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Salvar vidas en medio de las bombas: la violencia mundial amenaza la ayuda humanitaria

  • En 2023, 172 trabajadores humanitarios fueron asesinados; 119 de ellos en Palestina
  • RTVE.es habla con médicos, ingenieros y trabajadores sociales desplazados a las zonas más calientes del planeta

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Guerra de Israel y Hamás en Gaza
Una ambulancia dañada en un ataque israelí frente al hospital Al-Shifa MOMEN AL-HALABI / AFP

El mundo ha alcanzado su pico más alto de violencia desde la II Guerra Mundial. Y con 56 guerras activas en todo el planeta, asegurar la asistencia humanitaria se ha convertido en una tarea cada vez más complicada: en lo que va de año, 172 personas han sido asesinadas; 119 de ellas en Gaza, frente a las 277 víctimas en 2023. Los ataques se han incrementado y la impunidad, sin embargo, continúa siendo la norma.

Más de 200 trabajadores humanitarios asesinados en Gaza

Las bombas israelíes caen de forma indiscriminada sobre Gaza desde hace diez meses y la tierra tiembla sin descanso, incluso por las noches. Los habitantes de la Franja están condenados a un insomnio constante y el recuerdo permanente de que la guerra está siempre ahí.

"En Gaza no existe ningún lugar seguro, el respeto hacia los trabajadores humanitarios y las estructuras de hospitalarias es nulo. Cada día es poner la vida en peligro, la de la población civil y la nuestra propia", denuncia el coordinador de emergencias de Médicos sin Fronteras en la zona, Paulo Milanesio.

Entró en suelo palestino dos días antes del cierre de la frontera de Ráfah. El bloqueo del paso provocó una escasez de bienes de primera necesidad todavía mayor a la que ya había antes del 7 de octubre. "Un día, un niño se tiró encima de nuestro coche. Se sacó un gorro y nos enseñó que no tenía pelo. Nos estaba pidiendo ayuda y nosotros lo hicimos, pero no pudimos tratarlo contra el cáncer. Llegados a este punto se puede intentar aliviar el sufrimiento, pero no puedes salvar vidas. Les empujan a la muerte", lamenta.

Desde el inicio de la guerra, más de 200 trabajadores humanitarios han sido asesinados. Cuando un voluntario entra en Gaza, sabe que lo hace arriesgando su "vida porque pueden matar al 201 y ese puedes ser tú. El miedo pesa mucho, pero saber que puedo ver cómo una madre, que se tuvo que desplazar durante horas caminando entre tiendas de campaña, llegó al hospital y pudo dar a luz de manera segura... Ese momento te moviliza para seguir haciendo lo que haces", explica.

Milanesio ha estado en países como Yemen, Senegal o Ucrania, pero asegura que lo de Gaza "es una situación apocalíptica, una falta de respeto a la vida humana, no creo que vuelva a ver nada así".

Paulo Milanesio en una zona humanitaria dentro de la Franja de Gaza

Paulo Milanesio en una zona humanitaria dentro de la Franja de Gaza

El empoderamiento de las mujeres ucranianas

Los derechos de las mujeres nunca están garantizados, menos en conflictos, y eso es algo que las ucranianas han corroborado desde el inicio de la guerra. "La gran mayoría de las organizaciones no tenían una función o un mandato humanitario antes de la invasión, y tuvieron que adaptarse" al contexto bélico, explica Jara Henar, de ActionAid.

En los últimos años, la economía se ha ido militarizando cada vez más para hacer frente a la ofensiva rusa. Cuestiones como la violencia sexual, el riesgo de exclusión social o la discriminación LGTBI han quedado excluidas de las agendas políticas, y ha tenido que ser la propia sociedad civil la que se vuelque en defender estos derechos.

Henar trabaja en territorio ucraniano desde el inicio de la guerra, no con "implementación directa, sino que apoyamos a organizaciones nacionales de mujeres jóvenes, y colectivos excluidos" para que ellos se empoderen con sus propias herramientas.

Pese al desgaste humanitario que sufre el territorio, Ucrania es el país que más ayuda oficial ha recibido para el desarrollo. "Otros conflictos nunca van a recibir esa cantidad. No están en Europa, no son blancos y no tienen una Rusia detrás. Pero para mí Ucrania ha sido una forma de decir que si Europa quiere ayudar puede hacerlo. Antes ya lo sabíamos, pero no teníamos la demostración", explica.

Jara Henar en un taller en Kiev en un sótano

Jara Henar en un taller en Kiev en un sótano

Haití, un país arrasado por la violencia y los desastres naturales

Los huracanes, terremotos o tsunamis han arrasado Haití en las últimas décadas. Un desgaste que ha llevado a la población al límite, con uno de los riesgos de inseguridad alimentaria más altos del continente. Sin embargo, la presencia de grupos armados en los últimos dos años ha hecho que la violencia se convierta en uno de los mayores terrores de la sociedad haitiana.

"La situación de inestabilidad política hace que no se puedan distribuir los alimentos ni que llegue la cantidad suficiente", explica Mercedes López, cooperante internacional. El acceso humanitario, como el reparto de comida, agua, carburantes o medicinas, "está muy restringido porque hay muchas bandas y llegar en zonas más remotas es prácticamente imposible", explica.

