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Francisco Villar, psicólogo clínico: "Las pantallas roban la empatía a los niños"

  • El experto recomienda retrasar el uso de móviles hasta los 18 años
  • Asegura que las pantallas restan tolerancia a la frustración a los menores

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Francisco Villar, autor del libro "Sin pantallas, pienso y siento mejor".
Francisco Villar, autor del libro "Sin pantallas, pienso y siento mejor". RTVE

Francisco Villar es psicólogo clínico y autor de Sin pantallas, pienso y siento mejor (Montena, 2024). Por su consulta pasan muchos niños y adolescentes que han intentado o quieren quitarse la vida. Desde hace tiempo, este profesional detectó que se había producido un cambio en ellos. Eran niños que se sentían vacíos y, cada vez, les costaba más enfrentarse a la vida. Aunque el uso de las pantallas no es la única causa de esta ansiedad y de los cambios en nuestros hijos, sí tiene mucho que ver.

Los padres de sus pacientes le pidieron que escribiera un último libro para ayudar a sus hijos y tener argumentos para restringirles el uso de pantallas. En su obra, Villar, profundiza en el robo de capacidades que perpetran los móviles a los menores, y en los falsos mitos que ha propagado la industria tecnológica para ganar más dinero.

PREGUNTA: ¿Por qué las pantallas afectan más a los niños y a los adolescentes? 

RESPUESTA: Las pantallas se alimentan del tiempo, se nutren de la atención del ser humano. En la infancia, la adolescencia, tienes oportunidades para desarrollar recursos con los que enfrentarte a la vida. De 40 a los 60 años, puedes tirar cuatro horas de tu tarde a la papelera y no pasa nada trascendental en el mundo. Sin embargo, a edades tempranas, tienes la posibilidad de incrementar tus habilidades. Es ciencia. Para facilitar una vida adulta necesitamos aprovechar esas oportunidades.

Villar:

Villar: "Las pantallas se alimentan de nuestro tiempo y atención"

P: ¿Los menores dejan de hacer cosas que les alimentan durante ese tiempo frente a las pantallas?

R: Sí, los niños y adolescentes no hacen lo que les corresponde o lo que les nutre. Limitas a tu hijo a una hora con el móvil y dices: 'Bueno, le voy a poner una hora y ya', pero ¿qué estaría haciendo esa hora en la vida real? Porque casi siempre te va a salir que la alternativa era mejor que el tiempo que dedican al móvil. Es perjudicial usar el móvil antes de los 16 años.

P: ¿Vivimos en la sociedad del miedo y los padres les damos móviles a nuestros hijos para sentirnos más seguros?

R: Estamos en una sociedad asustada, atemorizada. Los chicos tienen menos tolerancia a la frustración y menor empatía, lo que les dificulta la vida. No solo no les ponemos la vida más fácil, sino que se la estamos poniendo mucho más difícil. Se enfrentan al bullying y al ciberbullying. Respecto a la generación de sus padres, los riesgos se han multiplicado por cien mil porque una chica o un chico está en su habitación con 10, 11, 12 años, con una puerta abierta y gente malintencionada se puede aproximar.

Los riesgos de los niños se han multiplicado por cien mil respecto a la generación de sus padres

P: ¿Y las presiones estéticas que sufren las chicas? Muchas veces les llegan por las redes.

R: Las chicas están sometidas a increíbles presiones estéticas porque tenemos a niñas de nueve años focalizadas en cuidar de su cutis. La industria de las cremas está ganando un dinero brutal. Las operaciones estéticas se hacen cada vez a edades menores. Es una barbaridad. Poniéndoles la vida a nuestros hijos de esta manera, con menos habilidades para enfrentarla, no estamos haciéndoles ningún favor. 

P. ¿Para quién has escrito tu libro?

R. Para los padres, para que tengan argumentos frente a sus hijos cuando les hablen de los peligros de las pantallas antes de los 16 años. Para justificar lo que voy a hacer yo como padre o como madre cuando les quite el móvil a mis hijos.

P: Los chicos y las chicas pierden la regulación emocional. ¿Una chica se enfada con su padre o con su madre y recurre al móvil para calmarse?

