Diez años del reinado de Felipe VI: la generación que recogió el testigo
- Felipe VI nació en 1968, un año de cambios… fuera de España
- Fue una generación que vio a sus padres pelear por la democracia
Aunque, en esta ocasión, Informe Semanal ha tenido la oportunidad de intercambiar unas palabras con el rey durante uno de sus últimos actos para hacer balance de la última década, es muy difícil saber —al detalle— qué piensa realmente la persona detrás de la institución. Por eso, uno de nuestros reportajes del Especial ‘Felipe VI, 10 Años’ tiene como protagonistas a personas, conocidas y más anónimas, referentes de muchos de los sectores claves de nuestro país.
Con ellos hablamos del pasado, liderado en su día por sus padres y abuelos —en aquella complicada transición hacia la democracia-, del presente –salpicado por la tensión política- y del futuro, no exento de retos, sobre todo para los más jóvenes, para quienes –luego, más tarde- recogerán también el testigo.
1968, un año convulso
El mundo, entonces, estaba convulsionado, en aquel 1968 en el que nació y fue bautizado —bajo la presencia aún de Franco— Felipe de Borbón y Grecia. Fue el año de la desobediencia civil, de la Primavera de Praga y del mayo francés tantas veces imitado y parafraseado.
Estados Unidos, en plena Guerra Fría, era el espejo al que se miraba Occidente y no eran tiempos fáciles. El país, que ya se estaba ahogando en Vietnam y asistiría a la llegada de Nixon a la Casa Blanca, buscaba la ventaja en el camino hacia la Luna, pero se abría en carne viva dentro de sus fronteras: asesinaron a Martin Luther King. Y a Robert F. Kennedy. Se luchaba por los derechos y por las libertades. Se levantaban los puños en los Juegos Olímpicos de México, también tensionados por las revueltas internas.
España, en busca de su camino
España, por su parte, trataba de encontrar su camino. El dictador, en su última etapa, pretendía dejar “todo atado y bien atado” en la persona de Juan Carlos I, que sería quien lideraría la transición que hoy se cuestiona. Al ritmo del “La, la, la” de Massiel en Eurovisión, nuestro país empezaba a sentir la amenaza de ETA, pero también experimentaba aquel desarrollismo de sol y playa, de fútbol y toros, que tanto atraían a los extranjeros.
Las zonas rurales ya veían cómo se aceleraba su vaciado y las ciudades eran todo un festival del ladrillo, rodeado de vehículos y, en definitiva, de una sociedad de consumo incipiente que ponía cara al “baby boom” patrio.
En 1975, se precipita todo. Alberto San Juan (1968, actor) recuerda “la tele portátil, en blanco y negro… y el cartel sobre fondo negro en letras blancas “Franco ha muerto”… Ante eso, aun siendo un niño, yo tenía entonces 7 años, es '¿y ahora qué?' A lo mejor, mi 'ahora qué' es cuántos días no íbamos a tener colegio, por ejemplo… pero había un inmenso '¿y ahora qué?'".
Las ansias por el cambio se disparan. Lo demanda gran parte de la ciudadanía. Pedro Rollán (presidente del Senado, 1969) resumen en pocas palabras el sentir de entonces: “España quería dejar atrás una etapa triste, oscura, en la que nuestros padres, nuestros abuelos tenían fijado como objetivo, como hoja de ruta, equipararse a países de nuestro entorno como Inglaterra, como Francia”.
Toma de conciencia
¿Fue aquel el inicio de la pérdida de la inocencia o tendrían que pasar todavía unos años… hasta digerir y superar el 23F? “La inocencia de no saber nada, de empezar a descubrir el mundo”, nos dice Judit Mascó (1969, modelo y presentadora), “porque se empieza por ahí, por estar informados. Y, luego, tomas conciencia como sociedad”.
A la conquista de los derechos más fundamentales, se enarbolaba la bandera de los principios y de los valores, de los que hoy también se habla porque, en España, ha llovido y ha tronado desde entonces y se ha conseguido mucho en el camino, pero también se ha perdido algo de aquello. “Los valores, precisamente —asegura sin dudarlo Javier Castillejo (1968, boxeador)—, yo no los veo por ningún lado. Sobre todo, en los jóvenes”.
