El hambre aumenta en el mundo, según el informe anual de las agencias de la ONU
- Un total de 733 millones de personas sufren desnutrición crónica en todo el planeta
- Uno de cada once habitantes de la Tierra pasó hambre el año pasado
Los niveles de hambre se mantuvieron preocupantemente altos en 2023 por tercer año consecutivo, con alrededor de 733 millones de personas subalimentadas de forma crónica en todo el mundo, según un informe divulgado este miércoles por cinco agencias de Naciones Unidas (FAO, Fida, Unicef, PMA y OMS).
El informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, presentado en Río de Janeiro, coincidiendo con las reuniones ministeriales del G20, muestra un escenario global alarmante en el que una de cada once personas pasó hambre el año pasado. Este porcentaje sube hasta una de cada cinco en el continente negro.
El hambre sigue aumentando en África, donde lo sufre un 20,4% de su población, se estabiliza en Asia (8,1%) y experimenta progresos en Latinoamérica (6,2%), salvo en la región del Caribe. Así, el objetivo de Naciones Unidas de un mundo sin hambre en 2030 se aleja cada vez más.
El director de Unicef España, José María Vera, ha admitido que la tendencia de estancamiento en la reducción del hambre en el mundo "no se ha podido romper desde la pandemia", lo que supone un "desastre en términos de hambre". "No hay suficiente con lo que se está haciendo hasta ahora", ha indicado pese al redoblamiento de los esfuerzos de los organismos para mejorar las carencias en las regiones más vulnerables.
Vera también ha afirmado que es gracias a las ONG que el hambre no registra mayores cifras, y ha enfatizado la necesidad de aumentar la financiación internacional para luchar contra esta lacra que afecta a más de 700 millones de personas en el mundo.
Hambre, guerra y cambio climático
El economista de la organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación, David Laborde, sostiene que la inseguridad alimentaria crónica se extiende desde 2016-2017. La situación empeoró gravemente con la pandemia en 2020 y 2021 y el porcentaje de población que no tiene un aporte calórico suficiente para vivir se mantiene en ese nivel.
Unos 2.300 millones de personas sufren un hambre moderada o fuerte, en ocasiones se saltan una comida, y más de un tercio de la población no puede comer alimentos sanos, un porcentaje que se eleva al 72%, casi tres de cada cuatro habitantes, en los países más pobres.
La economía se ha recuperado tras el coronavirus, pero "siguen las desigualdades entre naciones y en el seno de cada país", añade Laborde. Las tensiones geopolíticas persisten "con conflictos que no desaparecen", mientras que "el cambio climático nos golpea con fuerza en todos los continentes".
Unos 4 billones para erradicar el hambre
Este economista indica que "el hambre es un problema que crece y sus causas fundamentales se acentúan, sin un gran plan Marshall, para aumentar los fondos". Este informe aboga por una "gran reforma de la financiación de la seguridad alimentaria y de la nutrición".
La clave es una definición común del hambre para que todos los actores sigan los mismos criterios. Según las estimaciones actuales, serían necesarios entre 176.000 millones y 3,97 billones de dólares para erradicar el hambre de aquí a 2030.
Laborde sostiene que la seguridad alimentaria "no es distribuir sacos de arroz en situaciones de urgencia" y pasa por ayudas a los pequeños agricultores o acceso a la energía en zonas rurales para mejorar los sistemas de irrigación. Pide una mejor coordinación entre donantes, oenegés y agencias internacionales porque el sistema actual está "muy fragmentado", "falta consenso sobre las prioridades" y proliferan los actores con "pequeños proyectos a corto plazo".
El documento también denuncia que los intereses de los donantes no corresponden con las necesidades de la población que pasa hambre. Por ejemplo, la ayuda al Sahel se ha suspendido por las complicaciones geopolíticas, cuando los habitantes de la zona siguen necesitando alimentos.
El dossier propone el desarrollo de instrumentos financieros con fondos públicos y privados para que los actores privados inviertan en la seguridad alimentaria, fuente de productividad y estabilidad política, lo que limita sus riesgos. "No hay tiempo que perder. El coste de la inacción sobrepasa con mucho el coste de las acciones que este informe preconiza", concluye.