Las niñas de Yoshitomo Nara pueblan el Guggenheim Bilbao
- Es la primera gran exposición monográfica del artista japonés en un museo europeo
- Las obras se adaptan al Guggenheim Bilbao en un montaje concebido por Yoshitomo Nara
Las melancólicas niñas de ojos grandes y cabeza desproporcionada de Yoshitomo Nara pueblan el Guggenheim Bilbao en un montaje realizado por el pintor. Figuras infantiles inseguras, desafiantes, amenazadoras a veces y siempre inquietantes.
Hace 40 años, el artista japonés hizo su segundo viaje a Europa, una experiencia que cambió su vida y su pintura. Lo resumió con una frase reveladora: "Al salir de Japón, me di cuenta de que ver las cosas desde el monte Fuji es totalmente distinto a verlas desde el Everest".
Nacido en 1959 en Hirosaki, es uno de los pintores más célebres de su generación. Sus imponentes imágenes de criaturas de gran cabeza y ojos grandes —traviesas, melancólicas e inseguras— son ampliamente reconocidas. Esta muestra es la primera gran exposición retrospectiva del artista japonés que tiene lugar en Europa.
Los personajes de Nara, sus figuras y animales, son un reflejo de su intimidad, una representación visual y un medio de expresión. Los recuerdos de su infancia, su experiencia vital, la música, el arte y la sociedad nutren su creatividad. Nara muestra un profundo interés por la humanidad y su obra examina e incorpora ideas en torno a los conceptos de hogar, comunidad, naturaleza y sus interrelaciones.
Mirar a los ojos a una infancia que poco o nada tiene que ver
con la imagen que nos ha transmitido tanto la literatura como el arte.
Detrás de esos ojos saltones hay actitud inconformista,
la de un hijo de sacerdote entusiasmado con el punk,
la new wave y Bob Dylan que decidió que para ver el planeta
la mejor forma posible era abrir, y mucho ,los ojos.
Y esa curiosidad es la que ha traído a Yoshitomo Nara
al Museo Guggenheim de Bilbao.
Dice que lo importante es que establezcamos un diálogo
con su obra y que cada uno saque sus conclusiones.
Complicado quedarse impasible ante cada una de sus figuras,
tan risueñas como dolorosas, donde se mezclan tradición,
rebeldía, soledad y rabia.
Pero no solo eso...
"Las miradas de esas niñas,
que cuando empieza son miradas pícaras e inquietantes,
en la actualidad su mirada se ha transformado
en algo melancólico y que nos transmite cierta ternura".
40 años de trayectoria y Nara sigue sin dejar de mirar.
Ahora es el momento de que él y su obra sean los observados
en la primera exposición monográfica que le dedica un museo europeo.
Son los efectos de las tormentas de esta tarde
Esta retrospectiva está organizada por motivos que se repiten en su obra —la casa de tejado rojo, los brotes, el charco, la caja, el barco azul y el bosque—, revelan una continuidad de pensamiento a lo largo de su carrera y manifiestan su evolución estilística.
Nara se considera pintor, pero explora otros materiales y formatos: dibujo, escultura e instalación. La sensación de aislamiento que marcó su niñez, sus viajes al extranjero, su estancia en Alemania y su conocimiento de la historia del arte son claves de su trabajo. También resuena la música que escuchaba de niño: canciones folk de cantautores como Bob Dylan, con su mensaje contra la guerra de Vietnam y su apoyo al movimiento por los derechos civiles; los sonidos melancólicos del blues; y el folk independiente de Inglaterra e Irlanda.
Al no entender las letras, el niño Nara percibía sensorialmente los sonidos, miraba las imágenes de la portada del álbum y volcaba en las canciones su emoción personal. Más tarde se inspiraría en el punk o la new wave. La música conectó al artista con el respeto por la humanidad, la comunidad y una sensación de libertad.
En febrero de 1980, es un joven estudiante de veinte años que viaja a Europa por primera vez. Ante sus ojos, las pinturas altomedievales y renacentistas, con sus historias bíblicas y los cuadros de los maestros modernos europeos suponen una revelación. El pintor japonés experimenta un revulsivo emocional y aprende mucho de los impresionistas y expresionistas, así como de la Escuela de París. Se inspira en su filosofía, su espiritualidad y sus técnicas para replantearse todo lo que creía saber.
Segundo viaje a Europa
Vuelve a Europa en 1983, y varios años más tarde, tras graduarse en la Universidad de las Artes de la Prefectura de Aichi en 1987, se traslada a Alemania para estudiar en la Kunstakademie de Düsseldorf. Al no hablar alemán, regresa a la soledad que había caracterizado su infancia, y toma conciencia de que necesita comunicarse a través del arte.
En la Kunstakademie, Nara estudia con el artista A. R. Penck, impulsor del Neoexpresionismo alemán, que le influye en el enfoque formal — figuras toscas con pinceladas sueltas y colores intensos—, así como en su imaginario, como se puede apreciar en Make the Road, Follow the Road (Haz el camino, sigue el camino) (1990), una pintura que combina lo mundano y lo espiritual, creando una mitología propia.
