Enlaces accesibilidad

José Miguel Viñas, meteorólogo: "Los artistas actuales terminarán plasmando el cambio climático en sus obras"

  • Su libro 'Los cielos retratados' es un paseo meteorológico a través de algunas de las pinturas más importantes de la historia
  • De Goya a Magritte, de Velázquez a Monet, numerosos artistas se convirtieron en cronistas atmosféricos de su época

Por
José Miguel Viñas.
El meteorólogo y divulgador científico José Miguel Viñas. JOSÉ LUIS ESCUDERO

¿Pueden dos volcanes de Indonesia, a miles de kilómetros de distancia, influir decisivamente en la pintura de genios como Munch o Turner? ¿Por qué Velázquez pintaba esos cielos tan complejos y caóticos? ¿A qué pintor flamenco debemos la representación tradicional de la Navidad con paisajes nevados? ¿Cómo influyó la Pequeña Edad de Hielo en la pintura europea durante cinco largos siglos?

Estas son solo algunas de las sugerentes preguntas cuyas respuestas se pueden encontrar en el libro Los cielos retratados (Editorial Crítica), en cuyas páginas el divulgador José Miguel Viñas realiza un recorrido casi detectivesco por algunos de los cuadros más importantes de la historia de la pintura, a través del análisis de sus cielos y nubes, elementos a los que no siempre se les ha prestado la importancia merecida.

Con la ciencia meteorológica como hilo conductor, Viñas propone una nueva manera de descubrir el arte, revelando que los fenómenos atmosféricos no ocupan un plano secundario dentro de la composición de los cuadros, sino que encierran innumerables secretos de quienes los pintaron y de su contexto.

PREGUNTA: ¿Qué lleva a un meteorólogo a escribir un libro sobre arte?

RESPUESTA: La pintura es algo que me gusta desde hace muchos años y, por circunstancias, empecé a fijarme con cierto detalle en los cielos que había en los paisajes de los cuadros. Lo que en principio yo pensaba que iba a ser un ejercicio de describir las nubes que aparecían, o algún detalle meteorológico, después me he ido dando cuenta de que me daba juego para contar muchas más cosas, y he ido descubriendo aspectos de tipo climático, y también bastantes curiosidades en torno a los cielos y las nubes. No es algo que haya hecho partiendo de la página en blanco, sino que ya traía un trabajo de bastantes años, de ir buscando cuadros, anotando detalles, descubriendo historias...

Portada del libro 'Los cielos retratados'.

Portada del libro 'Los cielos retratados'. JOSÉ LUIS ESCUDERO

P: ¿Este libro es más artístico o meteorológico?

R: Es cierto que yo hasta ahora todo lo que he publicado han sido libros de divulgación de la meteorología, o del clima, y este es más un libro de pintura, en el que yo pongo el foco en los aspectos meteorológicos. Aunque aprovecho parte del libro para hacer divulgación, sobre todo del tema de las nubes, que creo que es el elemento fundamental de los paisajes.

P: ¿Tienen mucho en común el arte y la ciencia?

R: Sí, por supuesto. De hecho, cada vez hay más iniciativas, como libros u otras actividades, que al final fusionan las dos cosas. Además, en origen, ambas estaban bastante unidas. Artistas pintores tenían muchas veces una formación científica; eran arquitectos, ingenieros… Podemos poner el ejemplo de Leonardo da Vinci, que tenía una formación en temas de hidráulica y de ingeniería que al final aplica claramente a la pintura. Eso era muy habitual, hasta que hubo un momento en el que se separaron, y de hecho siguen separadas, porque el mundo del arte está como desconectado del mundo científico. Creo que un libro como este puede ayudar un poco a unir las dos cosas.

Además, temas como la meteorología y el clima apenas se tocan, y es algo que me ha llamado mucho la atención, porque yo pensaba que me iba a encontrar con bastantes más estudios, o investigaciones, o libros de historiadores del arte que analizaran con mayor profundidad los aspectos meteorológicos, y no los he encontrado.  

'Cazadores en la nieve', de Pieter Brueghel el Viejo.

'Cazadores en la nieve', de Pieter Brueghel el Viejo. MUSEO Hª ARTE VIENA

P: Aunque, como también mencionas en el libro, existe un estudio de Hans Neuberger, un profesor de meteorología, que analiza 12.000 cuadros y llega a la conclusión de que el clima se refleja en los lienzos de miles de artistas entre los siglos XV y XX…

R: Efectivamente, lo pongo al principio como una especie de guía, porque al final es de lo que te das cuenta cuando vas viendo cuadros y cielos en los paisajes. He tocado distintos estilos, desde el siglo XIV hasta la actualidad, pero en cualquier artista encuentras que en sus obras termina reflejando lo que él ha vivido a nivel de fenómenos meteorológicos, de cielos, de nubes… Y lo que hizo Neuberger fue demostrar científicamente algo que parecía evidente pero que había que demostrar. Parece evidente que un pintor italiano tiene que pintar cielos más azules y con sol que un pintor noruego, pero para demostrarlo lo que hizo fue seleccionar miles de cuadros, en los que fue viendo la proporción de nubes que ponían en los paisajes los pintores de distintas escuelas, y efectivamente aparecen unos datos estadísticos que son muy claros.

