Enlaces accesibilidad

Elecciones: perdedores o víctimas del sistema electoral

  • Las elecciones en el Reino Unido y Francia dejan grandes disparidades entre el porcentaje de votos ganados y el de escaños.
  • Las distorsiones de estos sistemas electorales no proporcionales reabren el debate sobre su idoneidad democrática.

Por
Francia: elecciones legislativas 2024
El líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, celebra el triunfo del Nuevo Frente Popular en Francia. EFE/EPA/ANDRE PAIN

La extrema derecha ha ganado las elecciones legislativas en Francia. Su equivalente en el Reino Unido es la tercera fuerza, por delante de los Liberaldemócratas, perennes terceros. Y Hillary Clinton venció a Donald Trump en 2016.

¿Que no es verdad? Si miramos solamente los votos, sí es cierto. Hillary Clinton obtuvo prácticamente tres millones de votos (65,8) más que Donald Trump (62,9); el partido de Marine Le Pen fue el más votado con 8,7 millones de votos y, si le sumamos sus aliados de extrema derecha, los votos alcanzan los diez millones, un 36%, indiscutiblemente por delante de los 7,5 millones de la alianza de izquierdas, el Nuevo Frente Popular (un 25%) y de los centristas del presidente Macron, 7 millones de votos (23%.). Y, sin embargo, en el parlamento han quedado relegados a una tercera plaza.

En el Reino Unido, los nacionalpopulistas de Nigel Farage obtuvieron un 14% de los votos, más que los Liberaldemócratas (12%), en la distribución de escaños, en cambio, los liberaldemócratas han logrado un 11% de la Cámara de los Comunes mientras que los de Farage tienen que conformarse con un 1%.

La explicación está en los sistemas electorales que no son proporcionales. Vayamos por partes

Francia: uninominal, dos vueltas y el frente republicano

Francia está dividida en 577 circunscripciones electorales, el mismo número de escaños que tiene la Asamblea Nacional, su cámara de diputados. Los aspirantes a candidatos no van en una lista de partidos, sino que cada uno se presenta por su demarcación. El electorado elige entre personas concretas.

Si en la primera votación una candidatura logra la mitad más uno de los votos, queda elegida automáticamente, no hace falta una segunda vuelta. Está claro a quién prefiere la mayoría. Quienes no lo logran pasan a una final donde se tiene que aclarar la opción favorita en esa circunscripción. ¿Quiénes tienen derecho a pasar a la segunda y definitiva ronda? Quien haya logrado más de un 12,5% de los votos. Lo más habitual es que queden dos finalistas o máximo tres candidaturas. Y aquí entra el barrage (dique, barrera) o frente republicano.

El barrage o frente republicano consiste en que allí donde hayan pasado a la segunda vuelta más de dos candidaturas, y una de ellas sea de la extrema derecha, el resto sopesan quién tiene más posibilidades de imponerse a los ultras y lo dejan solo en duelo, quien no ve posible alcanzar el 50% más uno en un duelo se retira para no dividir el voto republicano, término que podríamos traducir como constitucional. Y eso es exactamente lo que han hecho más de 200 candidatos la semana pasada, abandonar la segunda vuelta para facilitar la derrota de la ultraderecha.

¿Pero por qué teniendo más votos no logran más escaños? Según el análisis del periódico Le Figaro hay varias razones y la principal es que el voto de la extrema derecha está muy repartido por todo el país: "Los candidatos de RN y sus aliados tenían que ganar en 441 circunscripciones, mientras que la izquierda se la jugaba en 281 y el centro en 227". Es decir, la extrema derecha tenía que hacer un esfuerzo de campaña mayor a las otras dos opciones, además, al tener el voto menos concentrado le resultaba más difícil tener un margen amplio en muchas circunscripciones a la vez. Otro factor fundamental ha sido que los electores han seguido mayoritariamente las consignas de los partidos para la segunda vuelta. "Un 72% de quienes votaron a la izquierda en la primera vuelta lo hicieron por el centro macronista [al que detestan] en la segunda, si se enfrentaba a un candidato de extrema derecha. En el caso de los electores de centro, un 54% votaron a la izquierda en las mismas circunstancias".

Resultado, en representación parlamentaria la izquierda ha quedado en primer lugar, los macronistas en segundo y la extrema izquierda, en tercero.

