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Día Mundial de los Refugiados | Historia IV

El viaje de Muhammad, un relato de escape y resiliencia: Afganistán "se convirtió para mí en un infierno"

  • Muhammad es un militar afgano que tuvo que huir de su país tras la toma de poder de los talibanes
  • El Día Mundial de los Refugiados, RTVE.es entrevista a exiliados que viven en España

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Día de los Refugiados: Muhammad huyó de Afganistán
Día de los Refugiados: Muhammad huyó de Afganistán RTVE.es

El 15 de agosto de 2021, el mundo entero presenció la toma de Kabul por los talibanes. Entre los miles de afganos que vivieron esa caída se encontraba Muhammad Noor, un militar que había dedicado su vida a proteger a su pueblo. Cuando salió aquel domingo por la mañana de su casa, no imaginó que ya nunca podría regresar.

Muhammad sirvió en las fuerzas especiales del Ejército Nacional Afgano durante más de nueve años y trabajó mano a mano con los ejércitos extranjeros, lo que lo posicionaba en el centro de la diana.

Él siempre había mantenido la esperanza de un futuro mejor para su país. Sin embargo, la llegada de los talibanes significó el fin de uno de sus sueños. De la noche a la mañana su país se convirtió en aquel que los talibanes gobernaron entre 1996 y 2001. "Mi querido país se convirtió para mí en un infierno y me vi obligado a emigrar de mi tierra natal", recuerda Muhammad.

Sin otra opción, Muhammad se marchó de Kabul a Kandahar. Una vez allí se enteró de que las fuerzas extranjeras habían iniciado un proceso de evacuación de personas vulnerables desde el aeropuerto de Kabul y decidió regresar. La idea era salir junto al ejército español la tarde del 26 de agosto. Pero una bomba se interpuso en el camino de Muha, su mujer embarazada y su hijo de apenas un año.

Entre tanto caos, los aviones despegaron, pero Muha no se rindió. Uno de los brigadas españoles que trabajó con él lo llamó y le dijo que huyera de Afganistán, que ya no era seguro. Dicho y hecho. No había otra opción de salvación y emprendió un viaje lleno de incertidumbre, atravesando un país cuyos líderes lo veían como un enemigo.

Sin documentación y sin nada más que lo puesto, caminaron desde Kabul a Spin Boldak, en Kandahar, y de ahí a Chaman, una ciudad fronteriza con Afganistán, pero ya en suelo pakistaní. Nueve horas a pie durante una larga travesía por la conocida como 'ruta del contrabando'. "Tuve que hacerlo así para que los soldados paquistaníes no me capturaran y me devolvieran a los talibanes", detalla. Pero el peligro les perseguía aun fuera de las fronteras afganas.

Una vida ligada al ejército

Gracias a su educación militar en India hasta el nivel universitario, llegó a ser capitán del ejército afgano. Trabajó en las operaciones contra el Daesh, los talibanes y otros grupos terroristas, en el marco de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) y con el apoyo de fuerzas especiales internacionales, entre ellas el Ejército de España. 

Muhammad en una operación del Ejército entre las provincias de Zabul y Ghazni

Muhammad en una operación del Ejército entre las provincias de Zabul y Ghazni Muhammad Noor

De los 20 años de guerra en su país, tiene "muchos recuerdos amargos y pocos dulces". Herido gravemente en combate tres veces, perdió a cinco miembros de su familia asesinados por los talibanes, que también saquearon todas sus pertenencias y bombardearon su casa.

Pero aun con todo, pone de relieve que desde 2001 a 2021, sus compatriotas tenían libertad, las niñas podían acceder a la educación y las mujeres podían trabajar: "Me duele el corazón en cada parte al ver a los terroristas volver a gobernar Kabul", sentencia.

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Él llevaba una vida todo lo tranquila que se podía esperar dentro de una guerra, pero nunca se había imaginado que su vida daría un giro de 360 grados al salir de su país.

La espera por el visado, dos años para olvidar

Mientras esperaba un visado para venir a España, trató de rehacer su vida en Pakistán, que se convirtió en una lucha por la supervivencia en un país donde era un extraño, un refugiado sin rostro ni voz. "No podía alquilar una casa ni trabajar sin visa y documentos", relata.

