Clara de Frutos: "Para Concha Méndez la libertad era su gasolina creativa"
- La ilustradora adapta al cómic las memorias de la poeta que perteneció a las Sinsombrero
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Estos últimos años el mundo del cómic está reivindicando a las Sinsombrero, esa generación de mujeres artistas y escritoras que convivieron con la Generación del 27, como Maruja Mallo, Remedios Varo, María Teresa León, María Zambrano o Concha Méndez (1898-1986), una de las poetas más importantes de su época y una de las mujeres que más luchó por la igualdad de género. Su apasionante vida la vida recrea la madrileña Clara de Frutos en su primera novela gráfica, Vanguardia es una mujer (Norma editorial), gracias a la que ha ganado la beca de la fundación El Arte de Volar.
"La idea surgió en 2017 –nos comenta Clara-, como el proyecto final de un master que hice de ilustración infantil. Quería hacer algo sobre las mujeres en la historia del arte. Porque desde pequeña quería ser artista. Me gustaba mucho la música, la literatura, la pintura… Pero apenas aparecían escritoras y en los museos apenas había cuadros pintados por mujeres. Y escuchando un podcast sobre Buñuel me pregunté si en la Generación del 27 había mujeres”.
“Entonces descubrí el documental de Las Sinsombrero (Tania Balló, Manuel Jiménez Nuñez, Serrana Torres, 2015), donde, por primera vez se hablaba de estas mujeres no como esposas de Alberti o Altolaguirre sino como unas artistas realmente importantes de esa época. Además, también se hablaba de ellas como una comunidad, ya no solo dentro de este grupo mixto de la generación del 27, sino que también ellas tejían sus propias redes de apoyo mutuo. Descubrir a estas mujeres me resultó muy inspirador. Ellas eran esos referentes que, como artista, había estado buscando”.
Pero… ¿Por qué de entre todas esas Sinsombrero eligió a la poetisa e impresora Concha Méndez? “Al principio quería hablar de todas ellas como conjunto, porque todas vivieron grandes historias llenas de rebeldía. Sobre todo, porque en aquella época eran ciudadanas de segunda, que no podían ni votar. Pero allí estaban, rompiendo las normas del arte y de la sociedad”.
“Pero finalmente me decidí por Concha Marquéz –añade-, porque me sentí muy identificada por su poesía y por su inquietud ante la vida. Su primer libro de poemas se llama Inquietudes y su poesía habla de todo lo que quiere conseguir, de todo a lo que aspira. Todo el rato le decían que ella no podía hacer eso ni lo otro, ni siquiera la dejaban salir de casa en su juventud. Pero, aún así, ella fue a por todas. Su forma de vivir la vida me pareció muy inspiradora”.
“Otro motivo fundamental por el que elegí a Concha –añade-, fue porque era de las mujeres más sociables del grupo. Aunque todas se conocían, ella fue la que más se relacionó, tanto con las Sinsombrero como con los hombres de la Generación del 27. Y de las que participó más activamente en las actividades del Liceo Femenino, el grupo feminista más importante de la época”.
“Por último –continúa Clara-, me emocionó mucho la forma en la que están escritas sus memorias. Se las dictó a su nieta en el exilio, porque ella nunca regresó. Formó una familia en México donde vivió hasta el final de sus días. Ella no quería escribir sus memorias porque le parecía algo demasiado serio, y al final accedió a que su nieta, que estudiaba filología, grabará todas sus experiencias y anécdotas en casetes. Luego su nieta escribiría el libro manteniendo muchas de las frases literales de Concha”.
“Me emociono cada vez que leo ese libro –nos confiesa la autora-, por la forma que tenía Concha de ver el mundo, de contar las historias: tan bonita, tan poética, con tanta luminosidad y tanta vida. Por eso comienzo el cómic con la historia de cómo nacieron esas memorias”.
Podían ser artistas de vanguardia, pero no votar
Una cosa curiosa es que, en aquella época, antes de la II República, las mujeres podían ser artistas de vanguardia, pero no votar. “Me parece un momento histórico apasionante –asegura Clara-, con esas tradiciones del pasado chocando con esas innovaciones que estaban poniendo el mundo patas arriba”.
