de los artistas más jóvenes en llegar hasta lo más alto, muy rápido. Es el primer mexicano en liderar la lista global de Spotify y la revista Rolling Stone le calificó el pasado marzo como “el nuevo artista más importante del planeta”. Rompió récords cuando el año pasado colaboró con el productor argentino Bizarrap y llegaron a 4,1 millones de reproducciones en tan solo una hora. Sus letras huyen de los ideales revolucionarios característicos de los corridos originales. Ahora se canta sobre violencia, drogas y narcos y se alaba a un Estado paralelo donde lo que importa es quién tiene el poder.
México celebra las elecciones con más candidaturas de su historia. También se conforman como una de las citas electorales más letales. Unos 30 candidatos han sido asesinados, se ha intentado matar a otros 100 aspirantes y se calcula que entre 4.000 y 5.000 han renunciado a sus candidaturas después de recibir amenazas de muerte. En estados como Guanajuato, Chiapas o Guerrero resulta casi impensable que candidatos a las alcaldías se presenten a los comicios sin la aprobación previa de la organización criminal que controla ese territorio. La violencia y la inseguridad es lo que más preocupa a los ciudadanos en un país donde el gran problema que prevalece es la desaparición del Estado. El año pasado la tasa de homicidios se situó en 23,3 por cada 100.000 habitantes. Un clima de violencia atravesado con la banda sonora de los narcocorridos.
Estos narcocorridos "están poco involucrados con los procesos electorales y políticos", asegura el profesor de la Universidad de Kansas y experto en narcocorridos, Rafael Acosta. Pero, "aunque pertenecen a otra esfera", la polémica ha saltado fuera de México. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha afirmado en varias ocasiones que no busca censurar los corridos tumbados, pero ha pedido a los jóvenes que tengan en cuenta quién promueve el contenido de esas letras. "Pueden escuchar lo que quieran, pero no nos vamos a quedar callados cuando dicen que son buenas las tachas (pastillas de MDMA), que tienen un arma de calibre 50 y que sus ídolos son los narcos más famosos", sentenció en una de sus controvertidas conferencias de prensa matutinas.
Algunos gobernadores de diferentes estados en México, como Sinaloa o Chihuahua, han prohibido la reproducción de narcocorridos en eventos masivos y escuelas. Alegan que lo hacen por motivos de seguridad: más de una docena de cantantes de narcocorridos han sido asesinados en la última década. Pero la moda de los narcocorridos no es nueva, es una representación social que ya lleva años en el país.
¿Qué son los narcocorridos?
El juego de palabras entre narcos y corridos ha dado lugar a un género musical mexicano. Los corridos surgieron en el norte del país hace más de un siglo. Eran una especie de cantar de gesta, los himnos de la Revolución Mexicana y sus letras contaban historias de héroes y villanos y trasladaban los ideales revolucionarios.
Lo importante de los corridos no era tanto la música, sino la letra. "Las baladas populares nunca dejaron de ser una parte central de la cultura. Los corridos se transformaron no solo en el género más popular sino en un medio de expresión y de acceso a la cultura masiva para el pueblo mexicano", explica Acosta.
Pero también había corridos que hablaban de bandoleros y contrabandistas después de la Revolución, cuando surgió el mercado ilegal y la prohibición de algunas drogas: eran los primeros narcocorridos. Y según cambiaba la sociedad, lo hacían las letras. "Los narcocorridos tienen un arraigo muy fuerte en la población. Las letras van cambiando a la par que el narcotráfico, que cada vez se va volviendo más violento en México", afirma Becerra. En las últimas décadas, los corridos se han vinculado más al narcotráfico que a la revolución y sus letras se han vuelto cada vez más explícitas.
Corridos tumbados, un fenómeno mundial
Es la última generación de los corridos. Nacieron alrededor del 2010 en la frontera con Estados Unidos. Los corridos tumbados, o corridos bélicos, añaden elementos del hip hop, el trap y el reggaetón. "Son expresiones muy ligadas a los jóvenes del contexto urbano, algo muy diferente a los corridos previos", explica a RTVE.es Becerra. Las letras de estos corridos cuentan historias de narcotraficantes, romantizan su estilo de vida y transmiten mensajes sexistas. Es el género de Peso Pluma.
El mexicano lidera las listas musicales en países como Estados Unidos o España, algo que sería impensable para un artista de narcocorridos hace pocos años. "Una de las razones es que la música es atractiva, un argumento en sí mismo poderoso para entender su popularidad, independientemente de lo que represente política o culturalmente. Otra razón es que en muchos países donde se escucha a Peso Pluma los oyentes no entienden el español", argumenta Acosta.
Otro factor importante es la expansión del narcotráfico, tanto dentro de México como a nivel mundial. "El narcotráfico está ahora en todas partes. La gente encuentra en las letras de los narcocorridos cosas semejantes a lo que viven en su vida cotidiana", cuenta América Becerra.
Pero la clave está en las industrias culturales, que han jugado un papel fundamental en la expansión de los narcocorridos. "Estas industrias se encargan de colocar estos productos a escala mundial", explica Becerra. "Los jóvenes se ven seducidos por las letras, por los videoclips. Las industrias culturales contratan a actores y actrices muy guapas, ponen al narcotraficante de una manera ficcionada…. Te lo venden de una manera muy atractiva", añade.
La "apología al delito", en el centro de la polémica
Lo que transmiten los narcocorridos y lo que se ve en los videoclips desdibuja el límite entre lo que es ficción y lo que es real. Muchos políticos han intentado prohibir los narcocorridos por el mensaje que transmiten, de hecho, no se pueden difundir en lugares públicos ni en escuelas de algunos estados. Sin embargo, su distribución es tan amplia y la distinción entre apología de la violencia y libertad de expresión es tan fina, que controlar su difusión resulta complicado. "Clasificar a los narcocorridos como apología al delito y prohibirlos es una de las políticas más inefectivas que se han hecho en México", asegura Acosta. "Si se prohibía un disco, el mismo cártel que apoyaba ese disco lo vendía de forma pirata en la zona que controlase y además, salía más barato para la gente", añade. Becerra argumenta que "la ganancia que deja para las empresas es tan alta que no se ha podido controlar la expansión de estos productos. En redes sociales es facilísimo encontrar estos contenidos".
"No todas las audiencias tienen la misma respuesta hacia los narcocorridos. Hay una parte de la sociedad, grupos empobrecidos, cuyos entornos están muy ligados al narcotráfico y que es la población más susceptible de seducir con estas canciones", afirma Becerra. Pero añade: "Yo puedo bailar narcocorridos y no me hace narcotraficante".
"No es que no haya ninguna conexión entre la violencia y los narcocorridos, pero la gente muchas veces asume efectos demasiado directos, como si las personas que escuchan narcocorridos no tuvieran agencia o no fueran capaces de tomar decisiones por sí mismos. Yo no he escuchado jamás que se haya tratado de prohibir El Padrino argumentando que las personas que vieron la película se van a convertir en mafiosos", reflexiona Acosta. "Un muchacho en el instituto en España no termina de leer El Cid y se va corriendo a Toledo a por una espada para cortar a la gente por la mitad. Es mucho más complejo que eso", sentencia
* Sofía Nicolás es alumna del máster de Reporterismo Internacional RTVE/in y UAH. Paloma de Salas, redactora jefa de internacional de RTVE.es, es su tutora y ha supervisado este artículo.
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