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El otro frente (I)

Palestinos en la Cisjordania ocupada: "Quieren que pierdas la esperanza de vivir aquí y que huyas"

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'El otro frente' - Capítulo 1: 'Cisjordania: La tierra'

“Hasta ahora, me han arrestado once veces”, dice pensándoselo Mohammad Hureini, palestino de 20 años. “Cuando eres un niño que vive en medio de una realidad injusta, bajo la amenaza de ataques de colonos y de incursiones militares por la noche en tu casa, tienes que defender tus derechos, porque si no los defiendes tú, ¿quién lo hará?, por eso me hice activista”, explica a RTVE.es.

Él y su familia viven en Al-Tuwani, un pueblo en la región de Masafer Yatta, en el sur de la Cisjordania ocupada. Su casa está a apenas 300 metros de dos asentamientos judíos.

“Con 13 años empecé a acompañar a otros niños de la zona que para llegar a la escuela tienen que caminar kilómetros entre los asentamientos. Varias veces me han arrestado por ir con ellos”, asegura. “Otras veces me detienen cuando llevo a pastar a nuestros animales en nuestras tierras y los colonos las invaden y yo intento echarles”, explica Mohammad, que aparenta más edad que los 20 años que muestra su carné.

Mohammad Hureini, de 20 años, ha sido arrestado 11 veces por el ejército israelí

Mohammad Hureini, de 20 años, ha sido arrestado 11 veces por el ejército israelí.

La ocupación se acelera

Un equipo de RTVE ha viajado hasta Cisjordania para comprobar cuál es la situación tras un año de guerra en Gaza. El año 2023, con más de medio millar de muertos, había sido ya el más violento desde que hay registros. Después de los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre, esa violencia no ha hecho más que escalar. Puedes ver ya el primer capítulo de El otro frente en RTVE Play.

Organizaciones internacionales como la ONU advierten de que el gobierno israelí y el movimiento colono están aprovechando la guerra en Gaza para acelerar la ocupación del área C de Cisjordania, una de las tres zonas en las que fue dividida tras los Acuerdos de Oslo y que está bajo total control israelí.

De hecho, en el área C viven medio millón de colonos judíos en 365 asentamientos, desafiando el derecho internacional que los considera ilegales. En un dictamen sin precedentes emitido este verano, la Corte Internacional de Justicia, el máximo tribunal de la ONU, exigió a Israel poner fin a una ocupación "ilegal" y devolver el territorio a los palestinos.

“Estos asentamientos que ves aquí”, señala Mohammad, “son una herramienta de la ocupación para borrar a los palestinos, para hacer que pierdan la esperanza de vivir aquí y huyan, y así poder robar más tierras palestinas”, cuenta con resignación. 

Sami Hureini, activista palestino de Masafer Yatta

Sami Hureini, activista palestino de Masafer Yatta.

100.000 nuevas licencias de armas

De asentamientos como los que rodean Al-Tuwani provienen los crecientes ataques de colonos contra palestinos. Según datos de Naciones Unidas, en un año de guerra, se han registrado más de 1.423, de media cuatro diarios, 12 palestinos asesinados y más de 140 heridos.

La intensidad de estas agresiones también ha aumentado desde el 7 de octubre. El gobierno israelí ha reforzado a los colonos: los ha armado y reclutado como reservistas en grupos de defensa encargados de la seguridad de los asentamientos. Asimismo, ha flexibilizado la adquisición de armas de fuego y ha otorgado más de 100.000 licencias de armas nuevas.

“Esto estaba abierto nueve centímetros”, dice Zakariya Al-Adra mientras se levanta la camiseta y muestra las cicatrices en su estómago. El 13 de octubre de 2023, un colono le disparó a bocajarro a cien metros de su casa en Al-Tuwani.

“Hasta ahora, sigue en libertad. Nunca lo han detenido. Solo le han dicho a su abogado que le han denunciado y que tiene prohibida la entrada a esta zona durante 180 días”, explica Zakariya. 

Según los médicos que le trataron, este palestino de 30 años fue disparado con una bala dumdum, un tipo de munición que explota al entrar en contacto con su objetivo y que está prohibida internacionalmente por el gran daño que causa.

Aunque los médicos lograron salvarle la vida, un año después, Zakariya ya no es el hombre corpulento y enérgico que era antes. Estuvo 83 días en el hospital y fue sometido a 13 cirugías en las que le quitaron el bazo, parte del páncreas y del colon.

