La odisea de los soviéticos para encontrar e identificar el cadáver de Hitler en mayo de 1945
- Jean-Christophe Brissard y Alberto Pagliaro reconstruyen las investigaciones de los servicios secretos rusos
- Más noticias sobre cómic e ilustración en El Cómic en RTVE.es
El 2 de mayo de 1945 la ciudad de Berlín se rindió a las tropas soviéticas y cientos de alemanes se suicidaron pensado que su líder, Adolf Hitler, había muerto (la radio de Hamburgo anunció su muerte el día 1). Sin embargo, cuando las tropas soviéticas localizaron el bunker del dictador solo encontraron los cadáveres de Goebbels, su fiel esbirro, y su esposa, que se habían suicidado tras matar con cianuro a sus seis hijos. Pero no encontraron ni rastro de Hitler.
Stalin se tomó como algo personal localizar el cadáver de Hitler, para demostrar que se había suicidado con algún tipo de veneno y no había tenido valor para pegarse un tiro en la cabeza, porque quería probar que era un cobarde. Así que ordenó a todos sus hombres que redoblaran sus esfuerzos para localizar el cuerpo de Hitler.
Eso dio lugar a una competición a muerte entre dos grupos de los servicios secretos rusos: el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD, por sus siglas en ruso), que dirigía Lavrenti Pávlovich Beria, y el SMERCH, el departamento de contraespionaje de la Unión Soviética, que dirigía Viktor Abakumov y cuyo lema era "Muerte a los espías".
Una apasionante historia que ahora recrean el guionista Jean-Christophe Brissard y el dibujante Alberto Pagliaro, en el cómic Hitler ha muerto (Norma editorial), en el que se narra cronológicamente y con todo lujo de detalles, como fue esa investigación de la muerte de Hitler por parte de los soviéticos. Destacar que Norma ha recogido los tres álbumes franceses en un estupendo integral.
Un fragmento del cráneo y la dentadura de Hitler
Hay que destacar que Brissard, junto con la periodista y cineasta rusa Lana Parshina, realizó una completa investigación sobre el tema, recogida en el libro La muerte de Hitler (Planeta) en el que se basa este cómic.
Una investigación durante la que consiguieron (después de años de gestiones) permiso de las autoridades rusas para analizar las principales pruebas que se conservan de la época como el supuesto fragmento del cráneo de Hitler (con agujero de bala incluido y que estuvo traspapelado durante décadas en los archivos rusos), su mandíbula (que fue fundamental para identificar el cadáver y cuya investigación por parte de Brissard constituyó una primicia histórica desde mayo de 1945) o las conclusiones del informe forense. De todas esas pruebas se incluyen fotografías en el cómic.
Con eso y la información que recogió en muchos otros documentos secretos de los archivos (algunos de los cuales siguen clasificados), el guionista defiende en el cómic que Hitler no murió en Brasil a los 80 años, ni en una isla del Pacífico, como aseguran algunas teorías de la conspiración, sino que se suicidó junto a Eva Braun el 30 de abril de 1945 tras casarse en el búnker de Berlín.
Y la investigación de lo rusos sobre su muerte, que es lo que cuenta el cómic, fue una historia tan rocambolesca como apasionante.
Un cómic apasionante
El cómic nos cuenta cómo, la noche del 5 al 6 de mayo de 1945, Elena Rjevskaïa, miembro del SMERCH, localizó y robó los supuestos cadáveres de Hitler y Eva Braun. Los nazis los habían intentado quemar con gasolina, pero no tuvieron suficiente para destruir los cadáveres por completo, aunque estaban tan quemados que su identificación era prácticamente imposible. La única prueba que, con los medios forenses de la época, podía demostrar que era el cadáver de Hitler era su ficha dental. Así que le quitaron la mandíbula al cadáver y se lanzaron en busca del dentista de Hitler, Fritz Echtmann y su asistente, Käthe Heusermann, los únicos que podían identificar dicha dentadura. Según contó Elena Rjevskaïa en sus memorias, tuvo que llevar la dentadura de Hitler a todas partes.
Mientras, sus oponentes del NKVD intentaron localizar a cualquier hombre o mujer cercanos a Hitler que hubieran sido testigos de sus últimos momentos y pudieran aportar datos sobre lo que había pasado realmente. Y si Hitler efectivamente estaba muerto. Para ello no dudaron en torturar a todos los que encontraron, como Heinz Linge, quién, tras ser torturado, confesó que encontró el cuerpo sin vida de Hitler, tras su suicidio, y lo prendió fuego.
Así comienza esta carrera contrarreloj en la que ambos grupos de espías se pondrán la zancadilla a la menor oportunidad. Y en la que encontramos personajes tan interesantes como Hanna Reitsch, una joven aviadora alemana que estaba enamorada de Hitler y que el 26 de abril de 1945 logró aterrizar en Berlín, asediada por los soviéticos, y propuso a Hitler evacuarlo en su avión para ponerlo a salvo.
Por cierto que, según el cómic, cuando los rusos buscaban a Hitler y a sus allegados, descubrieron a uno de los dobles que Hitler. Lo que demostró lo que hasta entonces era un rumor, que usaba a dichos dobles para evitar ser víctima de un atentado.
¿Tomó veneno o se pegó un tiro?
Al final, los médicos del SMERCH que hicieron las autopsias de los cuerpos de Hitler y Eva Braun, en mayo de 1945, encontraron restos de cianuro y concluyeron que ambos se habían envenenado (la versión que quería escuchar Stalin). Una versión que contradecía de la mayoría de los testigos del círculo íntimo de Hitler, como Otto Günsche y Heinz Linge, que coincidían en que Eva Braun había ingerido cianuro, pero aseguraban que el Führer se había suicidado de un disparo en la boca (lo que también probaría la aparición de su supuesto cráneo, con ese agujero de bala).
Al parecer, el KGB quemó los supuestos cuerpos de Hitler y Eva Braun en 1970 y arrojó sus cenizas a un río cerca de Magdeburgo, Alemania. Suponemos que para evitar nuevas investigaciones.
Si queréis saber qué es lo que pasó realmente ese 30 de abril de 1945, no os perdáis este apasionante cómic que nos muestra, paso a paso, la búsqueda del cadáver de Hitler y las investigaciones posteriores.
Y no podemos despedirnos sin destacar los estupendos dibujos de Pagliaro y su maravillosa reconstrucción de la época, como ese Berlín completamente devastado tras los bombardeos de la II Guerra Mundial.
La traducción es de René Parra Lambies.