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Análisis

Reino Unido: más hartazgo que ilusión

  • La derrota de los conservadores y el éxito de Farage reflejan más descontento que confianza en el futuro
  • El sistema electoral británico produce distorsiones entre el porcentaje de votos y la representación parlamentaria

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El "voto castigo" británico entrega el gobierno a los laboristas

¿Cómo puedo confiar en ustedes que prometieron esto y no lo cumplieron? ¿Cómo voy a confiar en ustedes con todos los escándalos que han acumulado? ¿Cómo voy a confiar en ustedes, si la última vez que gobernaron me decepcionaron? ¿Cómo voy a confiar en usted, si ha cambiado tantas veces de opinión?

Son preguntas que el público asistente a los debates electorales ha dirigido a los candidatos durante la campaña electoral en el Reino Unido. Y, en el último debate, el cara a cara, el primer ministro en funciones, Rishi Sunak, y el entonces jefe de la oposición, Keir Starmer escucharon: "¿De verdad son ustedes las dos mejores opciones para ser el nuevo primer ministro de este país?".

La conclusión para cualquier observador resultaba obvia: cuando se les da la palabra a los ciudadanos, la desconfianza en los políticos supera cualquier afinidad ideológica que puedan tener. El voto es la mayor palabra que se le puede dar a la ciudadanía y ha confirmado esa apreciación.

*Nota: En el momento de escribir este artículo no se habían hecho públicos los datos definitivos.

Ganas de cambio, pero baja participación

Cuando se manda a la oposición a un Gobierno que tiene mayoría absoluta, y se hace con una derrota demoledora, histórica, como ha ocurrido con el Partido Conservador en el Reino Unido es obvio que hay voluntad de cambio. El veredicto máximo y verdadero, como dijo Rishi Sunak en su despedida como primer ministro, es el de las urnas y ha sido inapelable

Si, en cambio, se toma el dato de la participación, esa voluntad de cambio resulta cuestionable porque ha sido una de las más bajas, apenas un 60%. No habrá tanta ganas de que cambien las cosas si un 40% de los británicos con derecho a pedir ese cambio en las urnas no lo ha hecho.

El periódico The Guardian señala varios factores que pueden haber influido en esa baja participación: el clima imperante de que la victoria laborista era poco menos que inevitable votaras lo que votaras, el hecho de que por primera vez se requiriera un documento de identidad para poder votar (en el Reino Unido no existe un documento de identidad homologado ni obligatorio) y, también, una gran decepción con la capacidad de la política para transformar el estado de las cosas.

Suspenso para todos los partidos que gobiernan

Si miramos los resultados de estas elecciones con detalle, veremos que el único lugar donde la victoria laborista es fruto de un incremento notable en votos ha sido en Escocia, y que ha sido a costa del Partido Nacional Escocés, independentista, y que gobierna la autonomía.

Veremos también la paradoja de que en Gales el Partido Laborista también ha subido en los escaños, pero ha bajado en porcentaje de votos, de un 40,9% a un 37%, y se da la circunstancia de que los laboristas gobiernan en Gales. Una conclusión plausible puede ser que ahí donde un partido gobierna pierde votos.

Otro resultado al que mirar es que estas elecciones han permitido entrar en el parlamento británico al político extraparlamentario y populista por excelencia, Nigel Farage. Estridente en sus declaraciones, capaz de asustar a los conservadores con David Cameron hasta arrastrarlos a su terreno y culminar su ambición, la de Farage: sacar al Reino Unido de la Unión Europea. Al partido de Farage, Reform UK, y a los Liberaldemócratas, más que a la oposición laborista, se debe la derrota espectacular que han sufrido los conservadores.

Lo que nos cuentan los diputados de Farage y la mayoría laborista

Algo que ya saben los de Farage y los Liberaldemócratas, que el sistema electoral británico es muy injusto con los terceros partidos. El sistema consiste en el first past the post, "el primero que llegó a la meta" en una traducción libre. Los 650 escaños de la Cámara de los Comunes corresponden a 650 circunscripciones electorales, es decir, un único escaño por circunscripción, y, a diferencia del sistema francés, en una única votación, una única vuelta.

¿Qué significa? Que el escaño es para quien quede primero en el número de votos, aunque sea con sólo un voto más que quien quede segundo. Todo para quien quede primero y nada para los demás. Por lo tanto, si un partido tiene muchos votos a nivel nacional, pero queda segundo o tercero en las circunscripciones, a efectos parlamentarios es como si no tuviera ni un voto.

Comparemos la mayoría obtenida por Keir Starmer con la primera, y famosa, de Tony Blair en 1997. Blair obtuvo 418 de los entonces 659 escaños con un 43,2% de los votos. Starmer ha logrado una mayoría parlamentaria similar, un 63% de la cámara con un 35% de los votos. La mayoría apabullante de los laboristas de Starmer lo es en escaños, no en votos. Casi 2/3 de la cámara con 1/3 de los votos.

Más comparaciones, Reforma de Nigel Farage ha logrado algo más de un 15% de votos y 5 escaños, mientras que los otros ganadores de la jornada, los Liberaldemócratas, eternos terceros penalizados por este sistema, han logrado 71 escaños con un porcentaje menor que Farage, un 13%.

Estas distorsiones en la representatividad del voto no ayudan a generar confianza en el sistema democrático. Forzado por la coalición de necesidad con los Liberaldemócratas el primer gobierno de David Cameron sometió a referéndum en 2011 una reforma electoral para que el sistema fuera más fiel al porcentaje de votos, pero los británicos que rechazaron la reforma y se mantuvo el first past the post.