P: ¿Crees que los cielos han sido históricamente tratados como elementos secundarios dentro de la composición de los cuadros?

R: Sí, digamos que es un elemento siempre muy llamativo, pero es verdad que aunque ha habido artistas que han puesto ahí su foco de atención y realmente han querido destacar más el cielo que otras partes del paisaje, a la hora de analizar la pintura por parte de los estudiosos, yo sí que detecto que muy pocos se han dado cuenta de la razón de ser de esos cielos. No han ido más allá, que es lo que he intentado hacer yo, para comprender por qué.

P: Como aseguras, las nubes son las “indiscutibles protagonistas” del libro… Se trata de elementos que siempre nos han atraído, y han estimulado nuestra imaginación. ¿Dónde crees que reside su mayor belleza?

R: Es un elemento de la naturaleza que, más que despertar nuestra curiosidad, siempre nos deja como prendados. Las nubes siguen unos patrones que se repiten, pero cada una al final es diferente, es decir, esa infinita variedad de formas que pueden tener, aunque haya esos patrones, es algo que creo que hace que nunca nos canse ver el cielo.

P: ¿Qué pintores destacas como grandes retratistas de cielos?

R: La verdad es que hay muchos. Boudin sería un ejemplo de los impresionistas, donde tenemos a Monet y a otros. Pero yo dedico un capítulo a Constable, como pintor de nubes por excelencia. No me puedo olvidar tampoco de Friedrich, el romántico alemán, quien veía los cielos algo más que como un mero elemento natural, y le daba al propio elemento atmosférico un carácter místico y espiritual. La pintura de Friedrich tiene esa doble vertiente, aunque a nivel técnico creo que es de los mejores que han plasmado en un lienzo la atmósfera, el paisaje atmosférico.

Por supuesto que también me he detenido en los cielos de Velázquez, que son muy llamativos y me han dado pie para contar una historia bastante interesante. Y no me olvido de Ruisdael, que en cuanto a pintar nubes estaría en la parte más alta del podio. Yo creo que en todas las épocas encuentras pintores que destacan por haber plasmado unos cielos que nos llaman siempre la atención.

‘Nubes de verano’, de Emil Nolde.

‘Nubes de verano’, de Emil Nolde. MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA

P: Como afirmas en el libro, los pintores se convierten en cronistas meteorológicos de la época en la que vivieron. ¿La información que nos aportan sus cuadros puede ser lo suficientemente fidedigna, a pesar de todo el componente subjetivo que pueden tener?

R: Hay que ampliar el foco, verlo sobre todo en conjunto, porque si tú analizas un solo cuadro, no puedes sacar una conclusión. Tenemos el ejemplo de Filomena. Imaginemos que, cuando ocurrió, un pintor al estilo de los del siglo XVI pinta Madrid totalmente congelado y lleno de nieve. Pasan 300 años y alguien dice: "Es que en 2021 hubo una época muy fría en España y especialmente en Madrid", pero no sería algo real, porque la Filomena fue un episodio puntual.

Por eso hace falta un análisis no solo de un cuadro sino de muchos cuadros, y durante un tiempo prolongado, para realmente extraer esa información climática. Es lo que vemos en el siglo XVI y XVII, cuando una serie de pintores retratan de manera reiterada ese tipo de paisajes invernales, y eso sí que nos está diciendo que vivieron una época con un clima muy diferente al actual.

'La nevada' o 'El Invierno', Francisco de Goya.

'La nevada' o 'El Invierno', Francisco de Goya. Museo del Prado

P: ¿Así que debemos a Pieter Brueghel el Viejo la idea de blanca Navidad?

R: Es algo muy interesante que también cuento en el libro. Efectivamente, Pieter Brueghel el Viejo lleva a cabo una serie de tablas relativas a la Natividad, justo en unos años con los tres inviernos más crudos que hubo, que fueron los comprendidos entre 1565 y 1567. Ahí pinta algunas de sus tablas más conocidas y varias están dedicadas a la Natividad, y son motivos en torno al nacimiento de Jesús pero en los que el tiempo es claramente invernal, todo helado y con nieve. Lo curioso es que hasta ese momento la Natividad de Jesús, todo lo que se venía arrastrando a nivel de relato histórico, no estaba asociado al invierno. De hecho, hay historiadores que piensan que el nacimiento de Jesús ocurrió realmente en marzo, y no el 25 de diciembre, que es como se estableció en el siglo IV por parte de un emperador romano. Entonces, esa imagen en la que asociamos la Navidad a la nieve o al frío surge a raíz de Pieter Brueghel el Viejo y esas tablas. Realmente, en ese sentido tuvo una influencia tremenda.

