Christina Moreira, presbítera católica: "Al papa le diría que seríamos un viento fresco para la Iglesia"
- En 2002 tres obispos católicos ordenaron a las siete primeras mujeres sacerdotes, ya son más de 300
- Están excomulgadas por las normas de la Iglesia Católica aunque cumplen con la sucesión apostólica
Christina Moreira es una figura destacada en el movimiento por la ordenación de mujeres dentro de la Iglesia Católica Romana. Nacida en Francia, aunque vive en Galicia desde hace más de 30 años, es miembro activo de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católicas Romanas (ARCWP, por sus siglas en inglés), una organización que aboga por la ordenación de mujeres y tiene como objetivo crear comunidades católicas inclusivas. Moreira sirve como presbítera, celebrando liturgias y promoviendo la inclusión de las mujeres en todos los aspectos del ministerio de la iglesia.
Christina también está involucrada en otros grupos que abogan por la igualdad de género dentro de la Iglesia, como Toutes Apôtres ("Todos Apóstoles" en Francia) y el Comité de la Jupe ("Comité de la falda", asociación feminista y católica, también en Francia). Su trabajo se centra en desafiar la exclusión tradicional de las mujeres de roles sagrados y en fomentar una comprensión más igualitaria del catolicismo. Es crítica con el clericalismo que considera una barrera para la verdadera igualdad y llama a repensar las estructuras de la Iglesia para que sean más inclusivas y representativas de todos sus miembros.
P: ¿Cómo es posible que haya una ordenación sacerdotal dentro de la Iglesia Católica Romana a una mujer teniendo en cuenta que, según el Derecho Canónico, es imposible?
R: Hay ordenaciones dentro de la Iglesia Católica porque somos católicas, por lo tanto, pertenecemos a esta iglesia. Nos han bautizado en esta Iglesia, en ella nos movemos y existimos. Y el bautismo no caduca, es indeleble e imprime carácter. En cuanto al Derecho Canónico hoy vigente hay que señalar que sólo existe desde el siglo XIX. Antes lo que había era tradición, costumbres y reglas no escritas.
“El Derecho canónico sólo existe desde el siglo XIX, antes había tradición, costumbres y reglas no escritas“
Ese Derecho dice que sólo pueden acceder a las órdenes sagradas -diaconado, presbiterado y episcopado- de manera lícita o autorizada por la ley, los varones. Pero hubo unas mujeres inspiradas, inteligentes y valientes que en el año 2002 decidieron reunirse para solicitar a unos obispos, también valientes e inspirados, que las ordenaran. Primero como diaconisas y luego como presbíteras. La primera ordenación de siete mujeres ocurrió en el Danubio el año 2002. Ya somos más de 300 y tenemos comunidades por todo el mundo.
"Soy católica, apostólica y romana"
P: Esto garantiza la sucesión apostólica, porque un obispo católico es quien ha presidido estas ordenaciones.
R: Exacto. Pero no fue un obispo solo, fueron tres. Lo que ocurre es que no podemos dar a conocer sus identidades porque queremos protegerles. La sucesión apostólica se transmite por la presencia de obispos católicos debidamente consagrados. Nosotros tenemos referenciada y avalada nuestra sucesión apostólica, porque siempre se recogen las ordenaciones ante notario y se establece el linaje apostólico, si no, no serían válidas. Como te decía, soy católica, apostólica y romana. Y para mí y para mis compañeras es muy importante este linaje apostólico. Si no, estaría en otra tradición.
P: ¿Y qué dice la Iglesia oficial que les ha excomulgado?
“Quedamos excomulgadas automáticamente junto con los violadores de niños y todo tipo de abusadores“
R: Alguna de mis compañeras recibió su comunicación oficial de excomunión o como se quiera llamar. Las siguientes han caído bajo diferentes decretos promulgados por Benedicto XVI. Ahora el Papa Francisco lo ha reforzado con un artículo en el libro seis del Código de Derecho Canónico donde se dice que quedamos excomulgadas automáticamente junto con los violadores de niños y todo tipo de abusadores. Nos suelen meter en el mismo saco. Esto es lo que dice la Iglesia Católica oficial. Por lo demás, en nuestras comunidades atendemos a la gente, trabajamos cada una en su ámbito y vivimos en paz con la iglesia local.
P: Las 300 presbíteras católicas romanas son casadas, viudas, célibes… ¿Cuál es su caso?
R: Pues yo soy casada, tengo una hija de un matrimonio anterior que fue anulado por causas evidentes y me volví a casar hace ya un montón de años con un sacerdote católico que decidió tener este proyecto de vida conmigo. Ambos nos hacemos cargo de la comunidad, que es un pequeño adelanto de lo que nos gustaría que fuese la Iglesia en nuestro sueño de futuro. No tienen nada que ver nuestros compromisos espirituales y religiosos con el hecho de tener o no una familia de determinada forma y color. Eso no influye.
