La fuerza bíblica de Rosario de Velasco ilumina el Museo Thyssen
- Primera exposición monográfica dedicada a la pintora madrileña en este siglo
- Rosario de Velasco puede verse en el Museo Thyssen-Bornemisza hasta el 15 de septiembre
Pintora, montañera, falangista y viajera, Rosario de Velasco fue una artista figurativa a la que el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza dedica una exposición este verano. Es necesario reivindicar su nombre, ya que algunas de sus mejores obras, como La matanza de los inocentes (1936) del Museo de Bellas Artes de Valencia, que encabeza este texto, fue atribuida durante años a otro pintor con sus mismas iniciales Ricardo Verde. Hasta 1995 no se restableció la autoría de Rosario de Velasco.
Nacida en Madrid en 1904, hija de un coronel y de una madre religiosa y carlista, Rosario de Velasco empezó a pintar a los 15 años en la academia del costumbrista Fernando Álvarez de Sotomayor. De esos años es su Autorretrato (1924), único lienzo en el que firma con su nombre completo, en lugar de con un monograma con las iniciales R, D y V, inspirado en el de Durero y clave para localizar sus pinturas.
La muestra está comisariada por Miguel Lusarreta y Toya Viudes de Velasco, sobrina nieta de la pintora, que la considera "un sueño hecho realidad". Tras una búsqueda a través de una campaña en redes sociales para localizar cuadros de Rosario de Velasco, la exposición se ha fraguado en un tiempo récord, un año y medio. Es la segunda gran exposición que el Thyssen dedica a una creadora madrileña, después de la exhibición de las obras de Isabel Quintanilla, inaugurada a finales de febrero.
El Thyssen reúne una treintena de lienzos de los años 20 a los 40 del siglo XX —los más destacados de su trayectoria artística— y una sección sobre su obra gráfica y su labor como ilustradora. Viudes de Velasco defiende que su tía abuela siguió pintando toda su vida y merece que también se conozca su trabajo posterior. Apunta a RTVE.es que en los años 70, se desmarcó de la figuración y experimentó con las texturas hasta llegar a afirmar: "Ahora es cuando realmente sé pintar".
Un viaje a San Petersburgo
El comisario sostiene que Rosario de Velasco "no es una pintora de un solo cuadro", pese a que la postal de Adán y Eva, del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, es la más vendida en la tienda del museo. Este lienzo, que en algunos catálogos aparece como Un hombre y una mujer en el campo o Eva y Adán porque ambas figuras están en pie de igualdad, fue su gran éxito y logró una medalla de plata en la exposición Nacional de Bellas Artes de 1932.
Adán y Eva se expuso junto a los cuadros de los demás concursantes en el Palacio de Exposiciones del Parque del Retiro y también en Copenhague y Berlín, en muestras organizadas por la Sociedad de Artistas Ibéricos, cosechando muy buenas críticas por su fuerza y originalidad, y su nombre fue el gran descubrimiento de la temporada. La pintura sorprende por el punto de vista a vuelo de pájaro, un recurso que usará también en El cuarto de los niños (1932-1933), MNCARS, en la que el espacio y los objetos recuerdan al cubismo.
Rosario de Velasco celebró la medalla por todo lo alto. Se embarcó con su amiga íntima, Mercedes Marquina, en el barco Estrella Polaris y viajaron hasta San Petersburgo, según relata su sobrina nieta. Toya añade a RTVE.es que esa distinción fue "la llamita que ha mantenido viva a Rosario. La suerte de que ganara ese premio, que entrara en los fondos del Estado, se haya estado exponiendo y que no haya muerto del todo".
Premonición de la Guerra Civil
Los inocentes o La matanza de los inocentes es uno de los cuadros con más fuerza de la muestra, pintado en 1936, en una clara premonición de la Guerra Civil, es "un pasaje bíblico, pero está claro que ella estaba sintiendo lo que estaba pasando en el país y fue una manera de plasmar el estallido y todo el horror que vino", indica Viudes de Velasco. El cuadro se presentó a la Exposición Nacional y solo estuvo 15 días colgado: "Fue muy premonitorio, pero Rosario era una mujer de su época y pintaba lo que estaba viviendo".
Los personajes son gente cercana, como relata en sus memorias, Beatriz, sobrina de la artista: "Los modelos éramos la familia: una de las madres, la nuestra, y el hijo, mi hermana Marisol. Otra era Satur, la señora que ayudaba a los abuelos, que sostiene a mi hermano Fernando. Una niña que levanta los brazos soy yo".
Cuadro de familia
La comisaria confiesa que su cuadro favorito son Las mujeres en el río lavando la ropa, las lavanderas, porque "ese es el cuadro de mi familia, con el que he crecido, que siempre he tenido en mi cabeza y es el cuadro que me ha hecho preguntarme tantas veces qué le pasó a la tía Rosario que cayó en el olvido. Ese es el germen de todo lo que ha sucedido aquí". Se trata de un cuadro de gran formato, de dos metros por dos metros, que ha recuperado sus colores, tras la restauración.
