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Día mundial contra la desertificación y la sequía

La desertificación, el frente invisible para la infancia: "Antes de la sequía llevábamos una vida confortable"

  • Las sequías provocaron más de 1,3 millones de desplazamientos internos de niños entre 2017 y 2021
  • Según un estudio de UNICEF, 920 millones de niños están muy expuestos a la escasez de agua

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Día Mundial contra la Sequía
La arena fluye de la mano de un niño como a través de un reloj de arena en una región etíope UNICEF/Pouget

Desde el camino que une Gode y Kelafo, en Etiopía, se divisa un paisaje seco y polvoriento. Las cabras, ovejas y camellos, históricamente visibles a lo largo de la carretera, apenas se ven. En su lugar, la sequía y la desertificación se han convertido en las protagonistas implacables de la región.

Hawa, madre y agricultora de la ciudad de Kelafo, en la región somalí de Etiopía, lo ha perdido todo. "Antes de la sequía éramos agricultores y llevábamos una vida confortable", rememora con nostalgia desde la tienda de campaña improvisada a las afueras de Mogadiscio en la que ahora vive con su familia. "Plantábamos maíz, judías y otros cultivos, y teníamos vacas de las que obteníamos leche", narra a RTVE.es. Pero ese pasado idílico parece un sueño lejano.

Obligada por la hambruna que azotaba su tierra natal, Hawa emprendió un viaje desesperado hacia Mogadiscio junto a sus cuatro hijos menores. "Esperábamos que lloviera al año siguiente, pero también hubo sequía", relata con voz entrecortada. "Después de la tercera sequía consecutiva, nos fuimos a la ciudad".

El viaje a la capital de Somalia fue una travesía casi infernal. Durante siete días no tuvieron acceso a comida, y sus hijos enfermaron uno tras otro. El más pequeño, Dawit, de apenas dos años, acabó gravemente desnutrido.

La historia de Dawit tuvo un final feliz, pero son muchos los niños que no sobreviven al camino. Abdi, madre de cuatro hijos, recorrió casi 300 kilómetros hacia la frontera con Somalia junto a decenas de familias también desesperadas por huir del azote de la sequía. "No puedo contar el número de personas que se desplazaron con nosotros", confiesa. "Lo que tampoco puedo contar son los muchos padres que tuvieron que enterrar a sus hijos el borde de la carretera, víctimas del hambre", detalla.

La desertificación afecta a un 35% del planeta

Desde finales de 2020, la historia de Hawa ha sido el amargo pan de cada día para las miles de familias del sur y noreste de Etiopía que han sido víctimas de una sequía devastadora. Tras cuatro temporadas fallidas consecutivas de lluvias, la situación ha empeorado drásticamente, afectando a cada vez más regiones y dejando a millones de personas al borde del precipicio.

"La desertificación es un proceso de degradación de suelos en el cual, por un lado, se da una pérdida paulatina de la fertilidad de los suelos y, por otro lado, una disminución de la capacidad de absorción del agua y de almacenamiento del agua de lluvia de esos suelos", explica a RTVE.es el experto en Agroecología y Sistemas Alimentarios de Acción contra el Hambre, Joaquín Cadario. Esto se traduce directamente en una menor capacidad productiva de esos suelos, con las consecuencias que eso conlleva para la vida.

Las consecuencias de este fenómeno son devastadoras. "Las estimaciones más conservadoras hablan de un 35% de la superficie del planeta en proceso de desertificación", advierte Cadario. "África subsahariana, y en particular el Cuerno de África, es la región más afectada", detalla.

Las consecuencias, el golpe mortal a la infancia

La desertificación es una amenaza silenciosa que se cierne sobre la infancia, no solo porque merma la capacidad de producción del suelo, sino porque también arrasa con los recursos de agua potable.

"Vinimos aquí a beber el agua, pero dejamos de hacerlo porque no sabe bien", relata Bill Gates a UNICEF, un niño de apenas 8 años, con la inocencia propia de su edad aún intacta, pero con la mirada marcada por la dura realidad que lo rodea.

Bill Gates y su amigo Tesfalegn bebiendo agua de un charco

Bill Gates y su amigo Tesfalegn bebiendo agua de un charco UNICEF / Raphael Pouget

En el cuerno de África, la escasez de agua obliga a niños como Bill -en la fotografía viste camiseta rosa-, y a su amigo Tesfalegn a beber agua insalubre, exponiéndolos a enfermedades graves y potencialmente mortales como el cólera.

