Los pioneros de la Ciencia Ficción española, que incluso se adelantaron a H.G. Wells
- Javier Jiménez Barco publica Pioneros del espacio exterior. Las colecciones literarias clásicas de Ciencia Ficción en España
- Un repaso por la edad de oro del pulp español
Hace cuatro años el periodista y escritor Javier Jiménez Barco publicaba Chicago-Marte por 15 centavos. Una historia de las revistas pulp (Diábolo ediciones), la apasionante historia de las revistas pulp norteamericanas donde nacieron Tarzán, Conan o el Zorro, al que luego seguiría Terror Tales y los pulps bizarros (Diábolo ediciones), dedicada a las revistas más bizarras del género. Y ahora nos sorprende con un libro centrado en la historia de la literatura española de ciencia ficción: Pioneros en el espacio exterior. Las colecciones literarias clásicas de Ciencia Ficción en España (Diábolo ediciones), en el que, entre otras cosas, descubriremos que un escritor español ya inventó una máquina del tiempo antes que H.G.Wells.
Pero... ¿cuándo podemos decir que comienza el género de la Ciencia Ficción en España: "Bueno -asegura Javier-, existen obras que podríamos definir como de proto-ciencia ficción desde fechas tan remotas como los Siglos XV y XVI, aunque en ellas, sobre todo en las más tempranas, esos temas habituales en la CiFi, como las utopías o los viajes a otros planetas, poseían tanto componentes de fantasía como de ciencia ficción. Si tuviéramos que decidirnos por una fecha, aunque sea aproximada, para establecer a la ciencia ficción como un género más o menos asentado (o habitual) en España, yo sugeriría las últimas décadas del Siglo XIX, en las que aparecen algunas obras especialmente relevantes, como El Anacronópete (1887), de Enrique Gaspar y Rimbau, el cual, como bien comentas, se anticipó a H. G. Wells a la hora de presentar al lector una máquina del tiempo; si bien la usó para viajar al pasado, (en lugar de al futuro como hizo Wells), y para revivir antes los ojos de los crononautas (que lo contemplaban marcha atrás por las ventanillas de la nave) algún que otro episodio relevante de la historia, tanto nacional como foránea".
Si los americanos tenían los pulp, aquí teníamos los folletines, que también eran publicaciones periódicas muy baratas de distintos géneros. Y que vivieron una época de oro antes de la Guerra Civil. "Si hay algo especialmente destacable en los folletines patrios de ciencia ficción, principalmente de finales de los años 20 y principios de los 30, es su descaro, su desparpajo y su desinhibición -nos comenta Javier-. Hubo en esa época muy poca o ninguna influencia estadounidense, aunque algunas editoriales, como Hymsa o Iberia sí que seriaron en folletines ciertas obras foráneas de proto ciencia ficción, pero principalmente de procedencia francesa".
"En cuanto a los folletines patrios, realizados exclusivamente en nuestro país, yo destacaría Rinker, el destructor del mundo por las impactantes cubiertas de Bocquet, y los folletines de Marco, como Un viaje al planeta Marte o Los vampiros del aire por lo ingenuo y a la vez gamberro de su planteamiento" (Los vampiros del aire se adaptaría al cómic en 1940, convirtiéndose en una serie mítica)
"Algunos autores llegaron a mostrar incluso utopías socialistas"
En cuanto al formato y periodicidad de estas publicaciones, Javier nos comenta: "Durante los años 30 y 40, algunas colecciones, como la Biblioteca Oro de Molino sí que habían ofrecido un formato casi idéntico al del pulp americano, pero no publicaron ciencia ficción. Cuando este género se asentó al fin en España, a comienzos de los 50, lo hizo con un formato muy parecido al posterior bolsilibro, aunque con mayor número de páginas. Futuro, por ejemplo, aunque de un formato bastante reducido (11,5 x 16,5 cms), solía rondar casi las 200 páginas, lo cual, debido al grosor del papel basto que se empleaba, resultaba en un tomito bastante aparente. Su periodicidad era quincenal, y costaba 8 pesetas. Tanto Luchadores del Espacio como Espacio-El mundo futuro, también quincenales, fueron más finitos (unas 128 páginas) y su precio comenzó siendo de 5 pesetas, aunque iría subiendo con los años. Eran, en resumen, unas publicaciones mucho más baratas (aún) que las que habían empleado el formato pulp".
Preguntamos a Javier cómo evolucionaron estas novelas tras la Guerra Civil: "Tras la contienda, la literatura popular se centró bastante más en aventuras exóticas y relatos detectivescos, y muy poco en la ciencia ficción, que nunca (ni siquiera ahora) ha tenido demasiada buena prensa por parte de la crítica. No fue hasta los años 50, con la aparición de Futuro, que la ciencia ficción comenzó a hacerse habitual en los quioscos españoles. Tras la estela de Futuro apareció Luchadores del Espacio, y poco después Espacio-El mundo futuro, todo ello en un lapso de tiempo relativamente breve, entre finales de 1952 y comienzos de 1954".