“Concha lo cuenta en sus memorias –añade-, cuando tenía diez años, pasaban coches de caballos por la Puerta del Sol y apenas unos años después se fue a ver el primer avión que llegó a Madrid en la inauguración del aeropuerto de Barajas. Nosotros alucinamos con haber visto nacer internet, pero ellos pasaron de ir en caballo a volar”.
“Era un mundo lleno de contradicciones –continúa-. Por eso hay tantas historias de mujeres que se abrieron camino en esta época, porque vieron que el mundo estaba cambiando y ellas podían formar parte de ese cambio. Aunque a la vez se encontraron con barreras absurdas, como la de Concha Márquez, cuya familia no la dejaba hacer nada”.
Conoció a la Generación del 27 a través de Buñuel
Hasta hace pocos años estas mujeres eran conocidas casi únicamente por ser novias o esposas de los autores de la Generación del 27. “Si, muchas eran parejas de esos autores, aunque también teníamos a la poeta Ernestina de Champourcín, que era una fan de Juan Ramón Jiménez, al que seguía a todas partes”.
“Maruja Mallo, por ejemplo, estudió Bellas Artes, donde coincidió con Dalí, pero Concha pertenecía a una familia burguesa muy tradicional y no le dejaban frecuentar esos círculos. Ni siquiera estudiar, porque a los 14 años la sacaron del colegio. Pero su familia veraneaba en San Sebastián y allí conoció a Luis Buñuel con el que tuvo una relación de siete años, los que Buñuel estuvo estudiando en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Pero Buñuel no estaba de acuerdo en compartir espacios creativos con las mujeres, como podemos comprobar en varias de sus charlas. Por eso le contaba todo sobre sus amigos de la Generación del 27 pero nunca quiso que Concha participase. Nunca se los presentó”.
“Su relación terminó cuando Buñuel se fue a París y la familia de Concha no le dejó ir con él –continúa la autora-. Entonces ella llamó a la Residencia de Estudiantes un día, con la buena suerte de que la cogió el teléfono Federico García Lorca, que era el mayor defensor de la incorporación de las mujeres a los espacios culturales. En las memorias de varias de las Sinsombrero Lorca aparece como un apoyo fundamental para ellas”.
“Y fue gracias a Lorca como descubrió a ese grupo de intelectuales, pero también la poesía –añade-. Se enamoró, encontró su vocación, empezó a escribir como una loca y para ella fue como poder acceder por fin a un mundo cultural que hasta entonces se le había negado”.
"Quería ser piloto de avión"
Tras eso, Concha también decidió abandonar las restricciones de la casa familiar y recorrer el mundo. “Ese es otro de los motivos por los que conectó con ella –afirma Clara-. Desde muy pequeña miraba los mapas y tenía mucha curiosidad por descubrir el mundo. Hay una anécdota que me gusta mucho y es que de pequeños les preguntaron a ella y a sus hermanos qué querían ser de mayores. Ellos no contestaron, pero ella dijo que piloto de avión o capitán de barco”.
“Uno de sus libros más conocidos y de los que a mí más me llegan es el de Canciones de mar y tierra, que escribió durante sus viajes a Londres, Buenos Aires… donde creo que ella experimento esa libertad. Todavía hoy en día se hace raro ver a una mujer viajando sola, así que imagínate en esa época. Pero para ella, esa libertad era su gasolina creativa”.
Concha se casó con el poeta y editor español Manuel Altolaguirre, junto al que editó muchas de las obras fundamentales de la Generación del 27. “Tras vivir un tiempo en Buenos Aires –nos comenta Clara-, Concha regresó a España coincidiendo con la República y, por mediación de Lorca, conoció a Manuel, de que se enamoró. Aunque lo que a mí me interesa más en el cómic es ese mundo de la edición”.
“Se compraron una imprenta manual y la instalaron en l habitación de un hotel sin decirles nada. Eso me parece precioso, que gente creativa como ellos también apoyarán a la cultura. De allí salió El rayo que no cesa, de Miguel Hernández, también publicaron a Rosa Chacel…”
“Además –continúa-, como artista me gusta mucho explorar técnicas y me encantan el grabado y la estampación. No podía dedicar mucho a esos procesos, pero si hay una escena en el cómic en la que cuento como usaban esa imprenta. Ella decía una frase preciosa: “La mejor forma de leer poesía es dejar caer los tipos sobre las planchas”.
