Rosa Regàs, en sus propias palabras: "La muerte no me da miedo, lo que me da miedo es el dolor"
- La escritora catalana ha fallecido a los 90 años de edad
- Mujer transgresora y polifacética fue también editora y traductora en la ONU
"La muerte no me da miedo, lo que me asusta es el dolor. Perder la cabeza, eso sí que me atemoriza. Pero, como no hay nada más que yo pueda hacer para evitar algo así, porque o ya está hecho o es una ley universal, procuro asustarme lo menos posible", cuenta en sus memorias la escritora Rosa Regàs.
Fallecida a los 90 años, la autora era consciente del declive de la edad: "Envejecer es peor que la muerte porque el deterioro ya lo llevas dentro. Pero no puedes desesperarte por ello. Cuando eres viejo, lo que tienes que hacer es reflexionar y reconocer lo que has hecho mal, lo que has hecho bien, e identificar aquello de tu experiencia que puedes utilizar para que tu vida sea mejor", detallaba.
La vida de una mujer adelantada a su época, la "señorita Regasol", según la llamaba Dalí, que hizo muchas cosas a destiempo, pero con gran brillantez. Escritora tardía, no publicó su primera novela hasta los 57 años y su último libro Un legado: la aventura de la vida, fruto de dos años de conversaciones con Lidia Penelo, vio la luz en mayo.
Filósofa y madre de familia numerosa
Comenzó a estudiar en la Universidad de Barcelona en un momento en que pocas mujeres lo hacían y mucho menos en sus circunstancias, casada y con dos hijos. Acabó la carrera de Filosofía con cinco retoños: "Entrar en la universidad fue un acto de romper, una vez has trasgredido, lo que viene después ya te da igual".
En RNE, daba más detalles sobre su paso por el campus: "A mí me horrorizaba pensar en entrar en la facultad, por el qué dirán, pero cuando en cuarto me quedé embarazada y tuve al niño no pasó nada y cuando en quinto llegaron los gemelos... pues no pasó nada".
Deja muy claro al inicio de sus memorias que una mujer solo puede ser libre si tiene sus propios medios de vida: "No hay libertad si no tienes libertad económica". Ella trabajó en la editorial Seix Barral, donde empezó rellenando albaranes, y también como traductora para la ONU.
Atea y pesimista
No puede evitar ser pesimista sobre la condición humana y aboga por reducir las desigualdades entre ricos y pobres: "Quizá si pudiera ver la historia de la humanidad y el universo, con una lentitud que me permitiera fijarme un poco más en todo, no tendría tan incrustado este pesimismo mío, que aparece en cuanto me pongo a reflexionar. Me desespera que unas personas se mueran de hambre y otras de riqueza, y que no se hagan leyes para evitarlo."
Regàs duda del progreso y de la posibilidad de un mundo mejor: "El egoísmo que acumula el poder del alma humana es inacabable, así que no me es posible imaginar un futuro lleno de alegría, porque estoy convencida de que en todas partes del mundo morirá mucha gente de hambre; si somos sinceros la mayoría".
“Si fuera cristiana, daría gracias a Dios. Pero, como no lo soy, se las doy a la vida“
Educada en una familia republicana, que se tuvo que exiliar en Francia durante la Guerra Civil, admite ante su biógrafa que no es creyente: "Hay momentos en que estás bien, en que te sientes contenta: ahora hace sol, miro afuera y veo a un hijo mío, no sé qué está haciendo. Solo por momentos como este, si fuera cristiana, daría gracias a Dios. Pero, como no lo soy, se las doy a la vida".
Como intelectual lúcida, acusa los males de la política nacional y abraza los ideales republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, que simboliza Francia: "Lo que tengo claro es que, si ahora volviera a tener veinte años, me nacionalizaría francesa; saldría de este país, que no tiene arreglo. Puede que en algún momento llegue a haber salvación, pero será cuestión de siglos."
Amantes difíciles
Hija de padres divorciados, separada en plena dictadura franquista, logró mantener a su familia unida y conoció el amor. Una de sus primeras relaciones fue un joven Jordi Pujol: "Los amantes que he tenido han sido atractivos, intelectual y pasionalmente, pero también difíciles. Será que es así como me gustan. De ellos he aprendido que no siempre se dispone de la fuerza que una cree."
La escritora confesaba que, pese a su temperamento, había aprendido a aprovechar circunstancias como la vejez y la soledad: "No soy optimista, no. Pero me lo he pasado bien; de hecho, todavía lo hago. No me quejo, porque he sido capaz de aprender a disfrutar. He sacado partido a la soledad y al paso del tiempo; ambas, situaciones negativas, pero que, en el fondo, no resultan tan malas".
"La vida es en sí misma una aventura. No solo consiste en leer y escribir libros sobre ello y apuntarse a cualquier actividad amorosa, intelectual o simplemente tradicional, sino, sobre todo, en avanzar por el camino desconocido del futuro y toparse en cada momento con lo inesperado". Palabra de Rosa Regàs, sit tibi terra levis.