'La valla', ciencia ficción animada para denunciar como recibimos a los inmigrantes
- El nuevo corto del valenciano Sam Ortí, compite en el Festival WFest del Weird Market
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Sam (Samuel) Ortí es un reconocido animador valenciano, director del largometraje Pos eso y de una decena de cortos premiados en todo el mundo (Con Vicenta, una recreación del mito de Frankenstein, ganó más de 70 premios internacionales y fue preseleccionado para los Oscar). Ahora compite en el WFest, el festival de cortos del Weird Market, con La Valla, un espectacular cortometraje en stop motion que sigue a una familia de refugiados en busca de un mundo mejor del que solo les separa una enorme valla vigilada por francotiradores.
Un tema, el de los muros y las fronteras, que está más de actualidad que nunca. “Empecé el corto hace tres años –nos comenta Sam-, pero, desgraciadamente, ahora incluso está más de actualidad. Aunque más que de la inmigración, el verdadero trasfondo de la historia es como recibimos a esos inmigrantes”.
“El corto –continúa el director-, muestra el final de una historia terrible: el éxodo o la migración de una familia (padre e hija) a una tierra prometida. Pero lo más alucinante es que cuando llegan a esa tierra prometida los recibimos a hostias (en el caso del corto a tiros). Personalmente me da mucho asco lo que pasa actualmente, de que esos refugiados vienen a robarnos el trabajo, incluso a violar a las niñas. Y yo he querido contar la historia de esa gente que pasa un infierno para llegar hasta aquí, porque no les queda otra opción, y se encuentran con otro infierno. El discurso ese de “pues que no vengan” es una mierda”.
La realidad vista desde la fantasía
Preguntamos a Sam por qué ha querido hablar de estos problemas tan actuales usando un escenario desértico postapocalíptico: “Creé este universo hace unos cuantos años y este es el cuarto corto en el que lo uso. Aunque es más fantasía que ciencia ficción. Yo trabajo con muñecos, con los que creo figuras icónicas. Por ejemplo, un villano tendrá un aspecto terrible. Además, he planteado este universo como un oscuro reflejo de nuestro mundo en el que poder contar todo tipo de historias”.
“Lo que hago en mis cortos –añade-, es mostrar los problemas que veo en el mundo actual a nivel ecológico, social… y con lo terrible que es la situación actual, me parece menos traumático disfrazarlo como una historia fantástica”.
Pero… ¿Cómo es ese mundo apocalíptico? “Es un mundo en el que todo está conectado –nos comenta-. Todos los personajes que forman parte de esa sociedad aceptada llevan unos tubos que les salen de la cabeza. Y los inmigrantes carecen de ellos. Tampoco los vagabundos que merodean por la muralla, porque no forman parte de la sociedad. Con eso quiero dar a entender que ahora estamos todos conectados de una manera que ni siquiera imaginamos. Y esto a mí me preocupa mucho: tener un tubo que te salga de la cabeza y que vaya hacia un lugar indeterminado del cielo que no se ve nunca en la película. Es una manera muy gráfica de mostrar que, aunque creamos que vivimos en un país libre, al final tenemos una restricción de libertad y movimientos de la que nunca vamos a poder escapar”.
Por supuesto, ese muro también es una metáfora de las crecientes barreras entre ricos y pobres. “Todos los muros son eso –nos comenta-. Aunque los disfracen como diferentes culturas o religiones en el fondo sirven para separar a los ricos de los pobres. Me da mucha vergüenza pertenecer a este lado del muro y eso que hace tres años, cuando empecé, el problema de Canarias no era tan grave, ni estaba pasando lo de Gaza”.
“¿De verdad no creen los israelitas que están sembrando vientos? –se pregunta Sam-. Así no se puede acabar con el terrorismo, porque cada niño que matas a su padre, es muy posible que quiera vengarse en un futuro. Los palestinos no se van a quedar rezando sin hacer nada y es posible que tarde o temprano quieran vengarse. Y cuidado, que nosotros vamos en el lote. Cuando dentro de diez años ataquen alguna ciudad española y nos preguntemos por qué, la respuesta la tenemos ahora”.
Unos diseños alucinantes
Destacar los alucinantes diseños de los personajes y ese escenario desértico. “Estuve haciendo animación con plastilina hasta el 2014 –nos explica Sam-. Pero era un proceso muy lento y tenías que estar todo el rato limpiando el muñeco. Hasta que conocí al mítico Phil Tippett (Star Wars). Lo visité en su estudio de Berkley hace ocho años y dije: “Hostia, esto es lo que yo quiero”. He cogido todo lo que él me enseñó y lo he aplicado mis diseños”.
“Si os fijáis –nos comenta-, todos los personajes de este mundo están enfermos. Todos tienen pústulas y algún tipo de implante mecánico. Son muy biomecánicos. Y es que La situación farmacológica y médica actual también me parece muy delirante y es una forma de denunciarla. Incluso tenía otro corto escrito sobre una pandemia en este universo, que escribí antes de la pandemia, pero entonces me asusté un poco y decidí dejarlo”.
“En cuanto a los implantes –añade-, me gusta mucho la idea de que cada vez introducimos más elementos inorgánicos en nuestro organismo. Hace muy poco sonaba a ciencia ficción, pero ya es muy habitual. Tenemos implantes para oír mejor, para ver, para aumentar la memoria… Y casi todos los personajes tienen ojos mecánicos, brazos mecánicos… También es porque me gusta mucho esa estética monstruosa”.
“La IA va a barrer”
En cuanto al resurgimiento, en estos últimos años, de la técnica del stop motion (animación fotograma a fotograma), Sam nos comenta: “A principios de siglo parecía que iba a desaparecer, pero ahora se hacen muchos cortos y películas. Yo creo que es porque, frente a lo digital, tienes algo real, un muñeco, unos decorados… Y en el 3D, por muy realista que sea, sigue habiendo un componente falso”.
“La pregunta –añade Sam-, es ¿Cuánto le queda al stop motion? Ahora nos negamos a aceptar lo que está pasando con la IA, como pasó antes con otros grandes avances tecnológicos. Pero con la IA se hacen cosas cada vez mejores, de forma muy rápida y con coste casi gratuito. Por supuesto habrá que regular los derechos de autor de esas gigantescas bases de datos de las que saldrán las imágenes, pero creo que es cuestión de tiempo que se imponga”.
En cuanto al recorrido internacional que augura a este maravilloso corto, Sam nos comenta: “Ahora es todo mucho más difícil que cuando yo llegué a la preselección de los Oscar. El cine de animación se ha democratizado mucho y ahora prácticamente todo el mundo puede hacer cortos. Hace 10 años a los festivales nos presentábamos 100 cortos y seleccionaban a 30. Ahora se presentan centenares. Es muy difícil que tu corto sea seleccionado”.
“Además –añade el animador-, antes te seleccionaban gratis y podías conseguir un premio económico, con lo que cubrías los gastos de las copias, el mandarlas por correo, el desplazamiento…. Ahora lo puedes mandar por internet, que es más fácil, pero lo poco que te ahorras te lo gastas en las tasas de los festivales, que pueden ser 100 euros. Y esos mismos festivales, que hace 15 años te daban 300 € en premios, ahora no te dan nada. Antes podías ir tirando, pero ahora es muy difícil. Los únicos que lo tienen un poco más fácil son los cortos de las escuelas, instituciones... que tienen más apoyo detrás”.