Su mujer Shoug, de 24 años, es ahora quien se encarga de todo. “Cuando le dispararon, mis gemelos tenían solo tres meses, así que fue muy duro cuidar de cuatro hijos mientras él estaba ingresado”, cuenta Shoug con la mirada cansada. “Sigo sufriendo cuando le veo deprimido”.

Zakariya al Adra, su mujer Shoug y dos de sus hijos en su casa de Al Tuwani

Zakariya al Adra, su mujer Shoug y dos de sus hijos en su casa de Al Tuwani.

Acoso cotidiano

RTVE fue testigo del poder que tienen los colonos en Cisjordania. Mientras entrevistábamos a Mohammad a escasos metros de su casa, en un terreno propiedad de su familia, un grupo de colonos y soldados empezó a hostigar a su familia. Sami, el hermano de Mohammad, acabó detenido.

Mohammad cree que hay una intención clara en todo esto: “Hacernos sentir que no estamos seguros en nuestra propia tierra, que no podemos hacer nada más que marcharnos de aquí”.

Desde el 7 de octubre, más de 1.000 palestinos y 19 comunidades rurales han sido desplazadas por la violencia de los colonos y las restricciones impuestas por el ejército israelí.

La aldea de Zanuta, en el borde palestino de la Línea Verde, la frontera de facto entre Israel y Cisjordania, fue una de ellas. En octubre de 2023, sus 250 habitantes decidieron marcharse tras recibir amenazas de muerte de los colonos.

“Lo que pasó el 7 de octubre fue un pretexto para que los colonos nos atacasen brutalmente”, asegura Fayez Suliman Al-Til, jefe del consejo de la aldea. “Empezaron a destruir casas, atacaron a los niños, a las mujeres mayores, a los ancianos, al ganado… Los ataques eran día y noche”, relata.

Ocho meses después, en un dictamen inusual, el Tribunal Supremo de Israel permitió a los refugiados volver a Zanuta. La Corte, además, exigió a la policía y al ejército israelí que protegiese a los aldeanos si los colonos intentaban atacarles de nuevo.

Vuelta a un pueblo en ruinas

Sin embargo, su regreso no fue el esperado. Mientras la aldea estaba vacía, una excavadora lo destruyó todo. Los tejados de los edificios, la clínica y la escuela, ambas financiadas por la Unión Europea, son escombros. Las paredes de las casas que resistieron y de la mezquita aparecieron con estrellas de David pintadas sobre ellas.

“Nuestra situación ya era mala desde el principio... ¿Cómo va a ser ahora con las casas en este estado? Estamos en una posición tremendamente miserable”, asegura Fayez.

Detrás de los ataques en este pueblo, los palestinos señalan a Yinon Levy, uno de los ciudadanos israelíes sancionado por EE.UU., la Unión Europea, Canadá y Reino Unido por liderar la violencia contra sus vecinos árabes. Levy además dirige la Granja Meitarim, situada al otro lado de Zanuta. Se trata de un outpost o puesto de avanzada, un asentamiento construido sin permiso del gobierno israelí y, por tanto, ilegal a ojos de su legislación.

Sin embargo, estos outposts reciben el apoyo económico de Israel y protección militar porque sirven para expandir el territorio bajo su control. De hecho, en el último año estas colonias se han multiplicado. Según datos de la organización israelí Peace Now, se han construido más de 30 nuevos puestos de avanzada y otros cinco han sido legalizados. De los 365 asentamientos que hay en toda Cisjordania, actualmente 218 son puestos de avanzada.

Al mismo tiempo, Israel deniega sistemáticamente los permisos de construcción a los palestinos del Área C, que cubre el 60% del territorio. Una investigación del diario israelí Haaretz documentó que entre 2016 y 2018 Israel solo aprobó el 1,4% de las solicitudes presentadas.

Vigilados por drones

Este es otro de los problemas a los que ahora se enfrenta la gente en Zanuta. Sus casas fueron construidas sin permisos. Por tanto, son ilegales para Israel y tienen prohibido reconstruirlas e incluso repararlas. Así que ahora tienen que vivir a la intemperie, bajo la constante vigilancia de drones lanzados desde los asentamientos y las entradas del ejército israelí que vigilan que los palestinos de esta diminuta aldea no reconstruyan nada. Si lo hacen, llegan soldados y retiran o demuelen lo construido.