Aunque, quizás, es el peligro de generalizar, como en todo. “Creo que queda mucho más de lo que pensamos… Por ejemplo, se pusieron las bases de algo que luego nos permitió, entre otras muchas cosas, entrar en la Unión Europea”, aporta Fernando Trias de Bes (1967, escritor y economista).
“Y, ahora”, añade Nadia Calviño (1968, presidenta del Banco Europeo de Inversiones), “tenemos una de las mayores economías mundiales, un país próspero, un país moderno. Y creo que tenemos que sentirnos todos muy orgullosos por el éxito colectivo de todo un pueblo. Un ejemplo de éxito de los que hay muy pocos a lo largo de la historia”.
“¿Qué queda de todo aquello?” se pregunta también Alberto San Juan, que responde: “Pues la lucha por la emancipación. Porque no vivimos, desde mi punto de vista, en una sociedad emancipada. Seguimos viviendo en una sociedad dividida en clases, donde los privilegios se concentran en una minoría y la precariedad se reparte generosamente entre una mayoría”.
23-F, prueba definitiva para la democracia
Desde luego que el 23-F, la fecha que ha quedado marcada en la historia como la del golpe militar de Tejero, fue la prueba definitiva en el iniciado camino hacia la democracia: ya había Constitución, ya se habían podido legalizar formaciones como el Partido Comunista, ya se celebraban elecciones y, aunque todo tenía que madurarse, la inmensa mayoría de la sociedad sí tenía claro lo que quería y no coincidía con la opinión de unos estamentos militares nostálgicos del pasado.
Carlos Alsina (1969, periodista), pegado a los micrófonos de uno de los estudios centrales de Onda Cero, casi recuerda al detalle aquella tarde de febrero y el momento de los disparos en el Congreso: “Íbamos en el coche, camino de casa, después de haber salido del colegio, en el coche de mi padre, con mis hermanos… Con la radio puesta, supongo que era Radio Madrid y, a las seis y pico de la tarde, escuchar los tiros… Y quedarnos, todos, sin entender nada de lo que estaba pasando… sí 'cuidado que aquí algo puede cambiar para peor', seguro”.
“La primera impresión que se vivió en mi casa fue de miedo —nos cuenta Ovidio Moreno (1964, maquinista de Metro de Madrid)—, de desconcierto; de volver a retroceder al punto de partida”. Ovidio tiene cuatro años más que el rey y aquello le pilló un poco más mayor y todo lo que estaba pasando en el Congreso, en la calle, se estaba viviendo con intensidad en su casa porque su padre era sindicalista y “en casa, habíamos aprendido bien a valorar la conquista de los derechos”. Nos lo cuenta una mañana de este mes de junio después de su jornada laboral, que inicia cada mañana a las seis.
Aire fresco
Lo cierto es que aquel episodio fue también un golpe de aire fresco para el propio Juan Carlos I, fue el momento en el que logró la autoridad que muchos todavía ponían en duda. Y España, en su conjunto, ya empezó a pisar el pie del acelerador.
Llegaron las elecciones del 82, con el apabullante triunfo del PSOE de Felipe González y la adhesión al club europeo en 1985. Y, en todos los ámbitos, estallaron aún más las ganas de romper moldes. En el mundo de la cultura y de la televisión, por ejemplo. Con sus luces y sombras. Detrás de movidas como la madrileña, los estragos de una sociedad virgen.
Castillejo, sentado en su gimnasio de Parla situado en el centro deportivo que lleva su nombre, reflexiona sobre aquellos tiempos y se siente, echando la vista atrás, “un superviviente de la época de la heroína. Amigos míos han muerto, conocidos… en el barrio… Fue una etapa muy muy dura, pero no había información. Ahora sí la y se sigue cometiendo el mismo error”.
Judit Mascó también rememora el sida: “También fue un golpe muy duro. Porque hasta que no lo entendimos bien, murió mucha gente. Mucha que yo conocía, del entorno de la moda”.
Mayoría de edad
A mediados de los 80, el príncipe Felipe sigue adelante con su formación académica y militar. En España y en el extranjero. Cumple 18 años y jura la Constitución, como hizo su hija, la princesa Leonor, en 2023.