En esa época, Penck observa cierta disonancia entre la pintura y el dibujo de Nara y le aconseja integrar ambas actividades, lo que mejora sus composiciones narrativas, dando lugar a obras más estilizadas y con mayor carga emocional que se reconocen por su individualidad y singularidad. Nace su sello de identidad: niños y niñas desafiantes con los ojos muy abiertos.
Nara vive en Colonia desde 1994 hasta 2000 y gracias a la venta de sus obras, se gana la vida y se dedica por entero a su producción artística. Surgen nuevos temas, como Mumps (Paperas), que muestra a un niño con una venda bajo la barbilla atada en la parte superior de la cabeza, y Abandoned Puppy (Cachorro abandonado), en la que se ve a un niño disfrazado de cachorro. A veces los representa dentro de una caja, un símbolo de cobijo y protección.
En 1995, su primera exposición individual en Estados Unidos llega a un público más amplio y los críticos destacan su inquietante mordacidad. Tres años más tarde, la Universidad de California le invita como profesor visitante de pintura y su obra entra en colecciones norteamericanas, como ejemplo el lienzo Noche en vela (sentado) [Sleepless Night (Sitting)], 1997, adquirido por la familia Rubell.
Vuelve a Japón
Tras vivir doce años en Alemania, Nara decide regresar a su país. Al año siguiente, en 2001, se inaugura en el Museo de Arte de Yokohama su gran exposición en solitario I don't mind, if you forget me (No me importa si me olvidas), que viajó luego a otras cinco salas, incluida la Yoshii Brick Brew House de su ciudad natal, Hirosaki, lo que le convirtió a Nara en uno de los artistas más destacados y conocidos de Japón.
Entre las obras expuestas figuraba en un plato circular Too Young to Die (Demasiado joven para morir) (2001), que representa a un arquetípico personaje de Nara fumando un cigarrillo, en una composición que recuerda la forma de un tondo renacentista. Pese a su aspecto, no es una cerámica, se trata de una pintura acrílica sobre algodón montado en plástico reforzado con fibra y es una obra de gran formato, el diámetro es de 180 centímetros.
El 11 de marzo de 2011 fue un punto de inflexión en la vida de Nara. Japón sufrió un gran terremoto, un tsunami y el accidente nuclear de la central de Fukushima. Los miles de víctimas mortales, el dolor de los desplazados que lo habían perdido todo y la destrucción provocada por el poder de la naturaleza le hicieron replantearse su papel como artista.
Las zonas rurales salieron mucho peor paradas, en términos económicos y culturales, que las grandes ciudades como Tokio, y Nara puso en marcha proyectos artísticos locales y comunitarios. Su lenguaje pictórico reflejó ese cambio en su cosmovisión. From the Bomb Shelter (Desde el refugio antiaéreo) (2017) muestra a un niño saliendo tímidamente de un búnker subterráneo. Su imagen monocromática recrea dos de sus obsesiones: la caja y la figura sumergida, que accede a un portal conectado con un ámbito comunitario a través de un charco. El lienzo se inspira en la película de 1953 Hiroshima, dirigida por Hideo Sekigawa y basada en el bestseller Children of the A-Bomb (1951), una recopilación de relatos de de escolares que sobrevivieron al bombardeo.
Una sensación similar de incertidumbre irradia de sus pinturas Blankey (2012) y, más recientemente, Midnight Tears (Lágrimas de medianoche) (2023). Los niños se antojan etéreos, pintados con múltiples y fragmentados toques de diferentes colores, en contraste con las áreas de color sólidas de obras anteriores. Sus bocas horizontales y cerradas apenas revelan nada —antes hacían pucheros o se curvaban ligeramente hacia arriba, amagando una sonrisa—, pero sus ojos anegados en lágrimas transmiten una profunda emoción.
Esta exposición abarca los cuarenta años transcurridos desde el segundo viaje de Nara a Europa hasta la actualidad. Vivir fuera de Japón fue crucial para él, pues le proporcionó las herramientas necesarias para reevaluar su relación con sus orígenes, sus interacciones con la gente y con la naturaleza: "Por fin sentí que tenía las cosas que había echado en falta, que todo lo que pudiera necesitar estaba al alcance de la mano, y fui capaz de vivir en provincias. Pero creo que tuve que dejar mi ciudad natal durante un tiempo para entenderlo".
La exposición de Yoshitomo Nara en el Museo Guggenheim Bilbao puede verse hasta el 3 de noviembre.
Yoshitomo Nara
Comisaria: Lucía Agirre
Lugar: Museo Guggenheim Bilbao
Fechas de la exposición: Del 28 de junio al 3 de noviembre
La muestra viajará después a Baden-Baden y Londres, donde se rediseñará para el Museum Frieder Burda y la Hayward Gallery
Patrocinador: Fundación BBVA