'Aguagim', la contagiosa vitalidad de un grupo de ancianas unidas por la natación
- Marina Sáez reúne las voces silenciadas de un grupo de mujeres en este cómic que recibió una mención en el Premio Finestres
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Las 12 protagonistas de Aguagim (Garbuix Books) suman más de 1.000 años, pero tienen una vitalidad que ya quisiéramos muchos. Es la historia real de un grupo de ancianas que se reúnen en una piscina del barrio de Gràcia y a las que Marina Sáez retrata en este cómic lleno de humor y ternura, que recibió una mención especial en el premio Finestres 2022. También tenéis disponible la edición original en catalán: Aguagim (Editorial Finestres).
“Las conocí un poco de chiripa –nos confiesa Marina-. En 2018 me apunté a la piscina municipal de la calle Perill de Barcelona porque tengo un problema en la rodilla y la natación me viene muy bien. Y como tengo horarios, un poco extraños, de autónoma, empecé a coincidir con este grupo de ancianas que hacía aguagim mientras yo nadaba”.
“Y según las conocía descubrí que eran maravillosas –añade la autora-. Me fascina su vitalidad a pesar de las tremendas experiencias vitales que muchas de ellas han vivido. También me sorprendió que, siendo de generaciones tan distintas yo me sentía muy identificada con ellas y me resultaba muy fácil conectar. “Fue algo realmente increíble!”.
“El circuito de los mayores y los jóvenes es poco permeable”
Y es que, culturalmente, en España seguimos intentando alejarnos de la gente mayor. “Si, y además aquí, en Barcelona, creo que el circuito de las personas jóvenes y el de los mayores es poco permeable –asegura Marina-. Hay muy poco intercambio. Yo perdí a mis abuelos cuando era prácticamente una niña y desde entonces casi no había tenido contacto directo y cercano con ancianos”.
“Además –continúa-, cuando era pequeña pensaba que al hacerme mayor, de repente iba a convertirme como en mis padres. En alguien que toma decisiones y que avanza con paso firme por la vida. Pero luego te das cuenta de que quizá no, que quizá voy a seguir siendo esa niña que tiene un montón de inseguridades, que es dependiente, que es imperfecta… y que eso sigue siendo así aunque tengas 80 o 90 años. Darme cuenta de eso me ha ayudado bastante en mi proceso personal de entender como es el envejecimiento y la vida en general”.
Además, a estas edades, los ancianos tienen pocos espacios de emancipación, como nos comenta Marina: “De hecho, conocer esta piscina me hizo ser consciente de la falta de estos espacios. Creo que es súper importante resaltar que es una piscina municipal en la que pagan muy poco por la cuota y que hay que proteger estos lugares y crear muchos más. Proteger un poco a los ancianos de las privatizaciones y de la gentrificación constante que generan estas ciudades locas en las que vivimos”.
En cuanto a esas sesiones de Aguagim que hacen a diario, Marina nos comenta: “Son ejercicios muy variados e incluso hay algunos bastante duros. Es más duro de lo que parece. Pero las clases también son muy graciosas y las monitoras consiguen generar un ambiente muy cercano y agradable”.
“Sobre todo me flipa el repertorio musical que tienen –continúa-. Realizan los ejercicios al ritmo de canciones desde Taylor Swift al Probe Miguel, pasando por Britney Spears, It's Raining Men… es muy diverso”.
“Llega un momento en el que la salud lo es todo”
El sentido del humor y las ganas de vivir de estas ancianas nos sorprende durante todo el cómic. “Creo que viven de una forma muy desacomplejada y que ya están de vuelta de muchas cosas. Por ejemplo, no les importa ‘el qué dirán’ y hay preocupaciones que a mí me pueden parecer una montaña y ellas saben relativizar”.
“Es cierto –continúa Marina-, que llega un momento en el que la salud es muy importante, que prácticamente lo es todo y todo lo demás es un poco secundario. Y es que hay algunas de ellas que llevan más de 30 años yendo cada día a esa piscina. Pero en general gozan de una salud increíble. A mí me dan un poco de envidia. El otro día le decía a Monserrat, que tiene 90 años, qué a mí, que tengo 36, me dolía la rodilla. Y a ella no le dolía nada”.
“Evidentemente –concluye la dibujante-, la muerte es un tema que está presente. Pero más que como una amenaza, como algo natural. Todas saben que va a pasar, la gente a su alrededor fallece, pero ellas contratacan son humor y haciendo bromas, incluso banalizando. Son sus herramientas para seguir adelante”.
Una generación que desaparece
El cómic también es un retrato de una generación que desaparece y que lo tuvo todo muchísimo más complicado y difícil que nosotros. “Si –nos comenta Marina-. Han pasado todo tipo de dificultades y unos momentos muy locos de la historia de este país, como la posguerra, la llegada de la democracia… Algunas me cuentan cómo jugaban con muñecas de cartón, otras que han vivido matrimonios no deseados durante muchos años y que solo se han sentido emancipadas al enviudar… Ahora pueden volver a casa a la hora que les dé la gana, tomarse un cafelito con las amigas y no tienen que poner a nadie la comida en la mesa”.