¿Cómo afectó la censura a estas publicaciones? "Aunque la censura no prestaba demasiada atención a esas “novelas del espacio” -nos comenta Javier-, siempre estuvo presente… sobre todo en las portadas, donde las protagonistas femeninas debían ser representadas con un exceso de recato, prohibiéndose plasmar en cubierta no solo cosas como escotes o formas voluptuosas, sino incluso mujeres con cabello largo. En el interior, los textos de las novelas no solían sufrir un escrutinio demasiado exhaustivo, con lo cual algunos autores llegaron a mostrar incluso utopías socialistas (aunque no fuera con ese nombre), sin que los censores de turno lo advirtieran"
El libro
En cuanto a la estructura del libro, Javier nos comenta: "Pioneros en el Espacio exterior abarca un lapso de tiempo que va desde finales del Siglo XIX hasta comienzos de los años 70. El primer capítulo, uno de los más extensos del libro, se ocupa de la proto ciencia ficción, desde esos últimos años del XIX hasta después de la guerra civil. El segundo capítulo está dedicado a la colección Futuro, y los capítulos tres y cuatro están dedicados, respectivamente, a Luchadores del Espacio y a Espacio-El mundo futuro, que, de algún modo, constituyen la trinidad iniciadora del boom de la CiFi en España. Los capítulos cinco, seis y siete se dedican a desgranar todas las colecciones que fueron apareciendo al albur de esas tres pioneras, desde finales de los años 50 hasta finales de los 60".
"El capítulo ocho es una suerte de epílogo que habla del final de esa época clásica de la CiFi española y el comienzo de la moderna, con célebres publicaciones como la revista Nueva Dimensión. Por último, incluyo varios apéndices, el primero dedicado a las colecciones que bordearon la ciencia ficción y también a las obras fantacientíficas que aparecieron “fuera de colección”. El segundo apéndice está dedicado a las colecciones de CiFi que aparecieron en Hispanoamérica durante esos años" -concluye el autor-.
Las series y autores más populares
Preguntamos a Javier si estas publicaciones tenían series o personajes fijos: "A los lectores siempre nos han gustado las sagas o los personajes habituales, pero había muchos editores a los que no agradaba esa práctica. Aunque en los años 20 se dio en gran medida (con la saga de Mari Pepa o las colecciones de folletines), en los 50, los editores intentaban evitarla. No obstante, los lectores solían favorecer las sagas de personajes".
"Si tuviera que citar a los personajes de ciencia ficción española que resultan más relevantes, comenzaría con la citada Mari Pepa, una ingeniera aragonesa creada por el Coronel Ignotus para su serie de Viajes Planetarios. Tras Mari Pepa, y ya en la Edad de Oro de los años 50, se hace indispensable señalar al Capitán Rido, un simpático antihéroe sorprendentemente canallesco, creado por José Mallorquí, y, tras él, a Miguel Ángel Aznar, creado por Pascual Enguídanos, e iniciador de la longeva “Saga de los Aznar”, en la que los descendientes de este personaje extenderían la influencia de la humanidad por todo el cosmos. Por último, me gustaría recordar al simpático robot KB-000-459-3D5, (conocido por sus amigos como Kabé), creado por Luis García Lecha, que solía resolver problemas imposibles (principalmente de tipo detectivesco-policiaco) en otros planetas.
Y aunque no tengamos un H.G. Wells o un Julio Verne, no son pocos los grandes autores de la Ciencia Ficción española, como nos recuerda Javier Jiménez Barco: "En los años de la proto ciencia ficción de finales del XIX, destacaría a Enrique Gaspar y Rimbau, Nilo María Fabra y Carlos Mendizábal; a José de Elola (el Coronel Ignotus) y Jesús de Aragón (el Capitán Sirius) en los años 20 y 30. Y a José Mallorquí, Pascual Enguídanos y Luis García Lecha en el inicio del boom de los años 50".
Muchos de estos autores usaron sinónimos, como nos comenta Javier: "Curiosamente, en los comienzos del género, muchos de los autores habían empleado ya seudónimos rimbombantes, pero no fue hasta después de la guerra que los editores establecieron la costumbre de emplear seudónimos anglosajones, debido al interés de los lectores hacia los novelistas ingleses y norteamericanos. Bajo esos seudónimos se escondieron represaliados del franquismo e incluso autores que no deseaban que su nombre apareciera asociado a una “novela del espacio”, pero también muchos artesanos que se limitaban a emplear esos seudónimos por un motivo puramente comercial. Mallorquí firmó la mayoría de sus historias de Rido como J. Hill, Pascual Enguídanos publicó su Saga de los Aznar como G. H. White, y Luis García Lecha solía firmar esos años como Clark Carrados y Louis G. Milk. Al final del libro, incluyo un listado de autores con sus seudónimos, para que el lector pueda identificarlos debidamente a todos ellos".
