'Las horas que hemos amado', una apasionante novela sobre las huellas que dejamos en otras personas
- Es el nuevo libro de la escritora y directora de documentales Yolanda Villaluenga
- La historia de amor de una pareja de médicos chilenos separados por el golpe de estado de Pinochet
Tras el golpe de Estado de Pinochet, una pareja de médicos chilenos que planeaba vivir juntos, Víctor Zeninski y Helena Hunt, tienen que separarse. Él huye a La Habana para salvar su vida, mientras que ella se quedará en Chile para que su exmarido no le quite a su hija. Décadas después, tres mujeres (Antolina, Berta y Olivia), acompañan a Víctor en los últimos momentos de su vida. ¿Sobrevivió el amor de esa pareja a la historia y al implacable paso del tiempo?
Es el argumento de la novela Las horas que hemos amado, de la escritora y directora de documentales Yolanda Villaluenga (Madrid, 1962), que ya va por su segunda edición que su autora acaba de presentar en Berlín. Además, estos días se cumplen 51 años del golpe de Estado de Pinochet, de la muerte de Allende, de Neruda y de Víctor Jara... Personajes que gravitan en la novela.
Un libro apasionante que parte de una historia real: “Víctor Zeninski y Helena Hunt son dos personajes de ficción inspirados en mi exsuegro y la mujer más importante de su vida. Este calificativo es algo que uno podría decir solo al final de su vida, pero él lo repitió siempre, así lo tenía de claro. Los dos eran médicos chilenos muy comprometidos con el proyecto de Salvador Allende de Salud Pública. Eran compañeros y amigos de muchos años, grandes lectores, bailarines de tango, amantes de la Bossa Nova”.
“Los dos se divorciaron de sus respectivas parejas para iniciar una vida juntos, pero llegó el golpe de Estado de Pinochet –añade Yolanda-. Él tuvo que exiliarse para salvar la vida y ella no pudo salir del país. Quedaron en encontrarse. ¿Qué pasó después?, ¿qué les pasó a ellos?, ¿cómo afecta su historia a las personas que ellos quieren?”.
Como tantas parejas, Víctor y Helena fueron arrollados por la historia. Por eso preguntamos a Yolanda si cree que estamos a la merced de esa historia: “Somos hijos de nuestro momento histórico. Fijémonos, por ejemplo, en los museos, en los últimos años: ¿están cambiado sus colecciones en base a conceptos postcoloniales?, ¿hay ahora más presencia de mujeres artistas cuyas obras dormían en la oscuridad de los almacenes? Son algunas de las preguntas de nuestro tiempo”.
“En los años 60 y 70 –añade Yolanda-, Víctor y Helena también se plantearon preguntas de su tiempo sobre cómo podrían hacer de este mundo un lugar mejor, pero, como a tantos otros Víctor y Helena, parejas que ahora están en Sudán, Ucrania o Gaza, se les impuso un conflicto armado. No pudieron hacer nada para evitarlo, salvo preguntarse ¿qué puedo y debo hacer para seguir respetándome como persona? Sus respuestas los llevaron a tomar dos caminos diferentes”.
Las mujeres más importantes en la vida de Víctor
La novela se desarrolla en el último día y medio de la vida de Víctor, que está en coma en el hospital de La Habana. Allí se reunirán tres mujeres para despedirlo y rememorar su historia de amor con Helena.” Contarlo a través de tres mujeres de distintas edades y países, que conocieron y Víctor Zeninski y a Helena Hunt, me permitía explorar distintas versiones de esta historia, la fragilidad de la verdad única. Quería potenciar esa sensación de nebulosa, de ausencia de certezas. No sabemos quién es el otro y muchas veces depende de nuestra mirada, de cómo interpretamos lo que percibimos”.
Yolanda nos presenta a estas tres mujeres: “Olivia vive en Santiago de Chile y es la hija que Helena tuvo con un hombre anterior a Víctor, un exmarido que la amenazó con que no volvería a ver a su hija si se marchaba del país. Antolina, la exnuera de Víctor Zeninski, ha viajado a La Habana para acompañarlo. Y Berta vive en Berlín y es la última pareja que tuvo el doctor Zeninski”.
