Juan Carlos I, una abdicación fraguada en secreto que puso fin a 39 años de reinado
- Su renuncia se preparó durante meses pero la situación política y los escándalos personales precipitaron la abdicación
- Rajoy y Rubalcaba fueron elementos fundamentales en el proceso, del que solo estuvo al tanto un reducido grupo de personas
El lunes 2 de junio de 2014, España se vio sorprendida por una noticia de enorme alcance: el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba la decisión del rey, Juan Carlos I, de abdicar y abrir un proceso sucesorio para el relevo al frente de la Corona.
De este modo, se ponía fin a cuatro décadas de un reinado de luces y sombras, con algunos momentos brillantes en su primera mitad —transición de la dictadura a la democracia, elecciones libres, proclamación de la Constitución, discurso contra los golpistas del 23F—, pero que se había visto seriamente enturbiado por los escándalos personales del rey y de su entorno en los últimos años.
La abdicación había comenzado a fraguarse en absoluto secreto al menos año y medio antes de aquella fecha. Según contó Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey en los últimos años de reinado de Juan Carlos I, al periodista Antonio Caño en su libro Rubalcaba: un político de verdad (2020), el monarca le pidió a finales de 2012 que estudiara una posible abdicación, aunque luego pasaron meses sin que volviera a referirse a aquel asunto.
Incluso Zarzuela convocó una rueda de prensa en la que Spottorno tuvo que salir al paso de algunas informaciones y negó que don Juan Carlos estuviera valorando su renuncia al trono.
La cacería de Botsuana
Aquel 2012 había sido un año nefasto para Juan Carlos I, después de que en abril se rompiera la cadera durante una cacería de elefantes en Botsuana, donde acudió acompañado de la empresaria Corinna Larsen, con quien se le empezó a relacionar de manera abierta. El hecho coincidió con un momento especialmente grave de la economía española, con la prima de riesgo rozando los 400 puntos y el paro desbocado, lo que llevó al rey a pedir disculpas públicas en TVE cuando recibió el alta. "Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir", aseguró el jefe de Estado, unas palabras inimaginables solo unos meses antes.
La Casa Real ya estaba sufriendo las consecuencias de la implicación de Iñaki Urdangarin en el caso Nóos, relacionado con el desvío de fondos públicos, por lo que en diciembre de 2011 había decidido apartar al marido de la infanta Cristina de los actos oficiales por su "conducta no ejemplar".
A esto se sumaba el frágil estado de salud de Juan Carlos I, sometido a numerosas operaciones que había debilitado notablemente la imagen de hombre atlético y deportista que siempre había ofrecido el monarca. Todo ello se reflejaba en las encuestas internas que manejaba Zarzuela, en las que eran mayoría los españoles que desaprobaban a don Juan Carlos, un resultado que se invertía en el caso del príncipe Felipe, con mejor imagen de cara a la opinión pública.
Un acierto por "olfato político"
Pero un aspecto fundamental en este proceso fue el cambio en la situación política que se estaba atisbando en España, con la caída del bipartidismo PP-PSOE —lastrados por las consecuencias de la crisis económica— y la irrupción con fuerza de nuevos partidos como Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, que apostaba sin ningún tipo de dudas hacia un cambio a un régimen republicano.
“Se podía haber hecho antes, pero no después. El momento político fue ese. El olfato político, que nunca le faltó a don Juan Carlos, le hizo acertar”, señalaba hace unos días Rafael Spottorno durante un coloquio sobre la abdicación en el Ateneo de Madrid.
El 5 enero de 2014, durante la celebración de la Pascua Militar —que coincide con el cumpleaños del rey emérito—, don Juan Carlos reapareció tras una operación de cadera y ofreció una imagen física muy deteriorada, a lo que se sumó la dificultad que tuvo para leer su discurso. Aunque Zarzuela luego justificó este hecho en la falta de luz del atril del monarca, la impresión que dio el rey aquel día fue preocupante.
Proceso en marcha
No se sabe si fue este hecho concreto o una suma de circunstancias lo que precipitó la abdicación pero semanas después, según cuenta Spottorno en el libro de Antonio Caño, el rey le dijo a su secretario que pusiera en marcha el proceso. Era febrero de 2014.
El que fuera director de El País cuenta que Juan Carlos I tenía la intención de anunciar su decisión durante el discurso de Navidad de 2014 y hacer efectiva la dimisión en algún momento de 2015, coincidiendo con el 40 aniversario de su coronación. Pero que su entorno le aconsejó que no demorara tanto el momento. "Cuanto antes", le dijo el expresidente del Gobierno Felipe González, que fue uno de los que estuvo al tanto de este proceso, así como José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, en un proceso que se llevó con la máxima confidencialidad.