Sentado en la barra del negocio familiar, que se asoma desde hace décadas por una de las esquinas de la Plaza Mayor de Madrid, José Antonio Aparicio (1968, hostelero) nos cuenta que, muchas veces, hace años, no era raro verlo por la zona tomando algo con sus amigos: “Yo recuerdo que mis padres veían a una persona joven como tú, con tu misma edad, y querían que sus hijos de alguna forma fueran educados en esa línea: de formación, de aprender idiomas, de “saber estar” que decían nuestro padres”. Y, poco después, parece que medio país se emocionó viendo al príncipe como abanderado en la inauguración de los Juegos de Barcelona'92.
“Todo, en conjunto, fue emocionante”. Lo certifica Judit Mascó, que estuvo allí, formando parte del evento que “transformó la sociedad de nuestra ciudad y de nuestro país. Y nos abrimos al mundo. Y el mundo nos descubrió. Con nuestras diferencias, que son muchas y a mí me encantan, con nuestra comida, nuestras lenguas, unidos en un fin común. Hubo un antes y un después. El 92 nos posicionó”.
Tiempo de crisis
Y, desde entonces, perdida la inocencia, España es otra, con sus altibajos. Porque, después de la cita olímpica y de la Expo de Sevilla, llegaron –de nuevo- las dosis de realidad, las crisis económicas, los vaivenes emocionales que se han ido repitiendo en ciclos hasta la actualidad.
Hoy, los deportistas son una de las principales 'Marca España', pero Javier Castillejo lamenta que no sea oro todo lo que reluce: “Quitando el deporte rey, que es el fútbol y, quizás, un poco el tenis… Todo lo demás… A todos los demás… ¡No nos conoce nadie! No hay un seguimiento. Y te puedo poner un ejemplo: Javier Castillejo, fui ocho veces campeón del mundo, seis veces campeón de España, seis de Europa y yo soy un deportista olvidado”.
Quizás, uno de los grandes valores de nuestro país es la memoria, pero la receta no es única y el olvido también está en el orden del día. El terrorismo ha sido, para Nadia Calviño, “probablemente, el mayor reto y la mayor amenaza que hemos tenido en nuestra democracia”.
Años de plomo
Ya en el 68 ETA comenzaba a sembrar su terror, pero algunos atentados han dejado más huella que otros. Como el de Hipercor de Barcelona, un 19 de junio de hace 37 años. Como el asesinato de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua (Bizkaia), aquel inolvidable 13 de julio de 1997.
“Es que me emociono, me acuerdo perfectamente porque estaba embarazada de mi hija mayor”, cuenta Judit Mascó: “El cómo lo vivimos los ciudadanos, el silencio que se hizo al terminar la manifestación…” El grito del “¡Basta Ya!” retumbó por toda la geografía.
Para Pedro Rollán, “este ha sido un país absolutamente ejemplar. Porque aquí hubo un tiempo, el tiempo del plomo, en el que la sociedad española fue respetuosa y depositó su confianza y la respuesta y la reacción en las fuerzas de seguridad del Estado y en el imperio de la Justicia”. “Afortunadamente”, añade Calviño, “venció la sociedad española, venció la paz, venció la democracia”. El 20 de octubre de 2011, la organización terrorista ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada. Detrás, dejaba un reguero de víctimas.
Y la irrupción de otro tipo de terrorismo, el yihadista. El 11-M de Madrid también hizo que España volviera a madurar, a perder otras inocencias. Ovidio tiene incrustado aquel jueves de marzo electoral de 2004 porque él, que lleva 37 trabajando para Metro de Madrid, estaba aquella mañana estacionado en la Línea 1 en la estación de Atocha. Se emociona. Han pasado 20 años, pero parece que ocurrió ayer.
Guerra contra el terrorismo
El país ya se había removido antes con la guerra de Irak. La destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 por parte de Al Qaeda, desató la “guerra internacional contra el terrorismo” desatada por Washington y volvió el conflicto a Irak. Y a Afganistán. Y, a aquella guerra, se sumaron muchas naciones como la nuestra. No todo el mundo estuvo de acuerdo. Podría haber que pagar precios demasiados altos, como así sería. Y las calles se llenaron de protestas.