Reino Unido: "First past the post" y estrategia electoral

Así definen su sistema electoral en el Reino Unido, "el primero que llegó a la meta", en una traducción libre. Es como en Francia: un sistema uninominal por circunscripción, pero a una sola vuelta, y quien queda primero se lleva el escaño, aunque sea con un 30% de los votos y con sólo un voto más que quien quede en segundo lugar. Como en Francia, tener los votantes muy repartidos territorialmente penaliza porque es más difícil quedar en cabeza.

Pongamos que una opción queda segunda en todas las circunscripciones a pocos votos de la primera, el resultado sería que no lograrían ni un escaño, a pesar de millones de votos. Ese sería el caso extremo. Sin llegar a eso, el Partido Liberaldemócrata ha sufrido durante años este sistema y en estas elecciones decidió resarcirse y elaboró una estrategia para optimizar sus votos. ¿Cómo? Centrándose en aquellas circunscripciones donde en elecciones anteriores habían quedado segundos, preferentemente ahí donde se enfrentaban a un conservador, confiando con las ansias de cambio que había en el país. Se concentraron en ganar ahí donde tenían más posibilidades y no perder esfuerzos en circunscripción más difíciles. Y les ha funcionado, han conseguido una victoria histórica, 72 escaños, con un 12% de los votos.

Reform, la última versión del partido del nacionalista Nigel Farage, ha sufrido el chasco histórico de los Libdems, una gran distorsión entre el porcentaje de votos que logran en todo el país y su conversión en escaños. Paradoja o ironía, Nigel Farage se hizo un nombre siendo extraparlamentario en su país. ¿Y eso? Porque los medios dieron espacio a sus declaraciones siempre altisonantes, y por la legitimidad democrática que le daba ser eurodiputado. Sí, esa Unión Europea de la que Farage abominaba, y esas instituciones que insultaba y denigraba por ser supuestamente antidemocráticas, son las únicas que, gracias a un sistema electoral proporcional, le dieron escaños, financiación y altavoz. Y triunfó hasta arrastrar a los conservadores británicos a sacar al Reino Unido de la UE.

Estados Unidos: presidente electo por los estados, no los votantes

El caso de Hillary Clinton en 2016 es el más reciente, pero no es el único. Antes que Donald Trump ha habido otros presidentes que han ganado con menos votos que sus adversarios. Muchos recordarán el recuento caótico del año 2000. Al final la presidencia fue para George W. Bush, pero Al Gore obtuvo medio millón de votos más que él. En el siglo XIX hubo otros tres casos.

¿Por qué? La respuesta rápida está en el nombre mismo del cargo: presidente de los Estados Unidos. El matiz está en "estados", al presidente no lo eligen los ciudadanos, sino los estados. ¿Cuál es la diferencia? Cada estado tiene un número de votos adjudicados en función de su población. California, por ejemplo, el más poblado, tiene 54 y Vermont, sólo 3. En total hay en juego 538 votos electorales. De una manera similar a la lógica británica y francesa, the winner takes it all, es decir, quien gana en un estado se lleva todos los votos que ese estado tiene adjudicados.

La táctica puesta en práctica por los Libdems británicos este año se inspira en la de cualquier candidato a presidente de los Estados Unidos, concentrarse en aquellos estados donde puede ganar al adversario y olvidarse de los que tiene perdidos o ganados de antemano. Las campañas electorales en los EE.UU. son carísimas, multimillonarias, qué sentido tiene gastar dinero y esfuerzos en un estado cuyo resultado ya se da por seguro.

Y ahí entran los célebres swing states, estados columpio, decisivos, de los que volveremos a hablar mucho cuando lleguen las próximas elecciones en noviembre. Suelen ser estados no muy poblados, por lo que quien los gana no suma muchos votos populares, según la terminología, de votantes, pero se lleva todos los votos electorales, los votos del estado. Volvamos al caso más reciente y espectacular, Hillary Clinton obtuvo tres millones más de votos, pero en votos electorales, de los estados, el resultado fue Donald Trump, 306 votos; Hillary Clinton, 232.

¿Una injusticia?

Con su estilo fanfarrón de sobra conocido, Trump respondió que había ganado siguiendo las reglas del juego, y que de haber sido otras, se habría adaptado y ganado igualmente.

En Francia y el Reino Unido, la divergencia entre los votos conseguidos y su traducción en poder ha vuelto a alimentar el victimismo de los perdedores, que han reabierto el debate sobre la conveniencia, o no, de reformar el sistema electoral para que se acerque más a la proporcionalidad. Los defensores de los sistemas vigentes, en cambio, argumentan que gracias a ellos los partidos de Farage y Le Pen siguen sin tocar poder. Sí, replican los detractores, pero lo hacen de una manera no democrática.