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Las tres caras de CIU, el partido de Estado que puso a España en la picota: de la era Pujol al 1-O

  • La amnistía aprobada el pasado mes de mayo marca un antes y un después en el conflicto independentista catalán
  • De la figura clave de Pujol en la gobernabilidad de España con PSOE y PP a la ruptura unilateral de Puigdemont

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Los expresidentes del gobierno de Cataluña, Jodri Pujol, José Montilla y Quim Torra a su llegada a la celebración del 60 aniversario de la Fundació Llibreria Les Voltes de Girona.
Los expresidentes del gobierno de Cataluña, Jodri Pujol, José Montilla y Quim Torra a su llegada a la celebración del 60 aniversario de la Fundació Llibreria Les Voltes de Girona. (EFE/David Borrat)

Más de 40 años y muchas elecciones, tanto autonómicas como generales, han pasado desde que CIU —Convergència i Unió se fundase en 1978 como el gran partido del centro derecha catalán. Por entonces, un político muy prometedor, Jordi Pujol, tomaba la batuta de una federación de dos partidos, Convergencia Democrática de Cataluña y Unión Democrática de Cataluña, donde el otro hombre clave fue José Antonio Durán y Lleida, el democristiano de esta fructífera asociación.

Durante más de dos décadas ininterrumpidas de vino y rosas, CIU se convirtió casi desde su nacimiento en una pieza clave no solo para el catalanismo, sino también para el buen funcionamiento del propio Gobierno de España, siendo ese gran partido bisagra de centro situado en la periferia.

Hace apenas diez años, coincidiendo con unas elecciones europeas, el panorama electoral en España cambió por completo, con multitud de partidos en el Congreso y una difícil gobernabilidad. Otra formación nacida en Cataluña daba el salto a la política nacional, Ciudadanos, con la intención de convertirse en ese puente de la gobernabilidad entre el bipartidismo del PSOE y el PP, un rol que se imponía mediáticamente en un centro derecha que diese estabilidad a los gobiernos de turno.

Una función de sobra conocida por CIU, actor clave desde la transición y hasta casi 30 años después de su fundación. Pero, ¿cómo pasó esta federación de dos partidos catalanes de gran éxito en los 80, 90 y parte de los 2000 a su disolución y viraje al independentismo más radical?

Un Estatut fallido, crisis económica, corrupción, elecciones adelantadas sin salida y cambio de roles y líderes en etapas clave, tanto de Cataluña como de España, fueron la combinación perfecta para que CIU dejase de ser esa bisagra bien engrasada hasta su desintegración para refundarse, primero, en el PdCAT, y luego, en Junts, tras perder su parte más moderada.

El camino hacia la deriva comenzó en 2006 con el tripartito aprobando el nuevo Estatut de Cataluña con el apoyo desde la oposición del delfín y heredero de Pujol, Artur Mas, y CIU. El nuevo texto sería tumbado por el Constitucional cuatro años más tarde, tras el recurso del PP, y que se culminó con el 1-O de Puigdemont. Toda una coctelera que llevó al juicio y la sentencia del procés y que, de momento, parece que llega a su punto y aparte con la amnistía aprobada el 30 de mayo en el Congreso.

“Todo surge de alguna forma del ‘tripartito’ que gobierna Cataluña con Maragall, primero, y con Montilla, después, que en lugar de mantenerse en las mismas pautas que había llevado a cabo CIU, deciden dan un paso más allá en la autonomía de Cataluña”, asevera el profesor titular y doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid, Jaime Ferri Durá.

Aunque no para todos los expertos es el punto de salida del cambio que llevó a CIU a su vertiente más radical con su versión final de Junts. Para el también profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Ernesto M. Pascual, fue la gran crisis económica de 2008 y la patada para delante de Artur Mas lo que propició la metamorfosis del nacionalismo moderado de centro derecha al independentismo más radical y unilateral.