“Las tres tienen motivos para viajar o no a La Habana y despedirse de él –añade la escritora-. En ese día y medio que transcurre la novela, sus acciones y pensamientos nos muestran también la huella que Víctor y Helena les han dejado. Y este era otro tema que quería explorar al abordar la novela desde tres perspectivas: que no solemos ser muy conscientes de cómo afecta nuestra vida a las personas que queremos y nos quieren”.
Pero… ¿Estas tres mujeres también se basan en personajes reales? “Para abordar a estos personajes, al menos yo, necesito escribirlos desde mi propia experiencia, desde lo que he vivido o he visto o imagino, pero no soy ninguno de ellos porque es una ficción que se acerca a lo que pudo ocurrir, pero permite muchas interpretaciones. Me resulta muy gratificante cuando los lectores me escriben y me dan visones muy diferentes sobre los personajes o los hechos. Muchas veces me descubren aspectos en los que no había pensado. Eso es maravilloso, están reescribiendo la novela al leerla”.
Personajes históricos apasionantes
Ese entramado de ficción y realidad está también presente en personajes como el amigo de Víctor y Helena, el embajador sueco Harald Edelstam, que es real, aunque parezca inventado. “Eso ocurre en la literatura y en la vida –opina Yolanda-. Muchas veces, lo que consideramos ficción es real y viceversa. Documentándome sobre el golpe de Estado, leí sobre Harald Edelstam. Pensé que era Superman, Batman, la Capitana Marvel. Imagina un diplomático que le envíen donde le envíen, se juega la vida por salvar a otros”.
“En la Segunda Guerra Mundial, esconde personas que van a ser deportadas. En Chile, saca del Estadio Nacional a personas detenidas cuyo fin era la muerte. Cuando el cantautor Víctor Jara es asesinado, se presenta en su casa, protege a su familia, saca de Vhile los másters de sus canciones”.
“Resulta tan ficticio como otra amiga de Víctor y Helena, la doctora italiana Alessandra Fioretti -continúa Yolanda-. En España está junto a las Brigadas Internacionales, en Italia contra Mussolini, es una retinóloga brillante en Estados Unidos, donde trabaja con Víctor y luego es detenida por los militares en Chile. Vidas de personas que luchan a través del tiempo y el espacio, entre la ficción y la realidad”.
En sus documentales sobre Franco y el Holocausto (¿Documentos robados?) y sobre Semprún (Semprún sin Semprún) Yolanda abordaba distintos aspectos sobre la Guerra Civil española, pero no lo ha hecho en el libro, ¿por qué no? Y ¿por qué el marco del golpe de Estado? “Yo también me lo pregunté y caí en la cuenta de que, quizá, esta novela empezó a gestarse cuando yo tenía once años. Aquel 11 de septiembre de 1973, la profesora de Geografía e Historia entró en el aula con el rostro descompuesto y nos habló del golpe de Estado que acababa de ocurrir. Dijo “Chile”, dijo “Allende”, dijo “los militares”, “golpe de Estado”. Quizá dijo “el fin de un sueño de justicia social”. Imposible recordar sus palabras, pero sí su desolación al expresar lo que significaba. Fue mi primer impacto político-social-sentimental".
“Cartas de amor y desesperación”
Preguntamos a Yolanda por la portada del libro en la que aparece una pareja: “Es una fotografía real de ellos, de las dos personas que inspiraron los personajes de Víctor y Helena. Fue tomada poco antes del golpe de Estado y sus familias me dieron permiso para que fuera la imagen de portada. Me gusta mucho: Víctor viste traje de chaqueta, corbata y, en la cabeza, lleva una montera, el sombrero de un torero, lo que le da un aspecto divertido, surrealista. Tienen los brazos entrelazados mientras miran a la cámara sonrientes, confiados a ese momento de felicidad que está a punto de acabar. Unos meses después llegó el golpe de Estado”.
Además de los testimonios de Antolina, Berta y Olivia, Yolanda reconstruye la historia de esta pareja a través de las cartas que se escribieron durante su separación forzosa. “Víctor está en coma en el hospital de La Habana y yo quería que el lector escuchara su voz, que tuviera su propia interpretación sobre quién era y qué sucedió. Opté por incorporar cartas que él escribió a Helena en los años sesenta, desde Boston, cuando su relación estaba con toda la potencia del enamoramiento, de lo que soñaban ser. Así que él se está muriendo, y esas cartas le muestran en un momento de esplendor. El buen amor nos da esa fuerza capaz de ser y dar nuestra mejor versión”.
