'La sustancia': el brutal horror a envejecer del que resurge Demi Moore
- Se estrena la película de Coralie Fargeat, ganadora del mejor guion en el Festival de Cannes
- "Sentir que tienes imperfecciones tiene un efecto violento en lo que puedes hacerte", dice la directora
Tradicionalmente, en el cine de terror el cuerpo femenino era violentado de todas las maneras posibles, no solo por asesinos, sino por la mirada masculina que hipersexualizaba sus cuerpos. Era solo un reflejo más de la sociedad, pero la cineasta Coralie Fargeat (París, 1976) creció amando el género fantástico hasta que su conciencia feminista le hizo reflexionar pasado los 40 años: ¿cómo podía liberarse del miedo a ser juzgada simplemente por no ser joven?
La sustancia es su brutal respuesta: una película salvaje destinada a ser una fábula moderna, una actualización de Doran Gray en la que Elisabeth Sparkle, una antigua estrella de cine reconvertida en presentadora de aerobic en televisión (Demi Moore) es despedida porque, en palabras del ejecutivo, "pasados los 50, se acabó".
Sparkle entra en contacto con una misteriosa organización que ofrece "la sustancia": un método para replicar una versión joven y mejorada de uno mismo. Las dos versiones, los dos cuerpos, coexisten, pero solo uno de los cuerpos puede permanecer despierto, mientras que el otro queda tendido en el baño. Durante siete días es la explosiva Sue (Margaret Qualley) y la semana siguiente vuelve a ser ella, aunque, como recuerda la organización: “Las dos sois una”.
Fargeat conquistó el Festival de Cannes y ganó el premio a mejor guion con su propuesta que bebe del Cronenberg más perturbador, clásico del cine de terror, y de la serie B más gamberra, pero que tiene un sello absolutamente personal: el premio a mejor dirección hubiese sido igualmente merecido por su apabullante concepción del montaje (también es coeditora de la película) y del sonido en una película con no demasiados diálogos que está dominada por las acciones y el ritmo.
“Creo que la idea de la película es algo que llevo dentro desde hace mucho tiempo: Tiene que ver con lo que he experimentado siendo una mujer en el mundo. Cuando dirigí Revenge (2018) entré en los cuarenta y empecé a sentir que iba a ser el final de mi vida, que nadie me apreciaría ya, que no tendría un lugar en la sociedad. Fue una energía negativa muy poderosa. Empecé a reflexionar por qué esto me impactaba tanto: ni siquiera estaba en la mitad de mi vida”, explica la directora.
Demi Moore, entregada a un personaje extremo
La sustancia es por un lado la batalla –o guerra, directamente en la película- interior por desear ser más joven. La tesis, brillante, es que seríamos capaz de aniquilarnos con tal de revertir las agujas del reloj. Y, por otro, es un ataque directo a la mirada masculina. Fargeat satiriza a los hombres, encabezados por un desagradable Dennis Quaid, pero, con mucho riesgo, no renuncia a la irónica, pero constante mirada masculina sobre el cuerpo de Margaret Qualley, lo que en realidad tiene sentido porque el personaje, tanto Elisabeth como Sue, nunca dejan de perseguir la validación de los hombres.
“En cada etapa de tu vida sientes que no eres suficientemente buena, que tienes imperfecciones. Y esto puede convertirse en algo muy fuerte. Más que fuerte diría que tiene un efecto violento en lo que puedes hacerte a ti misma para tratar de encajar en la forma ideal para poder existir en este mundo”, desarrolla Fargeat. “Esa fue la base: querer liberarme de eso y también tener una perspectiva más amplia de cómo podía ocurrir algo tan poderoso: una cárcel a nuestro alrededor de la que es tan difícil salir”.
Demi Moore, símbolo erótico en los 90 y entregada en un personaje que requería desnudos y horas de prótesis, apuntaba en Cannes que la clave, como explota la película, es la batalla interior. “Mi percepción particular es que a pesar de lo que ocurre fuera, el verdadero problema es cómo te relaciones con el problema. Mi perspectiva no es la de una víctima: cuando leí el guion vi que era sobre la perspectiva masculina sobre la mujer idealizada”.
Fargeat se emparenta con la nueva corriente de cineastas francesas que han reventado el género, como Julia Ducournau (ganadora de la Palma de Oro con Titane). La sustancia está ambientada en Los Ángeles, como epicentro de la vanidad, aunque es un conflicto universal que atraviesa lugares (y épocas). Fargeat, eso sí, rodó la película en la no menos superficial Costa Azul, con un equipo técnico esencialmente francés, pese a ser una producción británica con reparto estadounidense.
¿Hay solución? Sí, Fargeat se revuelca en la serie B con un desenlace sanguinolento de pretensiones liberadoras, aunque, como dijo en Cannes, el cambio no será fácil: “Llevamos 3.000 años de sociedad organizada de la misma manera. Me haría feliz si la película es una pequeña piedra en el muro”.