También lo supieron los príncipes de Asturias, lógicamente, aunque según Spottorno, don Juan Carlos no hizo partícipe a su familia de su decisión hasta que el proceso no estaba en marcha. Don Felipe y doña Letizia participaron activamente en las reuniones del grupo de trabajo que se creó en cuando el monarca compartió su decisión y que contó con el asesoramiento del expresidente del Congreso Landelino Lavilla, según señaló el exsecretario de la Casa Real en el acto celebrado esta semana en el Ateneo de Madrid.
Sin embargo, la reina Sofía quedó por completo al margen y "no tuvo ni arte ni parte, perdió la condición de reina sin haber sido preguntada por nadie", según Spottorno.
Rajoy y Rubalcaba, fundamentales
El rey informó de igual modo a los jefes del Gobierno y la oposición, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, que por su condición eran elementos fundamentales en este proceso. A Rajoy se lo comunicó el 31 de marzo de 2014, durante el funeral de Estado del expresidente Adolfo Suárez, y a Rubalcaba un día después.
Comenzó entonces a elaborarse un calendario, con la participación activa de la entonces vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría, y para el que se tuvo en cuenta un hecho fundamental: el 25 de mayo se celebraban elecciones europeas, una cita electoral en la que todo indicaba que PP y especialmente PSOE recibirían un duro varapalo. Una circunstancia que podía poner en cuestión el liderazgo interno de Rubalcaba en un Partido Socialista en el que cada vez eran más las voces que clamaban abiertamente por un cambio hacia un régimen republicano.
Las urnas, efectivamente, sentenciaron a Rubalcaba, quien asumió su responsabilidad dando un paso al lado y convocando un congreso extraordinario en julio para elegir a su sucesor, pero manteniéndose en su cargo, un hecho que a la postre resultaría fundamental para que la abdicación pudiera llevarse a cabo con la connivencia del PSOE.
Protagonismo para "una nueva generación"
Apenas una semana después de aquellas elecciones europeas, Mariano Rajoy compareció para anunciar la noticia. Horas después, Juan Carlos I se dirigía a la nación y confirmaba su abdicación en su hijo, el entonces príncipe Felipe, justificando su decisión en que "una nueva generación reclama con justa causa un papel protagonista".
Al día siguiente, el Gobierno aprobó el proyecto de ley orgánica para regular la sucesión de Juan Carlos I en su hijo, Felipe de Borbón, y lo remitió a las Cortes para su tramitación de urgencia. El 11 de junio, el Congreso dio su visto bueno por mayoría absoluta y seis días después el Senado otorgó su aprobación definitiva y también con un respaldo mayoritario.
El 18 de junio de 2014, a las 18:13 horas, Juan Carlos I sancionó la ley orgánica de abdicación en una ceremonia solemne en el Palacio Real ante la presencia de su sucesor, Felipe VI, que sería proclamado un día después. De su puño y letra, el monarca ponía fin a 39 años de reinado y abría un nuevo período en la historia de España.
Escándalos y negocios en cuestión
La década que ha transcurrido desde su abdicación no ha sido precisamente positiva para Juan Carlos de Borbón, que desde aquel día ostenta el título de rey emérito. Tras meses de polémica y rumores, en agosto de 2020 dejó el país rumbo a Abu Dabi, cercado por los escándalos y las presuntas irregularidades de sus negocios privados, aunque la Fiscalía terminó archivando todas las investigaciones.
La relación con Felipe VI —que en marzo de 2020 renunció a la herencia de su padre y le retiró la asignación pública— es distante y solo han coincidido en público en contadas ocasiones. Tampoco existe relación con la reina Sofía, con quien sigue casado, aunque ambos mantienen vidas independientes. Sí hay una mayor cercanía con sus hijas, las infantas Elena y Cristina, que lo han visitado en varias ocasiones en Abu Dabi, así como con los hijos de ambas.
El rey emérito regresó a España por primera vez en mayo de 2022, casi dos años después de su salida, para participar en las regatas de Sanxenxo (Pontevedra), donde su presencia se ha hecho cada vez más habitual, sobre todo desde que se archivaran las diligencias en su contra. La duda es si mantendrá su residencia en Abu Dabi o en algún momento se decidirá por regresar a España de forma definitiva.