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Los socialdemócratas ganan en Brandeburgo por un escaso margen a la ultraderecha

  • El SPD del canciller Olaf Scholz logra un 30,9%, frente al 29,2% cosechado por la AfD
  • Las encuestas daban vencedora a la formación de ultraderecha tras los buenos resultados en Turingia y Sajonia

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Los socialdemócratas ganan en Brandeburgo, según los primeros datos oficiales

El partido socialdemócrata (SPD) del canciller alemán, Olaf Scholz, habría logrado, con un 30,9% de los votos, derrotar al partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), que habría obtenido un 29,2% de los sufragios en las elecciones celebradas este domingo en el estado de Brandeburgo, que rodea Berlín, después de haber estado a la zaga durante toda la campaña, según los primeros datos oficiales.

La tercera posición la ocupa la Alianza Sahra Wagenknecht-Por la Razón y la Justicia (BSW), con un 12% de los votos, mientras que en cuarto lugar se encuentra la Unión Cristiano Demócrata (CDU), que ha conseguido el 11,6% del apoyo. Los Verdes, por su parte, han quedado atrás con el 4,1% de los votos.

El primer ministro de Brandeburgo, Dietmar Woidke, ha podido celebrar una remontada que a muchos parecía imposible a principios de verano, cuando las encuestas atribuían al SPD un 19%, muy por debajo de una AfD que se veía entonces con uno de cada cuatro votos. "Nuestro objetivo fue evitar desde el principio que nuestra región recibiera una mancha marrón", ha dicho Woidke en el acto de la velada electoral organizado por el SPD en el antiguo edificio de correos de Potsdam, la capital de Brandeburgo, al aludir al color que se atribuye despectivamente a la ultraderecha.

Brandeburgo tiene 2,1 millones de votantes, pero sus elecciones regionales se han convertido en un hito importante debido al auge de la extrema derecha en otros estados de la antigua República Democrática Alemana y se interpretan en clave nacional tras los últimos varapalos en elecciones regionales al gobernante SPD y sus aliados liberales y ecologistas.

En cuanto a la participación, se estima en torno al 73%, muy por encima del 61,3% de las últimas elecciones regionales, celebradas en 2019. 

Alternativa para Alemania no podría bloquear decisiones

La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), clasificada como sospechosa de extremismo por los servicios de inteligencia alemanes, se quedaría con menos de un tercio de los escaños, lo que no le permitiría bloquear decisiones importantes de la cámara.

Pero el margen es muy escaso y AfD puede superar a los socialdemócratas según avanza el recuento, lo que obligaría al primer ministro en funciones, el popular Dietmar Woidke, a cumplir su amenaza de dimitir y no encabezar una posible coalición de fuerzas democráticas.

Con el conocido como 'cordón sanitario' por el momento en pie, la AfD no tendría posibilidades reales de gobernar, pero una victoria dificultaría en gran medida las negociaciones para formar una coalición que gobierne el 'Land', además de asestar otro golpe al ya maltrecho ejecutivo del canciller Olaf Scholz.

Pulso electoral en un país cada vez más polarizado

Los temas de migración y seguridad habían dominado toda la campaña - Brandeburgo tiene frontera con Polonia -, así como cuestiones tales como la sanidad, la vivienda y la guerra de Ucrania.

Brandeburgo es el tercer y último 'Land' en celebrar comicios regionales este año en el este alemán. La AfD ya arrasó en Turingia, donde fue primera fuerza con un 32,8% de los votos, y en Sajonia, donde con un porcentaje similar quedó a un punto escaso de los ganadores democristianos.

En las últimas elecciones regionales en Brandeburgo, el SPD ya logró vencer a la AfD por un estrecho margen de 26,2 sobre 23,5 puntos, mientras que los democristianos y los verdes se quedaron el tercer y cuarto puesto con el 15,6 y el 10,8% de los votos, respectivamente.

Las encuestas habían augurado durante toda la campaña otro buen resultado para el AfD en el estado, donde preveían que podía consolidar su liderazgo tras los buenos resultados cosechados en Turingia y Sajonia, de gran peso en el este de Alemania, cuando apenas queda un año para las generales.

