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Elecciones EE.UU. 2024

Los estados decisivos en las elecciones de EE.UU.: de Pensilvania y el 'muro azul' a los latinos de Nevada y Arizona

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Elecciones EEUU 2024: los estados decisivos
Kamala Harris y Donald Trump se juegan la presidencia en siete estados EFE / AFP / Diseño RTVE

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos se deciden en siete estados para los que las encuestas no ofrecen un ganador claro y cuyo resultado puede decantar, en algún caso por apenas unas decenas de miles de votos, quién se hará con la Casa Blanca. La actual vicepresidenta, la demócrata Kamala Harris, parece ligeramente por delante en Míchigan, Wisconsin y Nevada, mientras que el republicano Donald Trump, que aspira a un segundo mandato, tiene una ventaja igual de exigua en Arizona, Carolina del Norte y Georgia. Pero el estado clave, donde ambos candidatos están centrando sus esfuerzos, es Pensilvania.

Las diferencias son tan estrechas, en cualquier caso, que una pequeña desviación respecto a los sondeos o cualquier acontecimiento que desplace a los indecisos puede modificar el resultado. Porque la elección del presidente es indirecta: los estadounidenses eligen en cada estado a sus delegados ante el Colegio Electoral, que es quien tiene la última palabra. Maine y Nebraska reparten de forma proporcional sus compromisarios, pero en el resto de estados es el candidato con más votos el que se lleva todos los representantes. Y el objetivo es sumar 270, la cifra que da la mayoría y abre las puertas de la Casa Blanca.

Según el promedio de encuestas de DatosRTVE, Harris cuenta con 159 delegados seguros y otros 63 probables, 222 en total, mientras Trump tiene garantizados 103 representantes y cuenta con 116 probables, por lo que suma 219, casi a la par con su rival. La pugna se centra en los otros 93, que se reparten entre Pensilvania (19), Georgia (16), Carolina del Norte (16), Míchigan (15), Arizona (11), Wisconsin (10) y Nevada (6). Hay múltiples combinaciones para ganar, más o menos accesibles en función del candidato y de las características de cada territorio: estas son las claves sociales y electorales de esos siete estados en disputa.

Pensilvania, la batalla decisiva

Pensilvania, uno de los tres estados junto a Míchigan y Wisconsin en el que coinciden el ganador estatal y nacional de las últimas cuatro presidenciales, es la pieza más codiciada tanto por demócratas como por republicanos, puesto que para ambos bandos abre la vía más rápida hacia la victoria. En el caso de Harris, solo necesitaría añadir precisamente esos otros dos estados del Cinturón del Óxido, Míchigan y Wisconsin, revalidando el muro azul que Biden consiguió volver a erigir en 2020 tras el derrumbe sufrido con Hillary Clinton. Y si gana Trump, le bastaría con conservar Carolina del Norte y reconquistar Georgia para retornar a la Casa Blanca. Para cualquiera de los dos, una derrota aquí sería muy costosa de remontar, porque bloquea la mayoría de combinaciones con otros estados. 

La pugna está muy reñida y es un reflejo preciso de las divisiones que atraviesan el país. Así, Pensilvania aúna grandes y pujantes áreas metropolitanas cuyos suburbios son el principal caladero demócrata, como Filadelfia y Pittsburgh, con ciudades medianas y amplias zonas rurales, donde Trump acapara los apoyos. De tradición manufacturera, ha sufrido el declive industrial como el resto del Cinturón del Óxido (Rust Belt), pero su economía se está diversificando, con nuevos sectores al alza, como la logística o la extracción de gas de esquisto, mientras mantiene una notable base agrícola. Y, aunque no es de los territorios con mayor diversidad, el 10% de su población es negra y los latinos ya rozan ese umbral.

También es uno de los estados que más está sufriendo el aumento de la inflación, un asunto que preocupa notablemente a los votantes de todo el país y que se ha convertido en uno de los ejes de la campaña. Los precios de la división del Atlántico Medio -que engloba los estados de Pensilvania, Nueva Jersey y Nueva York- son los que más han subido en los últimos cinco meses y la variación interanual de septiembre se situó un punto por encima de la de la media del país. Un incremento que se nota en el bolsillo de los consumidores y que lastra las expectativas electorales de Kamala Harris, al formar parte de la Administración que ha pilotado la economía en el último mandato.