R: Ni siquiera se les da la oportunidad a los chicos y a las chicas de regularse emocionalmente. Hay que trabajar la tolerancia a la frustración, la regulación emocional en la vida real. Si el niño no quiere ir a algún sitio, si yo le pongo una pantalla, lo desconecto. Le privo de la oportunidad de cultivar esa tolerancia a la frustración.

La empatía y la tolerancia a las frustración se tienen que entrenar y vivir

Fíjate, las pataletas de tus hijos a los cinco años son mucho más largas sin pantallas que con pantallas. Sí, pero yo cuando enfrento la pataleta de mi hijo, aunque sea mucho más larga, se acaba la pataleta. Oye, nos damos un abrazo, respiramos, descansamos y ellos se ponen a jugar, inmediatamente. Es importante que el niño haya tenido ese entrenamiento porque hay cosas que las tienes que vivir él. La empatía es muy difícil expresarla. La empatía la tienes que vivir en las reacciones de la cara del otro. Las pantallas nos roban la empatía y la tolerancia a la frustración.

P: ¿Qué relación hay entre los likes en las redes sociales y la dopamina?

R: Directa. Las tecnológicas conocen muy bien el mundo del ser humano. Sobre todo conocen el funcionamiento del cerebro, lo que necesitamos y queremos, más que nunca, en la adolescencia. El reconocimiento social lo necesito, pero lo necesito como medio para afilar mis estrategias para vincularme con el grupo. Tengo que identificar al otro, tengo que verlo, tengo que ajustar mi comportamiento para ser aceptado o entrar en un grupo de pertenencia. A partir de ahí, transito la puerta de la conexión a la vinculación, si yo no puedo conectar, no puedo vincular. Sin embargo, ahora, te ponen la conexión como un fin en sí mismo, sin necesidad de vincularte.

El ciberacoso a menores, cada vez más frecuente

P: Claro, el reconocimiento social de las redes no significa lo mismo que en la vida real.

R: Fíjate el disparate al que llevan al ser humano. Los chicos ahora prefieren dedicar tiempo a conseguir reconocimiento social en redes en lugar de estar con los amigos. Incluso cuando están con amigos, en vez de estar participando con ellos, están con la atención dividida, intentando ver si suben algo a la red que les pueda favorecer y les pueda dar algún reconocimiento.

Conectar sin vincular no vale para nada

Es una fantasía. El ser humano como esas ratitas que daban al estimulador de las recompensas y morían dándole a la palanca. No iban ni a comer porque entonces no les daban la recompensa. Nos dicen: 'Fíjate lo bueno que es, que nos ayuda a conectar'. Pero conectar sin vincular no vale para nada.  

P: ¿Cuáles son los falsos mitos que utiliza el marketing de las grandes tecnológicas? 

R: Son infinitos. El más claro es el de los nativos digitales. Fíjate qué obra de arte. Es fantástico. Los niños son ahora nativos digitales. Son diferentes. No, perdona. Ellos son exactamente iguales que Sócrates y Platón. El cerebro no les ha cambiado en absoluto. ¿Qué les pasa como nativos digitales? Que tienen consecuencias en el cerebro. También ven menos. ¿Cómo puede ser? Claro, los nativos digitales son más miopes. No, chicos, es que el ojo necesita unas cosas que no le damos. Necesita tres horas de aire libre y mirada en profundidad para desarrollarse de forma adecuada. Y si tú le pones un objeto delante de la cara en el que pasa demasiado rato —y un minuto ya es demasiado rato— el nivel de miopía se multiplica en los niños.

P: Muchos padres y madres damos móviles a nuestros hijos para hablar con ellos, para saber dónde están.

R: No. El colegio ya es un espacio libre de móvil. Nos dicen: 'Es que, en el colegio, los móviles tienen que tenerlos porque, además, es obligación de los profesores enseñarles a usarlo'. Dos meses después dicen: 'El móvil prohibido porque esto es un desastre'. Sin móviles, los maestros ven que la convivencia mejora, se tratan hasta mejor, entre ellos participan más, sacan la cabeza hacia arriba y se miran los unos a los otros. Los resultados son que algunos suben su rendimiento académico.

Cuando salen del cole, pues o están en el parque un rato con otros niños o están en casa. ¿Qué pasa cuando los niños no están con los amigos? Pues que están con los hermanos, con los padres, consigo mismos, pensando que tienen un espacio para leer y para desear ver a sus amigos.