Las cartas entre Sorolla y el conde de Villagonzalo, que le animaba a pintar a su aire, en una exposición
- El Museo Sorolla muestra las cartas entre el pintor y el aristócrata que revelan una estrecha relación
- La exposición temporal puede verse del 1 de julio al 22 de septiembre
El pintor valenciano Joaquín Sorolla y Bastida tuvo una relación personal y profesional con el conde de Villagonzalo que salió a la luz con el hallazgo de seis cartas manuscritas inéditas que constaban en el Archivo Histórico de la Nobleza y que ahora expone el Museo Sorolla.
El conde Mariano Maldonado Dávalos fue el primer embajador de España en Rusia, senador y descendiente del famoso comunero. Coleccionista y entendido en arte, era amigo personal de Sorolla como se puede apreciar en las misivas de la exposición temporal Sorolla y el conde de Villagonzalo: Una conversación inédita, que puede verse del 1 de julio al 22 de septiembre.
En 1900, el conde era uno de los miembros del comité organizador del pabellón español de la Exposición Universal de París y seleccionó al pintor valenciano para participar, con cierto trato de favor, ya que presentó mayor número de cuadros que el resto de los participantes. Allí obtuvo la medalla de bronce lo que supuso su espaldarazo internacional. Eran habituales sus exposiciones y estancias en Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Un retrato de 20.000 pesetas
Los documentos que se exhiben son el recibo del pago del retrato de su hija de María Luisa Maldonado y Salabert encargado a Sorolla en 1907, por un importe de 20.000 pesetas, y seis cartas con su correspondiente sobre, todos manuscritos originales de puño y letra del pintor. Se encontraron en una carpetilla de justificantes de gastos de la casa, entre recibos de impuestos y facturas de agua, teléfono, alimentación o peluquería.
Las misivas del conde tienen su escudo de armas, con cinco flores de lis y un lema en francés: "C'est mal donné" (Mal donado). Algunas de las cartas de Sorolla son meros billetes y tratan sobre cambios en las citas para las sesiones de posado de María Luisa.
Sorolla ya era un artista consolidado y asentado en Madrid. Había transitado por todos los géneros pictóricos en boga, la pintura religiosa e historicista, el costumbrismo, el realismo social y se encontraba en su etapa más libre. Pintaba paisajes del natural y le fascinaba la luz.
La condesita
Los retratos, género de moda, colgaban en los salones de las casas nobles. Más allá del recuerdo familiar, servían para exhibir la riqueza, el buen gusto y el bagaje intelectual de sus propietarios. Para Sorolla, estos encargos eran una fuente regular de ingresos, que le permitían dedicarse a otros géneros y a sus trabajos personales.
A su mujer Clotilde le confiesa en una carta: "Fui a la visita para el retrato de la hija de Villagonzalo. No es bonita, pero es simpática y puede hacerse una cosa aceptable".
En el Retrato de María Luisa Luisa Maldonado, hija del conde de Villagonzalo, el pintor adopta el retrato clásico inglés con un paisaje al fondo, elaborado con gran precisión. El atuendo de la condesita, al estilo belle époque, con peinado y sombrero, aparece con todo lujo de detalles. El resultado es elegante y de gran maestría, un retrato con ecos de Goya y reminiscencias españolas.
El conde seguía muy de cerca el proceso creativo y en unas líneas se queja de que encuentra "la nariz de María Luisa demasiado atomatada para pasar a la posteridad inmortalizada por usted". El artista atendió el requerimiento, se puede observar que, en el Estudio para el retrato de María Luisa Maldonado Salabert, el apéndice nasal es más ancho y el rostro tiene una posición más frontal. En el retrato definitivo una estratégica sombra contribuye a afilar la nariz de la condesita.
Sorolla regaló a la familia, el estudio de la cabeza de María Luisa y también otro óleo sobre cartón preparatorio en el que una figura femenina de cuerpo entero se recorta contra el horizonte, sujeta un sombrero blanco y luce una blusa blanca, ropas mucho más típicas de los cuadros del pintor.
El retrato fue pintado por Sorolla durante los primeros meses de 1907 en su estudio de la calle Miguel Ángel en Madrid, pero el paisaje de fondo es la sierra de Guadarrama, el entorno que rodeaba a la finca del Monte del Pardo donde su familia se había trasladado a vivir el año anterior para propiciar la recuperación de su hija María, que sufría tuberculosis.
Humor frente a las críticas
En una de las cartas más largas, Sorolla comenta con el conde, en tono jocoso, cómo recibe las críticas de ciertos clientes. La cercanía con las que el pintor escribe a Maldonado Dávalos, así como las muestras de afecto y el envío de recuerdos entre ambas familias, demuestran que su relación era estrecha, acercándose a la amistad.
