El viaje de Batol, una lucha por los derechos de las mujeres: "La vida no era posible para mí" en Afganistán
- Batol es una informática que tras graduarse en Pakistán no pudo regresar a su país por la vuelta de los talibanes
- El 20 de junio, Día Mundial de los Refugiados, RTVE.es entrevista a exiliados que viven en España
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La mirada de Batol Ghulami refleja una mezcla de emociones: la nostalgia por un pasado truncado en su país, la gratitud por un presente seguro y la determinación de construir un futuro mejor. "La vida no era posible para mí" en Afganistán, cuenta a RTVE.es.
Batol, nacida y criada en Baghlan, siempre soñó con estudiar informática. Con pasión y dedicación, dejó su país para ir a estudiar a Lahore, una ciudad fronteriza con India en la que la universidad pública pakistaní tiene un campus. Al terminar quería regresar a su Afganistán natal, pero el destino tenía otros planes.
La toma del poder por parte de los talibanes significó la aniquilación de sus sueños y el comienzo de una lucha por su supervivencia. Ser mujer la convertía en un objetivo para el régimen talibán. "No tuve otra opción", relata Batol.
Esta joven afgana de 25 años ha vivido una travesía llena de retos desde que los talibanes se adueñaron de su país. "Tuve que solicitar asilo en otro país para continuar mi vida en paz", detalla. Pero no fue nada fácil.
"Yo no tenía esperanzas de ir a ningún lado, pero ocurrió un milagro", cuenta la joven. Desde Pakistán se puso en contacto con numerosas embajadas, pero nadie le respondía, hasta que finalmente logró contactar con la española. Hoy se muestra agradecida con "España por aceptar la solicitud de asilo", gracias a la que ha podido "vivir y continuar" su vida.
El anhelo de regresar a un hogar hecho añicos
A diferencia de muchas otras mujeres afganas, Batol no tuvo que huir de su país. Ya vivía en Pakistán desde hacía algunos años. Pero tuvo que asumir que, por lo pronto, su ansiado regreso iba a tardar en llegar. "La vida de las mujeres con los talibanes se limita a nada, no tienen permitido hacer nada, ni siquiera salir a dar un paseo solas", relata sobre la situación en la que se había sumido su país.
Algo a lo que no estaba acostumbrada. Ella en 2019 ya fundó Ayla, una asamblea de líderes juveniles de Afganistán, con el objetivo de ofrecer a los jóvenes la oportunidad de participar activamente en cambios positivos en la comunidad afgana, trabajando principalmente por la emancipación de los jóvenes y las mujeres, la igualdad de género y la paz. "Tenemos diferentes cursos para enseñar nuevos idiomas, diferente formación sobre tecnología y también información para postularse a becas en diferentes universidades para que puedan continuar su educación en diferentes países", explica la joven.
Cuántos días su mirada se perdió en el horizonte pensando en su vuelta. Pero con esa realidad cerniéndose sobre el país, Afganistán era un espejismo inalcanzable. El recuerdo de su vida anterior la invadió una infinidad de veces con una mezcla de nostalgia y dolor.
Atrás quedaba su familia, sus amigos y su lucha por los derechos de las mujeres. Y no es fácil olvidar una vida. "No es posible que yo olvide todas las cosas, experiencias e historias que yo tengo en Afganistán", se lamenta.
"Decidir marcharme a España fue una decisión difícil para mí, pero no tenía otra opción para mi seguridad", explica con determinación. Desde la distancia, su familia la alentó a tomarla, "ellos también querían mi seguridad", insiste. Entonces buscó incansablemente oportunidades para continuar sus estudios y seguir adelante con sus sueños.
Una vida unida a los derechos de las mujeres
Su esfuerzo y perseverancia dieron sus frutos. Finalmente, Batol consiguió dejar Pakistán y empezar una vida en España. Este fue un nuevo comienzo, una oportunidad para rehacer su vida y construir un futuro prometedor lejos del yugo talibán.
Al llegar a Madrid, la joven se enfrentó a muchos desafíos: el idioma, la cultura, la soledad y la nostalgia por su tierra natal. "Para una chica de Afganistán no es fácil vivir sola", relata. Ella había podido hacer diferentes viajes a otros países, pero aun así, empezar una vida desde cero no ha sido fácil y menos en un "campo de refugiados".
Sus primeros ocho meses en España fueron en un centro de recepción de refugiados. "Cuando una chica se muda a otro país sola, la gente no piensa bien de esa chica y por eso yo no estaba confortable en el campo", recuerda Batol. Sin embargo, no se dejó vencer por las dificultades. Con su espíritu inquebrantable, se dedicó a aprender español y a adaptarse a su nueva vida apoyada por la ONG Rescate, la entidad que la ha acompañado durante su proceso de asilo.
Poco a poco, se fue abriendo camino. Trabaja como informática, continua al frente de Ayla, ha terminado dos formaciones y se ha convertido en una voz activa por los derechos de las mujeres refugiadas. "Estoy alegre por poder continuar con Ayla y mis actividades", detalla la joven.
También participa en eventos, da charlas y utiliza las redes sociales para visibilizar su situación y abogar por un mundo más justo e igualitario, sin olvidar a sus compatriotas.
Pero aún sueña con regresar a su país. "La verdad que a todos los refugiados quieren volver a su casa", afirma Batol con convicción. "Pero tiene que ser cuando haya paz en Afganistán, sin paz no hay oportunidades para nosotros", sentencia.