P: ¿Crees que El grito, de Munch, muestra el efecto que tuvo en los cielos de Europa la erupción del volcán Krakatoa, o esos cielos encendidos de Turner los del volcán Tambora?

R: Inicialmente, podía ser como muy especulativo, pero se sabe que cuando hay una gran erupción volcánica, una de las cosas que provoca es cambios en la manera de dispersarse la luz, y tanto los amaneceres como los atardeceres se vuelven de colores muy intensos, y es algo muy llamativo. Cuando se producen las erupciones grandes, como las del Krakatoa o el Tambora, este fenómeno ocurre durante semanas y meses, en los que prácticamente puedes ver ese espectáculo, y eso deja un poso en la sociedad y en los artistas en particular. En el caso de Munch y Turner, y de otros paisajistas, ha habido investigadores que han hecho una propuesta diciendo que en realidad allí hay un reflejo del cielo que vieron, y ese cielo tenía una clara influencia volcánica, y se han llevado a cabo estudios bastante sesudos al respecto.

En el caso de Munch, en 2017 hubo otros científicos que especularon que esos cielos de El Grito podían estar motivados no tanto por el cielo volcánico del Krakatoa, sino por unas nubes que son muy vistosas y que se forman a veces en latitudes altas, en este caso en Escandinavia, que son nubes estratosféricas polares, unas nubes que son como nacaradas y con tonos amarillos y rojizos.

Yo al final, un poco en base a los dos estudios, lo que pienso es que hay un poco de todo: casi seguro que Munch estuvo influenciado por esos cielos rojos tan potentes que vio, y que luego seguramente esa forma ondulada pudo tener relación con esas otras nubes que son demasiado llamativas como para pasar desapercibidas. Creo que es una mezcla de las dos cosas, además de su carácter, porque fue una persona con una vida bastante compleja, y con problemas mentales.

P: ¿Qué puedes decir de esos cielos velazqueños, que se caracterizan por ser extremadamente complejos y desordenados? ¿Qué impulsaba al artista sevillano a retratarlos así? Una teoría apunta a que, más allá de todo romanticismo, la explicación habría que buscarla en el precio prohibitivo del lapislázuli…

R: De los cielos de Velázquez se ha hablado mucho, aunque al final solo están plasmados en una docena de cuadros. Cuando empecé a documentarme sobre todo esto, descubrí la posible hipótesis del lapislázuli, y que estos cielos podían estar relacionados con un cierto ahorro económico, porque era un pigmento carísimo al alcance de muy pocos pintores, pero rápidamente deseché esta hipótesis porque al final Velázquez era un pintor de la corte, al servicio de una de las personas más poderosas del mundo en aquella época, y por lo tanto no se sostiene muy bien pensar que tenía que racionar los pigmentos.

Entonces me puse a ver en qué época había pintado esos cuadros, como los retratos reales o el famoso cuadro de Las Lanzas, y la primera sorpresa que me llevé es que están concentrados prácticamente en siete años, y ese período lo crucé con información climática, y comprobé que fue una época en la que a pesar de estar en la Pequeña Edad de Hielo, no hizo tanto frío en la península ibérica, y eso encaja bastante bien con que Velázquez pudiera ver con frecuencia esos cielos. Porque como no eran días de mucho frío, ni un periodo de muchas nevadas, lo que dominaba era un tiempo más húmedo, con frentes y borrascas que dejarían mucha nubosidad de tipo muy variado.

'Las lanzas' o 'La rendición de Breda', de Diego de Velázquez.

Parte superior del cuadro 'Las lanzas' o 'La rendición de Breda', de Diego de Velázquez. MUSEO DEL PRADO

P: ¿Crees que de alguna manera el cambio climático también se va a ver reflejado en el arte actual?

R: Sin duda, pero todavía tenemos una perspectiva corta de tiempo. Cuando hablamos del siglo XVI, o del siglo XVII, ahí hay 100 años, en los que han pasado muchas cosas, y el clima dominó de una manera determinada. Ahora estamos en un momento en el que todo apunta a que lo que ya estamos viendo va a ir a más en las próximas décadas, y evidentemente los artistas que pinten lo terminarán plasmando en mayor o menor medida.