Las fuentes de suministro de agua que alguna vez fueron confiables, con tradicionales pozos de perforación y estanques, ahora se han secado o ya no son aptos para su consumo. Bill, al igual que muchos otros niños, se enfrenta a la dura realidad de la escasez de agua, un enemigo invisible que roba la infancia.

Según un estudio de UNICEF, 920 millones de niños, más de un tercio de la población infantil a escala mundial, están muy expuestos a la escasez de agua. Una situación que empeorará "a medida que el cambio climático aumente la frecuencia y la gravedad de las sequías, el estrés hídrico, la variabilidad estacional e interanual y la contaminación de las masas de agua", reza el informe.

Cada vez más niños y niñas se enfrentan a peligros climáticos que son más frecuentes y más graves. "El cambio climático está afectando y transformando la infancia porque supone una amenaza sin precedentes tanto para su salud como para su nutrición o su educación", detalla la especialista en cambio climático y proyectos de cooperación en UNICEF España, Rocío Vicente.

"Los episodios de sequía recurrentes están implicando movimientos de población, que familias tengan que dejar todo atrás para sobrevivir. Y en muchas ocasiones estamos viendo respuestas que afectan a la propia protección de los niños. Por ejemplo, hay muchas familias que tienen que dejar sus hogares y llegan a un sitio nuevo y para buscar recursos tienen que poner a sus hijos y a sus hijas a trabajar. Por eso decimos que la crisis climática es una crisis de derechos de infancia", incide Vicente.

Las sequías provocaron más de 1,3 millones de desplazamientos internos de niños y niñas en 15 países entre 2017 y 2021, según un estudio de UNICEF. Más de la mitad, 730.000, se registraron en Somalia, otros 340.000 en Etiopía y 190.000 en Afganistán. A diferencia del análisis de inundaciones y tormentas, los datos sobre sequías muestran sobre todo desplazamientos reales como consecuencia de la catástrofe. Las evacuaciones preventivas en contextos de sequía son extremadamente raras, por lo que es probable que la mayoría de estos desplazamientos se produjeran sin alertas tempranas y sin que se pusieran en marcha esfuerzos encaminados a minimizar las consecuencias del desplazamiento.

"Hay que tener en cuenta que estos desplazamientos no solamente ponen en riesgo su vida, sino que además los niños y las niñas viven estas situaciones con mucho miedo porque están viendo una pérdida de su entorno y de sus seres queridos. Además, ellos pueden quedar expuestos a situaciones de abuso y de explotación".

Pero los efectos no acaban ahí. Esta crisis impacta de forma transversal y "desproporcionada" a los niños. "Y luego hablamos de la salud mental, por la preocupación que puede ser volver a tu hogar o no volver, volver a reanudar la escuela o no hacerlo, volver a ver a tus amigos o no", detalla la experta.

Cuidar la tierra, fundamental para prevenir la desertificación

La desertificación, pese a afectar especialmente a zonas como África, América Latina o Asia, está empezando a azotar también zonas de Europa. La amenaza silenciosa que convierte tierras fértiles en páramos áridos acecha el futuro. Pero aún hay razones para la esperanza.

"Evitar la deforestación es fundamental para evitar la desertificación y necesitamos asegurar que no perdemos más bosques", enfatiza la asesora regional de cambio climático para América Latina y el Caribe de Save the Children, Moa Cortobius.

Los monocultivos, esas inmensas extensiones de un solo tipo de cultivo, son un enemigo mortal de la tierra. Agotan nutrientes, erosionan el suelo y lo dejan vulnerable a la sequía. En este punto, explica Cortobius, "necesitamos asegurar que producimos mejor, de una forma más amigable con la naturaleza, en las tierras agrícolas que ya tenemos. No podemos permitirnos ya monocultivos grandes. Necesitamos sistemas agrícolas que cuiden la tierra".

Pero no solo la tierra está en peligro. El agua también está bajo asedio en muchos puntos del globo. "Necesitamos asegurar la protección del agua y su distribución equitativa y eficiente para que pueda abastecer a los pequeños agricultores y a los ecosistemas que lo necesitan", señala la asesora regional.

El cambio climático no hace, sino, agravar la situación. "Como sociedad mundial tenemos que reducir de forma drástica las emisiones de los gases de efecto invernadero", afirma la experta.

Sin embargo, la esperanza no está perdida, sentencia Cortobius, que recuerda que es fundamental "trabajar de la mano con los pequeños agricultores para ayudarles a organizarse también para que puedan apoyarse en información, con intercambio de prácticas y de conocimientos, para ser más resilientes en las tierras donde ya están viviendo".