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El sinhogarismo en España: un clima de depresión, drogas y agresiones

  • Casi el 60% de las personas sin vivienda presentan problemas graves de salud mental
  • Más de 28.000 personas sin hogar son atendidas en centros de alojamiento y restauración

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Persona en situación de calle en Girona
Persona en situación de calle en Girona

Es un lugar frío, triste e inhóspito. Corre la característica brisa de Cantabria que hace chirriar el portón de hierro —ya oxidado—. Álex nos recibe en lo que ahora es su casa. Vive en el almacén de un bar sin luz ni agua. Cada noche duerme entre suciedad, bombonas de gas y botellas. Lleva seis años escondido en nuestro país. Se vio obligado a huir de Colombia para proteger su integridad física. "Fui amenazado por un grupo paramilitar", explica. "El proceso fue muy doloroso: dejar atrás a la familia, venir a una tierra en la que no conoces a nadie y donde el sistema es completamente distinto".

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Al no poder regularizar su situación en España, no le permiten desempeñar una profesión ni recibir ayudas. Ahora, dice que le niegan la documentación por haber trabajado ilegalmente. "¿Qué hago?, ¿me muero de hambre? Se me presentó la oportunidad de tener un empleo. Tuve que decir que sí, para no verme en una situación extrema como en la que estoy ahora", asegura.

Sinhogarismo: Álex duerme en este espacio en Cantabria

Álex, en el espacio donde duerme en Cantabria. Imagen proporcionada por él mismo.

Luis ni siquiera tiene un techo bajo el que pasar la noche. Descansa en un colchón escondido entre unos matorrales. "La calle es mala. Mata la soledad, el desprecio y las miradas". Lamenta que, cada vez que entra en un supermercado, le persigue el vigilante de seguridad y que, en más de una ocasión, se desespera y enseña que lleva dinero encima.

Desde Hogar sí advierten de que alrededor de 37.000 personas no tienen una vivienda en España. Esta entidad sin ánimo de lucro pretende acabar con el sinhogarismo y, por eso, les ofrecen alojamiento. Según subrayan, los servicios públicos no dan una respuesta adecuada. "Tiene que ver con la dificultad de acceso a la vivienda, al trabajo, a la falta de servicios públicos… Y está menos relacionado con el imaginario colectivo de que son un conjunto de malas decisiones individuales que llevan a las personas a esta situación". José Manuel Caballol, director de Hogar sí.

El incremento del precio del alquiler y la proliferación de pisos turísticos en el centro de las ciudades ha complicado considerablemente el acceso a un domicilio digno. "Hay personas en situación de calle que están cobrando, pero, aun así, no les llega para alquilar una habitación", sostiene Lorena Mayordomo, educadora social en un centro de acogida en Cantabria.

Pero existen otros factores que llevan a alguien a la calle, como la migración, experiencias traumáticas o, incluso, un divorcio. Otros vienen marcados desde que nacen. Así lo explica María Santos, responsable del programa Personas sin hogar de Cáritas. Defiende que "muchas historias de exclusión empiezan desde la infancia" y que "heredan la pobreza con la falta de oportunidades y derechos". Recuerda que "son niños que se han criado en situaciones de violencia o de abandono de sus padres".

Así comenzó la historia de Jony, desde la infancia. Es creador de contenido de éxito bajo el nombre de Viviendo en la calle, que describe a la perfección la situación que atravesó durante ocho años. Descubrió Twitch y decidió comenzar a retransmitir cómo era el día a día de una persona sin hogar. Ahora, tiene miles de seguidores y disfruta de un nuevo estilo de vida. “Mis padres eran toxicómanos. Bueno, en el caso de mi padre no estoy seguro, pero mi madre consumía heroína”. Ante esta situación, se fue a vivir con su abuela y con 16 años, ingresó en colegios de menores. “Allí conocí el éxtasis por primera vez y con 17 años llegó la cocaína”. Estas experiencias con las drogas fueron uno de los motivos por los que acabó en situación de sinhogarismo —junto a malas decisiones y la ausencia de un rumbo fijo—. “Me gastaba el sueldo, consumía mucho. Terminé en la calle porque ya no quería robar más ni volver a la cárcel”.

Terminé en la calle por las drogas y malas decisiones. Me gastaba cada sueldo, ya no quería robar más ni volver a la cárcel

Las adicciones son una constante en este colectivo. Paz Martínez empezó a consumir con 17 años. Ahora tiene 53 y se refugia en un centro de acogida. Ha llegado a estar siete días en la calle, sin dormir, debido a los efectos de la cocaína. “Es peor. Si duermes en la calle, por lo menos duermes. Yo me iba de juerga y no descansaba”. Algunas personas terminan viviendo así debido a las sustancias, pero muchos comienzan a consumir al verse en esta situación. Lorena Delgado, de Cáritas, explica que la calle es tan traumática que, en varias ocasiones, es la causante del abuso de drogas o de enfermedades mentales.

El alcohol es una de las sustancias más recurrentes porque es la más barata y accesible. “Con un euro te tomas un litro. El alcohol es consecuencia, no causa”, cuenta Jony. Pero advierte de que “la escalada en las drogas, es decir, fumar o inyectarse, ya es en la calle”. Estas adicciones, y la vida en la calle, desembocan en problemas graves de salud mental. Según datos del Instituto nacional de estadística (INE), casi el 60% de este colectivo presenta algún síntoma depresivo. Desde Hogar sí aseguran que pueden llegar a vivir incluso treinta años menos que la población general. 

Agresiones y delitos de odio

La depresión, el miedo o el estrés que sufren, vienen acompañados de la intranquilidad que padecen a la hora de dormir —que es cuando son más vulnerables—. El 47 % de las personas en situación de sinhogarismo han sufrido incidentes o delitos de odio. Además, 6 de cada 10 casos ocurren en el lugar donde duermen. Jony explica que la clave a la hora de descansar es estar expuesto, pero pasar desapercibido a la vez. Recuerda aliviado que fue afortunado porque se ha sentido agredido en pocas ocasiones. "Tú estás con tus cartones tapado, durmiendo y una persona ebria empieza a mear a tu lado. Una vez un hombre le dijo a otro que no me meara en la cabeza, que lo hiciera en mis pies. Después, empezó a orinar donde tengo mis cosas y los cuencos de mi perro".  En este tipo de situaciones, la mayoría de personas sin hogar no denuncian. Álex fue agredido con arma blanca y pertenece a ese 13% que sí ha dado el paso.

Desde Cáritas recuerdan que en el caso de las mujeres a estos riegos se suma el de la violencia sexual. El 77% de este colectivo son hombres. Pero la proporción de mujeres ha aumentado hasta el 23%, tres puntos más respecto al año 2012.

Además, más de 28.000 personas sin hogar son atendidas en centros de alojamiento y restauración. Tres de cada diez se quedaron en la calle porque perdieron el trabajo o por la necesidad de empezar de cero tras llegar desde otro país. Pero la mitad de este colectivo son españoles.

“Hay que tener mucha resistencia, paciencia y mucho aguante. Hay que tratar de salir de esto lo más rápido posible, porque es muy deprimente. Que se haga la voluntad del creador y para adelante, porque para atrás ya no se puede ir ni para coger impulso”. Con estas palabras termina Álex la entrevista. Suspira, abre el viejo portón oxidado y nos estrecha la mano. Ahora, su prioridad no es encontrar una vivienda digna. Cada día continúa intentando regularizar su situación para poder conseguir un trabajo que le permita subsistir.