P: Le iba a preguntar por cómo lo llevaba su familia, pero entiendo que cuenta con todo su apoyo.
R: Mi marido es mi más fiel aliado, mi compañero en el ministerio, en la vida y, francamente, creo que estoy gozando de una situación absolutamente privilegiada. Es un regalo.
P: ¿Dónde está su comunidad y cuándo se reúnen para celebrar la liturgia?
R: Para celebrar la vida, la palabra, el Evangelio, la fracción del pan en las alegrías y las penas nos reunimos una comunidad de cristianos todos los domingos a las 12:00h en La Coruña, cerca de Juan Flores, en pleno centro de la ciudad.
P: ¿Cuántos son?
R: Ayer éramos once o doce, ya no recuerdo. A veces somos 15 y a veces hemos sido más. Fluctúa. La gente es libre. Así que cuando puedes, cuando lo necesitas. Pero sí, entre diez y 20 solemos estar siempre.
P: Bueno, Jesús empezó con doce…
R: Sí, y alguno le salió mal.
Machismo clerical
P: ¿Qué desafíos ha enfrentado como presbítera en una institución tradicionalmente masculina? Aunque las primeras comunidades cristianas parece que no eran tan machistas…
“el papel de las mujeres en la Iglesia, de los primeros siglos, ha sido poco a poco borrado y difuminado“
R: El primer reto es afrontar esa realidad histórica que nos golpea de lleno a todas las mujeres cuando nos interesamos por este tema. Es visitar las catacumbas en Roma y ver que desde el primer siglo las mujeres partían el pan y oraban en público con un papel de liderazgo. Está allí, a todo color, en los muros de esos cementerios antiguos que recogían la vida y la muerte. Es darse de lleno con que el papel de las mujeres en la Iglesia, de los primeros siglos, ha sido poco a poco borrado y difuminado. El reto hoy es recuperar la visibilidad de las mujeres en la Iglesia. No sólo las que tenemos ministerios más o menos reconocidos, sino de todas: las catequistas, las que dirigen el canto, las que llevan la economía, las que tienen los registros de bautismos, las que hacen acogida en las iglesias, las que celebran funerales... ¡La variedad es tan enorme! El reto es visibilizarlas y empezar a crear las estructuras igualitarias, justas y, sobre todo, cariñosas y de buen trato.
P: ¿Qué le diría a la gente que piensa que la Iglesia es una institución que tiene sus leyes y que si no le gustan tendrá que buscar otra religión?
R: Para empezar, la Iglesia no es una institución. La Iglesia es la familia del pueblo de Dios, es decir, de todas las personas bautizadas. La Iglesia como institución sólo es una herramienta que nos permite gestionar y situar en el tiempo y el espacio esa gran familia del pueblo de Dios.
“Recordemos que la Iglesia apoyó la esclavitud y le costó un mundo deshacer esa regla“
Pero la Iglesia, ante todo, es una familia de fe y de corazón. Una familia que se adhiere al proyecto de Jesús y de su Reino. Entonces, la institución que es esa herramienta, crea reglas. Pero hay que recordar que esas reglas pueden cambiar. Han cambiado en el pasado. Recordemos que la Iglesia apoyó la esclavitud y le costó un mundo deshacer esa regla. En el pasado, la Iglesia dudaba de si las mujeres, los indios o los negros tenían alma. La Iglesia puede cambiar sus normas, porque esa parte de la “iglesia” con minúscula, que es la institución, puede cambiar porque la hemos fabricado nosotros, los seres humanos. Tenemos la esperanza de que Dios atraviese todas esas instituciones y normas de alguna manera, que el Espíritu esté ahí trabajando y nos de la fuerza para cambiar lo que tenga que ser cambiado porque no es justo. Y no es justo que la mitad de todo de ese pueblo de Dios, que son las hijas de Dios, estén apartadas de predicar su Palabra, de anunciar la Buena Nueva, de partir el pan, de reconciliar a las comunidades, de aportar consuelo… Porque hace falta. Porque hacemos falta.
P: El papa Francisco con este gran Sínodo 2021-2024 parece que quiere renovar la Iglesia Católica. ¿El tema del sacerdocio de la mujer ha tenido algún papel? Porque usted asistió a la celebración inicial y la detuvo la Policía.
R: Sabemos que las mujeres han hablado de ministerios, de igualdad. Ahora viene la segunda parte del Sínodo en octubre. En este momento se sabe que en el instrumento de trabajo no se va a tocar el tema de la ordenación de las mujeres y el Papa Francisco ya adelantó, en una entrevista informal, que el diaconado para las mujeres, si existiera, sería sin ordenación. Todo el problema que se está presentando ahora es el del privilegio de la sacralidad.