Portadas espectaculares
Como todos los libros de la línea de Cultura Popular de Diábolo Ediciones nos encanta la maquetación que incluye numerosas fotografías, como las espectaculares portadas que se usaban para llamar la atención de los compradores de estos libros. "La reproducción de las cubiertas -confiesa Javier-, entrañaba una cierta complicación, dado que, en ocasiones, no estaban especialmente bien impresas y a que, en una gran parte de los casos, se habían impreso originalmente con un tamaño muy reducido y no siempre podíamos saber si se iban a poder reproducir como es debido en nuestro formato y a página completa. Y ello a pesar de que, en ocasiones, no solo hemos partido de escaneos de las cubiertas, sino de las ilustraciones originales, realizadas a un tamaño mayor. Pero creo que el resultado ha sido satisfactorio".
"Entre nuestros ilustradores más relevantes de la ciencia ficción clásica española -añade el autor-, yo destacaría al gallego Máximo Ramos, ilustrador de varias novelas de la Mari Pepa del Coronel Ignotus, así como de las cubiertas del Capitán Sirius, y de las mejores portadas de las colecciones de Prensa Moderna, a finales de los años 20 y comienzos de los 30. Tras él, José Luis Macías realizó un trabajo excepcional para la colección Luchadores del Espacio durante la primera mitad de los años 50. José Luis, por entonces muy joven, no tenía referencias visuales de obras extranjeras y tuvo que imaginar por sí solo todo el aspecto gráfico de la colección, incluyendo a sus sensuales féminas del espacio, que exudaban sensualidad incluso a pesar de estar vestidas hasta arriba y llevar el cabello corto. Tras José Luis, no se puede obviar el trabajo de Joaquín Chacopino (Cha’Bril) y su sucesor Fersan en la colección Espacio-El Mundo futuro".
Destacar la labor de documentación literaria y visual de Javier: "A diferencia de lo que me sucedió con mi libro anterior (Terror Tales y los pulps bizarros), no he tenido problemas a la hora de recabar información, porque existen muchos aficionados españoles con colecciones bien completas, y existen buenos estudios y bases de datos a los que poder acudir, por más que, en ocasiones, algunos acaben resultando contradictorios o incluso erróneos. Pero estructurar el libro, como primer paso a la hora de proyectarlo, me ha resultado muy sencillo, y luego todo ha sido una cuestión de ir indagando con detalle en cada saga o colección en particular, algo para lo que he contado con la ayuda de verdaderos eruditos de nuestra ciencia ficción, como Agustín Jaureguizar, que posee una de las mayores colecciones de este género en nuestro país. No ha sido, en suma, un libro complicado de realizar; en realidad, he disfrutado mucho escribiéndolo".
Historias que deberían reeditarse
Y para terminar, hemos pedido a Javier que nos recomiende un par de historias que le hayan sorprendido por su calidad o que cree que podrían reeditarse: "Creo que una gran parte de esas novelitas cortas que se publicaban en los años 50 poseen aún una frescura innegable, sobre todo cuando contaban con la pericia de un narrador eficaz. En este sentido, las historias del Capitán Rido de José Mallorquí, con novelas como Capitán Rido o Acorralados en Venus se leen aún con deleite. Y otro tanto se podría decir de una gran parte de las novelas de la llamada Saga de los Aznar, como Dos mundos frente a frente".
"No obstante -continúa-, todas esas obras son producto de una época y el lector debe acercarse a ellas siendo consciente de los años en que fueron escritas. Pueden resultar narrativamente eficaces, pero siempre se encontrará en ellas una serie de detalles que pondrán de manifiesto la época en que se concibieron y publicaron. Muchos de esos convencionalismos fueron cambiando en los años 60 y 70, pero fueron sustituidos por otros que, en la actualidad, resultan igualmente anacrónicos. El problema de la ciencia ficción es que suele tratar sobre el mundo futuro, y cuando ese supuesto futuro ha sido concebido en una época anterior, con otro tipo de valores y convenciones sociales, acaba rechinando un poco al leerlo en la actualidad. A pesar de ello, hay en esos años muchas historias pioneras, como La Plaga Azul de Vicente Adam (V. A. Carter) que se anticipa al género pandémico y de zombies, o las divertidas historias de Kabé, contemporáneas a las historias policiacas de robots de Isaac Asimov".