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2014, el año que Felipe VI anunció "una monarquía renovada para un tiempo nuevo"

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El reinado de Felipe VI, a examen

La conmemoración, este 19 de junio de 2024, de los diez años de Felipe VI como rey, llama al análisis que lo que ha sido esta década para la monarquía y para el país, pero también nos retrotrae a distintas épocas: al 2014, el año en el que el monarca anuncia “una monarquía renovada para un tiempo nuevo”; y a 1975, a aquel 22 de noviembre en el que Juan Carlos I jura la Constitución como nuevo jefe de Estado, Franco acababa de morir.

Varias etapas, cada una con su mochila y sus retos, con el ánimo –todas- de pasar página –la primera, nada más y nada menos, que de la dictadura a la democracia- e iniciar un nuevo rumbo. El 19 de junio de 2014, Felipe de Borbón y Grecia da el primer paso para cerrar la etapa marcada por los 40 años de reinado de su padre, repleto –en los últimos años- de muchas luces y de unas cuantas sombras. La abdicación la había anunciado el rey -próximamente emérito- 17 días antes y la había firmado justo el día anterior, aunque el verdadero portazo al pasado no se daría hasta cinco años después, durante el pandémico año 2020, que fue cuando Zarzuela anunció que Felipe VI había renunciado a la herencia de su progenitor y cuando, poco después, en agosto, este inició el camino del exilio.

En un acto de proclamación más austero de lo esperado, el nuevo monarca, ante las más altas instituciones del Estado y acompañado de cerca por su esposa, la ya reina Letizia, y sus dos hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, inicia su discurso haciendo alusión, precisamente, al padre ausente en el Congreso: “Con una gran emoción, quiero rendir un homenaje de gratitud y respeto hacia mi padre el rey Juan Carlos I. En la persona del rey Juan Carlos rendimos, hoy, el agradecimiento que merece una generación de ciudadanos que abrió camino a la democracia, al entendimiento entre los españoles y a su convivencia en libertad”.

Palabras, especialmente sentidas, las dedicadas a su madre, la reina Sofía, observadora de excepción desde la tribuna de invitados junto a su hermana mayor, la infanta Elena y sin Cristina, involucrada en aquel momento en el 'Caso Nóos': "Y me permitiréis también, Señorías, que agradezca a mi madre la reina Sofía toda una vida de trabajo impecable al servicio de los españoles". Una alusión a alguien que, según él, había sido hasta entonces, con “dedicación y lealtad”, con “dignidad y sentido de la responsabilidad”, un “ejemplo que merece un emocionado tributo de gratitud que, hoy, como hijo y como rey, quiero dedicarle”.

Cambio de rey previo al pluralismo político

Un discurso sembrado de aplausos en un hemiciclo aún solo acostumbrado al bipartidismo, aunque formaciones como Podemos ya empezaban a llamar a la puerta de la primera línea política empujadas por el indignado movimiento social del 15-M. En aquel momento, el interés de gran parte de la ciudadanía y del propio monarca es, al menos, hacer las cosas de otra manera: “Hoy más que nunca, los ciudadanos demandan con toda la razón que los principios morales y éticos inspiren y la ejemplaridad presida nuestra vida pública. Y el rey a la cabeza del Estado tiene que ser no solo un referente, sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de todos los ciudadanos”. Y añade: “En esos mismos valores de libertad, de responsabilidad, de solidaridad y de tolerancia, la reina y yo educamos a nuestras hijas, la princesa de Asturias, Leonor, y la infanta Sofía”.

Fue, aquel discurso, su “hoja de ruta”, el compendio de líneas maestras que ha querido mantener hasta la actualidad como máximo representante de la monarquía parlamentaria y constitucional que, como tal, es “símbolo de la unidad y permanencia del Estado”: “Afronto mi tarea con energía, con ilusión y con el espíritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generación. Una monarquía renovada para un tiempo nuevo”.

“Encontrarán en mí a un jefe del Estado leal y dispuesto a escuchar, a comprender, a advertir y a aconsejar (…) Con un gran respeto hacia nuestra historia; para así recordar y celebrar todo lo que nos une y nos da fuerza y solidez hacia el futuro”. La estabilidad –amenazada, por ejemplo, tras el 1-O de 2017 en Cataluña- como bandera de un país cuya diversidad “define nuestra propia identidad” y en el que “cabemos todos”; “una conducta íntegra, honesta y transparente” como herramienta vertebral; y “la cercanía con los ciudadanos” como objetivo primordial.

Los desafíos no han cambiado

Tres años después del fin de ETA, quiso recordar a “las víctimas de la violencia terrorista” y, también, “a los que el rigor de la crisis económica ha golpeado duramente” en tiempos, entonces, especialmente difíciles. Y a los más jóvenes: "Tenemos la obligación de transmitir un mensaje de esperanza, de que la solución de sus problemas sea una prioridad para la sociedad y para el Estado". Una mirada hacia el futuro desde un presente con distintos desafíos como “la creación de empleo”, el Medio Ambiente, la Ciencia y la investigación y “afianzamiento del papel de la mujer”. “Queremos que los ciudadanos y sus preocupaciones sean el eje de la acción política, pues son ellos quienes con su esfuerzo, trabajo y sacrificio engrandecen nuestro Estado y dan sentido a las instituciones que lo integran”.

En su conclusión final: “Nada me honraría más que, con mi trabajo y mi esfuerzo diario, los españoles se pudieran sentir orgullosos de mí”.

Unos 25 minutos de un discurso bajo la atenta mirada de los tres padres de la Constitución que, en 2014, aún vivían: José Pedro Pérez-Llorca, fallecido en 2019, Miquel Roca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, protagonistas en su día de un tiempo crucial para nuestro país como testigos, hace diez años, de otra página de la historia reciente de España.