“Pues fue uno de esos momentos emocionantes en los que la gente se junta en pos de los Derechos Humanos básicos y elementales: el derecho a la vida y el derecho a la buena vida. De todos, no solo de unos”, comenta Alberto San Juan, con el mismo ímpetu de entonces que, también, entre otros colectivos, lideraron los actores.
Ya nos hemos referido al año 2011. Fue, también, el año del movimiento ciudadano 15-M que se erigió en voz de los indignados de nuestro país desde la Puerta del Sol de Madrid. La crisis del 2008, con amplios ecos en aquellos momentos, había puesto freno al futuro, a los deseos de los jóvenes, pero también al bienestar de los más mayores. Y vuelve a marcar un antes y un después en la historia reciente de nuestro país.
En 2014, la fecha que estos días estamos recordando con motivo del aniversario de la proclamación de Felipe VI, surge Podemos, por ejemplo, y Ciudadanos coge fuerza. Las Cortes que asisten al juramento del nuevo rey ya no van a volver a ser las mismas, se romperá el bipartidismo.
“Hasta el 15M, sí, hay un pacto de “esto está bien, esto es lo mejor a lo que podemos aspirar y hay cosas que no se tocan”, resume San Juan, “no se toca la transición, no se toca la Constitución, no se toca la monarquía… Y ya está… y esa fue la primera ocasión en la que se cuestiona la democracia nacida de la transición, de una forma amplia”.
Asignaturas pendientes
Hoy, sigue habiendo muchas asignaturas pendientes y unas cuantas de aquellas reivindicaciones se han logrado, pero otras, no. Derechos básicos como el de la vivienda, recogidos en la Constitución, parecen cada vez más difíciles de alcanzar. Especialmente, para la juventud, que ve cómo las cifras de desempleo le afecta más que a nadie.
Javier Castillejo, padre preocupado por el futuro de sus hijos, muestra en el aire el gráfico infernal: “Osea, la vida está aquí —señala con una mano por encima de su cabeza y con la otra, se sale de la pantalla hacia abajo— y los sueldos aquí. Que una persona, con 30 años o más incluso, esté viviendo con los padres…”.
Hace unos años, hablábamos del 'boom inmobiliario'. 'Hoy, del 'boom turístico', que tiene mucho que ver con la excesiva oferta de alquiler para cortos períodos de tiempo y con la falta de pisos en los que vivir. Y los que hay, a precios desorbitados. Ni siquiera las leyes que se han aprobado para contener los precios en este sentido han logrado frenar la curva.
Turismo, las dos caras de la moneda
He aquí las dos caras de una moneda y una industria, que es primordial en nuestro país, una realidad evidente que subraya Trias de Bes: “El turismo nos ha lastrado en algunas cosas, pero también nos ha salvado en otras. Con el Covid, fue uno de los sectores más perjudicados, pero luego —con toda la crisis de componentes y la crisis de semiconductores— el turismo nos salvó”.
José Antonio Aparicio, que además preside actualmente al gremio de los hosteleros de Madrid, ve claro que es el presente y el futuro: “Hemos pasado de un país de sol y playa a ir, poco a poco, evolucionando a mejor con toda una logística hotelera y una base gastronómica importantes hasta llegar a hoy, que es por lo que hoy la mayoría de las personas nos visitan. Lo que es evidente es que tenemos que trabajar por no congestionar estos destinos y por hacer que sean llevaderos para todos los residentes”.
Motor económico y uno de los pilares del sistema ante el que parece no haber alternativa. Fernando Trias de Bes ha escrito y suele hablar mucho sobre este asunto. En su opinión, “para cambiar un modelo de país, necesitas de 20 a 30 años” y apunta que la alternancia política, no única de nuestro país, no suele facilitar pactos de Estado como el que haría falta, en este caso, para cambiar el rumbo y hacer posibles y estables otras opciones.
El turismo, desde el punto de vista de una camarera de piso, por ejemplo, también se ve desde otra perspectiva. Ven otros récords: “A nosotras”, apunta Vania Arana (1968, portavoz y presidenta del Sindicato Las Kellys de Cataluña), “este turismo de masas que tenemos, lo único que nos trae es precariedad. Es una sobrecarga de trabajo brutal que no podemos asumir y solamente pensamos en cómo vamos a salir adelante ganando 85 céntimos por habitación”.