El miedo se cernía sobre él, a consecuencia de las viejas rencillas entre Afganistán y Pakistán. "Desde que era oficial de las Fuerzas Especiales Afganas", explica, "tuvimos muchos conflictos con el ejército de Pakistán en la frontera y mi pasaporte también tenía una visa india". Un cóctel que podía ser mortal y del que Muha solo quería escapar. "No quería ser una víctima inocente, ni ser arrestado, ni asesinado" como muchos otros compatriotas suyos.

Con opciones limitadas, Muha puso rumbo a Quetta, una ciudad polvorienta en el corazón de Baluchistán. Allí, se encontró con una dura realidad: "Terminé alquilando una vivienda medio destruida lejos de la ciudad, pagando el doble del alquiler durante tres meses".

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La lucha por la supervivencia parecía interminable. "Dormimos con el estómago hambriento durante tantas noches que cuando encontrábamos algo de comer era un buen día y una buena noche", recuerda Muha. Para mantener a su familia, comenzó a trabajar bajo la identidad falsa de Abdullah. Trabajaba 12 horas al día por 75 céntimos, unas 200 rupias paquistaníes.

La explotación era rampante. Muchas veces su jefe no le pagaba. "Si lo reclamaba, por ser inmigrante, me golpeaba y me amenazaba con llamar a la policía". Y la vida de su familia era similar a la vida en prisión: "No podíamos ni caminar por el parque con nuestros hijos", recuerda. A pesar de las dificultades, Muha nunca perdió la esperanza. Se aferró a la idea de un futuro mejor, un lugar donde él y su familia pudieran vivir en paz y seguridad. Soñaba con España, una tierra lejana que representaba la oportunidad de una nueva vida.

Una vida en España

Y esa nueva vida empezaba a acercarse. En diciembre de 2022 recibió un correo electrónico de la Embajada española en Islamabad. Después de un interminable año y tres meses, su familia tenía cita para iniciar los trámites del visado.

Algo más de 12 horas por carretera dura el viaje de Quetta a Islamabad. Muhammad y su familia lo tuvieron que hacer a pie debido al miedo a ser sorprendidos por las autoridades pakistaníes. "Caminamos durante al menos tres días y tres noches en las montañas y bosques para que no nos atraparan. Temíamos que, si nos atrapaban, Pakistán nos entregaría a los talibanes", recuerda.

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El viaje fue arduo y peligroso, pero lo lograron. Llegaron a la embajada española en Islamabad. "Después de la reunión inicial", dice Muha, "recibí un correo electrónico diciendo que había sido aprobado para una visa y que fuera a la embajada a obtener mis datos biométricos y mi visa".

Ya en 2023, la familia recibió cada uno un visado español y la embajada preparó todos los documentos necesarios para que pudieran viajar legalmente. Cuando parecía que el tormento había terminado, la policía pakistaní todavía les quitó "unos 4.000 dólares estadounidenses en nombre de la visa de Pakistán". La última piedra en el camino que les permitía salir del país y llegar a España.

Fue en abril de ese año cuando aterrizaron en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Dos años después, el calvario había terminado. Allí respiraron aliviados al ver a sus hijos jugar en una sala del aeropuerto sin miedo, como tanto habían anhelado.

A día de hoy, de la mano de la ONG Rescate, la entidad que le acompaña en su proceso de acogida e inclusión, Muha ha recuperado su vida. Ha vuelto a estudiar: electricidad en Madrid. "Espero poder trabajar de eso en el futuro", cuenta con un brillo especial en los ojos. Gracias a ese trabajo, "espera poder ayudar a su familia" en Afganistán.

Una familia a la que dejó atrás, bajo el régimen opresivo de los talibanes. Sus padres y sus hermanos, que vivieron con él, viven a duras penas. Pero, la peor parte se la lleva su hermana, que ni siquiera ha podido terminar sus estudios. "Los talibanes están cerrando la puerta a educación, trabajo y negocios de las mujeres", lamenta el otrora capitán curtido en mil batallas, en cuyo corazón todavía arde la llama de un sueño: "un Afganistán pacífico, con derechos" y donde la guerra sea solo un oscuro recuerdo.