“Si hay que reducirlo a un momento es la icónica llegada de Mas en helicóptero al Parlament. Estaba cercado por las protestas sociales y coincide con los grandes recortes. Mas convocó elecciones adelantadas (2012) para renovar la mayoría, pero se vio sorprendido al quedarse sin esa mayoría y con la entrada de la CUP en la cámara”, recuerda.

“Mas dijo que su plan de austeridad iba a ser el primero en Europa, pero las protestas sociales le llevan a cambiar el argumento y decide envolverse por primera vez en la historia de Convergència en un independentismo más radical, cuando su partido siempre había sido nacionalista”, argumenta el experto profesor de Derecho y Ciencias Políticas de la UOC.

Artur Mas (izda), Josep Piqué (dcha) y Josep Lluis Carod-Rovira (2 dcha), brindan con cava junto a Jordi Pujo, durante el acto institucional en la celebración de la Diada en 2003. (EFE/Toni Albir)

Artur Mas (izda), Josep Piqué (dcha) y Josep Lluis Carod-Rovira (2 dcha), brindan con cava junto a Jordi Pujo, durante el acto institucional en la celebración de la Diada en 2003. (EFE/Toni Albir)

Tiempo de vino y rosas con el PP: el pacto del Majestic

Aunque parece que nunca ocurrió, si se echa la mirada atrás, no hace tanto tiempo. El padre de Junts, CIU, se convirtió desde su fundación en un protagonista clave no solo para Cataluña, sino también para toda España.

En las manos de Pujol estuvo en las primeras legislaturas de una joven democracia una gobernabilidad que se fue alternando de PSOE a PP, gracias a su papel de juez y parte que dirimió la balanza de izquierdas a derechas, lugar donde CIU se encontraba más cómodo por su propia naturaleza.

“Tradicionalmente y a pesar de que ha dado gobiernos al PSOE, como el de Felipe González, CIU siempre se ha encontrado más cómodo apoyando al PP a nivel nacional, porque al final están en la misma línea ideológica conservadora, aunque actualmente no se dan las circunstancias para que ese apoyo vuelva al PP, sobre todo, mientras el PP siga al lado de la ultraderecha de VOX”, aclara el profesor de la Complutense Ferri Durá.

Este papel de CIU comenzó en la transición con su apoyo a Adolfo Suárez en la nueva composición de España como el país de las autonomías que se conoce hoy en día. A nivel nacional, su primer gran triunfo llegó con las elecciones generales de 1982, con 12 escaños y en pleno ascenso, dibujando ya lo que iba a ser su papel en la primera parte de una recién conseguida democracia española.

Su techo electoral lo logró en las generales del 86 y del 89, en ambos alcanzó los 18 escaños, convirtiéndose en el tercer partido del Congreso en número de diputados en estas últimas, de la mano de Miquel Roca, uno de los ‘padres’ de la Constitución.

Pero el gran papel de CIU como partido de Estado y clave en la gobernabilidad del país llegó en 1993, cuando apoyó por primera vez la investidura de Felipe González para que se convirtiese de nuevo en presidente de España.

Pujol era el gran líder de esta federación nacionalista que regía el destino de Cataluña con un éxito electoral apabullante y que le llevaría a convertirse en ese agente político necesario que estaba destinado a influir en la política nacional, gracias a su papel de bisagra entre la izquierda y la derecha.

Esta balanza se decantó del lado del PP en las elecciones generales adelantadas de 1996, con Felipe González acorralado y un joven José María Aznar al alza. Por primera vez, los ‘populares’ lograban ganar las elecciones con 156 diputados, lejos de la mayoría necesaria para gobernar en solitario.

Pujol junto a Adolfo Suárez (EFE)

Pujol junto a Adolfo Suárez (EFE)

Gracias al conocido como ‘Pacto del Majestic’, Pujol le dio el Gobierno a Aznar con sus 16 diputados, en una época en la que el PP se encontraba muy cómodo con los nacionalistas. También logró el apoyo del PNV (6) y de Coalición Canaria (5).