Dibujando la poesía de Concha
Hablando de eso, Clara de Frutos también “deja caer” algunos versos de Concha en las viñetas de este cómic: “Cuando hablamos de mujeres artistas a veces nos centramos demasiado en sus vidas y nos olvidamos de su obra. Por eso he querido dar espacio a su poesía. Y juntar la vida y la poesía de Concha me permite entender mejor la conexión entre lo que vivió y lo que escribió”.
“No quedarme con un poema o una imagen aislada, sino entender su contexto y lo que estaba pasando detrás de la creación de cada obra -añade la dibujante-. Por eso incluyo varios poemas que conectan directamente con momentos vitales suyos. Y también de alguna otra poeta”.
“Si os fijáis, esos versos los he escrito a mano, directamente sobre las viñetas, a diferencia del resto del cómic, que esta rotulado digitalmente -nos explica-. También es una forma de homenajear a esas pintoras de la época, como Maruja Mallo. Porque, aunque la protagonista es Concha, dedico algunas páginas a otras artistas. Por ejemplo, hay una escena en la que van a una verbena que, poco a poco, va transformándose en uno de los cuadros de Maruja. Y es que Maruja pintaba las verbenas a las que iba con sus amigas. También lo hago con los cuadros de Ángeles Santos, que tenía una depresión bastante fuerte en esos momentos. Y reflejo esa depresión gráficamente. En esos momentos también me permito un poco cambiar de técnica, no solo uso lápices y acuarelas, sino que uso técnicas más pictóricas para recordar a sus cuadros”.
“Este cómic tenía que hacerlo a mano”
En cuanto a por qué ha usado lápices y acuarelas para este cómic, Clara de Frutos nos comenta: “Es mi técnica favorita. Me gusta mucho probar otras, como el grabado o el guache, pero siempre vuelvo. La técnica digital la uso para trabajos de encargo y animación, pero estas cosas más personales disfruto más haciéndolas a mano, aunque sea un proceso mucho más largo y costoso”.
“En cuanto al color –añade la artista-, cada escena tiene un tono particular. A veces uso una gama muy cálida de acuarelas para dar una pátina de nostalgia a una escena concreta. Tratándose de un cómic sobre una época en la que las técnicas digitales no existían, me parece muy bonito haberlo hecho todo a mano”.
Ellas también sufrieron las consecuencias de la Guerra Civil
No solo los poetas de la Generación del 27 murieron en la Guerra Civil o sufrieron el exilo. También las Sinsombrero. “En el cómic me centro en lo anterior a la guerra –nos explica Clara-, pero es cierto que ellas también se tuvieron que exiliar, como Concha. Otras como Albertina, resistieron hasta el final. Y la escritora María Teresa León tuvo un papel fundamental en la salvación de los cuadros del Museo del Prado. Sin olvidar que escribió mucho teatro social durante la guerra”.
“Las guerras –añade-, suelen estar muy masculinizadas, se habla de ella desde las perspectivas de los soldados, pero las mujeres, los niños, los civiles, también las sufrimos. No hablo mucho de eso en el cómic, pero me gusta recordar a toda esa gente, que, en medio de una guerra, también defendió el arte y la cultura”.
“También hablo de la gente que huyó y de la que se quedó, como la escritora Carmen Conde. Ella conoció a una mujer y ambas perdieron a sus maridos durante la guerra. Acabaron siendo pareja, pero tuvieron que vivir siempre en las sombras. Ella acabó siendo la primera mujer que entró en la Real Academia de la lengua. Hay muchas historias en una guerra, aunque casi siempre nos fijemos en la parte más militar”.
En cuanto a lo que Clara de Frutos ha aprendido de Concha Méndez: “Me quedo con sus ganas de comerse el mundo, de afrontar con valentía todos los problemas. Vivió muchos episodios muy duros, dramáticos y tristes, pero ella recuerda su vida de manera feliz. Hay un momento en sus memorias en que le dice a su nieta que se hizo antimonárquica porque “el rey era muy feo”.. Ella siempre intentaba quedarse con las cosas positivas de la vida y lo contaba todo con mucho sentido del humor”