Pero… ¿Son reales esas cartas que aparecen en el libro? “Mi exmarido y la hija de Helena me facilitaron hojas sueltas de un diario de Víctor y alguna carta que él le escribió a Helena desde Estados Unidos y La Habana y ella conservó. Partí, como en la novela, tratando de ceñirme a una idea más cercana a la realidad, pero no funcionaba. Decidí coger el tono en el que él escribía y ceñirme a Boston, a un año. Imaginé qué se dirían, qué compartirían”.
“Son cartas de amor y de desesperación, pero también cartas en las que también le imagino refiriéndose al asesinato de John F. Kennedy, la guerra de Vietnam, Martin Luther King, un café donde actúa Joan Baez, lo que está leyendo, su soledad”, concluye la escritora.
Una apasionante mezcla de realidad y ficción
Siendo una de nuestras más reputadas documentalistas cinematográficas, preguntamos a Yolanda por qué decidió abordar esta historia desde la ficción: “Al principio me planteé escribir una biografía, como te decía, sobre la azarosa vida de mi exsuegro, a quien me sentía muy unida. Habíamos hablado tanto sobre su vida, que tenía notas sobre su formación en Harvard, sobre su salida de EEUU, donde pudo tener una prometedora vida profesional y económica, pero decidió volver a Chile y trabajar en la Sanidad Pública. Tenía notas sobre el golpe de Estado, sobre su exilio en La Habana, sobre su desencanto de Cuba. Empecé y abandoné multitud de veces esa biografía, llena de luces y sombras, en la que siempre aparecía la mujer que inspiró el personaje de Helena Hunt, la mujer que él decía haber amado más que a cualquier otra”.
“Realmente –añade-, no sabía mucho qué pudo pasar entre ellos y empecé a explorar opciones. Sin darme cuenta, la biografía sobre Víctor Zeninski se convirtió en la novela sobre los dos. Para comprenderlos, necesité alejarme de lo biográfico e imaginar, construir una historia de ficción que me acercara a su compleja historia de amor, la que ellos conservaron hasta el final de sus vidas”.
Dice una canción de Serrat: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí”. Unos versos que pueden aplicarse a la historia de esta pareja: “Sí, “la mujer más importante de mi vida”, dice Víctor Zeninski. Ninguno se abandonó a la nostalgia, sus vidas fueron intensas en lo profesional y lo personal, por supuesto, hubo otras parejas, pero aquella historia entre ellos quedó archivada como la única. Nadie pudo acercarse a esa imagen añorada que cada uno guardó del otro, incluso, a la imagen que guardaban de sí mismos junto al otro”.
“Hay personas con quienes aflora la mejor versión de uno mismo –añade la escritora-, pero quizá la pátina del tiempo también mejora o empeora esa mirada sobre el pasado. Ya sabemos que modificamos los recuerdos cada vez que volvemos a ellos, por eso, uno de los elementos con los que quería trabajar era con esas imágenes y palabras difusas que componen el material de la memoria”.
"La relatividad de nuestras verdades, la subjetividad de nuestras miradas"
Al mezclar realidad y ficción, Yolanda salta constantemente de una época a otra, mezcla la Historia con lo poético e incluso letras de canciones… Por eso le preguntamos cómo definiría su estilo. “No sabría decirte. Sí que, sobre el concepto del tiempo y el espacio me parece que vivimos, simultáneamente, diferentes tiempos y espacios. Estamos en el presente, pero recordando o proyectando y eso que fue, eso que quizá sea o no sea, aquí o allá, lo vivimos como real en el presente. Todos los tiempos y espacios a la vez”.
“Este es un aspecto que me interesa -añade-, la elaboración en presente del material de la memoria, entrar en tiempos y espacios no lineales. Berta, Olivia y Antolina están viviendo los problemas con los que deben enfrentaron ese día y medio que he situado en 2010 -para aprovechar la erupción real de un volcán islandés-, pero también están en 1973, en el tiempo del golpe de Estado, y en distintos momentos de Cuba, de España, de la extinta RDA, donde vivieron los padres de Berta”.