“El tripartito acusaba de alguna forma a Pujol de haberse convertido, digámoslo así, en la ‘muleta’ de los partidos estatales, del PP, sobre todo”, aclara Ferri Durá.

Tan cómodo se encontraba Aznar con Pujol, que cuatro años más tarde, y a pesar de lograr su primera mayoría absoluta en las generales del 2000, el líder ‘popular’ decidió ofrecerle varios ministerios, con el argumentario de que los nacionalismos cabían en la definición de patriotismo constitucional.

La misma oferta la volvió a realizar dos años más tarde, algo que nunca aceptaría el líder de CIU, quien logró revalidar el Gobierno autonómico en 1999 gracias al apoyo del PP, aún a costa de la cabeza de su propio líder regional, Alejo Vidal-Cuadras.

Ya quedará en el recuerdo aquella frase de Aznar en una entrevista en la que aseguraba que hablaba y leía en catalán: "No solamente la leo desde hace muchos años, sino que la entiendo y, además, cuando estoy en círculos reducidos, no muy amplios, la hablo también".

Un recurso al Constitucional que lo cambió todo

Pero todo idilio se acaba y este llegó a su fin en verano de 2010, cuando se hizo pública la sentencia del Tribunal Constitucional que tumbó el Estatut de Cataluña, aprobado en 2006 con el consenso de todos los partidos del Parlament, salvo el voto en contra del PP, quien luego interpondría dicho recurso al TC, y con la peculariedad de que ERC, miembro de ese tripartito, haría campaña en contra, después de considerar que había sufrido muchos recortes tras su paso por las dos cámaras nacionales antes de ser aprobado.

“Hay dos hechos que son muy importantes y que es lo que llevan, digámoslo así, a la deriva independentista a la que se ve impelida CIU. Una, y la más importante, es la sentencia del Tribunal Constitucional contra la reforma del Estatut aprobado en 2006”, asevera el profesor titular y doctor en Ciencia Política de la Complutense.

El Estatut fue llevado a referéndum para obtener el visto bueno de la ciudadanía catalana, que dijo ‘sí’ con el 73,90% de los apoyos, frente al 20,76% que dijo ‘no’ y un 5,34% de votos en blanco, con una participación que no llegó al 49%.

Aquella reforma del Estatut de Autonomía aprobado por el tripartito (PSC, ERC e Iniciativa per Catalunya), negociada con Mas y con el apoyo de toda la cámara regional, a excepción de los ‘populares’, pretendía otorgar a Cataluña de más autonomía financiera frente al Estado central y asemejarse a comunidades históricas como el País Vasco o Navarra, pero esa sentencia fue clave en el inicio del fin, que comenzó aquel 28 de junio de 2010.

“Fue un mazazo contra todas las formaciones políticas catalanas que habían hecho, por así decirlo, los deberes bien. Si usted no considera que podemos tener un nivel de autonomía mayor, ajustándonos a todos los requisitos que establece la ley, pues nos vamos”, destaca Durá.

Pero este trayecto hacia el independentismo más radical de un partido tradicionalmente nacionalista no se entiende sin el papel fundamental que ha jugado el Partido Popular y "su posición desde el otro lado del Ebro", como argumenta el doctor en Ciencia Política de la universidad madrileña y autor del libro ‘El (Des)encaje de Cataluña en España’.

“En todo este asunto, hay que mirar desde las dos partes del Ebro. Es decir, la culpa no es exclusivamente de estos catalanistas independentistas, estos estaban contribuyendo a la gobernabilidad de España. También de quienes estaban en el Gobierno de la nación, que no quisieron negociar con ellos, no quisieron dialogar y no quisieron establecer lo que es propio de la política. Pensaban que de esa forma ganaban”, dice el profesor en referencia al por entonces Ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy.

La amnistía, ¿la solución a las consecuencias judiciales tras el 1-O ?