Arana denuncia que, detrás de las exitosas cifras del sector, las profesionales de la limpieza siguen siendo víctimas de la tercerización que beneficia “solo a unos pocos” y que todo lo que supone la subcontratación —en horas de trabajo y falta de descanso— “nos ha llevado a otras cifras que son demoledoras. El 90% de las compañeras sufre una enfermedad crónica. El de las camareras de piso ya está considerado como un colectivo enfermo”.
Y el mundo se paró con la pandemia
Ellas también sufrieron mucho con el parón general que trajo la pandemia. En 2020, se paró el mundo y “cuando nos cayó encima, floreció todo: dentro de la sanidad pública, que es donde yo llevo 25 años trabajando, hay un problema gravísimo de falta de recursos humanos”. Carolina Pérez de la Campa (1971, médico de familia) nos recuerda hasta qué punto que se vieron “sometidos a una falta absoluta de cuidados a nivel de prevención de riesgos laborales”: “Hubo demasiadas muertes que se podían haber evitado”.
El presidente del Senado considera que hay que “establecer una autonomía estratégica para que, ante la repetición de futuras situaciones críticas como la pandemia, no tengamos que estar al albur de terceros países en lo que se convirtió un mercadeo y una subasta para poder optar y para poder obtener los elementos de protección individual como mascarillas, guantes, etc, etc.”.
Uno de los hechos que, a día de hoy, más están tensando la cuerda entre la clase política mientras comienza a salir a la luz, precisamente, todo aquel negociado. “Antes, se ponía mucho más encima de la mesa aquello que compartíamos”, concluye Pedro Rollán; “hoy, lamentablemente, se pone demasiado énfasis en lo que nos diferencia. La España actual es algo más tensa, si se me permite, que incluso la que se vivió hace 30 o 40 años”.
Diálogo de sordos
En esa línea, coincide con Óscar Moret (1974, agricultor), con quien charlamos bajo un intenso sol de junio cerca de una de sus plantaciones de melocotones en Almudáfar (Huesca): “Yo creo que aquellas discusiones, entonces, acercaban… con posiciones más difíciles en un momento de transición y enconadas y, sin embargo, hay ahora una batalla política que hace que la gente se distancie…”.
Y, así, vemos que la desafección política puede tener más de una razón de ser: “ Si no estamos ni siquiera de acuerdo en cuáles son los hechos sobre los que estamos opinando”, apunta por ejemplo Carlos Alsina, “estamos en un diálogo de sordos. Yo lo que yo creo que no existe es un proyecto común. Y si cada institución y cada persona que está al frente de esa institución tuviese claro qué le compete y qué no le compete, ya habríamos avanzado bastante”.
Inevitable referencia a la Justicia, uno de los grandes temas de discusión de nuestro tiempo. Al menos, entre los políticos: “Yo —propone Castillejo— los metería en un ring para solucionar esos problemas… Que se pongan unos guantes y que lo solucionen y el que gane, pues ha ganado. Con unas reglas. Así estaría el mundo mejor. ¡Seguro, vamos!”.
Quedan cuentas pendientes. La de la inmigración, sin duda, es una de ellas. Moret nos asegura que, en el campo, “no tenemos una crisis de agricultura, sino de agricultores. Cada vez, producimos más, pero cada vez tenemos menos agricultores. Por eso, entre otras cosas, tenemos el reto de integrar a la inmigración. Hoy, el 50% de los niños del cole de mi hijo son inmigrantes o hijos de inmigrantes. Nuestros nuevos pobladores, nuestro nuevo mundo rural van a ser, en su gran mayoría, inmigrantes. Y, al mismo tiempo, el cole de mis hijos no sería posible sin inmigración porque es quien viene aquí a coger melocotones”.
Avances en igualdad
Alcanzar la igualdad y derribar el machismo son dos intenciones colectivas encapsuladas en el mismo propósito, planteadas “en serio, hace bastante poco”, especifica Mascó: “Y el cambio que ha habido, en tan solo esta última década, les pertenece a mis hijas. Me enorgullece que sean ellas las más reivindicativas porque es a ellas a las que les va a quedar esta sociedad”.
