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Análisis

El cuarteto de Normandía cumple 10 años sin acuerdos y con Rusia y Ucrania en guerra

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El monumento "Los Bravos" en honor a los soldados aliados caídos durante el desembarco de Normandía
El monumento "Los Bravos" en honor a los soldados aliados caídos durante el desembarco de Normandía, en la playa de Omaha REUTERS/BENOIT TESSIER

Las costas de Normandía aún recuerdan el desembarco aliado aquel 6 de junio de 1944. Muchas de sus playas se han convertido en museos al aire libre que dan fe de la historia que involucró a estadounidenses, ingleses, canadienses y tropas exiliadas como franceses y polacos.

Antes del conocido desembarco, los aliados habían debatido ampliamente a finales de 1943 en la Conferencia de Teherán la necesidad de abrir un segundo frente en Europa. Especialmente la Unión Soviética, quien había asumido gran parte de la responsabilidad del teatro de operaciones contra Alemania. Seis meses después, el 3 de junio, la mayor parte de las tropas aliadas estaban embarcadas y en posición para intervenir sobre el Canal de la Mancha. El mal tiempo provocó una demora de 24 horas, que solo mejoraría en la madrugada del 6 de junio, dando pie a una operación que marcaría la liberación de Francia y su conmemoración anual desde 1945.

Pero de aquellas aguas, estos lodos. Normandía también dio nombre a un cuarteto diplomático creado en 2014 en el 70 aniversario del Día D e integrado por Alemania, Francia, Rusia y Ucrania para hallar una solución negociada al conflicto que asolaba la región del Donbás. Su última reunión tuvo lugar el 10 de febrero de 2022, apenas dos semanas antes de la invasión rusa, y sus resultados se miden en base a sus errores.

La decisión de Putin de reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk hace saltar por los aires los acuerdos diplomáticos Minsk

El cuarteto de Normandía tuvo su embrión en el ya extinto Grupo de Contacto Trilateral, que incluía la participación de Ucrania, Rusia y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Posteriormente, serían los Gobiernos del país galo y germano los encargados de elevarse como los principales interlocutores de las conversaciones mantenidas con el presidente ruso, Vladímir Putin.

Desde el principio, y a pesar del compromiso diplomático de París y Berlín, el grupo estuvo protagonizado por reuniones sin fin que tan solo evidenciaban las posiciones irreconciliables entre Kiev y Moscú. "Fue un error analítico por parte de muchos países europeos, y ciertamente por parte de Estados Unidos, no entender los eventos ocurridos en 2014 como una guerra real", afirma el profesor de historia en la Universidad Católica de América y miembro sénior no residente en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Michael Kimmage.

Cualquier esperanza de una solución fue dinamitada por la ruptura de las negociaciones y la imposición de puntos muertos por parte del Kremlin que se prolongaron desde 2016 hasta 2019. En los meses previos a la invasión, y a pesar de que se llevaron a cabo hasta dos encuentros entre enero y febrero de 2022, tanto Rusia como Ucrania evitaron adoptar cualquiera de los acuerdos alcanzados, lo que finalmente desembocó en un escenario de guerra.

Los fracasos en Minsk

El mismo año de su fundación, los países miembros del formato de Normandía trataron de desarrollar un plan de paz que condujo al acuerdo de Minsk en septiembre de 2014. Tanto la declaración como su paquete de medidas posterior en febrero de 2015 (Minsk II) buscaban elevarse como la mejor forma de poner fin al conflicto a través de la diplomacia. "En su décimo aniversario, deberíamos retroceder y pensar detenidamente en lo que significó, dado que la diplomacia de Minsk fue a todas luces un fracaso espectacular", declara kimmage.

Los protocolos buscaban otorgar un estatus especial a las regiones que integran el Donbás (Dónetsk y Lugansk), así como restaurar un control fronterizo ausente ante los enfrentamientos entre fuerzas paramilitares y ejércitos. "Ucrania los suscribió a regañadientes, pues no tenía el poder para revertir las dificultades que implicaba Minsk", apunta Kimmage. "Desde el lado ruso, su idea era la de 'resolver el problema' por medios pacíficos y obtener así una posición de control sobre la política exterior ucraniana", añade.

En consecuencia, ni Ucrania ni Rusia dieron pasos firmes para implementar los protocolos. A juicio de Kiev, asumirlos obligaba a ceder soberanía en regiones de mayoría prorrusa, mientras que Rusia negaba su participación en las conversaciones, que en última instancia delegaba a los grupos separativas.

Retomadas las reuniones en 2019, y más allá de algunos intercambios de prisioneros, los desacuerdos continuaron presentes. Rusia llegó a presionar a su contraparte ucraniana para que adaptase su legislación de acuerdo con los puntos del acuerdo, lo que para Kiev se interpretaba como una clara interferencia a su política interna.

Las muestras iniciales de confianza entre las partes terminaron por evaporarse después de que los dos países en liza desarrollasen sus propias versiones de los protocolos, lo que chocaba frontalmente con la propuesta de Francia y Alemania. "Diplomacia en ausencia de un compromiso militar real: ese fue el error capital en Minsk; había algo ingenuo en su política, con formas que resultarían muy poco realistas con el paso del tiempo", establece Kimmage.

