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Competidores, socios, y adversarios: los altibajos de una relación PP-Vox que se enfrenta a su mayor crisis

  • La ruptura en las autonomías culmina un historial tanto de recelos como de entendimiento
  • Casado y Feijóo han cargado contra Abascal, pero han coqueteado con un gobierno conjunto

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La migración, un asunto espinoso en la relación entre PP y Vox

El de PP y Vox nunca ha sido un matrimonio del todo bien avenido. Aunque la relación entre los dos partidos ha pasado por momentos más dulces y más agrios, culminando en el divorcio de este jueves con la ruptura de cinco gobiernos autonómicos, la unión de las dos principales fuerzas conservadoras en este país ha sido más de conveniencia y siempre han existido recelos por ambas partes, que han competido por un mismo electorado.

La historia de los Gobiernos de coalición en Castilla y León, Comunidad Valenciana, Región de Murcia, Aragón y Extremadura, además del acuerdo para sostener a los ‘populares’ en Baleares, muestra precisamente los puntos fuertes y débiles de esta relación de necesidad

Los acuerdos para compartir ejecutivos tras las elecciones del 28M de 2023 fueron probablemente el punto de mayor encuentro entre los de Santiago Abascal y los de Alberto Núñez Feijóo, pero asimismo la salida de los Gobiernos de Vox, en protesta por el reparto de migrantes aceptado por el PP, simboliza también su mayor alejamiento hasta el momento.

De la "escisión" del PP en 2014 al primer acuerdo en 2018

Pero hay que remontarse más atrás, a 2014, para entender el origen de la discordia. Para muchos analistas Vox es esencialmente una "escisión" del PP, y aunque su líder, Santiago Abascal, lo negara cuando lanzó el partido, lo cierto es que él era diputado del partido en el País Vasco y un buen número de cargos ―entre ellos otro de sus fundadores, José Antonio Ortega Lara― provienen de la misma formación.

Tuvieron que pasar unos años, hasta las elecciones andaluzas de 2018, para que el PP tuviera que mirar de verdad a su derecha. Entonces el candidato ‘popular’, Juanma Moreno, conformó un gobierno de coalición con Ciudadanos que contaba con el apoyo externo de Vox. Fue la primera vez que ambos partidos pactaban, aunque entonces los de Abascal aún no exigían entrar en los ejecutivos, y Moreno evitó la foto con el candidato de Vox.

Este primer acuerdo, que supuso la irrupción de Vox en la política española, motivó una fuerte respuesta de la izquierda. Fue célebre la "alerta antifascista" que lanzó el entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, para pedir la movilización en la calle y las instituciones contra el partido.

Casado tiende la mano a Vox...

El partido de Abascal siguió creciendo y en las generales de noviembre de 2019, tras la repetición de los comicios de abril, Vox logró 52 diputados y ser tercera fuerza, robándole buena parte del electorado al PP, que caía hasta mínimos históricos en aquellas dos elecciones. 

En la campaña de noviembre, Casado insinuó que podría gobernar junto a Vox. "¿Para qué vamos a andar pisándonos la manguera entre nosotros si lo que tenemos que hacer es sumar?", afirmó.

Fue el origen del largo debate entre dos opciones entre las que ha basculado el PP desde entonces: acercarse a Vox para atraer al electorado perdido, a riesgo de asimilarse demasiado con la extrema derecha, o bien distanciarse para mantener el voto del centro.

... para después soltar amarras

La siguiente prueba de fuego en esta relación de altibajos fue la moción de censura de Abascal contra Pedro Sánchez, en 2020. Todos los ojos estaban puestos en Pablo Casado, y este sorprendió por su extrema dureza contra el líder de Vox

Cortó amarras con el partido ultra, al que culpó de llevar a cabo "desvaríos estrambóticos" y apuntalar a la izquierda, y reivindicó por su parte al PP como partido útil y moderado. "No queremos ser como usted", lanzó en una frase que ha quedado para los anales de la política española reciente.

La moción de censura fracasó y la relación entre las formaciones se enfrió hasta el extremo. La siguiente cita importante en las urnas tocaba en 2021 en la Comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso adelantó las elecciones tras romper su gobierno con Ciudadanos. A pesar del duro discurso del PP nacional contra Vox, Ayuso pudo gobernar gracias a un pacto con la formación liderada allí por Rocío Monasterio. 

De nuevo, los suyos no exigieron entrar en el Gobierno, pero sí medidas concretas como derogar las leyes trans o LGTBI madrileñas, algo que Ayuso hizo en parte a finales del año pasado, aunque ya gobernaba entonces con mayoría absoluta. 

Castilla y León marca la diferencia: Vox pide entrar en el gobierno

Casado siguió siendo muy crítico con Vox a las puertas de los siguientes comicios, las elecciones autonómicas de Castilla y León en febrero de 2022. Allí, sin embargo, algo cambió: los de Abascal, de cuyos votos dependía el PP para gobernar, pasaron a reclamar entrar en el gobierno.