Vania Arana, acostumbrada a otras pasarelas, se muestra incrédula ante cualquier avance: “Pero, ¿de qué techo de cristal me están hablando? Si, realmente, mujeres como nosotras, las camareras de piso, estamos en el suelo pantanoso. Y nuestra preocupación —asegura indignada— es salir de ese suelo pegajoso”.
Nadia Calviño, que es madre de familia numerosa, que lleva toda su carrera moviéndose en las altas esferas del poder, tanto en Bruselas como en España, ha vivido y sufrido la situación en cada momento. Asegura, que para ella, en este sentido, “no se puede negar que hemos llegado muy lejos” y uno de los grandes problemas que ve es que “vemos, a nuestro alrededor, cómo hay fuerzas que intentan que volvamos atrás, que volvamos a esa España en blanco y negro… cómo, alrededor del mundo, los derechos de las mujeres están siendo cuestionados y reprimidos. Por tanto, creo que tenemos que seguir luchando, cada día, y avanzando en igualdad para que la nuestra sea una sociedad lo más inclusiva y abierta posible”.
Ella misma, hace no mucho, en 2022, protagonizó un momento con motivo del ’Madrid Leaders Forum’ , que dio mucho que hablar al no querer hacerse una foto solo con empresarios. Todos, hombres. En ese momento, ella era vicepresidenta primera del gobierno y ministra de Asuntos Económicos.
Derechos LGTBI+ en peligro
España, que fue pionera en aprobar el matrimonio igualitario en 2005 (tramitado por ley en aquel intenso 2004 en el que, por cierto, también se casaron Felipe y Letizia), hoy —a veces— parece paralizada en el tiempo.
Ciertos derechos LGTBI+ no están siendo del todo respetados en según qué comunidades autónomas y su desarrollo depende de qué partido sea el encargado de hacerlo. Lo peor, los mensajes de odio que se transmiten, muchas veces impregnados de violencia física. Y ahí están los jóvenes, viviendo rápido, pegados a las pantallas, pensando en el futuro, pero más en el corto plazo y, probablemente, reordenando prioridades.
Pedro, desde el corazón del Palacio del Senado, presiente que “ya son muchos los jóvenes que están empezando a pensar que van a vivir peor que sus padres. Y eso es algo que tenemos que combatir”.
Vania insiste: “Con un sueldo de mil euros, es que no sales adelante”. “Es verdad que hay un decalaje entre lo que las empresas necesitan y la formación que damos”, certifica Fernando.
Para Ovidio, lo chocante de toda esta situación es que hablamos de “la generación más preparada y mejor formada”, pero Javier les ve “perdidos. Porque no tienen ningún objetivo, un plan donde llegar, algún espejo donde mirarse…”
José Antonio confía en que, quizás, podría servir “el recuperar el espíritu emprendedor, el de asumir riesgos sin mirar qué va a ocurrir. Si se quiere, un poco temerarios como eran efectivamente nuestros padres”.
Nadia pide que nadie pierda la perspectiva porque “España es un referente en derechos sociales y eso nos hace un país mejor”. “Y lo importante”, añade Carlos, “es no perder todo aquello en lo que hemos avanzado. Quienes han venido después tienen la suerte de haber nacido en un régimen de libertades asentado, muy consolidado”. Y sin perder de vista la salud mental, apunta Carolina.
Retener el talento a toda cosa
Todos rechazan la idea de que muchos más se acaben buscando la vida fuera de nuestro país. Todos consideran que hay que retener el talento, cómo sea. Y atraer a todo el que se pueda. Simulando ser un chaval sin luces, Alberto dice: “La culpa es de los moros, de los negros, de los okupas y de las feminazis. Sí, ¿qué pasa? ¡Soy machista! ¿Y qué?”, pero acaba diciendo ya en su papel real, de ciudadano: “Pero también hay jóvenes acampados en la Complutense contra el genocidio de Gaza”.
Judit aclara la evidencia: “tienen una visión muy distinta a la de nuestra época. Es muy fácil criticarlos, se les critica mucho, pero creo que esa visión les dará independencia para hacer... no lo que quieran, sino cómo ellos quieran”. Óscar resuelve con un deseo personal: “Yo, pensando en mis hijos, querría simplemente que fueran felices”.