“Pero aunque que muchas de ellas sean viudas –continúa-, no significa que no tengan cargas familiares y muchísimo trabajo, porque muchas tienen nietos. Y a veces eso no es tan gratificante como nos puede parecer desde fuera, esa imagen de la abuela entrañable que prepara los macarrones gratinadas a sus nietos y que está encantada. Hay días que sí, pero hay otros que no, porque al final eso se convierte en una obligación más. Y estamos hablando de personas que están al final de su vida y que quizás tienen otras necesidades que seguir cuidando de otros”.
Y no solo desaparece su generación sino también los barrios en los que han vivido, algunas durante toda su vida. “El otro día me preguntaban si en el contexto urbano del barrio de Gràcia vivían un poco como asediadas: Y totalmente. Porque digamos que la piscina está en una parte del barrio que todavía es bastante vecinal, casi como un pueblo en el que todavía hay pequeños comercios… Aunque están siendo sustituidos por otros más agresivos con lo local. Ojalá sus familias pudieran seguir viviendo en este ambiente, pero lo más posible es que esos pisos se vendan y se acaben convirtiendo en un hostel. Pero, de momento algunas de ellas, que incluso nacieron en el barrio, pueden seguir viviendo allí”.
“El dibujo y el color es un homenaje a su vitalidad”
Destacar el colorido del libro, que contribuye a ese aire de vitalidad de toda la obra. “El dibujo y el color son un homenaje a la vitalidad de estas ancianas -nos comenta Marina-. Pero también es algo inherente a mi trabajo, porque el color me fascina y siempre digo que si fuera millonaria me dedicaría a pintar cuadros expresionistas y abstractos”.
El cómic también lo empezó a dibujar como algo personal: “Si, empecé a tomar notas y a recopilar sus anécdotas en 2018, cuando me dí cuenta del potencial literario que tenía la historia. Pero me lo planteé como una cosa para mí. En 2020, con la pandemia, encontré tiempo para hacer la primera doble página y pensé en hacer un fanzine para vendérselo a mis amigos. Luego decidí hacer 16 páginas para presentarme al concurso de un periódico, pero no tuve suerte”
“Después –continúa-, me enteré de que se convocaba el Premio Finestres 2022 de cómic en catalá y amplié esas 16 páginas a 24… ¡Y conseguí esa mención especial! Fue bastante loco y todavía hay una parte de mí que no se lo cree”.
No todas las protagonistas han podido leer el libro
Preguntamos a marina Sáez, cómo han reaccionado estas ancianas cuando se han visto retratadas en el cómic: “Al poco de empezar pensé que tenía que contarles lo que estaba haciendo. Porque tenía muchísimo miedo de cómo les podía sentar. Pero su reacción muy mucho más positiva de lo que pensaba. Al principio fue de incredulidad. Me decían: “¿Qué interés pueden tener nuestras vidas para nadie? Tampoco entendían que hiciese un cómic en vez de una novela”.
“Pero al final –añade-, están muy contentas y varias se han prestado incluso para la promoción del cómic. Y es ahora cuando me doy cuenta de que sus historias han pasado por muchos filtros, sobre todo por mi subjetividad, mi mirada y mi escala de valores. Pero lo importante es que están contentas. Aunque a veces alguna me dice: “Me has dibujado fea. Esa no soy yo” (ríe).
Desgraciadamente, no todas han podido leer el cómic, que está dedicado a Matilde. “Su pérdida fue muy dura y está muy reciente, porque fue en enero de este año. Además, era una de las ancianas con las que tenía más relación y era maravillosa y muy divertida. Sabía que podía pasar, porque son personas muy mayores, pero tienen tanta vitalidad que hasta que no sucedió no fui consciente de su fragilidad. Fue una dosis de realidad y me dolió muchísimo”.
En cuanto a lo que ha aprendido de estas ancianas Marina nos comenta: “Sobre todo lo que decía antes, que a pesar de las experiencias que acumulamos con los años, hay una parte del niño o la niña que tenemos dentro, que se queda para siempre. Para mí eso ha sido un descubrimiento increíble”.
Sobre sus proyectos, Marina nos avanza: “El primero es descansar, porque ha sido todo bastante intenso. Me gustaría hacer cosas más cortas. Tengo en la cabeza un álbum ilustrado sobre el paso de la niñez a la edad adulta y esas simetrías que se producen en ambas direcciones”.
“Yo siempre he trabajado más en la literatura infantil y juvenil que en el cómic para adultos –añade-, pero gracias a Aguagim he descubierto que el cómic es muy potente para contar historias con muchas capas de complejidad. Y por eso me gustaría contar una biografía familiar que tengo en la cabeza. Me gustaría explorar un poco qué significa ser pobre, qué consecuencias tiene en una sociedad tan capitalista como la que vivimos”.
Y hay otra cosa que piensa seguir haciendo: “Seguir yendo a nadar con mis yayas. No me quiero ir nunca de allí y me daría una pena tremenda tener que dejarlas. Ahora no vivo cerca, pero mantengo el estudio en el barrio. Y aunque a veces pienso en cambiarlo, siempre pienso que no puedo dejar de ir a ver a mis yayas” –concluye-.