Míchigan y la brecha de la guerra en Gaza

Míchigan es otro de los ladrillos de ese muro azul que Trump consiguió derribar en 2016, al hacerse con un estado de larga tradición demócrata, aunque fuera por apenas 10.704 votos de un total de 4,8 millones. Como en otros estados del Cinturón del Óxido, su victoria sobre Hillary Clinton afloró el descontento de los trabajadores blancos que se sienten desplazados por la globalización, sobre todo los que no tienen educación superior, esto es, los obreros industriales que sostuvieron el dominio electoral demócrata durante más de tres décadas.

Biden restauró ese dominio en 2020 -en buena parte porque supo recuperar el respaldo de los sindicatos con promesas de reindustrialización- y ahora Harris parece tener una ligerísima ventaja, pero no hay nada decidido: después de Pensilvania, Míchigan es el estado que más han visitado los dos candidatos en las últimas semanas. Los votantes siguen muy pendientes de la economía, ya que el paro está en niveles históricamente bajos, pero ha repuntado este año, y la escalada de los precios continúa, aunque la inflación se haya moderado en los últimos meses. También son sensibles a asuntos como el aborto, del que hacen bandera los demócratas -su mayoría en el gobierno y las cámaras estatales ha blindado ese derecho-, y la inmigración, donde se hacen fuertes los republicanos.

En estas elecciones, además, ha irrumpido un nuevo factor: la guerra en Gaza y en Líbano, que está erosionando el tradicional apoyo de los árabes estadounidenses a los demócratas, hasta ahora abrumadoramente mayoritario. Míchigan es el estado con mayor proporción de estos ciudadanos, que se sienten traicionados por el respaldo casi incondicional de la Administración Biden a Israel, por lo que muchos se plantean abstenerse o votar por terceros candidatos, como Jill Stein, del Partido Verde. Con un margen tan estrecho en los sondeos, tan importante es atraer a los indecisos como movilizar a tus simpatizantes, por lo que la desafección de la comunidad árabe puede perjudicar notablemente a Harris y, quizás, decantar el resultado.

Wisconsin y el peso de los jóvenes

La reconstrucción del muro azul que permitió a Biden desalojar a Trump de la Casa Blanca fue más difícil que en ningún otro sitio en Wisconsin, otro estado del Rust Belt, donde el actual presidente venció por seis décimas. Porque el gran mérito de Trump ha sido poner en liza un puñado de territorios que durante décadas los demócratas han dado por descontados: hasta su irrupción en 2016, en Wisconsin habían ganado desde 1988. Este año vuelve a estar en disputa y ambos partidos son conscientes de su importancia. 

Donald Trump lo visita con frecuencia y Milwaukee, la ciudad más poblada del estado y feudo demócrata, acogió en julio la convención republicana que le invistió oficialmente como candidato. Kamala Harris también la eligió para dar su primer mitin tras asegurarse la nominación. Los temas clave para convencer a los indecisos vuelven a ser la economía -dada su tradición industrial, los obreros también tienen aquí gran relevancia-, el aborto y la inmigración, un asunto candente en un estado en el que casi el 80% de la población es blanca, de los menos diversos del país.

En realidad, el electorado está tan polarizado -las dos últimas elecciones se han resuelto por poco más de 20.000 votos- que cualquier grupo de votantes puede tener la llave de la victoria, aunque buena parte de las miradas están puestas en los jóvenes, ya que en las elecciones de medio mandato de 2022, fue el estado con mayor participación entre los menores de 25 años. Su apoyo se revela esencial para los demócratas: Barack Obama en 2012 y Joe Biden en 2020 ganaron en Wisconsin con una diferencia de más de 20 puntos sobre Mitt Romney y Donald Trump, respectivamente, en la franja de edad de menos de 30 años, mientras que Hillary Clinton solo le sacó a Trump tres puntos en 2016 y perdió. 

Georgia y el voto negro

Joe Biden marcó un hito electoral en 2020: ningún demócrata, ni siquiera Barack Obama, el primer presidente negro, había conseguido vencer en Georgia, donde un tercio de los potenciales votantes son negros, desde hacía tres décadas. A Trump le escoció especialmente la derrota -nunca la ha reconocido-, hasta el punto que forzó un segundo recuento y llevó al límite el sistema electoral, al llamar al secretario de Estado de Georgia, el también republicano Brad Raffensperger, para decirle: "Mira, lo que quiero es encontrar 11.780 votos (...), porque hemos ganado en ese estado". Esa llamada pidiendo un voto más de los que le sacaba Biden es la base de una causa penal por injerencia electoral aún pendiente, en la que el expresidente está imputado de diez cargos. 