La contienda tiene lugar en un momento de elevada tensión a nivel nacional en un país cada vez más polarizado y con unos crecientes niveles de violencia política. El candidato del AfD, Hans-Christoph Berndt, partía como favorito para hacerse con la victoria a pesar de sus polémicas ideas, que levantan ampollas entre los sectores más progresistas. 

Berndt es el fundador de la asociación antiinmigración Zukunft Heimat, considerada por la Oficina Estatal para la Protección de la Constitución (la agencia de Inteligencia alemana dependiente del Ministerio del Interior) como una agrupación de extrema derecha e "influencia neonazi". 

Además, es conocido entre los miembros del partido por haber apoyado presuntamente al movimiento nacionalista Der Flügel, un grupo disuelto 'de iure' en la primavera de 2020 y que presentaba una ideología antisemita, contraria al Islam, ultranacionalista y xenófoba. Según la revista alemana Der Spiegel, el candidato forma parte de la lista de extremistas de ultraderecha de la Inteligencia alemana. 

El SPD recorta distancias pese al ascenso de la ultraderecha

Los socialdemócratas aspiraban en estas elecciones a un 'sorpasso', en parte apoyados en la idea de que la victoria cosechada por la ultraderecha en Turingia y el significativo ascenso de los apoyos en Sajonia podrían reconducir los votos y convertirlos en un renovado apoyo a la formación del canciller, Olaf Scholz. 

Esto ha llevado a los expertos ha recalcar durante esta última semana que, si bien anteriormente la victoria del AfD parecía clara, ahora no puede darse por sentada y habrá que esperar al recuento oficial de todas las papeletas presentadas este domingo. 

Tras las elecciones de Turingia, donde la ultraderecha sí contará con la tan ansiada minoría de bloqueo, la tarea de vetar al AfD --que nació en 2013 y quedó en segundo lugar en las elecciones al Parlamento Europeo-- se ha vuelto más ardua en Alemania. Este resultado, que supone la primera victoria de la ultraderecha en un parlamento alemán desde la Segunda Guerra Mundial, llevó a principios de septiembre a cientos de personas a salir a la calle para protestar.

El aumento de la popularidad del AfD ha reabierto los debates en Alemania en torno a la extrema derecha, la migración, la economía y la relación con Rusia en plena invasión de Ucrania. El problema migratorio sigue siendo una de las principales preocupaciones para el electorado alemán, si bien desde Berlín han insistido en que el país necesita mano de obra extranjera cualificada para suplir los agujeros de su mercado laboral a medida que la población envejece, una situación que comparte con otros países de la Unión Europea. 

Sin embargo, el discurso de la formación se ha visto recientemente impulsado por el atentado perpetrado recientemente en la localidad de Solingen, que ya sirvió de vehículo para canalizar las posturas ultraderechistas de la formación de cara a los comicios en los estados de Turingia y Sajonia.

Controles migratorios y política de asilo  

La política de asilo continúa siendo el principal escollo para el Gobierno federal, que ha reanudado la deportación de afganos sobre los que pesan condenas judiciales en un intento por acallar la tensión interna respecto al tema migratorio. La ministra del Interior, Nancy Faeser, respalda, a su vez, el endurecimiento de las leyes sobre la posesión de armas tras el atentado de Solingen. 

Este giro a la derecha -con el que el Gobierno busca aumentar su popularidad- ha llevado a Scholz a anunciar nuevos controles fronterizos para contener posibles riesgos vinculados con el terrorismo, una situación que no ha dejado indiferente a los países vecinos y miembros de la UE, que alertan de que esto implica una ruptura de la libre circulación que concibe el espacio Schengen. 

Alemania ya disponía de controles en las fronteras con Polonia, República Checa, Suiza y Francia, pero ahora se extenderán también a Luxemburgo, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca. Las medidas, que estarán en vigor en principio durante un periodo de seis meses, podrían prolongarse --en el caso de Austria se impusieron en 2015--.