La doble vara rusa

Apenas unas semanas antes del inicio de la invasión, reuniones como las del cuarteto de Normandía fueron consideradas por Rusia como una excusa por parte de Francia y Alemania para "ganar tiempo" y así "rearmar a Kiev". Moscú buscaba así desvirtuar el valor del cuarteto y criticar a Occidente por ejecutar supuestas prácticas diplomáticas de mala fe.

"De hecho, Merkel dijo en 2014 que 'no había una solución militar' al problema de Ucrania", comenta el profesor. "Ahora bien, es cierto que [el presidente de Ucrania de 2014 a 2019], Petro Poroshenko, y luego Zelenski hicieron bastante para fortalecer el Ejército, lo que resultaría fundamental de cara a la invasión de 2022, pero no lo hizo con la ayuda de la OTAN ni de la UE", recalca.

Asimismo, los puntos presentes en Minsk no incluían sanciones ante su incumplimiento, lo que dejaba abierta la posibilidad a Putin para reiniciar las hostilidades sin coste aparente. Solo entre septiembre de 2015 y abril de 2016, se registraron 6.334 violaciones al alto el fuego acordado según el Centro de Estrategias y Estudios Internacionales.

Para Ucrania, las dudas sobre la sostenibilidad de un acuerdo con Moscú eran altas. El nivel de desconfianza reflejaba preocupaciones genuinas como el uso de las conversaciones por parte de Rusia para evitar la renovación de las sanciones europeas. "En cierto sentido, [los acuerdos] no beneficiaron a nadie", explica Kimmage "Putin esperaba más influencia sobre Ucrania, algo que Minsk no lo hizo posible, por lo que sus frustraciones pudieron actuar de condicionante para la posterior guerra".

Asimismo, Moscú entendía los protocolos como una forma de proteger sus intereses al garantizar que los representantes del Donbás tendrían capacidad de veto sobre las políticas nacionales. Por parte de Kiev, "lo que resultaba difícil de aceptar era que los acuerdos pusieron fin a los combates, pero no bajo sus términos; nadie le ofreció suficiente apoyo para que obtuviera lo que quería, que era su completa soberanía e integridad territorial", subraya Kimmage.

La falta de medios por parte de Alemania y Francia para frenar el incumplimiento los tratados fueron una de las causas que incentivaron al Kremlin a creer que Europa no estaba dispuesta a defenderse de sus acometidas sobre Ucrania. Bajo la perspectiva de Putin, el uso de la fuerza servía como un medio efectivo para equilibrar la balanza diplomática a su favor.

La ausencia estadounidense

Desde el comienzo, la falta de Washington en el cuarteto limitó unas conversaciones ya de por sí debilitadas por la renuencia ruso-ucraniana. La crisis del Donbás excedía el marco del formato de Normandía, pues obligaba tanto a Alemania como a Francia a alinear sus enfoques con aquellos presentes tanto en la Unión Europea (UE) como en la OTAN.

"La suposición en Washington era que se trataba de un problema en Europa y, por lo tanto, tenía sentido tener a los países europeos a la cabeza", señala Kimmage. A pesar de su ausencia, Estados Unidos mostró su predisposición a convertir las sanciones existentes contra Rusia en una herramienta multipropósito para limitar sus coacciones internacionales.

"Por supuesto, hubo una estrecha consulta entre Berlín, París y Washington, como las hubo con otras capitales europeas", explica. "La idea era evitar repetir lo que había sucedido en Yugoslavia, lo cual fue una guerra europea pero Estados Unidos hizo gran parte de la diplomacia, y la suposición es que en 2014 Europa consideraba que tenía más control", indica el experto.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos occidentales, las verdades a medias rusas, que contraponían sus aperturas al diálogo al incumplimiento sistemático de las promesas, ponía sobre relieve la necesidad de establecer unos límites firmes que los protocolos de Minsk no lograron concretar. "Desde la perspectiva rusa, se puede explicar que Minsk solo era una forma de pasar el tiempo y hacerle creer —engañar— a Occidente con que los problemas habían sido resueltos", argumenta Kimmage.

Igual que Francia y Alemania y su papel en el cuarteto de Normandía con respecto a Rusia, durante la conferencia de Teherán, el entonces presidente estadounidense, Franklin Roosevelt, deseaba tanto reforzar los lazos con la Unión Soviética que estaba dispuesto a ceder ante las demandas de Stalin, entre ellas la elección del lugar de reunión. En cambio, los británicos —como Ucrania— esperaban aplicar métodos de contención, algo que finalmente no se llevó a cabo.

"Lo último que deberíamos hacer es repetir la experiencia de Minsk y reconocer que sus fracasos condujeron casi directamente a la invasión de 2022", reconoce Kimmage. "Por ende, dos conclusiones son claves: es absolutamente imperativo que Ucrania pueda defenderse a largo plazo, y no se puede evitar la diplomacia con Rusia, si bien hay que tener mucho cuidado sobre cualquier concesión que se haga hasta que podamos afirmar realmente que ha moderado sus ambiciones", concluye.