“Vivir aquí es insoportable, ni los animales pueden vivir aquí. ¿Cómo vas a dejar a un animal bajo el sol en el desierto?”, se pregunta Hijazi Elsamamre, uno de los primeros palestinos en regresar a Zanuta. “Si no amasemos esta tierra y este pueblo, si no hubiéramos pasado aquí toda nuestra vida, desde el tiempo de los otomanos, no estaríamos aquí”, asegura.

A pesar de las dificultades, Hijazi afirma que no se marcharán porque en Zanuta está su vida. “Esta tierra está en nuestra sangre. Es probable que nos humillen, que nos torturen, que nos asesinen, que nos decapiten, pero nosotros no dejaremos esta tierra. Incluso si nos marcháramos durante un tiempo volveríamos”, promete.

Es probable que nos torturen, que nos asesinen, que nos decapiten, pero nosotros no dejaremos esta tierra

La batalla por el Área C

Lo que ocurre en Zanuta es parte de un movimiento más grande, conocido como “la batalla por el Área C”, una estrategia coordinada de grupos colonos para expandir el control judío en la zona a través de la construcción de más asentamientos israelíes y el desalojo de los palestinos.

“Zanuta no es realmente un pueblo, es un puesto de avanzada ilegal creado por personas que empezaron a construir ilegalmente”, afirma Naomi Kahn, al preguntarle por la situación de la aldea.

Kahn es la portavoz internacional de Regavim, una de las organizaciones de ultraderecha más destacados en Israel por sus vínculos con el gobierno. Su cofundador es el actual ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Uno de los hombres con más poder en Cisjordania y opositor férreo a que haya un estado palestino.

Naomi Kahn, portavoz de la organización israelí procolona Revavim

Naomi Kahn, portavoz de la organización israelí procolona Revavim.

La misión de Regavim, según la describe Naomi, es “preservar las tierras nacionales de Israel”, pero lo que esto significa en realidad es una campaña judicial para demoler casas y pueblos palestinos. 

“Todos estos puntos son construcciones ilegales de la Autoridad Palestina para establecer una conexión con Jordania y aislar a las comunidades judías, cortándolas del resto de Israel”, explica mientras señala un mapa. “El objetivo es la anexión”, subraya Naomi.

Para Regavim y muchos colonos el área C es tierra reservada para Israel y la presencia palestina una amenaza. “Tenemos un campo de batalla masivo en la región de Masafer Yatta”, asegura Naomi. “Simplemente son aldeas inventadas dentro de áreas bajo control israelí. La mayoría de estos, entre comillas, pueblos no existían. En realidad, todavía no existen”, remacha.

“Lo que da miedo está en los enemigos que nos rodean”

Aunque israelíes y palestinos son vecinos, viven realidades muy distintas. Mientras Israel impide a los pueblos árabes construir y conectarse a la red eléctrica y de agua, invierte mucho dinero en sus colonias ilegales. El 5% de los israelíes que viven en ellas disfrutan de protección 24 horas, carreteras propias, impuestos reducidos y viviendas más económicas. 

En 2005, Natalie Sopinsky emigró desde Delawere, Estados Unidos, para vivir en un asentamiento en los Territorios Ocupados. “Fue un accidente. Nunca había estado aquí, y ni siquiera sabía lo que quería decir Cisjordania, pero un día llegué a este pueblecito y me gustó lo que vi: árboles verdes, casas, familias, madres comiendo helado en el césped con sus hijos… Supe más tarde dónde estaba y no tuve miedo”, cuenta con entusiasmo.

“Lo que da miedo está en la carretera y los enemigos que nos rodean. Tienes que ser fuerte y rezar cada vez que te subes al coche, pero hasta ahora me ha ido bien”, afirma.

Tienes que ser fuerte y rezar cada vez que te subes al coche, pero hasta ahora me ha ido bien

Natalie no cree que la violencia de los colonos sea un problema. “Hay más contra los israelíes”, asegura. “Es curioso que se fijen en eso. No les gustan los judíos fuertes. Un judío se defiende y eso parece que molesta”, opina.

Al igual que muchos otros colonos israelíes, Natalie se siente amenazada por sus vecinos palestinos. “Están construyendo más y más casas y no son judíos. Son árabes que intentan apoderarse cada vez de más tierras. No son gente pacífica. No sabemos de qué hablan cuando vuelven a casa por la noche. No sabemos quién de su familia es parte de Hamás. No son nuestros amigos. No hay una paz real. Es una paz fría, en todo caso”, sentencia.

Una lucha por una misma tierra que se libra día a día, sin cesiones, pese a las peticiones de la justicia internacional al Gobierno de Israel.