“El problema que se está presentando ahora es el del privilegio de la sacralidad“
El privilegio de la ordenación sacramental que transforma, según la vieja dogmática, a una persona en un ser interestelar, súper santo, maravilloso, más cercano a Dios, Dios mismo en la tierra. Lo cual es un absurdo. Ese tropiezo de la sacralidad del sacerdote realmente es un privilegio de los machos y ha de revisarse porque no es justo. Estamos en el siglo XXI y hay que poder debatir sobre ello y desentrañar todo lo que contiene de impuro y tóxico para la mitad de los bautizados.
P: ¿Cree que la Iglesia católica tiene miedo a las mujeres?
“Nos gustaría aportar el ADN de María de Magdala que tuvo la valentía de ir al sepulcro sabiendo que allí había soldados romanos“
R: El primer obispo de la Iglesia (san Pedro) -sobre el que hemos fundado esta Iglesia católica- ya traicionó a su amigo y Señor (Jesucristo), le entró el miedo. Ese miedo está como en el ADN de la Iglesia. Y nos gustaría aportar otro ADN. El ADN de María de Magdala que tuvo la valentía de ir al sepulcro sabiendo que allí había soldados romanos, soldados mortíferos como los que habían matado a su Señor. Esa valentía es la que queremos meter en la Iglesia. Pero sí, la sensación es que nos tienen miedo. Uno no puede hablar del miedo de otros, pero podemos olerlo. Y es lo que pasó cuando me detuvieron en Roma.
P: ¿Qué pasó exactamente?
R: En realidad estábamos rodando una película y haciendo un pequeño experimento. Yo iba vestida con el alba y la estola para ver cómo reaccionaba la gente. Fue sumamente bonito. Todas las reacciones fueron positivas. Me preguntaban si realmente era presbítera, si podía celebrar misa y cómo era aquello. Incluso hubo personas que me pidieron que les bendijera. Otros se han sacado fotos conmigo. Lo que se veía es que la voz del pueblo, que es la voz de Dios, estaba diciendo: ‘Oye, ya ocurre, ya está siendo, ya era hora’.
P: Fue en la Plaza de San Pedro, ¿verdad?
R: En la Plaza de San Pedro, justo después de la misa de apertura del Sínodo. Pasó por ahí un policía al que le molestó. Antes ya habían pasado un montón de ellos. Pero a este le molestó y le costó mucho trabajo acusarme de algo. Tuvo que reunir a siete policías más para encontrar en el Código Penal de Italia una vieja ley que prohíbe que la gente se vista de lo que no es para andar por la calle. Es miedo. Tienen miedo.
P: ¿Le gustaría enviar algún mensaje al papa Francisco sobre la ordenación de las mujeres?
R: Le voy a decir algo muy claro: escúchanos. Los que estamos en esto no estamos por puro gusto, ni por darnos publicidad o porque nos guste salir en la prensa. Estamos aquí porque hemos sido llamadas.
“Nos encantaría contribuir de la manera más amorosa al crecimiento de la Iglesia y aportar esa valentía de la que somos especialistas“
Las mujeres presbíteras que conozco están viviendo la realización de una vocación auténtica, discernida y sobre todo, pasada por el crisol del sufrimiento, la espera, la paciencia y la fe. Y esas vocaciones queremos ponerlas al servicio de nuestra Iglesia con amor, con cariño, con respeto. Solo necesitamos que nos escuche y que podamos contarle lo que estamos haciendo en nuestras comunidades. Nos encantaría contribuir de la manera más amorosa al crecimiento de la Iglesia y aportar esa valentía de la que somos especialistas.
P: ¿El papa Francisco no os ha recibido nunca para escucharos?
R: No, nunca. Ha recibido a obispas episcopalianas y a alguna luterana. También a las anglicanas de Escocia, todas ellas compañeras de otras familias cristianas, pero no a nosotras.
P: No parece encajar mucho con el esfuerzo de este papa para unir a las iglesias cristianas.
R: Francisco está teniendo proyectos maravillosos. De vez en cuando oímos cosas y otras veces nos extrañamos porque no entendemos por qué no nos llama a nosotras. Se lo hemos dicho por activa y por pasiva. Le mandamos recados por todos los cauces. Yo le he escrito varias veces y le he mandado una carta a través del nuncio que me recibió en París. Ni un guiño, ni una señal, ni una respuesta, ni un nada. Nada de nada. ¿Qué pasa que nos tiene miedo? ¿Por qué recibe a tantísima gente y escucha a todo el mundo menos a nosotras?
P: ¿Qué le dirían si las recibiese?
R: Que estamos aquí, que seríamos un viento fresco para entrar en la Iglesia ahora y que podemos aportar nuestra experiencia de estos 22 años en nuestras comunidades circulares.