“Me interesa y me parece muy divertido –continúa la escritora-, la relatividad de nuestras verdades, la subjetividad de nuestras miradas, lo que dice de nosotros la forma en la que interpretamos el mundo. Son aspectos que también están en Ann Arbor, mi novela anterior y en mis documentales donde trabajo con el material de archivo, como en Semprún sin Semprún. Me gusta muchísimo trabajar con el archivo, permite obtener mucha información, pero también, entrar en mundos muy simbólicos y poéticos. Precisamente, TVE tiene un tesoro con su Archivo y es una suerte poder trabajar con él”.
“Me entrevisté con mujeres que lucharon contra la dictadura en Chile y Argentina”
En un momento del golpe de Estado de Pinochet, Víctor desaparece y Helena lo busca arriesgando su vida. Preguntamos a Yolanda si es un homenaje a esas mujeres que se enfrentaron y se enfrentan a las injusticias: “Para la construcción del personaje de Helena, quien se niega a ser víctima y trata de salvar a Víctor, me entrevisté con mujeres que lucharon contra las dictaduras en Chile y Argentina. Me sorprendió el movimiento “Mujeres por la vida” que realizaba actos de protesta a través del arte y el humor”.
“Algunas mujeres que habían estado presas y me contaron que recién ahora sus amigos le empezaban a preguntar qué le ocurrió en el centro de detención -añade Yolanda-. Sus testimonios como guerrilleras contra la dictadura y como detenidas fueron más silenciados que los de sus compañeros, así que me pareció muy interesante que pudieran escucharse sus voces y recordar lugares como la Venda Sexi, un centro de detención donde se practicó la tortura sexual, utilizando incluso un perro adiestrado”. Por cierto, ha pasado medio siglo de aquel horror y acaba de ser expropiado. Formará parte de los Lugares de la Memoria que nos recuerdan que el ser humano es capaz de lo mejor, pero también de lo peor”.
El título se inspira en un verso de San Juan de la Cruz
El título, Las horas que hemos amado, está inspirado en un verso de San Juan de la Cruz, como nos cuenta Yolanda: “El verso dice “al atardecer de la vida seremos examinados en el amor”. Me gustaba la idea de contraponer algo tan inmenso como es la palabra amor, a horas, porque la novela son fragmentos de vidas, lo que quizá uno recuerda del otro. Me pareció también que este título permitía cuestionar qué es lo esencial en una vida”.
“Víctor Zeninski le dice a Antolina: ¿Qué te gustaría que dijeran de ti cuando hayas muerto? Ella responde que ya no importará y él insiste en que sí importa porque es lo que dejamos a las personas que queremos. Y él dice esa frase: “Al final de la vida no se nos juzgará por los éxitos o derrotas obtenidos sino por las horas que hemos amado”. No me refiero al amor romántico, sino a distintas formas de vivir esa palabra tan manida y grimosa como verdaderamente poderosa. Y uno de los aspectos de ese amor es el amor maternal que en esta novela adquiere formas muy diversas”.
Destacar la maestría con la que Yolanda va mezclando los hechos históricos con la historia de la pareja, algo que sin duda tiene que ver con su faceta de documentalista. “Una película documental es también una construcción con muchos elementos de ficción –asegura Yolanda-. Me interesa la mezcla de géneros, es lo más cercano a mí y también el contar las historias desde la vida cotidiana, desde cómo afecta a las personas los grandes acontecimientos. El golpe de Estado de Chile está presente, pero está desdibujado, se vive desde el interior de un apartamento. Se escucha el bombardeo del Palacio de la Moneda, por la radio, las palabras de Pinochet, de Allende. Funcionan como un eco de lo que realmente quiero contar: una pareja rompe para siempre ante los ojos de una niña”.
“En los documentales históricos o biográficos que he realizado, igual me gusta que haya, junto a los acontecimientos, historias concretas de personas, pequeñas historias, como son las de cada uno de nosotros. De otra forma, los datos, las cifras, los grandes nombres, nos hacen olvidar que estamos aquí, que otros como nosotros sufrieron, disfrutaron, soñaron, se dejaron arrollar, lucharon. Hicieron lo que pudieron en el mundo que les tocó vivir”, concluye Yolanda.