"Cuando tú puedes desplazarte con cierta libertad, cambia todo. Cuando hay desastres o una situación de población precaria, pero con seguridad, los desplazamientos son relativamente sencillos. Pero ahora te arriesgas a que aparezca alguna banda que pueda ponerte una situación de violencia o de inseguridad, pues eso ya es otra cosa", añade López.

En su profesión, el riesgo siempre está presente, pero ella se aferra a una justificación humanitaria: "La distribución de la riqueza es injusta. Todos deberíamos vivir en unas situaciones mínimas de dignidad y las comunidades, tanto de Haití como de otros lugares, no tienen la culpa de su situación", defiende.

Mercedes López con mujeres de un pueblo de Haití

Mercedes López con mujeres de un pueblo de Haití

La ayuda humanitaria, en persecución constante en Yemen

Este septiembre Yemen cumplirá una década en guerra. El país sufre un conflicto que ha dividido en dos el territorio y que mantiene a 17 millones de personas en una situación humanitaria grave. Ferran Puig es el director de Oxfam Intermón en la zona y conoce de primera mano lo que se vive en la región. Él se mueve constantemente desde Saná, la capital, al resto de enclaves repartidos entre norte y sur. Todos ellos, víctimas de una situación económica lamentable, en la que el 54% de la población sufre hambre severa.

Para luchar contra esta pobreza estructural, Puig y sus compañeros dotan a la población local de herramientas que les faciliten la reconstrucción social del entorno, como "el acceso al agua, rehabilitación de pozos, la solarización, saneamiento, promoción de higiene, ayuda alimentaria de emergencia o medios de existencia", explica el ingeniero.

Esta no es una labor sencilla. En Yemen, la ayuda humanitaria está en constante persecución. Este mismo junio, 13 trabajadores de Naciones Unidas fueron detenidos. De ellos, dos eran compañeros de Puig: "Desde entonces no tenemos ninguna información. Ni nosotros, ni la familia, ni nadie", lamenta.

Ferrán Puig en Yemen durante una reunión con organizaciones locales

Ferrán Puig en Yemen durante una reunión con organizaciones locales

La protección infantil, el mayor reto en Nigeria

En 2014, las imágenes del secuestro de 279 niñas en el colegio femenino de Chibok (Nigeria) a manos del grupo islamista Boko Haram dieron la vuelta al mundo.

Una década después, la inseguridad sigue siendo un problema y la violencia atormenta la vida de los nigerianos, sobre todo la de los más pequeños. Desde el inicio del conflicto, las instituciones educativas han sido las principales víctimas de ataques y secuestros.

El trabajo de Alba Cuadra en Maiduguri (norte del país) era apoyar a las ONG locales en temas de protección infantil, fortalecer las herramientas de los docentes para hacer frente a las amenazas de los grupos terroristas y también "el seguimiento de que se cumplan todos los estándares internacionales en esta materia y con enfoque de género".

La motivación de Cuadra se centra en la protección de la infancia, porque defiende que "todas las niñas y niños tienen derecho a ser niñas y niños y deberíamos garantizar que puedan vivir una vida libre de violencia". Se estima que, desde el alzamiento de Boko Haram en 2009, 35.000 personas han perdido la vida. Un terror que acompaña día a día a los menores, víctimas, entre otras cosas, del reclutamiento forzado. A día de hoy, Nigeria sigue lidiando con las profundas cicatrices que continúa dejando el conflicto. 

Alba Cuadra en una conversación con niñas y mujeres afectadas por un ciclón

Alba Cuadra en una conversación con niñas y mujeres afectadas por un ciclón

Atención Primaria en el frente de guerra de Sudán

La mayor crisis de desplazados del mundo actualmente sigue siendo invisible. En Sudán, 10 millones de personas han tenido que abandonar sus hogares, desde el estallido de los combates entre las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y los insurgentes liderados por Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) en abril de 2023.

La población civil quedó atrapada en el frente y por eso los hospitales tienen que atender diariamente "víctimas directas de la violencia como mujeres y niños que llegan con heridas de bala o de explosiones", cuenta José Sánchez, de Médicos Sin Fronteras. Una situación imposible de hacer frente, ya que, "aunque nosotros damos incentivos a los sanitarios locales, los funcionarios públicos no reciben salarios desde el inicio de la crisis".

Las bombas han inutilizado más del 70% de las estructuras sanitarias en un sistema de salud que ya era frágil antes de la guerra. "Se ha perdido el respeto a las estructuras sanitarias. Hay hospitales que han sido atacados hasta diez veces en los últimos meses. No hay ni ambulancias ni transporte para llegar a estos centros sanitarios", lamenta.

Sánchez se desplazó a Níger en 2010, y allí nació su vocación humanitaria. El país sufría una enorme crisis de malnutrición "donde los niños morían a diario. Pero lo que te engancha y lo gratificante son todos los niños que no se mueren gracias a tu trabajo", celebra.

José Sánchez, junto con otros sanitarios, armando un hospital de campaña en Sudán

José Sánchez, junto con otros sanitarios, armando un hospital de campaña en Sudán

Pero a pesar de los riesgos que afrontan los trabajadores humanitarios, en el momento de hacer balance todos se posicionan del lado de la dedicación con un objetivo común: la defensa de la vida de todos los seres humanos.