Como se suele decir, ‘de aquellos polvos estos lodos’ o ‘dos no se pelean si uno no quiere’. Y es que parece ser que no hay nada en el refranero español que no dé respuesta a cualquier problema de índole pública o privada, individual o colectiva y que reduzca a lo sencillo una explicación de problemas mucho más complejos.

Esa marcha hacia delante de Mas, acorralado por la crisis económica y las protestas sociales, a la que hacía referencia el profesor de la UOC, Pascual, llevó a una deriva independentista iniciada en 2012 y con un punto de inflexión de no retorno tras la ruptura de la exitosa federación que habían formado durante más de 30 años con Unión Democrática de Cataluña, y que se escenificó de manera definitiva el 18 de junio de 2015.

Pero no son los únicos factores que explican esa transformación en tan pocos años de un partido con una sólida historia nacionalista vinculada a la élite burguesa asentada en Barcelona, sino que el famoso 3%, que denunció Maragall en aquella polémica sesión del Parlament y que ha terminado con la sentencia por corrupción del 'caso Palau' o el eterno proceso judicial del 'caso Pujol', ha perseguido a la formación conservadora en su refundación, primero con el PdCat y luego, con Junts, su versión final y actual encabezada por Carles Puigdemont.

La ruta iniciada por Mas en 2012 con su plan de independencia se culminó con el famoso referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, llevado a cabo y liderado por Puigdemont y el líder de ERC, Oriol Junqueras.

Las consecuencias de aquel día son bien conocidas y, tras la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlament el 27 de octubre, Rajoy se valió del artículo 155 de la Constitución para suspender el Gobierno de la autonomía para tomar el control tras la DUI, con el apoyo del PSOE.

Si la transición tiene en la retina la peluca con la que regresó del exilio Santiago Carrillo, el líder del partido comunista español, tras la muerte del dictador Franco, la fallida DUI tiene otra peculiar imagen, esta vez de huida, de Carles Puigdemont, escapando del país y de las autoridades españolas en la parte de atrás de un coche.

Ese carácter impredecible es una de las cualidades más reseñables de Puigdemont, que ya anunció antes y después de la aprobación de la amnistía su regreso a España, como ha vuelto a hacer este sábado.

Con la amnistía aprobada el pasado 30 de mayo, el Gobierno de Pedro Sánchez quiere poner el punto y aparte al proceso independentista, aunque ese carácter impredecible del líder de Junts, que sigue reclamando el derecho a un referéndum de autodeterminación, dificulta descifrar sus posiciones futuras mientras siga al frente de la formación.

“Hay dos posibilidades reales. Una es que Junts vuelva a transformarse en Convergència, pero eso requiere el cambio de las élites dirigentes del partido. La otra, que siga bajo el liderato de Puigdemont y se mantenga en posiciones radicales, algo que haría implosionar al partido”, asegura el profesor de la UOC Ernesto Pascual.

La otra variante será saber cómo aplicarán los tribunales dicha ley de amnistía, tras el polémico pronunciamiento de los fiscales sobre su aplicación y la posición del Tribunal Supremo cuando la norma no era ni un borrador.

“Hay dos escenarios totalmente diferentes con la ley de amnistía. La opinión pública y de los medios de comunicación se fijan en las grandes cabezas como Puigdemont o Junqueras, pero esta ley afecta a unas 2.000 personas, entre ellas miembros de los Cuerpos de la Seguridad del Estado, que también están acusados por su actuación durante los incidentes del 1-O. Para todas esas personas, la ley se aplicará inmediatamente”, esclarece el experto de la UOC Ernesto Pascual.

Una predicción que no queda tan clara para figuras como las de Puigdemont o Junqueras, a quienes les vaticina “un proceso más tortuoso”, punto en el que coincide con Ferri Durá, quien prevé un camino lento de “recursos y más recursos”.

“Pues serán recursos y recursos, será un largo proceso. La ley está bien trabada, está bien construida”, concluye el doctor de la Complutense en Ciencias Políticas Ferri Durá, quien considera que esta ley devuelve a la política una situación que nunca debió salir de ahí.