La ajustadísima victoria de Biden -dos décimas de ventaja, la menor diferencia en 2020 de todo el país- no fue decisiva para alcanzar la Casa Blanca, pero Georgia sí es esencial para Trump: sus 16 votos electorales son difícilmente reemplazables si pierde. Por ahora las encuestas le dan una levísima ventaja, aunque el candidato republicano batalla contra una tendencia que ya se advertía incluso en 2016: la movilización electoral de los afroamericanos y el crecimiento de los suburbios residenciales de Atlanta, donde la población es cada vez más joven, más diversa y con mayor nivel de estudios, han incrementado el apoyo a los demócratas y puesto el estado en liza.

El voto negro es casi todo demócrata. Según el Pew Research Center, Biden recibió en el conjunto del país en 2020 el apoyo del 92% de los votantes afroamericanos, frente al 6% que respaldó a Trump. Así que, en estas elecciones, será clave la capacidad que tenga Harris, de ascendencia india y afroamericana, de movilizar a esos votantes, mucho más decisivos en Georgia que en cualquier otro territorio; según el recuento de la Secretaría de Estado de Georgia, este año se han registrado para votar casi dos millones y medio de personas negras, que constituyen el 30% del electorado

Arizona y el desgarro de la inmigración

Junto a los cuatro anteriores, Arizona fue el quinto estado que Biden logró arrebatar a Trump en 2020 para llegar a la Casa Blanca. Otro feudo republicano, como Georgia, aunque en este caso con mucha mayor profundidad histórica: desde Harry Truman en 1948, los demócratas sólo habían conseguido ganar allí una vez, con Bill Clinton en 1996. Fue un triunfo ajustadísimo, de apenas tres décimas y 10.500 votos, y de nuevo revelador de un cambio demográfico que ha puesto el estado en disputa: el incremento de la población latina, especialmente en el condado de Maricopa, en el que se encuentran la capital, Phoenix, y su área metropolitana, donde reside el 60% de la población del estado.

En total, el 25% de los potenciales votantes de Arizona son latinos, un porcentaje que solo superan Nuevo México, California y Texas. Pero, a diferencia de otros estados, en los que el voto latino es más diverso, en el Estado del Gran Cañón se inclina mayoritariamente por los demócratas, en buena parte por culpa de los propios republicanos, impulsores en 2010 de una de las legislaciones estatales más restrictivas con la inmigración. Las redadas de Joe Arpaio, sheriff de Maricopa durante un cuarto de siglo, contra supuestos migrantes irregulares identificados solo por su aspecto, acabaron por vincular al partido con una política de mano dura y ciertos tintes racistas que le ha alejado de la comunidad latina.

Hace cuatro años, los sondeos a pie de urna mostraron que el 63% de los latinos de Arizona votaron a Biden, muy por encima del 59% de Texas, el 56% de Nevada o el 52% de Florida. Y es que, aunque Arizona no es de los estados con más inmigrantes irregulares del país, si es una de las principales vías de entrada y eso ha fracturado a la ciudadanía, entre quienes piden mayor control en la frontera y quienes, como muchos latinos, se identifican con esos migrantes. De hecho, junto con la regulación del aborto -Arizona tiene desde este año una de las leyes más restrictivas del país-, la gestión de la inmigración irregular es el asunto que más preocupa a los votantes en estas elecciones. 

Nevada y la influencia latina

El cambio demográfico que ahora atraviesa Arizona ya lo ha completado, desde un punto de vista electoral, el estado de Nevada, el quinto con mayor proporción de latinos, que desde que lo conquistara Obama en 2008 ha consolidado la preponderancia demócrata, si bien con mucho menor margen en las dos últimas elecciones presidenciales: la ventaja de Clinton y Biden sobre Trump no alcanzó los tres puntos porcentuales. Si a eso se le añade la indefinición de las encuestas, el estado se convierte en territorio disputado y, aunque sus seis votos electorales le colocan como el de menor peso de todos los decisivos, en un contexto de máxima igualdad también podría determinar el resultado.