Entre medias hubo un terremoto dentro del PP. Alberto Núñez Feijóo sustituyó a Casado tras la polémica por el contrato de compra de mascarillas del hermano de Ayuso y el presunto espionaje del partido a la presidenta madrileña. El perfil del entonces presidente gallego es moderado, y sus primeras intervenciones públicas sobre Vox también son duras. "PP y Vox no son lo mismo. En ningún caso", señaló, mientras que el partido calificaba a los de Abascal como "de extrema derecha".

Sin embargo, nadie negaba la posibilidad de llegar a acuerdos y finalmente Vox entró a gobernar en Castilla y León con un vicepresidente y dos consejeros. Era el primer gobierno de coalición entre ambos partidos.

28M: los dos partidos inauguran una era de entendimiento

Un año más tarde, con las elecciones autonómicas de mayo de 2023, a Feijóo le volvía a perseguir la pregunta de si pactaría con Vox. Si bien ya gobernaban juntos en Castilla y León, el nuevo líder ‘popular’ podía mantenerse relativamente al margen de aquel acuerdo ya que aún no era formalmente el presidente del partido cuando se alcanzó.

Pero tras el 28M los números arrojaron un escenario claro: el PP necesitaría a Vox en buena parte de las autonomías en las que había ganado. Las negociaciones posteriores dieron lugar a un panorama heterogéneo, una geometría variable que el partido prefirió denominar "matemáticas de Estado"

Feijóo dio autonomía a sus barones y respaldó los distintos tipos de acuerdos, aunque tras varias idas y venidas todos resultaron en un gobierno de coalición, salvo en Baleares. El pacto fue más fácil en la Comunidad Valenciana, y se logró apenas dos semanas después de la votación, mientras que Extremadura y Murcia se resistieron más. La candidata 'popular' extremeña, María Guardiola, fue la más dura contra los de Abascal, a los que acusó de "negar la violencia machista" y amenazó con repetir elecciones, aunque finalmente terminó cediendo.

Precisamente el consejero que correspondía a Vox en aquel reparto, Ignacio Higuero, es el único, junto a otro consejero de Castilla y León, que ha renunciado a continuar en la formación para permanecer en el cargo dentro del ejecutivo autonómico.

23J: el "motor gripado" de Feijóo por "usar aceite Vox"

La siguiente meta flotante eran las elecciones generales del 23J, y allí la presión de la izquierda creció aún más sobre Feijóo para saber si pactaría o no con Vox y nombraría en su caso a Abascal como vicepresidente. Las encuestas dibujaban este horizonte como el más probable, y el líder ‘popular’ dio a entender que gobernarían juntos, lo que se convirtió en la principal arma electoral de PSOE y Sumar. "Si le tengo que pedir el sí a Vox, lo lógico es que Vox esté en mi Gobierno", aseguró en una entrevista en El Mundo.

Pero los números no dieron. Feijóo, aunque fue el candidato más votado, no logró armar una mayoría suficiente. Vox ofreció el apoyo gratis de sus 33 diputados, sin exigir su entrada en el Gobierno a cambio, para así atraer a partidos más moderados como el PNV. 

Aunque estos, así como los nacionalistas catalanes de Junts, ambos antiguos aliados puntuales del PP, se declararon "incompatibles" con cualquier fórmula en la que estuviera Vox, y emitieron su voto en contra. Las posturas del partido ultra contra las competencias de las autonomías eran una línea roja para los nacionalistas. "Alberto, tu tractor tiene gripado el motor por usar aceite Vox", le espetó el portavoz jeltzale, Aitor Esteban, al líder ‘popular’.

"Estabilidad" en las comunidades que gobiernan juntos

Más allá del Congreso, en las comunidades los gobiernos de coalición venían funcionando sin grandes problemas. Como aseguró el PP en plena crisis, todas habían aprobado sus presupuestos para este año, garantizando la "estabilidad" de sus gobiernos. La relación era en general buena, y en la Comunidad Valenciana el mismo día que se rompió el gobierno ambos partidos sacaron adelante su ley de concordia que sustituía la de memoria democrática, uno de los principales compromisos de la legislatura.

Un elemento que ha modificado la relación entre las dos principales fuerzas conservadoras en España es la irrupción de un nuevo espacio electoral, Se Acabó la Fiesta, del agitador ultra Alvise Pérez, antes vinculado a Vox (y antes aún asesor de Ciudadanos). En las elecciones europeas de junio logró 800.000 votos y tres diputados. 

Aunque el partido de Abascal insiste en negarlo públicamente, fuentes de la formación reconocen a EFE que Alvise les está haciendo mella con un discurso extremista que puede llevar a los votantes de Vox a pensar que se han acomodado tanto que en solo diez años ―cinco de ellos dentro de las instituciones― se han convertido ya en un partido tradicional, al estilo del PP y PSOE.

Y qué mejor forma de frenarlo, entienden en Vox, que salirse de los gobiernos en los que están y pasar a la oposición, donde no se toman decisiones ejecutivas, no se sufre tanto desgaste y las tesis radicales no pasan demasiada factura.

Todavía se desconoce el alcance de la decisión, que ya ha provocado varias bajas del partido por parte de consejeros que han discrepado con la medida de Abascal, pero supone sin duda un enfriamiento de la nunca sencilla relación con el PP, con consecuencias electorales aún imprevistas.