Entre los recuerdos de familia, el nieto de Rosario, Víctor Ugarte, ha aportado un cuadro de su propiedad Antoñita cosiendo con la gata Canilla, de 1950. "La gata era el animal favorito de mi abuela Rosario. Los muros son de un azul típico de Sitges y esta es la primera casa en la que Rosario y Javier, su marido, con su hija María del Mar, pasaban los veraneos hasta que luego se hizo otra casa", detalla a RTVE.es. Antoñita "era la mujer de mi padrino, como una segunda madre y por eso le tengo mucho cariño y he heredado de ella este cuadro", un lienzo que fue restaurado en Japón y es de los pocos que no han necesitado ninguna intervención para mostrarse al público.
Buenas amigas
Mujer en un mundo artístico dominado por los hombres, su actitud abierta y su inquietud cultural le llevan a relacionarse con pintoras y escritoras como Maruja Mallo, Rosa Chacel o María Teresa León. Entre sus amigas se encuentran Mercedes Noboa, Concha Espina o Lilí Álvarez, campeona de tenis a la que retrató en la década de 1930, con la que practicaba este deporte, pero también salía a la montaña. A Rosario le gustaba viajar y disfrutaba con el alpinismo, el esquí y la escalada.
De la década de los 30 son la mayoría de sus obras más importantes: Maragatos, que en 1934 obtuvo el Segundo Premio en el Concurso Nacional de Pintura; La matanza de los inocentes (ver arriba); Lavanderas (1934), regalo de boda a su hermano el Dr. Luis de Velasco, cuyo retrato también aparece en la exposición.
Al estallar la Guerra Civil, su militancia falangista y su entorno familiar la llevan a abandonar Madrid. Viaja primero a Valencia y después a Barcelona, a Sant Andreu de Llavaneres, donde conoce al oftalmólogo Javier Farrerons, su futuro esposo, y que logró liberarla de la cárcel Modelo de Barcelona, donde estuvo detenida. Viudes de Velasco explica que "gracias a Dios, en prisión estuvo una noche porque tuvo la inmensa suerte de que el médico de la cárcel era muy amigo del que luego fue su marido, y esa misma noche la sacaron. Al día siguiente su compañera de celda apareció fusilada. Eso le marcó su vida y ella no quiso volver a hablar de la guerra".
Acabada la contienda, Rosario se instala en Barcelona con su marido y su hija María del Mar. Era una mujer moderna, se casó tarde para la época, con 34 años. Pertenecía a una clase acomodada y no necesitaba vivir de la pintura, pero "la pintura era su vida", concluye su sobrina nieta.
Gitanos, un hallazgo
En 1935, Gitanos fue seleccionada para participar en una exposición de artistas de diferentes países organizada por el Carnegie Museum of Art de Pittsburgh. Su obra compartió espacio con la de Carlo Carrá, Otto Dix, Edward Hopper o Georgia O’Keeffe, así como la de Picasso y Dalí. El cuadro, hasta ahora en paradero desconocido, ha sido uno de los grandes hallazgos al preparar esta exposición.
Su trabajo como ilustradora, que nos revela a una dibujante de gran versatilidad. Lo vemos, entre otras, en sus ilustraciones para la edición de 1928 de Cuentos para soñar, de María Teresa León, o las de Cuentos a mis nietos (1932), de Carmen Karr.
Vuelta al orden
Rosario de Velasco se inscribe en el movimiento “retorno al orden” en España, en paralelo a la Nueva Objetividad alemana y al Novecento italiano, con un estilo que aúna tradición y modernidad. La artista admiraba a maestros como Giotto, Mantegna, Piero de la Francesca, Durero, Velázquez y Goya, pero también a los vanguardistas, como De Chirico, Braque o Picasso y a los protagonistas de esa vuelta al orden en Alemania e Italia que conoció a través de revistas y exposiciones celebradas en los años 1920 en Madrid.
La exposición, que cuenta con el apoyo de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid, pretende redescubrir y poner en valor el trabajo de una de las grandes artistas españolas de la primera mitad del siglo XX. Tras exhibirse en la capital, la muestra podrá verse en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
Rosario de Velasco
La exposición Rosario de Velasco podrá verse del 18 de junio al 15 de septiembre en Madrid.
Número de obras: 68 entre pinturas, obras sobre papel y libros.
Lugar: Sala de exposiciones temporales, planta -1, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Entrada gratis: Los lunes de 12 a 16 horas y los sábados de 21 a 23 horas.
La muestra viajará al Museo de Bellas Artes de Valencia donde podrá verse del 7 de noviembre al 16 de febrero de 2025.