El conde de Villagonzalo respondió a Sorolla, dándole ánimos e instándole a no hacer caso de las críticas y a pintar a su aire como le pareciera, sin dejarse influir por nada. El valenciano le contesta: "Su buen consejo tuvo hace pocos días que ponerse a prueba por una visita que tuve, la señora apretaba de lo lindo, pero me defendí bien, y no hice nada de lo que pedía, no fue mal triunfo".
“La señora apretaba de lo lindo, pero me defendí bien, y no hice nada de lo que pedía, no fue mal triunfo.“
Las cartas revelan datos interesantes como que, en ese momento, Sorolla estaría trabajando simultáneamente en los retratos de María Luisa Maldonado, la condesa de San Félix y el marqués de Alhucemas.
Sorolla dividía su tiempo entre El Pardo y el estudio de Madrid, por lo que el Museo Sorolla conserva también una serie de cartas a su esposa Clotilde en las que comenta los avances en el cuadro de María Luisa. Cuenta las instrucciones precisas del conde sobre el paisaje del fondo, un retrato al estilo inglés.
El retrato de la hija del conde fue un éxito por su gran aceptación entre las damas de la alta sociedad madrileña y por su cuantía. Cobró 20.000 pesetas, cuando en esa época su tarifa habitual era de 7.500. Este cuadro sirvió a Sorolla para afianzar su reputación internacional y fue expuesto en 1908 en Londres. En agradecimiento por el encargo, regaló al conde su retrato en el que aparece con barba y monóculo, además de los dos estudios preparatorios ya mencionados.
Sorolla y los reyes
La carta más interesante es la fechada en La Granja el 5 de julio de 1907. Ese verano Sorolla se trasladará a La Granja de San Ildefonso junto a su familia para atender un encargo de gran relevancia: pintar los retratos de los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg.
En la carta, el pintor cuenta a su amigo Mariano Maldonado cómo avanzan los cuadros de los reyes. La escritura revela su gran sensibilidad y la atención al detalle con la que trabajaba:
"La reina la pinto sentada, está guapísima, envuelta su cabeza y cuerpo en amplia mantilla negra, libre cuello y algo de escote (en punta), los brazos se adivinan a través de los volantes de la mantilla, la falda es de seda blanca con aplicaciones en el tul de seda que cubre todo el vestido.
Destacaré casi todo el busto, sobre el cielo, azul con nubes. Una calle de arboles con el fondo del palacio, completan el cuadro; la Reina está sentada en un banco de mármol blanco.
El Rey esta a plena luz, poco fondo, pero brillante de verdes variadísimos. Este retrato es el verdaderamente difícil, por lo cargado de detalles que está el uniforme, y sobre todo por la brillantez fina de la luz solar reflejada"
La carta añade comentarios, entre los que se deslizan sus impresiones sobre la reina Victoria Eugenia, "es un encanto, habla castellano muy bien, discurre en cosas de arte admirablemente", e incluye dos pequeños dibujos de ambos retratos. Estos esbozos lo convierten en un documento excepcional que narra en primera persona su proceso creativo.
Jóvenes y relajados
Los reyes, casados el año anterior, son muy jóvenes. La reina Victoria Eugenia está retratada “a la española”, con mantilla negra y abanico, en una pose relajada, lejos de la pompa habitual en estos lienzos. La exposición también muestra un estudio preliminar en el que la mantilla era blanca y el retrato más luminoso.
El cuadro de Alfonso XIII, vestido con uniforme de húsares, brilla como una de las cotas más altas en la retratística de Sorolla, por el detalle de la vestimenta y la multitud de matices con los que capta la luz filtrada por la vegetación.
Sorolla se sintió libre al pintar estos dos retratos, tanto por la pose y el atuendo en el caso de la reina, alejados de lo oficial, como por el tratamiento técnico de la luz en el caso del rey.
Artista de su tiempo, integrado en la élite burguesa e intelectual, Sorolla pintaba por encargo, pero siempre defendió su parcela de libertad artística. Tuvo que hacer algunas concesiones, pero siguió experimentando con la luz y el color dejando su impronta en los retratos con un estilo único e inconfundible.
Sorolla y el conde de Villagonzalo: Una conversación inédita
La exposición temporal ha sido comisariada por María del Carmen López-Villalta Nieto y Noemí Lozano Fernández.
Lugar: Museo Sorolla, Paseo General Martínez Campos, 3, Madrid
Duración: Del 1 de julio al 22 de septiembre.
Horarios: De martes a sábado de 9:30 a 20 horas. Domingos y festivos de 10 a 15 horas.