El 90% de los habitantes de Nevada, el séptimo estado con menor densidad de población, se arraciman en las áreas metropolitanas de Las Vegas y Reno. De hecho, sus respectivos condados, el de Clark y el de Washoe, son los únicos en los que los demócratas ganaron, mientras que el resto de condados son inequívocamente republicanos. Así que la batalla se centra en los suburbios y áreas residenciales de esos dos polos, con la economía -es el estado con la tasa de paro más elevada de todo el país, un 5,5% en agosto- y la inmigración como principales asuntos de la campaña electoral. 

Los candidatos, en ese sentido, tratan de atraerse a los grupos de votantes clave, como los trabajadores de servicios: en agosto, Kamala Harris recibió el respaldo de la Culinary Workers Union, el mayor sindicato del estado, que cuenta con 60.000 afiliados del sector de la hostelería. Muchos de ellos son además latinos, también aquí un estrato de población decisivo, ya que constituyen el 22% de los potenciales votantes. En 2020, apoyaron en su mayoría a los demócratas, aunque sin tanta diferencia sobre los republicanos como en Arizona, por lo que el resultado es todavía una incógnita.  

Carolina del Norte y el desarrollo tecnológico

Carolina del Norte es un estado de fuerte arraigo republicano, en el que los demócratas solo han conseguido vencer dos veces en medio siglo: Jimmy Carter en 1976 y Barack Obama en 2008. Sin embargo, las diferencias entre ambos partidos han sido pequeñas en las últimas elecciones y las encuestas muestran esa igualdad de cara a estos comicios, al conceder sólo un ligero margen a Trump. El expresidente necesita conservarlo a toda costa si no quiere perder casi todas sus opciones, pero los demócratas aspiran a convertirlo en lo que fue Georgia en 2020, la gran conquista en territorio rival.

Sus bazas son un buen porcentaje de población negra, que constituye el 23% de los potenciales votantes, y, sobre todo, el incremento de trabajadores con estudios superiores, especialmente en la conurbación de Raleigh-Durham-Chapel Hill, sede de tres universidades punteras en investigación y que se ha convertido en una de las áreas tecnológicas de mayor crecimiento en Estados Unidos.

De hecho, de los siete estados decisivos, Carolina del Norte es actualmente el que presenta un mayor porcentaje de población con algún título universitario, cuando hace algo más de una década era el quinto. Y si se observa el conjunto del país, ocupa el puesto 17, muy cerca ya de California. A ese segmento de población, muy proclive a los demócratas, y al impulso del gobernador, el demócrata Roy Cooper, se agarran las esperanzas de Harris, aunque Trump quiere hacer valer la inercia del dominio republicano, en un estado en el que su partido cuenta con mayoría absoluta en las dos cámaras legislativas.

Sobre esta información

Las fichas que ilustran la información de cada estado muestran una decena de indicadores básicos para entender la realidad económica y social de ese territorio, además de comparar su puesto para cada indicador respecto al resto de los 50 estados de la Unión. También se muestra el partido ganador en las seis últimas elecciones presidenciales y se compara con el ganador final de la Casa Blanca. Los datos proceden de las siguientes fuentes:

· Población: total a 1 de julio de 2023, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

· Votos en el Colegio Electoral: total por estado, a partir del censo de población de 2020, que estará en vigor en las elecciones presidenciales de 2024 y 2028, según Archivos Nacionales y Administración de Documentos de Estados Unidos.

· Superficie: total, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

· Densidad de población: elaboración propia, a partir de la población y la superficie.

· Paro: tasa de desempleo en septiembre de 2024, según el US Bureau of Labour Statistics.

· Renta per capita: ingreso real por persona en 2022, según el US Bureau of Economic Analysis.

· Crecimiento del PIB: variación anual del producto interior bruto real en 2023, según el US Bureau of Economic Analysis.

· Jóvenes de 18 a 24 años: porcentaje sobre el total de la población en 2022, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

· Mayores de 65 años: porcentaje sobre el total de la población en 2022, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

· Extranjeros: porcentaje de residentes legales sobre el total de la población en 2022, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

· Latinos: porcentaje de personas que se definen como hispanos o latinos sobre el total de la población en 2022, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.

· Resultados de las elecciones presidenciales: según la Comisión Electoral Federal.

Información: Daniel Flores (DatosRTVE) | Coordinación: Paula Guisado, José Ángel Carpio (DatosRTVE) | *Infografías (Evoluciona): Juanma Leralta